jueves, 21 de mayo de 2015

Vengo de unas lejanas praderas, en busca de la libertad. Esa libertad que le es denegada al ser más rebelde. Busco y no dejaré de buscar, para encontrar al final  la paz. Esa paz, que encuentra el hombre, cuando es plenamente libre. Empuño mi espada, no para la lucha si no para amedrentar a aquellos que se creen más fuertes. No pienso entrar en batalla, si no es por propia defensa. Corro, corro pero no encuentro.
Vengo de unas lejanas praderas, donde todo es maldad. Maldad y esclavitud, yo he conseguido romper las cadenas. Yo he alcanzado la meta que hay en la cumbre de la montaña. Una montaña que no es de piedra, una montaña que no es de arena. Si no de sufrimientos y tormentos, he llegado al límite y he conseguido deshacerme de aquellos que se creían mis amos. Porque no hay mayor amo, que el de uno mismo y mayor esclavo, que aquél que se cree débil.
Sueño con bellas damas al mi alrededor, sueño con los mejores vinos en mi gaznate. Sueño y no dejo de soñar despierto. Mientras corro, sueño. Sueño y venceré, venceré al enemigo más poderoso, que no es otro que uno mismo. Seguiré luchando, en busca de la libertad.  Esa que se encuentra, cuando traspasamos la otra puerta. Bajo con espada en mano, pero no alzada. Si no con la punta mirando al suelo, en señal de descanso.
Cae la lluvia, cae el granizo. El viento sopla en la bajada y yo intento salvarme de todo aquello que me es ajeno. Todo aquello que no me llevará a buen camino. Todo son voces por el mismo, todo son como aullidos de lobo en la lejanía. Que me querrán decir? De qué me querrán convencer, si yo ya no creo en nada. Solo en mi corazón y en mi alma, ahora pura y transparente, después de descender del pico.
Hay un río, hay un arrollo. He encontrado la fuente de la que emana la propia existencia. No son peces normales los que bajan por el agua, no son peces aquellos que se creen con la suficiente inteligencia para poder después, volver a subir y llegar con la respuesta a la eterna pregunta. Que río es aquél que emana vida propia sin saber de maldad, que río es aquél que emana pureza, como un niño recién nacido. Brota vida y libertad, a saber por cuanto tiempo o que le depara el destino.
Yo bebo del agua del manantial, yo me lavo y me refresco, como viajero y caminante. Me fijo y me fijo y no hay piedras, si no arena blanca. Una arena que resplandece y brilla al mismo tiempo. Porqué será que no hay piedras en el arrollo, que extraño pez nada por él. Pienso y pienso y llego a la conclusión, que tengo la respuesta a la pregunta de la vida misma. Que respuesta? Pues a saber. Solo hay que subir la montaña y después bajarla, hasta llegar a la fuente. En ella, lograréis encontrar ésta. No valen ni acertijos ni adivinanzas. Solo la respuesta sincera que nace, desde nosotros mismos.
No hay guerreros porque no hay guerras. Solo la paz, se encuentra con la paz y ésta la llevamos dentro. Da igual si estamos más satisfechos o más hambrientos, todo nace y yace en paz. Como la muerte después de la vida. Que por más tortuosa que sea, es nuestra. Nada va a cambiar y se consigue romper la esclavitud y las cadenas imaginarias que nos unen a un mundo, hecho y deshecho en sí mismo.

Corre deja correr la imaginación y deja volar tu capacidad para descubrir lo nuevo. Aquello que todavía te es desconocido y  que algún día, como yo. Llegarás a esa montaña y la subirás, incluso treparás por los árboles, para ver el horizonte. Porque no es como el mar, en una salida de sol. Pero bueno, todo eso lo tienes que descubrir por ti mismo. Por ahora lucha y rompe tu yugo de esclavitud. 

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