EL CARRILERO
Si existe Dios, porque lo permite, si existe
Dios, porque lo consiente. No hay barcos en el cielo, como no hay estrellas en
la mar. Yo tenía mi amigo, era un buen amigo, íbamos juntos a todos los sitios,
a todos lados y a todos los lugares. Hoy por ti, mañana por mí decíamos, era
una buena amistad, una fuerte amistad y duradera, hasta que una enfermedad me
arrebató lo que físicamente veía y sentía. Ya no está a mi lado, ¡oh! si no es
que fuese el día de los difuntos, lo que esperaba en el día que hoy ha muerto
mi amigo. No lo podía consentir, no lo quería creer que fuera así, pero no
podía hacer nada por cambiarlo, ya que todo está leído y escrito, el destino
amargo de la persona allegada.
O sea, a veces sube al cielo, me baja ahora y
me dice….
–
Hola, viejo colega de
batallas. Yo siempre guardaré en mi alma tu recuerdo, yo siempre guardaré en mi
alma tu nombre y tu respeto. Lo que sin él me llevaría a hacer nada ni sería
nadie, ahora estoy donde tenía que estar, no sufras por favor viejo amigo, no
sufras.
Como si el viento fuese un susurro, me entra
por los oídos y me deja casi sollozando en mitad del camino. ¿Porque así es de
cruel el destino y no deja a una persona llegar a su madurez y a su vejez de
forma pacífica, tranquila? Salgo del hospital,
pero no quiero creer en nada, simplemente creo que me llevo el recuerdo de
Agustín, un viejo amigo, tú también podrías ser un amigo lector, simpatizas
conmigo en todo. Toda la vida, toda mi juventud me pasa rápidamente como un
flashback, ¿qué será de mí creer en ello a partir de ahora, sin su compañía adónde
iremos de correrías?, ahora sin él yo solo no soy nadie, pero en fin es lo que
hay, no se puede hacer nada.
Duermo toda la noche o eso creo, ya que levito,
divago que me llevo un trozo de mi propio corazón a la boca, hasta que este
sangra de dolor. Mañana, mañana será presentado en el tanatorio, le lloraré, a
mi amigo todo el día y toda la noche.
Me viene a la memoria el nombre de muchas
chicas, buenas y tantas. Claro, fuimos de correrías, cerveza va, cerveza viene.
Eso era pura fantasía, todo en la vida igual a la salida, donde este trabajo, donde el sufrimiento se
hacía patente en las horas largas sin fin. El cual uno no puede moverse del
lugar si no es para ir al lavabo urgentemente, los puedo contar los puedo
decir, si no que era un sufrir. Me acuerdo entonces, cuando tocaba la sirena
los dos nos mirábamos y éramos los primeros en salir por la puerta. Solamente
nos esperaba la cerveza y las chicas
malas con la que nos encontrábamos a la salida del trabajo. Todo era por un
amor, un amor inexistente llamado cerveza y sexo, ¿ahora en qué ciudad mi viejo
amigo voy a estar contigo hoy?, qué será de mí, duermo toda la noche o intento
dormir porque las pesadillas van y vienen. Los sueños van y vienen, todo menos
tú viejo amigo, que ya no vuelves.
Salgo de un funeral, salgo respirando hondo,
expulsando con ello todo mi anhelo y dolor por aquello que no controlo. Cómo
será ello que no me reconozco y por un momento dudo porque he venido y porque
ahora salgo sin saber nada. Entrando en los adentros de mi mente, haciéndome muchas
preguntas y saliendo sin ninguna respuesta, camino mirando el cielo. Todo ello
me lleva a no saber a ciencia cierta qué hago yo aquí, si era Agustín un buen
amigo de la infancia, el que se ha marchado sin llegar a la longevidad y con
ello a no llegar una cálida vejez. Qué más yo quisiera haber disfrutado de su
amistad y compañía, siempre lo recordaré como alguien con el que compartí ciertos
momentos de alegría, de los cuales mi conciencia medita cuales son alegres y cuales
son correctos. Como carros de combate ese es mi recorrido, lucha tras lucha voy
haciendo camino cansino, solo, completamente solo, ese es mi destino. ¡Ay!,
Agustín cómo te voy a echar de menos, no
la sabes bien que camino calle abajo, a paso despacio y meditando, sin prisas
de llegar a casa, ese es mi quehacer. Todo es un renacer, todo es morir para volver a vivir, así que pasados veinte
minutos abro el portal de mi casa y con ello el portal de mi alma. Ahora
ya sí, ¡por fin!, ya estamos a solas, ahora sí que podré hablar contigo y no
antes, ahora podré reír y disfrutar de tu compañía aunque no te tenga a la vera
mía. Así que sin más preámbulos, no espero y cojo una vela y la encendiendo a
modo de altar. Tomando asiento en frente de mi máquina de escribir, dejo fluir
mi energía. Incluso huelo el tabaco negro que fumabas, ¡me cachis!, me siento
tan contento, aunque ya no te tenga presente, toco el techo con la cabeza. Me
siento tan contento y alegre, porque me está él mostrando que hay algo después de la muerte y
eso me alegra, me llena de gozo y esperanza el poder volver a reunirme contigo
dentro de un tiempo. Que no es por ser egoísta, pero espero que pase mucho
tiempo hasta que sea nuestro próximo reencuentro.
Desesperadamente solo, desesperadamente
aburrido he acabado, que le voy a hacer, sí, si mi gran destino es el ya no
saber el qué hacer. Ya no sé con quién hablar, qué más da lo que haga, qué más
da lo que diga, si yo soy así. ¡De manera de vivir!, no hay manera de vivir,
todo son obstáculos, todo son zancadillas. Qué voy a hacer, Agustín dime algo,
Agustín encuéntrame cuando sea el momento en el otro lado, en ese mundo
paralelo donde todos nos encontraremos, no hago más que correr, no hago más que
comer y la gula me atrapa. Al igual que la cobardía, todo ello me supone un
gran desgaste, pero en fin, ese es mi camino, ese es mi recorrido.
–
Dime Agustín, que sé que me
escuchas. Cómo es después de la muerte, con qué nos encontramos, si esto no es
la fuente de la vida, dime cómo canalizar la energía para que todo ello me
fluya. Que sepa que canalizar y transcribir todo aquello que surgió al otro
lado del paralelo.
Todo ello se me desvanece entre mis dedos a la
hora escribir con todo mi anhelo, qué sería de mí, qué sería de ti, qué sería
de él o qué sería de ella. No se sabe, nadie sabe a ciencia cierta el camino
que seguimos, nadie sabe a ciencia cierta porque vivimos, todo es suponer y
todos intentamos vivir al límite. Todo aquello que se predispone a nuestro
alrededor, nosotros construimos nuestro entorno y entonces quien construye todo
somos los mismos de siempre, quienes si
no, si no nosotros, quién sabe. Yo solamente sé que me sigue escribiendo, aquí
en mi máquina de escribir como en antaño, echando el carro para adelante y para
atrás, estoy subiendo la hoja para arriba y volviéndola a bajar. Me levanto de
la silla y miro por la ventana, ¿quién más está Agustín?, lo que veo nadie te lo ve. Solamente yo te noto y mi instinto me
dice que estás a mi lado, pero no te veo, qué más da, no todo el mundo escribe
de carrerilla. Casi todo el mundo escribe a trozos, uno se hace unas meras
notas y de esas notas se hace un relato, y de un relato un cuento. De un cuento
un libro fantástico sin finales y sin principio, sin principio y sin final,
todo son bucles a seguir, qué más da lo que esté por venir, sí Agustín. Así te
lo explico dentro de mi soledad, porque nadie sabe más que tú sabe lo que es el
desgaste emocional de una persona que está completamente sola, así que me siento
otra vez y fumándome no un cigarrillo, sino una cajetilla de tabaco y con los
dedos amarillos tecleo en mi máquina de escribir. ¡Truenos!, siento como se
acerca una tormenta, los truenos son tan fuertes que veo un relámpago que ilumina el piso, las nubes son como tizones de
negras, como negro lo veo yo para salir de este bucle. Pero en fin aquí sigo
sentado, ahora lloviendo afuera, controlando como si fuesen verdaderas bombas
las que desde el cielo que llora. Pero de un amanecer roto que no sabe ni
distingue de buenos y malos, ni de listos ni de tontos. Desde aquellos que son
poco hábiles, él tiene la conciencia más que tranquila ya que para ellos todo
está bien hecho.
¡Me quedo sin tabaco!, me cachis, no tengo nada
con que fumar y echar humo, así que me levanto de la silla y cogiendo mis
últimos cinco euros, me voy al estanco de al lado. Bajo las escaleras deprisa,
tan deprisa que es como si mi alma se la llevase el diablo, llegando incluso a
saltar los últimos tres escalones haciendo peligrar mi integridad física. Ya
que a mi edad no es una buena idea, pero en fin salgo airoso y abriendo la
puerta del estanco, me pido paquete de tabaco.
El hombre se fija en mi cara, el hombre se fija
en mi ropa, he salido con lo primero puesto,
tampoco voy a una discoteca, ¿porque me mirabas y me miraste?, me
pregunto yo. Pero en fin, ya pues estoy cerca del final voy a subir los tres
escalones y todos aquellos que faltan ahora otra vez. A la puerta de mi casa
iba y a sentarme en la silla voy en frente de la máquina de escribir, cuando le
doy vida a mi música, dándole voz a mis dedos. Debo ser lo que escuché hace unos años o sino sería falso o real todo
aquello que a través de la música yo escribo. Qué sería de mí si no fuese por
ello, qué sería de él si yo no me atrevo, me duele la cabeza, tenía la cabeza
cargada y ya sé el porqué era. Necesitaba descargar toda mi energía, necesitaba
descargar toda mi ira, enfadado con la sociedad, en fin, son palabras mayores,
son palabras menores. Hay cosas peores lo sé, pero para mí esto es real como la
vida misma, porque yo vagabundeo por los cincuenta metros cuadrados de mi piso
cercano a una gran ciudad. Esa ciudad que mantengo su nombre de anonimato, pero
que todo el mundo sabe cuál es.
Por un momento, por un instante atravieso la
gruesa muralla, que no es otra cosa que una fina cortina transparente que nos
separa de la siguiente vida. Escucho gritos y lamentos, lloros y desconsuelos,
quisiera en ellos en el limbo o en el mismísimo infierno. A mí me dijeron que
era la luz, pero no sé si creérmelo, voy a tirar la toalla, voy a tirar la
toalla porque como seas irreal, nadie sabrá realmente lo que sucede después y
es cierto que uno teme más a la vejez que a la mismísima muerte. Ya que este es
un minuto de agonía o un segundo, una milésima de un tránsito que lleva
atravesar la cortina transparente, todo es así. En cambio la vejez, es un
tránsito diario que se ve uno marchitar, y que por mucho que se riegue con
amor, el final es siempre el mismo. Solo las arrugas delatan el saber y la
cabeza la sabiduría. No sé, pero me doy cuenta al mismo tiempo que escribo a
esta persona que la llamo Agustín y que se cruza conmigo, que entra dentro de
mi Ser consiguiendo escribir a través de mis dedos. Qué le vamos a hacer, todo
es así, pero la cabeza se me calma, la energía fluye y todo ello me lleva al
éxtasis emocional, porque todo lo real es mentira, toda la verdad es una
alegoría o quizás una utopía.
–
Sufre, agoniza, es tu final, ¿no
lo crees así? Lo estás escribiendo, lo estás transcribiendo y con ello acabaras
con la cabeza del teclado de la máquina de escribir, no lo sabes, no lo
intuyes. Pero ese es tu gran final, llegar al agotamiento mental y con ello llevar
un mensaje a quién está hablando ahora.
–
Sí, yo que soy tú, me llamas
a Agustín. Pero en fin, ya me conocerás al otro lado, te daré un abrazo eterno,
como eterna ya es nuestra amistad.
Veo un jardín de rosas o simplemente es la luz,
veo mucha calma a mi alrededor, no sé si serás tú Agustín, no sé si seré yo, pero
me veo corriendo por una pista atletismo y como el que hace el que hace una
carrera con vallas, voy saltando una a una hasta que vislumbro al final una
meta. Quizás inalcanzable, como inalcanzables son mis sueños, esta si es de
verdad, qué más da lo que piense todo es así y así será.
Lo que se puede llegar a dar por un amigo no se
sabe nunca, yo sigo escribiendo en la máquina de escribir mientras corre el
carrete de tinta, cada marca, con cada letra tengo una señal, significando como
agarrar de momento los trazos de la verdad, como realmente saber qué estoy
escribiendo.
Éramos tan jóvenes… es tal si no recuerdo mucho,
que tendríamos unos 25 años cuando recorríamos todo tipo de bares buscando en
ellos una pizca de libertad. Te recuerdo quizás, ello me lleva a levantarme de
la silla sobresaltado y mirando otra vez hacia la ventana. Veo dibujado el arcoíris,
la lluvia ha dado paso al Sol, la lluvia ha empapado la tierra del saber
dándole vida con ello. Pero sin hacer cambios de verdad, pero que será de mí
ahora, pero yo te echo de menos éramos tan jóvenes…. Éramos tan intrépidos,
pero a la vez tan alegres que no nos dábamos cuenta de que el tiempo pasa
deprisa. Ahora ya rozando la cincuentena, miro para atrás y no es que vea
perturbar el tiempo, simplemente lo veo pasar como si fuera cayendo despacio. Ese
es mi vejez, quién sabe si llegaré yo a ver las arrugas en mi piel, tengo el
paquete tabaco casi entero y aprovechando que la lluvia ha cesado, abro la
ventana de par en par. No dejando pasar solamente el viento, la vela se apaga y
con ello se van todos mis lamentos. Qué más da lo que haga, qué más da lo que
diga, sí yo sé que de aquí hasta que me muera, entonces y solamente entonces
sabré porqué vendrán a despedirse de mí por última vez. No solamente por
educación y respeto, sino por amistad, pero no por ello quiero que nadie llore
una sola lágrima por mí. Mañana es el entierro y no te diré adiós, te diré un
hasta pronto. Ya que a mí también me tocará y con ello, la felicidad. Ahora
aquí me quedo, asomado a la ventana viendo a gente pasar. Buen viaje amigo,
buen viaje hermano de batalla, que descanses en paz.