domingo, 24 de abril de 2022

NO SE PERDONA

Como perdonar tal hecho, como olvidar tal suceso, aquel que llevó al cambio de pensamiento de una sociedad, aletargada y ciega en sí misma. Como el que juega a la gallinita ciega era todo aquello que sin pensar realmente en todo su dolor y penar, era acechado por la maldad. Que poder decir, como poder relatar porque todo lo que narro a continuación es si no es con los ojos enmudecidos en llanto y desesperación, una autentica detonación de algo que cabía esperar. Espero igualmente que todo lo que haga sea posible para hacer reaccionar al cambio, un cambio al que hay que estar preparados y concienciados.

Imaginar escuchar una balada de rock, sí, escuchad, mientras acompañáis a vuestra anciana abuela refugiándoos de la lluvia de otoño. Habláis con ella, la cogéis de las manos, esas manos frágiles que delatan el saber de los años vividos, pero al mismo tiempo, tiempos ya pasados. Que poder negar, como poder faltarles el respeto, como poder llegar a ocasionar daño alguno a cualquier anciano. Pues en fin, solo os pido, solo os ruego que os quedéis sentados al lado de un buen fuego o un buen brasero, sí, ese mismo que utilizaban en antaño nuestros abuelos. Que la historia que os voy a contar os hará mover la conciencia y os hará pensar en ellos y en todo lo que les debemos y todo aquello que se merecen, porque ellos son todos,  son todos nuestros mayores….

Como una rosa que florece y luego se marchita, así es la vida de cruel o de sabia. Nos hace crecer y evolucionar para después arrugarse y apagarse hasta tal extremo, que la conciencia lo va asimilando de forma de que el Ser humano espera el próximo tren. Todo es como una balada de rock, una orquesta de música en la que nos une la vibración sonora de ella. Como el que espera el sonido de una flauta o el estruendo de una guitarra distorsionada, esperamos a que tacita a tacita, como un reloj de arena caiga la vida quedando la parte de arriba vacía de arena. Quién sabe si le hemos echado sal a la vida o solo con la cal nos hemos ido consumiendo.

   Estoy harto, estoy cansado de tanta injusticia. De tanto lamentar, estoy hasta las narices de que intenten utilizar a la gente hasta el máximo de su tiempo de vida.

Jaime ha hablado o quizás ha sido su propia madre, quién lo sabe. Yo no lo sé, pero también estoy harto y cansado, de que no me cojan el teléfono, de que nadie se preocupe ni por ella ni por mí.

Jaime entra y sale de su particular mundo, de un entorno irreal y ficticio, no quiere ser el hombre real que es. ¿Quién será de verdad?, ¿un hombre ruin y malvado o una persona maravillosa y ejemplar?

En el Todo se desvanece como un perro en la niebla, desaparece del mundo como si fuese una comadreja, dejando de ser el hombre íntegro para convertirse en quién es de verdad. Llega a su casa, llega a su particular hogar, no hay mucho que hablar, no hay mucho que contar, solo, vive solo y está completamente solo. Salvo a su madre que está viviendo a treinta kilómetros en una residencia, no tiene a nadie más a quien querer. No tiene a nadie a quién besar, a nadie, nadie. Como un maestro de muñecos tirados por unos hilos gobierna  su presencia y en su casa toca el techo con la mente, mientras se sirve una copa de licor. ¿La música?, la música suena a un volumen alto, las guitarras distorsionadas le enloquecen y lo evaden a su particular entorno donde él es el centro de atención. Habla consigo mismo, se mira al espejo y se ve guapo, hasta me atrevería a decir que hermoso. Se pasa la mano por el rostro, se la pasa por la barba y ahora y solamente ahora, se dice a sí mismo, “guapo”. Se rasca, se araña la cara y no para hasta que ve la sangre correr resbalando por sus mejillas maduras, el espejo le dice que siga, la mente le dice que pare, ¿a quién escuchar, a quién hacer caso?, solo es un títere, una marioneta de un Ser malvado que no lo escucha ni le deja hablar, solo todo depende de sí mismo. El parar o no de hacerse daño solo es cuestión de tiempo y tiempo él sí lo tiene, pero su madre ya casi que no, debido a su avanzada edad este está a punto de agotarse.

      ¡Tú!, sí tú. Escúchame atentamente. Me perteneces, yo soy tú y tú eres mi propio destino. Ese mismo, ese que no está escrito con tinta, sino que lo es con el alma escrita. Hazme caso, que cuando salga la Luna te irás a dormir y yo en  tu cuerpo habitaré.

Jaime se sorprende, solo son dos copas las que lleva y la cabeza ya le da órdenes, a saber de lo que es su mente capaz. “Solo dos copas y ya le vuelven a mandar”. No es la primera vez que le pasa, pero sí que lo es tan fuerte. Sabe que no quiere hacer daño a nadie, sabe quién es él. Un hombre trabajador y perfecto por la mañana y a saber cómo definirse por la tarde noche.

Mira a través del cristal de la ventana, hace frío, no es invierno, pero ya se nota el cambio. El verano ya se marchó, ha quedado atrás por un buen espacio de tiempo, se tiene que acostumbrar a lo que viene, pero realmente lo que le asusta y le pone nervioso, son las navidades. Por la sencilla razón que es el día, es la semana que visita a su madre y sabe, es consciente de que siempre que va, ve en ella un cambio. No para mejor, que es lo que le hubiese gustado, sino para peor, por el bajón que ve año tras año, sus visitas se espacian en el tiempo.

Toma asiento en los pies de la cama, ve el reflejo de la Luna, todavía se asombra como si fuese un niño al ver que se mantiene inmóvil, la mira sin parpadear, fija los ojos en ella y se empieza a burlar….

      Soy una sombra, soy un mala sombra. De pequeño ya llevaba este camino, no quiero vivir, quiero dormir hasta que la muerte venga a por mí, ja, ja, ja, ja.

Se levanta de los pies de la cama pegando un salto, se erige como una serpiente cascabel y como el que hace sonar la flauta, se sirve otra copa. Es la tercera, espera que no sea en discordia y haya una cuarta y que esta sea la penúltima. Pasea por el piso, deambula por el pasillo y este se le queda pequeño, así que sin pensárselo dos veces baja al umbral del portal. Cigarrillo en mano, ve a la gente pasar, pitillo tras pitillo no deja de a estos mirar y como si fuesen piezas de ajedrez las ve. La mayoría son peones, algún Alfil y rara vez  ve alguna reina a la que observar más de dos segundos. Le gustan las mujeres, para él no son solo cuerpos, para él son personas, son algunas las que destacan en la mirada por su inteligencia. Rara vez, ve alguna que no es de su agrado, todas o casi todas tienen algo en que destacar y eso, eso le gusta. Pasa el rato y hasta que echa la vista a la cajetilla de tabaco, vacía, completamente vacía como su propia vida que no reacciona. Es el momento, es la ocasión y la excusa para volver a subir a casa, a su hogar dulce hogar.

Como el que anda con los efectos de haberse fumado un poco de hierba, camina por el pasillo, cree o piensa que necesita un cambio, algo que le demuestre que su tiempo vale para algo más que para jugar a ser dos personas, dos personalidades dentro de un mismo cuerpo y eso, eso le martiriza. Como el que ha fumado hierba, sigue sus mismos pasos sin saber que al final no está la luz del túnel sino el abismo al precipicio.

Todo es un sin saber, todo es una falsa comunicación con su verdadero yo, que no sabe ni entiende quién es él. Paredes vacías de fotografías, paredes vacías de sentimientos, solo la soledad y la tristeza se desdibuja en el color amarillento de las paredes. No le hace falta tomar la quinta copa ni creer que necesita una penúltima, se queda absorto sentado en el sofá, solo recuerda que el reloj del mueble del comedor marca la una, cuando es cuando traspasa la cortina transparente o al menos eso cree, llevándole al planeta de los sueños.

Al final duerme, duerme en su sofá vacío de amor y risas. Sueña, sueña y levita a un mundo mejor, un mundo solo creado para él, solo sueña en la noche y piensa o al menos la mente le lleva a creer que vive con su madre. Son sueños tan reales, que casi los puede tocar y palpar, llora entre sueños, mientras el odio se lo lleva el viento.

Sueña que las mentiras se marcharon, que todo aquello que le rodeaba a desaparecido, que solo le queda su madre, una madre que no le hará por mucho tiempo ya mucha compañía y que no sabe si ha hecho bien, en que sea en sus sueños, en sacarla de adónde vivía. Un hechizo de hijo ha hecho que tomara la decisión de que viva sus últimos años de vida con él, de disfrutar de su sonrisa, de escuchar su voz mientras se abstrae si hace falta con la televisión. Disfrutar del momento es lo que quiere y a eso no renuncia, son noventa los años que tiene ya y no sabe si la perdonará cuando ya no esté. Solo vive el día a día y noche tras noche, la complace y la mima como si fuese una muñeca de porcelana. Cerrando las ventanas para que no entre el aire frío, la envuelve con una manta polar, de esas que venden de color rojizo, y dándole un beso en lo alto en la cabeza toma asiento en uno de los sillones del pequeño comedor.

Falsos techos de yeso, falsos techos de pladur, falsos techos de metas y esperanzas es lo que se encuentra al despertar dentro de su sueño. Su madre sigue ahí, su madre ya está sentada en el sofá viendo la televisión con el volumen quitado. Ve que solo ve, que solo mira la gente como se mueve y gesticula, no sabe el porqué, no sabe el motivo pero es así. Falsas esperanzas de alegría se encuentra de buena mañana. Falso café, el descafeinado que se toma como agua de calcetín le sabe. Qué será de él cuando ella falte, faltan sombras o malas sombras, ya no es el mismo que era antes, cuando el tiempo no le importaba porque pensaba que lo tenía parado y este no corría. Falsas sombras, falsas imágenes son las que ve, falsas son la gente, falso todo, que se le va a hacer, hasta él es falso.

Son las nueve cuando la resaca lo despierta del todo y ve que sigue igual de solo, que todo ha sido un sueño placentero y que todo sigue su curso. El cielo rojizo de la mañana, le desdibuja el futuro día. No sabe que será del mañana, pero intuye el presente. Se fuma un cigarrillo mientras espera lo que espera, que no es otra cosa que la Nada, al borde de la ventana, ve emigrar a los pájaros hacia el sur. Son todo días, son todo días de cambio, no se lo puede creer, todo cambia, todo denota esperanza, aunque sea con la muerte cercana de su propia madre. No lo puede evitar, la vejez se ceba en ella y eso, eso lo sabe y no le dice nada, solo se ríe con ella y le da conversación en su mente. Por dentro está lleno de lamentos, no llora, no le muestra tristeza, pero lo sabe.

Es domingo de una semana triste, es el final de aquello que llamaba “falsa libertad”, es hora de reaccionar, ahora se da cuenta de lo que es la felicidad. En un acto de verdadero amor y bondad, agarra el teléfono con fuerza y marca el número de la residencia. Son cuatro tonos los que son la espera, cuatro tonos que le parecen cien años de resignación y rencor hacia la vida. Pasados estos le responden y le atienden, habla con la voz acongojada, habla entre sollozos. La señora que está al otro lado le responde amablemente, es tal la empatía que le dice y le comenta si quiere hablar con su madre. Él, sin saber realmente lo que quiere y lo que desea, responde que sí. Haciendo de la espera, el final de un letargo alargado en el tiempo.

No escucha ninguna voz en cinco segundos, pero al momento ya oye unos pasos acercándose al teléfono, hasta que siente el hablar de su madre. Ella le habla, le pregunta y le ruega con cariño. Pero él no puede y con un dolor extraño, como si fuese un pinchazo en el corazón, cuelga, convirtiéndose en la persona que es cuando está en casa. No lo puede evitar, así que se sirve en su casa una copa de coñac, haciendo del momento un amargo día de domingo. Se asoma a la ventana y la envidia le absorbe. Todo son parejas, todo son familias enteras paseando en una buena mañana dominical. La rabia le sube de los pies a la cabeza, haciendo estallar la copa de vidrio ya vacía en la pared. Pasea por los rincones de su piso, anda como aquel que va a la cruz, sabe que ha hecho mal, pero es tal su adicción que esta le ha formado una personalidad de la cual no se puede prescindir.

      Soy lo mejor, soy lo peor, me da igual, no soy yo o sí. Voy a enloquecer dentro de mi Ser, no sé qué hacer. Maldito seas Jaime, maldito seas quién seas.

Las nubes amenazan tormenta dentro de él, no sabe cómo responderse a sí mismo, todo se vuelve una locura de la que es difícil deshacerse, no encuentra salida alguna. Solo debajo de la ducha se encuentra libre y relajado, solo mientras el agua caliente le resbala por el rostro se siente tranquilo. Los nervios se desvanecen, pero hay una cosa que no puede evitar y es coger una cuchilla de afeitar y en un mal impulso, cortarse a ras las venas. Como si fuese una señal de auxilio, ve resbalar ahora la sangre en la ducha. El agua caliente se mezcla con el líquido rojizo que sale de sus muñecas, se sienta en el mármol y apoyando los brazos en el suelo, deja caer el agua  hasta que le visita la muerte.

Esta, enfadada y enojada le abronca….

      No sabes lo que has hecho, me haces venir antes de tiempo, esto no te lo perdono, creía que antes vendría por tu madre.

El de la guadaña no tiene clemencia y envolviéndole con su Ser, le acompaña a pasar el umbral, un hecho que no tiene vuelta atrás. Es demasiado tarde, el tiempo le consume y nadie se percata de lo ocurrido. Nadie, absolutamente nadie se da cuenta y pasan los meses, pasa el tiempo hasta que el olor a muerte se vuelve hedor y advierte a los vecinos. Ya han pasado cerca de dos meses, ya ha transcurrido el tiempo de todo dolor. Su madre no sabe nada, acostumbrada a solo a la visita navideña no se da cuenta ni le echa en falta. Solo el presidente de la comunidad alerta a la policía y esta se pone en contacto con ella.

Que dolor más grande es el de enterrar un hijo, solo espera ahora que la espere en la distancia. No se lo perdona, no puede, el llanto es ahora cuando se apodera de toda su alma  y se limita a sentarse en el jardín de la residencia. No habla con nadie, no tiene ganas, solo el silencio le acompaña en su luto. Solo encontrará la paz, cuando se reúna con él. Pero no tiene fuerzas, estas se apagaron en el momento del entierro, un entierro al que no fue, un momento que no quiso vivir. Solo desea recordar, foto en mano, los momentos navideños que la acompañaron. Como una flor se fue apagando, hasta que un día la muerte la visitó, haciéndole esbozar una sonrisa placentera al reunirlo con él.

 

 

 

 

 


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