DADOS RODANTES
La amistad. ¿Qué es la amistad y el respeto?, si no la lealtad. ¿Qué
desafío más grande puede llevar a quebrar, aquello que era tan fuerte como el
roble y que dió tantos frutos como el manzano?, quién lo sabe, a saber.
Pedro, un chico de 14 años anda
dándole patadas a un balón, Pedro un chico de 14 años qué como aquel que juega
contra un frontón, chuta la pelota hacer muro. Un muro que no es de ladrillo ni
de hormigón, sino de lamentos y de traición, no quedaba otra que darle patadas
al balón al sentirse solo. Era un invierno de 1992, se acercaba a las
olimpiadas en la ciudad de Barcelona, se acercaba el momento de que la ciudad
se abriera al mundo. Para ello había que romper el muro, para ello había que
pasar al otro lado, dejar atrás todo lo viejo y anticuado. Darle rienda suelta
a lo nuevo y a lo desconocido, Pedro no se podía imaginar que donde realmente
estaba su muro era en su propia mente, esa que tanto había martilleado.
Juan en cambio era más arriesgado
y hacía equilibrios con la misma edad en la cuerda floja de la vida, no sabemos
el motivo, no sirve el porqué. Pero el día que se conocieron bien, entre ellos
dos nació una profunda y verdadera amistad en la que algunos se equivocaban o
confundían la amistad y el respeto, con lo que no era, marginándolos a un
aislamiento provocado por la injusticia, que no es porque no sea el motivo, sino
es porque no es el caso de la circunstancia o el deseo.
Pedro le dejaba jugar con su
pelota, Juan le enseñaba juegos de equilibrio, se lo pasaban en grande los dos
solos. A veces o más de que a veces, sus propias madres tenían que llamarlos para avisarles ya
que era la hora de cenar. Entonces y solamente entonces, chocaban las manos y
como dos buenos colegas se despedían con un hasta luego o un hasta mañana. Con
una sonrisa en la cara, un rostro iluminado por vivir intensamente, eran
reacios a comunicarse con los demás. Ellos viven en su mundo y en ese mundo son
felices, pero fue pasando el tiempo y llegó la primavera del 92’ y como si
fuesen de portadores de la antorcha olímpica, tomaron el relevo y poco a poco
pasaron de etapa, Ahora miran a las chicas, saben que su amistad es tan fuerte que miran pensado que
en ningún momento, ninguna de las chicas que pasaban por al lado iba a hacer
peligrar su amistad. Rosa, solamente Rosa fue capaz de tambalear los muros de los lamentos y de la
traición, ella lo sabía, ella quería manejarlos y manipular la sana amistad y
fue lo que pasó realmente. Pedro y Juan se fijaron en la misma, a lo primero
incluso llegaron a apostar a ver quién de los dos la conseguía y le robaba un
beso, un beso todavía inocente por la edad, pero que ya hacía vislumbrar una
pronta pubertad. Rosa al final se marchó y los dejó en ascuas a los dos, sin
saber, sin remediar tan triste final.
¡Cómo es posible que tuvieran tanta
mala suerte!, en ningún momento se dio el caso de que el corazón de la chica se
hubiera encaprichado con alguno de los dos. Fue una chica que se marchó sin
dejar ningún tipo de recuerdo en ellos. Aunque Juan, el más espabilado había
intentado a escondidas cogerla de la mano, había intentado a escondidas darle
un beso, pero ella no se dejó y aunque fuera de la misma edad que ellos no hubo
manera.- Fue pasando el tiempo, les llegó los primeros rayos de un caluroso
verano, las hormonas cada vez están más a flor de piel y ya Pedro no jugaba con
la pelota. Cumplieron los 15 años a poca distancia en el tiempo, un tiempo que
se detuvo en las olimpiadas, un tiempo que seguro que ahora recuerdan con
anhelo. Pero es tiempo pasado ya y ahora siguen diferentes caminos, ya que los
dos consiguieron sus rosas, a cada cual más bella que incluso pensaban el haber
alcanzado las estrellas. Ya no se veían y quedaban en tanto en tanto, fue tan
rápido todo que solo ya se cruzaban de vez en cuando por el barrio y entonces
se unían en un abrazo.
Luces negras, luces blancas, qué
más da el color de estas, el amor no necesita, el amor no entiende de colores,
al igual que tampoco que de razas y de condiciones. La pelota ya puede rebotar
en el muro decían, este es tan fuerte como el hormigón y no habrá manera de
romperlo y todo aquello que concierne a la amistad y el respeto estará a salvo.
Pero el amor y el deseo hacen que todo quedara roto y separado por un modo
transparente, que no se ve, pero se huele e intuye.
Buscando flores en el cielo se
encontraban los dos amigos con la mirada cómplice, que siendo ya unos chicos
despiertos quieren buscar algo en medio de la pubertad, que buscar sino de una
chica un beso robar. No pensaban más allá, no pensaban ni los estudios ni en un
trabajo, solo en como a ver quién de los
dos más rosas conseguir. Qué sería de lo más romántico y dulce y en serio de los dos más rudo parecer, todo
dependía de qué chica se acercaba al lado.
Juan quizás, el chico más
bohemio, las enloquecía a todas con su desparpajo y palabrería. Las hacía
viajar sin moverse de la nube del éxito y del amor, a la felicidad más alegre y
plena.
¡Vive o muere, ama u odia!, solamente existen estas cuatro razones, tú
eres el que elige el camino a seguir. ¡Vive o muere!, por esta razón de vivir
ya no me acuerdo cuando fue la última vez cuando yo, que soy el narrador de
esta historia me enamoré. Pero sí que me acuerdo de cuándo fue la primera vez
que me pasó y fue más o menos como Pedro
y a Juan. Tenía todas las hormonas
revueltas en revolución y no quería creerme todos los cambios que estaba
habiendo en mi mente. No es posible decir que en tan poco tiempo acabara la niñez, pues sí, así es de la niñez a la
pubertad, de la pubertad a la adolescencia y de ella a la mayoría de edad,
Al llegar a la edad adulta y como dice un dicho, bienvenido a la lucha
diaria del ser y ser cómo es cada uno….
– Princesa
de la oscuridad, ven a mí que soy el verdadero y tu único amor.
Pedro que lo escucha se alza en
armas contra aquel que era su verdadero amigo leal.
– Mamá
quiero a la misma chica que a Juan, mamá no puedo sufrir de esta forma y no
quiero ser un ladrón, dime lo que tengo que hacer para no dejarme llevar por
mis impulsos. No quiero perder su amistad, nos conocemos desde hace tanto
tiempo ya, que este ha rodado de tal forma que ha quedado parado en el tiempo.
– Hijo
a veces hay que poner en la balanza lo que prefieres, la amistad y el respeto
de esa persona o el cariño, el amor y el deseo pasional de esa mujer que tú
quieres.
Pedro se queda sin palabras, pero
hace caso a las palabras de su madre y pone en juego aquello que parecía un muro
que ni un tsunami, que ningún terremoto era capaz de destruir. Ello lo lleva a
la discusión y al desconcierto, enfrentándose los dos sin llegar a las manos.
Como un juegos de dados, como si
fuese la una la última partida lo dan todo por el todo, queriendo conseguir al
final el que conseguirá el afecto, el cariño y el amor y el deseo de quién sabe,
yo realmente no lo sé..
– Princesa
de la oscuridad ven a mí, que te daré todos los placeres que se pueden
conseguir.
Como si fuese una batalla
medieval, como si fuese la auténtica cruzada, se alzan los dos en venganza por
querer la misma mujer. Rota queda entonces la sana amistad después del que el
muro cayera delante de sus ojos, viendo la verdadera realidad, la pelota ha
llegado a traspasar la barrera.
– Tú
ya no eres mi amigo, ya que has deseado poseer aquella que tenía que ser mía,
tú ya Juan desapareces de mi vida y no te volveré a llamar no amigo ni hermano,
porque para mí era lo que eras, un hermano. No encontrarás a nadie, ninguna
amistad, ningún amigo como yo, ahora intenta robarme aquella mujer que está destinada a ser mía.
Juan se queda sin palabras, pero
hace caso a su intuición y sin hablarlo con nadie, pone en juego aquello que
parecía un muro que ni un tsunami, que ningún terremoto era capaz de destruir,
ella le lleva a la discusión y el desconcierto, enfrentándose los dos sin
llegar a las manos.
Como unos juegos de dados, como
si fuese la una la última partida lo dan el todo por el todo queriendo
conseguir al final su premio, el que seguirá el afecto, el cariño y el amor y
el deseo quién sabe yo realmente no lo sé
A veces cuando uno ya es mayor,
mira atrás el tiempo y se pregunta cómo el amor se lo lleva el viento, qué le
vamos a hacer todo es posible. A veces tiras los dados, a veces miras la
partida, otras veces el azar te lleva por otros derroteros sin conseguir lo que
realmente quieres. Pero así es el amor, como un juego de dados apuestas, tiras
los dados esperando sacar un buen número, un número estimado entre el egoísmo y
la soberbia.
No me quiero imaginar no quiero ser clásico, no quiero ser tan moderno,
pues sí deseo que el amor me llegue y ser feliz y amar cómo Pedro y Juan. Pero
que el enfrentamiento entre ellos nos
sirva para hacer llegar el correo del odio a las mismísimas alcantarillas de la
negación y de la estupidez.
Juan al escucharle enloquece, no
sé el motivo y él porque, cuando todavía no era su novia. Entonces, rota la amistad
él sigue atacando y sigue lanzando la caña, Pedro que lo ve no está de acuerdo. Los ojos se le llenan de fuego
y lleno de la ira y del odio le lanza
una piedra, con tan mala suerte que le da en la sien provocándole la muerte.
Está el motivo del porqué todavía,
no se imagina el dolor que acaba de hacer, acaba entre rejas quedándose así sin
amigo ya que está muerto y sin novia, ya que nunca la tuvo. Los padres de Juan
juraron venganza y Pedro no llegó a los tribunales, alguien, quien sabe si
comprado o no, alguien le dio muerte al segundo día de estar detenido. No se
volvió a hablar ni a levantar acta alguna, todo quedó en ruinas, todo quedó
como el muro de los lamentos y del odio. Una amistad que se revuelve en contra
y puede contar con los dedos de una sola mano los que se salvan, quedando todo
en paz y en armonía. Quién sabe si el mismo Juan me ha hecho escribir esta historia, pero es cierto
que me hace pensar que de la amistad al odio solo le traspasa un muro caminando
por encima como si fuese una cuerda floja. Ya que la vida puede cortarte las
alas con una fina cuchilla de afeitar. Todo quedó vacío, quién sabe si después
de todo, en la otra vida han retomado la amistad, pero si existe algo después
yo lo dudo.
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