A TRAVÉS DEL CIELO
Dime tú viejo amigo, ¿qué hago aquí, sentado viendo la vida
pasar?, dime tú viejo amigo, ¿qué sería de mí, si ya no me sé levantar? Dime
qué camino debo de cruzar, para no seguir aquí sentado en la terraza de un bar.
¿Qué será de mí viejo amigo, si ya no sé qué hacer?, el tiempo pasa y en mi
cuerpo queda marcado este por el paso de los años. No sé qué habrá sido de mí
en otras vidas o simplemente en esta ya se acaba mi ciclo y no vuelvo a
reencarnar nunca jamás. Abrázame por favor, dame un abrazo que necesito un poco
de cariño, que esto no va reñido con la amistad.
Viajo sin levantarme de la silla, ando por caminos sin mover
los pies del suelo. Cigarro a cigarro la
vida me consume igual, igual que este que veo el humo salir y su cuerpo
convertido en cenizas, solamente lloro al ver mi vida consumir. Dime lo que tú
quieras, que yo ya me he dado por vencido por aquella espada que un día me levanté
con mi espada y hoy la entierro en lo más profundo de mi corazón, sabiendo ahora
que por todo aquello que luché, no tiene sentido alguno. Porqué será que pienso
de esta manera, dímelo tú que me lees y que por la calle me observas, observas
cómo la gente va de aquí para allá, sin pararse a pensar en que el tiempo lo
dejan pasar. Cómo es posible esto, en el siglo que vivimos no es posible, no. Abracemos
al prójimo y así demostremos que el ser humano es algo más que una persona que consume
y consume, sin saber lo que realmente es la vida, que no es otra cosa que la
empatía y la amistad. El orgullo nos puede llevar al rencor y el rencor nos
puede llevar al odio, en un plis, sin darnos cuenta, nos estamos convirtiendo
en marionetas. ¿Quién será aquel que tire de los hilos?, para hacernos mover a
su propio antojo. ¿Qué será de mí entonces?, ya no me reconozco aquel hombre,
aquel joven que luchaba y luchaba por creer en aquello que llamaba la verdad
por delante y que ahora, al paso de los años se da cuenta que por detrás estaba
la mentira y la vergüenza del saqueo y el afán de conquista del aquello que nos
es ajeno.
Estaré loco o será verdad lo que escucho, estaré ido, ¿no,
solamente es una reflexión lo que escucho?, no lo sé. No lo sé, no sé si es
cierto o es mentira lo que los abuelos nos dicen, pero en verdad y eso es
cierto, se sabe más por viejo que por pellejo. Necesita de saber más por andar
por caminos tortuosos, que por andar por caminos llenos de algodón. Yo soy uno
de esos que sobrevivió y ahora cuento mi historia, una historia que puede ser
verdad o es mentira, pero eso solo lo dejo a vuestro criterio, lo dejo porque
para eso soy el narrador de esta historia, nadie, absolutamente nadie sabe lo
que sabe, si no es porque se lo han dicho o lo ha vivido.
Todo lo que yo sé, lo he aprendido a base de golpes, he
cruzado mi espada con tantos de aquellos que se llamaban caballeros, que ahora me
siento con un rufián que ha luchado contra fantasmas, fantasmas vestidos de
acero, fantasmas vestidos sin alma, eso es lo que realmente sé. No sé de qué
año hablo, ya que cierto personaje todavía no había existido por entonces, sí,
por aquellos entonces, el tiempo se media por soles y la lluvia era bienvenida
siempre. No como ahora que es como lluvia ácida, que te quema el alma, yo
solamente sé que crucé mi espalda con aquellos que se decían nobles y que lo
único que hacían era saquear todo aquello que se les ponía por delante, a esos,
sí a esos mismos los llamaban caballeros.
Qué será de ti y de tu vida ahora, ahora que reencarnado y
las espadas solamente se utilizan en el deporte de la esgrima y ya no es lo
mismo, porque el acero ha quedado atrás y todo aquello que era dominado es
ahora el dominante.
Camino por calles oscuras y no es la primera vez que intentan
asaltarme, intentan robarme lo mío y lo único que se llevan es un verdadero
escarmiento. No, no sabes sí todo es un bucle, se nace, se vive y se muere,
pero todo vuelve al principio como si fuese un disco de vinilo. Vuelve a ser el
principio, cantando así de nuevo la misma canción, ¿qué será de mí viejo amigo?,
de mí que aunque tenga solo sesenta años mi alma es vieja de tanto viajar en el
tiempo. Sin salir del bucle me siento solo, simplemente que ya no hay robos ni
saqueos, es como si la verdadera anarquía hubiera desaparecido y la ley y el
orden se hubiera impuesto. Eso es un sueño, estoy durmiendo, estoy medio
dormido y por eso reflexiono y divago en mitad de una pesadilla, sí, una
pesadilla. No hay peor pesadilla que recordar tiempos pasados, nada más, no puedo decir, porque todo me lo
guardo para mí. Que para eso es la vida mía, es el transcurso de las vidas, de
la propia existencia en la que me reflejo en un espejo todas las mañanas. No me
veo marcas de guerra, no me veo marcas de batalla, solo me miro a los ojos y me
veo unos ojos cansados, ya que reflejan todo lo que porta mi alma, quién sabe realmente
que soy sí ni yo mismo lo sé, a saber.
Estoy sentado en la terraza de un bar, es octubre de un año
del cual no recuerdo nada, solo que luché contra mí mismo y salí airoso.
Se me acerca un joven y me pide un cigarrillo, yo le digo que
no, no tengo ninguno, ya que no soy un estanco. El joven se enfurece y me mira
con los ojos llenos de odio, es corpulento él, pero no me da ni el más mínimo miedo
y no me muevo de mi silla, él entrando en rabia se marcha y yo claro está, sigo
fumando sentado en la terraza del bar. ¿Qué será de mí, sí soy tan tacaño
conmigo mismo y con los demás?, que hasta que estos, aquellos que llamaba
amigos ya ni me hablan. Ya que no pueden conseguir nada conmigo, son las doce
del mediodía de un domingo, estoy sentado en la terraza del bar. Hace sol, pero
la brisa que corre me hace recordar que el otoño ya está aquí de visita, de
visita tres meses avisando que el que viene después, ese sí que tiene mala uva
ya que es el crudo invierno.
Yo, día a día bajo a sentarme a la misma terraza del mismo bar,
tomándome mi café observo a la gente caminar, ya no trabajo, estoy en paro y no
es que no busque, es que no hay y por eso me tomaré cierto tiempo de descanso.
Esperaré la visita de la estación invernal, no sé cómo vivir entonces, ya que
el frío se adueña de mis huesos haciendo de ellos tiritar.
Quizás, simplemente quizás en otros tiempos, hubiera
encendido una fogata en la que el tabaco y el dinero no fuesen motivo de
enfrentamiento ni discusión. Las hojas caen al correr el viento, necesito más
abrigo, sin pasarme, pero ya no es de estar en manga corta. Recordando las
batallas de vidas encarnadas, me caliento por dentro. Recuerdo que no les
miraba a los ojos a la hora de darles muerte. Si lo hubiera hecho, hubiese muerto
antes, pero en fin, esa es otra vida, otra historia.
Congelado quedo, porque pasan los meses y el invierno ya ha
llegado, ha llegado para quedarse y a mí me hace pensar si es buena idea
sentarme en la terraza del bar, todo por fumar aunque sea a pleno pulmón. Ya no
me hace tanta gracia ver a la gente pasar sin saludar ni dar unos buenos días, ya
que ellos tienen casa y calefacción y yo no, no porque no quiera, sino porque
no me lo puedo permitir. Cuentas y más cuentas he hecho y no me salen los números
para poder refugiarme de frío invernal, apago el cigarrillo en el cenicero y me
pongo de pie, todos se sorprenden, algunos, los que quedan por el bar al verme
a mi casa helada marchar. No hay otra,
me meto en la cama, no sé si con tres o cuatro mantas, pasa el rato hasta que
siento el calor corporal. Estoy tan a gusto, bien acompañado por el abrigo de
tanta manta, que es tal la comodidad que entro en sueños, en sueños que me
llevan por mundos que no sé si son paralelos a este, pero así que parece.
Que venga Dios y lo vea si existe y si no me cree, vidas
paralelas me ponen a flor de piel, ¿adónde he estado tanto tiempo metido?, en
las garras de la oscuridad he estado quizás. Necesito para enfrentarme al
invierno algo más que cuatro mantas, no sé cuánto tiempo durará esto, esperemos que no mucho, porque me da que todo
ya es un mundo.
Pienso que hablo con alguien, que no todo es un capricho del
destino, el verme involucrado al tener un sexto sentido. ¿Quién habla conmigo
ahora, quién es capaz de decir que no es cierto lo que vivo?, ya sé que existe
la locura. Decir que existe todo lo que existe, es decir que todo puede pasar,
no sé porqué pero es así. En mi sueño han pasado muchas cosas, como meses en el
año, qué más da. Necesito ayuda pero no sé de quién o cómo pedirla, salgo a
pasear por el campo, un campo helado en escarcha por culpa del frío invierno.
Las nubes acechan y me recuerda a la nieve, conque sin pensármelo dos veces
vuelvo rápido para casa. Vuelvo al redil solitario sin hablar con nadie, la
soledad es una mala consejera y ya no sé qué decir más, solamente que no la
quiero como compañera.
Rumores son rumores, lo que sueño en mi cama se vuelve en mi
pequeño mundo, no sé quién pica a la puerta trasera, a esa puerta que todos
tenemos y que nadie intenta abrir. Yo lo intento dentro de mis sueños, pero me
es totalmente imposible, no me deja moverme de la cama. Estamos en pleno
invierno y realmente sudo, pero es un sudor frío, es como si hubiera cogido la
gripe pero no me despierto de él. Sigo intentando abrir la puerta trasera, pero
no lo consigo, pasan las horas y cuando me quiero dar cuenta es de noche y
solamente me levanto para ir al baño.
Es como si alguien me estuviera fustigando, yo no soy
creyente, pero por una vez veo la luz, una luz que me llena de recuerdos. Recuerdos
algunos de ellos buenos, otros lamentablemente malos, sí malos, pero es un
dicho de siempre que hay que ser positivo, vuelvo a coger el sueño hasta que el
sol vuelve a aparecer al día siguiente.
Son las nueve de la mañana, cuando estoy en la ducha con agua
bien caliente, pongo las manos sobre la pared y dejó resbalar el agua hasta que
me parece que entro psicosis al ver esta agua de color rojizo. Sangre creo, que
sangre me sale para ducha, ¿cómo es posible?, me asusto me asusto mucho y
cerrando el grifo me seco con la toalla que tengo al lado. Cuál es mi sorpresa
cuando veo que esta no se ha manchado de nada, vuelvo a abrir el grifo y veo
que sale el agua limpia. Entonces visionariamente entonces, pienso para mí que
todo lo que me ha pasado es un pensamiento erróneo, una mala jugada de mi mente,
que no puede ser verdad lo visto. Y lo vivido lo dejo como anécdota, como algo
pasajero o casual, aunque no tenga dónde ir me visto y paso por el bar. Cuando
es cuál mi sorpresa al acercarme no ver ninguna mesa ni ninguna terraza. Le pregunto
al jefe y les pregunto a los camareros.
–
¿Que habéis quitado la
mesa de la terraza?
A lo que ellos me
contestan, que nunca han tenido una terraza, que ellos nunca han puesto ninguna
mesa afuera. Entonces, callándome la boca y pensando para mí, me digo a mí
mismo, ¿dónde está sentado de verdad todo este tiempo?, yo no sé y no sé si es
por timidez o por vergüenza, por precaución o prevención no les digo nada y
entrando en el bar me pido un café. A esto, cómo estaba de pie en la barra al
lado de la puerta, siento el aire correr, es el frío invierno el que entra en
mi alma, llegando a inundar de hielo todas mis carnes. Tirito, no de miedo o
sí, quién sabe. El frío me hace sentir débil, débil porque no sé cómo
enfrentarme, ya que no hay espada que lo corte, solo el cerrarle el paso es lo
que me ayuda a enfrentarme a él, frotándome las manos. No por nada más, que
para quitarme el frío, un frío que llevo en mis adentros, como si me fuesen a
visitar mis antepasados, pero en fin, no le hecho mucha cuenta y pagando lo
servido me marcho en dirección a mi casa.
Tiritando voy calle abajo, cuando un espejismo me asusta, ya
que veo a alguien que parece mi madre, mi querida madre. Iba a levantar la mano
para saludarla, cuando me viene al recuerdo que ya marchó, en un invierno como
este me dijo adiós. Dejándome solo ante la lucha diaria de la vida y sin más
familia que mi propia persona. Ahora los ojos me sollozan, no sé si por el frío
o por el recuerdo, pero no quiero más cama, así que al llegar me preparo un
café caliente. No tarda mucho en subir y sirviéndome un vaso, me siento en una
de las sillas que rodean la mesa circular de mi casa. Bebo el café mientras
miro las fotos colgadas en la pared, no sé si fue ese el motivo el que me hace
llegar al enfado y a la ira, que tirando el vaso lleno todavía rompo varios
marcos, cayendo estos sobre el suelo. Me da por llorar, me da por la rabia,
miro el teléfono, lo miro y lo abro para mirar mis contactos. Ayuda, necesito
ayuda, alguien que me consuele un rato y yo me desahogue, porque si no el
siguiente seré yo. Porque solo, estoy solo y estas navidades serán las primeras
que pase sin cenar con alguien.
Es raro, es extraño, pero es así. Me imagino llegando a
ciertas fechas, me imagino que llega la noche de la cena en familia y coloco
las sillas en su sitio y me miro las
manos, me miro al espejo y me veo en caída. Llamo por teléfono, pero no lo coge
nadie, nadie lo agarra. Normal es el número de mi madre que todavía no le he
dado de baja y escucho el buzón de voz. Ayuda, necesito ayuda y no sé cómo
conseguirla, me asomo al balcón, no tengo ninguna mala idea, ahora sonrío,
porque veo caer de manera pausada nieve, mucha nieve. Así que después de cinco
minutos ver nevar, me meto dentro de casa y tomo asiento en uno de los sillones
y escuchando música, la música que le gustaba a ella, entro en mi psicosis, en
mi propia y particular locura. Lo demás está de más, solo de esta manera me acercaba
a ella, a través de la música, la abrazo y la siento dentro de mí, haciéndome
ello sonreír.
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