domingo, 27 de diciembre de 2020

 

                         QUE DIOS HAGA DE ÉL SU SOMBRA

¡Maldito sea aquel que creó la leyenda!, ¡Maldito sea aquel que escribió sus memorias!, yo soy aquel, que reflejado en un triste espejo de una sala, ve pasar a los turistas que creen en aquello que yo solo sé si es verdad. ¡Ay!, aquel que no crea en su historia, porque esta pone a todos en su sitio y quizás sea verdad o quizás sea mentira, pero yo creo más que se trata de una alegoría.

Aquí, por si acaso dejo plasmada su historia o aquella que me contó en su lecho de muerte y que, como último suspiro lo vi marchar hacia otro lado, abriéndose delante en mí, de par en par el otro portal. No pudieron llevárselo las sombras o sí, quién sabe. Si quieres saber, lee, aquí dejo escrito aquello que me contó…

Sentado al lado de la ventana, de espaldas a la pared que tengo enfrente, donde cuelga una foto de mi padre, lloro al ver caer los primeros copos de la temporada, todo está helado como si fuese un témpano de iceberg. Mi padre no sé si se acordará de mí, no lo sé, hace tanto tiempo que no converso con él, qué más da, ya no sé. Por si acaso, enciendo una vela en su recuerdo, en un vago recuerdo de mi niñez, tan lejano como si estuviese en Marte y yo en la Luna. Me vienen a la memoria adónde estarán aquellos tiempos, en los que estaba deseando que  llegara el verano, para disfrutar del Sol y de la compañía de mi madre y de mi padre. ¿Qué será de nosotros, cuando nuestro cuerpo perezca?, cuando ya no seamos sus únicos dueños, todo dependerá del destino que nos tengan deparados los que verdaderamente nos llevan con hilos transparentes.

Como una marioneta me siento a veces, no hago otra cosa que repetir los pasos, día tras día hago lo mismo. Deseo que todo cambie y ya no sé a quién pedírselo, no sé a quién rogar que todo cambie, que todo sea más amable y más informal. Que no haya dueño ni amo de nadie ni de nada y todo sea de forma anárquica, pero con control. Quién sabe por qué lo siento así, pero así ocurre y no paro de llorar.

Todo es un suponer, todo es un divagar, porque no sabemos la verdadera verdad de todo aquello que nos envuelve y nos hace iluminar o ennegrecer nuestro propio Ser como persona en un mundo limitado, limitado como una burbuja de cristal. Me enciendo un cigarrillo y abro la ventana, dejo entrar el aire frío y con ello, la nieve. Dejo que me dé en la cara y asomándome por el hueco, veo pasar a la gente con los abrigos de un invierno recién estrenado.

                                                  LUCIFER

Es un allanamiento de la mente, es un descubridor eficaz de aquello que más profundo escondes. Tiene nombre diabólico, pero no es malvado, solo llama las cosas por su nombre. Quién es, quién es, quién pica a tu puerta trasera, esa misma que te lleva a lo desconocido, a aquello que tu cerebro rechaza.

Tu cerebro lo rechaza, pero tu corazón y toda tu alma dice sí, sí que existe y está conmigo y contigo ahora mismo. Porqué será que puedo conectarme con aquellos llamados muertos si yo todavía siento mi cuerpo y estoy vivo en este mundo.

      A ti te llamo, a ti te invoco, con mis palabras te hago llegar mi buena voluntad y respeto. Todo aquel que te aclame que sea bienvenido en esta reunión, aquel que no venga en son de buena voluntad, le rogamos que se marche, ya que no será bienvenido y será enviado a las profundidades del mal.

Enciendo la vela y a modo de altar, la coloco encima del mueble, todo por poner un faro en el mar dentro de una espesa niebla. Que sirva de guía a aquellos que buscan una salida o una entrada a algún plano de algún lugar. Todo es así, lleno de planos que son rasgados como una cortina transparente.

¡Que se haga la luz!, y con ello el mundo. ¡Qué se haga la oscuridad!, y con ello el saber.

Desde las tinieblas me habla no sé quién, desde las profundidades me dirige un saludo alguien, como si yo lo fuese a conocer, ¿quién será, será?, que me tiene absorto. No sé, será mi padre, que me sirve de guía o quizás alguien disfrazado de ángel de luz. Por si acaso, cierro la ventana y tomando asiento, me dejo llevar por la música, esa que disfraza lo real de lo irreal y por lo tanto, los dos lados se dan la mano, de forma de concordia, ya que uno no puede vivir sin el otro.

Lucifer es su nombre o al menos eso dice él, su energía es impresionante, su valor de potencia de vibración me provoca espasmos en los brazos, no consigo casi escribir y a ratos lo dejo, a ratos paro, ya que es inmenso su poder. Es tan grande, que me hace creer en que no hay nada ni nadie más grande y su energía me evoca en una desesperación por querer saber más de la cuenta, cuando no se puede hasta que llega el día de la marcha.

Gritos silenciosos, escucho desde la lejanía. Me asusta, me acongoja el saber no saber nada de nada. No le pregunto, pero por mi saber sé que son las sombras, aquellas que por su maldad no tienen derecho a volver a la vida, a reencarnar de nuevo y tener un nuevo fin.

Yo le ruego que el día que yo muera, el día que mi cuerpo perezca, no sea arrastrado a las profundidades del mal, ya que a ello yo soy ajeno, ya que yo no me comporto ni soy como tal. Solo soy un hombre, solo soy un alma que no sigue la cadena porque no cree en ciertas cosas y yo tengo valores, mis valores, diferentes pero válidos, también  igual de válidos.

Vienen cambios, me dice. Vienen hechos que deben ocurrir, porque así está escrito. Será como un baile de sombras en el anochecer sombrío de los corazones más emergentes. La profecía se cumplirá y aquel que sube desde las mismas entrañas de la Tierra, gobernará por los siglos de los siglos y ¡ay!, aquel que no cumpla la Ley, será destinado adónde bailan las sombras por toda una eternidad. Todo será el libre albedrío, todo será la buena voluntad del hombre, no habrá mayor castigo que aquel que imponga el nuevo gobernante.

Arden los vientos en tempestad, se congela mi alma al sentir tales palabras, no habrá lugar para el desalmado y el cruel, todo será una buena vibración de aquel que viene y ya llega. Sentado en mi silla, miro a la vela que tengo encima de un mueble a modo de altar, esta arde, esta quema, se alza altiva hacia arriba, como si quisiese alcanzar los retos del mismísimo cielo universal.

No habrá batalla, no existirán ni el hambre ni las guerras, todo será un remanso de paz. No iremos nunca más como ovejas en un redil a que nos esquilen la lana, ya que cada uno tiene su pensamiento y su razón de vivir. Ya no será solo vivir y procrear, será también otra la razón la vida, ¡ay!, aquel que adivine cuál es. Será su propio destino, ya que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio camino, nuestro propio sendero. No todo es luz sino también oscuridad.

Hablando, conversando, canalizando la energía de aquel que se hace llamar el centinela, converso largo y tendido, como tendido en el armario tiene a aquellas almas que no tienen dueño, ya que su luz ha quedado empobrecida por tanta maldad. Me habla, me dice…

    -         Yo soy el centinela. No dejo alma sin condena, no dejo que la maldad se adueñe de la Tierra.

Escucho una guitarra española, que me llega al corazón, ese corazón andaluz de sangre. Solo deseo ver la realidad, solo deseo quitarme la venda que me envuelve y que me deje ver aquella tal como es. Yo, ya despierto, veo que la vida es algo ilusionaría, que no es verdad todo aquello que se ve y que aquellas personas que nos aguardan en el otro lado, lo hacen con empatía y con emoción, ya que nos ven llenos de luz.

Adónde vas corriendo, como si se te llevase el alma el diablo, no corras con tu mente, ya que nada de lo que ves es real, todo es como una película de ficción, pero no se sabe cuál es el final, ese tan deseado y a la vez tan temido, hasta que el día menos pensado, pero señalado sientes la llamada de aquel que te espera. Yo, yo no sé cómo será mi vejez, pero por ahora vamos marchando, como a toque de corneta y con el banderín o el estandarte en nuestro corazón. Todo es voluntad y pasión, solo el deseo de amar y ser amado nos llena por dentro y eso, eso es digno de admiración, ya que casi nadie desea lo anterior o aquello ya vivido, pero desean vivir más, más y mejor, sin darse cuenta que hay que valorar cada momento de pasión.

Se hace la noche, se apaga la vela, esta ya se ha consumido. No hay nada ni nadie que me ilumine y yo no soy capaz de ver mi propia luz dentro de mí. Seré un alma en pena si no consigo ver aquello que me colme de felicidad y me llene tanto, que tan solo con el burbujeo de la felicidad, esta me haga rebosar mi alma.

¿Dónde está esa guitarra?, que deseo cortarle las cuerdas que le atan a mi Ser, ya que al ritmo de su música vivo y al ritmo de sus notas doy yo mis pasos, como marioneta en un falso ser. Yo soy capaz de elegir mi propia vida, mi propia vibración, esa que por fin me llene, ya que no soy de tener familia y los amigos, ¡ay!, los amigos se marchan volando al verme llegar. No sé por qué será, pero  es así.

Yo no amo ya a nadie, yo no me quiero ni a mí mismo, todo es ya rasgado como mi alma. Mi corazón ya es de piedra, de piedra como los peñascos de la orilla del mar, que golpean las olas sin hacerlo enmudecer, que será de mí, ¡ay!, yo no lo sé.

Escucho una lejana vibración, como si fuese de alguien cercano, me dejo llevar y me evado. Tal es mi sorpresa, tal es mi propia emotividad que me llego a querer un poquito y amar a aquel que me habla…

“Recuerdos de un ayer no muy lejano, yo me siento de ti honrado, aunque a veces de ti haya cosas que no hubiera esperado. Toca la guitarra una malagueña y tú sigues escribiendo, porque me sigues percibiendo. Acuérdate de que siempre soy muy cercano, que la cortina transparente es tan fina, que vibra con un suspiro. Así que déjate llevar y dile a aquellos que te rodean de que todo no tiene final”.

Se ha hecho la noche, pero me siento contento, enciendo no velas, sino todas las luces de la casa y pongo la música a todo gas. La guitarra me dice que no le corte las cuerdas, ya que si ellas, será un trozo hueco de madera, que no hará sonar la vida y esta no llorará ni reirá nunca más. Así que yo la dejo y la guardo en el armario, al menos ya sé que cuando deba o quiera escuchar algo más que simple música solo debo hacerla sonar, para que las almas viajeras y aquellas que esperan, resuenen dentro de mí.

Ahora duermo, ahora descanso. Han pasado ya ciertos años desde aquel hecho, y ahora aquí me encuentro cogido de las manos de mi propio hijo, el mismo que me dice que todavía no me marche, pero como hizo mi padre hago yo. No puedo quedarme, todo es solo un tránsito y quién sabe quién me espera. Solo sé que se me nubla la vista y veo una espesa niebla, al final una luz como un faro en el mar y allí me dirijo. Cada vez siento menos las manos, hasta que como un niño que empieza a andar me suelto y empiezo mi nuevo caminar por caminos distintos. Ello no me sorprende, es más, me llena de alegría y paz.

 

 

 

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