QUE DIOS HAGA DE ÉL SU SOMBRA
¡Maldito sea aquel que creó
la leyenda!, ¡Maldito sea aquel que escribió sus memorias!, yo soy aquel, que
reflejado en un triste espejo de una sala, ve pasar a los turistas que creen en
aquello que yo solo sé si es verdad. ¡Ay!, aquel que no crea en su historia,
porque esta pone a todos en su sitio y quizás sea verdad o quizás sea mentira,
pero yo creo más que se trata de una alegoría.
Aquí, por si acaso dejo
plasmada su historia o aquella que me contó en su lecho de muerte y que, como
último suspiro lo vi marchar hacia otro lado, abriéndose delante en mí, de par
en par el otro portal. No pudieron llevárselo las sombras o sí, quién sabe. Si
quieres saber, lee, aquí dejo escrito aquello que me contó…
Sentado al lado de la ventana, de espaldas a la pared que
tengo enfrente, donde cuelga una foto de mi padre, lloro al ver caer los
primeros copos de la temporada, todo está helado como si fuese un témpano de
iceberg. Mi padre no sé si se acordará de mí, no lo sé, hace tanto tiempo que
no converso con él, qué más da, ya no sé. Por si acaso, enciendo una vela en su
recuerdo, en un vago recuerdo de mi niñez, tan lejano como si estuviese en
Marte y yo en la Luna. Me vienen a la memoria adónde estarán aquellos tiempos,
en los que estaba deseando que llegara
el verano, para disfrutar del Sol y de la compañía de mi madre y de mi padre.
¿Qué será de nosotros, cuando nuestro cuerpo perezca?, cuando ya no seamos sus únicos
dueños, todo dependerá del destino que nos tengan deparados los que
verdaderamente nos llevan con hilos transparentes.
Como una marioneta me siento a veces, no hago otra cosa que
repetir los pasos, día tras día hago lo mismo. Deseo que todo cambie y ya no sé
a quién pedírselo, no sé a quién rogar que todo cambie, que todo sea más amable
y más informal. Que no haya dueño ni amo de nadie ni de nada y todo sea de
forma anárquica, pero con control. Quién sabe por qué lo siento así, pero así
ocurre y no paro de llorar.
Todo es un suponer, todo es un divagar, porque no sabemos la
verdadera verdad de todo aquello que nos envuelve y nos hace iluminar o
ennegrecer nuestro propio Ser como persona en un mundo limitado, limitado como
una burbuja de cristal. Me enciendo un cigarrillo y abro la ventana, dejo
entrar el aire frío y con ello, la nieve. Dejo que me dé en la cara y
asomándome por el hueco, veo pasar a la gente con los abrigos de un invierno
recién estrenado.
LUCIFER
Es un allanamiento de la mente, es un descubridor eficaz de
aquello que más profundo escondes. Tiene nombre diabólico, pero no es malvado,
solo llama las cosas por su nombre. Quién es, quién es, quién pica a tu puerta
trasera, esa misma que te lleva a lo desconocido, a aquello que tu cerebro
rechaza.
Tu cerebro lo rechaza, pero tu corazón y toda tu alma dice
sí, sí que existe y está conmigo y contigo ahora mismo. Porqué será que puedo
conectarme con aquellos llamados muertos si yo todavía siento mi cuerpo y estoy
vivo en este mundo.
–
A ti te llamo, a ti te invoco, con mis palabras
te hago llegar mi buena voluntad y respeto. Todo aquel que te aclame que sea
bienvenido en esta reunión, aquel que no venga en son de buena voluntad, le
rogamos que se marche, ya que no será bienvenido y será enviado a las profundidades
del mal.
Enciendo la vela y a modo de altar, la coloco encima del
mueble, todo por poner un faro en el mar dentro de una espesa niebla. Que sirva
de guía a aquellos que buscan una salida o una entrada a algún plano de algún
lugar. Todo es así, lleno de planos que son rasgados como una cortina
transparente.
¡Que se haga la luz!,
y con ello el mundo. ¡Qué se haga la oscuridad!, y con ello el saber.
Desde las tinieblas me habla no sé quién, desde las
profundidades me dirige un saludo alguien, como si yo lo fuese a conocer,
¿quién será, será?, que me tiene absorto. No sé, será mi padre, que me sirve de
guía o quizás alguien disfrazado de ángel de luz. Por si acaso, cierro la
ventana y tomando asiento, me dejo llevar por la música, esa que disfraza lo real
de lo irreal y por lo tanto, los dos lados se dan la mano, de forma de
concordia, ya que uno no puede vivir sin el otro.
Lucifer es su nombre o al menos eso dice él, su energía es
impresionante, su valor de potencia de vibración me provoca espasmos en los
brazos, no consigo casi escribir y a ratos lo dejo, a ratos paro, ya que es
inmenso su poder. Es tan grande, que me hace creer en que no hay nada ni nadie
más grande y su energía me evoca en una desesperación por querer saber más de
la cuenta, cuando no se puede hasta que llega el día de la marcha.
Gritos silenciosos, escucho desde la lejanía. Me asusta, me
acongoja el saber no saber nada de nada. No le pregunto, pero por mi saber sé
que son las sombras, aquellas que por su maldad no tienen derecho a volver a la
vida, a reencarnar de nuevo y tener un nuevo fin.
Yo le ruego que el día que yo muera, el día que mi cuerpo
perezca, no sea arrastrado a las profundidades del mal, ya que a ello yo soy
ajeno, ya que yo no me comporto ni soy como tal. Solo soy un hombre, solo soy
un alma que no sigue la cadena porque no cree en ciertas cosas y yo tengo
valores, mis valores, diferentes pero válidos, también igual de válidos.
Vienen cambios, me dice. Vienen hechos que deben ocurrir,
porque así está escrito. Será como un baile de sombras en el anochecer sombrío
de los corazones más emergentes. La profecía se cumplirá y aquel que sube desde
las mismas entrañas de la Tierra, gobernará por los siglos de los siglos y
¡ay!, aquel que no cumpla la Ley, será destinado adónde bailan las sombras por
toda una eternidad. Todo será el libre albedrío, todo será la buena voluntad
del hombre, no habrá mayor castigo que aquel que imponga el nuevo gobernante.
Arden los vientos en tempestad, se congela mi alma al sentir
tales palabras, no habrá lugar para el desalmado y el cruel, todo será una
buena vibración de aquel que viene y ya llega. Sentado en mi silla, miro a la
vela que tengo encima de un mueble a modo de altar, esta arde, esta quema, se
alza altiva hacia arriba, como si quisiese alcanzar los retos del mismísimo
cielo universal.
No habrá batalla, no existirán ni el hambre ni las guerras,
todo será un remanso de paz. No iremos nunca más como ovejas en un redil a que
nos esquilen la lana, ya que cada uno tiene su pensamiento y su razón de vivir.
Ya no será solo vivir y procrear, será también otra la razón la vida, ¡ay!,
aquel que adivine cuál es. Será su propio destino, ya que cada uno de nosotros
tenemos nuestro propio camino, nuestro propio sendero. No todo es luz sino
también oscuridad.
Hablando, conversando, canalizando la energía de aquel que
se hace llamar el centinela, converso largo y tendido, como tendido en el
armario tiene a aquellas almas que no tienen dueño, ya que su luz ha quedado
empobrecida por tanta maldad. Me habla, me dice…
– - Yo soy el centinela. No dejo alma sin condena,
no dejo que la maldad se adueñe de la Tierra.
Escucho una guitarra española, que me llega al corazón, ese
corazón andaluz de sangre. Solo deseo ver la realidad, solo deseo quitarme la
venda que me envuelve y que me deje ver aquella tal como es. Yo, ya despierto,
veo que la vida es algo ilusionaría, que no es verdad todo aquello que se ve y
que aquellas personas que nos aguardan en el otro lado, lo hacen con empatía y
con emoción, ya que nos ven llenos de luz.
Adónde vas corriendo, como si se te llevase el alma el
diablo, no corras con tu mente, ya que nada de lo que ves es real, todo es como
una película de ficción, pero no se sabe cuál es el final, ese tan deseado y a
la vez tan temido, hasta que el día menos pensado, pero señalado sientes la
llamada de aquel que te espera. Yo, yo no sé cómo será mi vejez, pero por ahora
vamos marchando, como a toque de corneta y con el banderín o el estandarte en
nuestro corazón. Todo es voluntad y pasión, solo el deseo de amar y ser amado
nos llena por dentro y eso, eso es digno de admiración, ya que casi nadie desea
lo anterior o aquello ya vivido, pero desean vivir más, más y mejor, sin darse
cuenta que hay que valorar cada momento de pasión.
Se hace la noche, se apaga la vela, esta ya se ha consumido.
No hay nada ni nadie que me ilumine y yo no soy capaz de ver mi propia luz
dentro de mí. Seré un alma en pena si no consigo ver aquello que me colme de
felicidad y me llene tanto, que tan solo con el burbujeo de la felicidad, esta
me haga rebosar mi alma.
¿Dónde está esa guitarra?, que deseo cortarle las cuerdas
que le atan a mi Ser, ya que al ritmo de su música vivo y al ritmo de sus notas
doy yo mis pasos, como marioneta en un falso ser. Yo soy capaz de elegir mi propia
vida, mi propia vibración, esa que por fin me llene, ya que no soy de tener
familia y los amigos, ¡ay!, los amigos se marchan volando al verme llegar. No
sé por qué será, pero es así.
Yo no amo ya a nadie, yo no me quiero ni a mí mismo, todo es
ya rasgado como mi alma. Mi corazón ya es de piedra, de piedra como los
peñascos de la orilla del mar, que golpean las olas sin hacerlo enmudecer, que
será de mí, ¡ay!, yo no lo sé.
Escucho una lejana vibración, como si fuese de alguien
cercano, me dejo llevar y me evado. Tal es mi sorpresa, tal es mi propia
emotividad que me llego a querer un poquito y amar a aquel que me habla…
“Recuerdos de un ayer no muy lejano, yo me siento de ti
honrado, aunque a veces de ti haya cosas que no hubiera esperado. Toca la guitarra
una malagueña y tú sigues escribiendo, porque me sigues percibiendo. Acuérdate
de que siempre soy muy cercano, que la cortina transparente es tan fina, que
vibra con un suspiro. Así que déjate llevar y dile a aquellos que te rodean de
que todo no tiene final”.
Se ha hecho la noche, pero me siento contento, enciendo no
velas, sino todas las luces de la casa y pongo la música a todo gas. La
guitarra me dice que no le corte las cuerdas, ya que si ellas, será un trozo
hueco de madera, que no hará sonar la vida y esta no llorará ni reirá nunca
más. Así que yo la dejo y la guardo en el armario, al menos ya sé que cuando
deba o quiera escuchar algo más que simple música solo debo hacerla sonar, para
que las almas viajeras y aquellas que esperan, resuenen dentro de mí.
Ahora duermo, ahora descanso. Han pasado ya ciertos años
desde aquel hecho, y ahora aquí me encuentro cogido de las manos de mi propio
hijo, el mismo que me dice que todavía no me marche, pero como hizo mi padre
hago yo. No puedo quedarme, todo es solo un tránsito y quién sabe quién me
espera. Solo sé que se me nubla la vista y veo una espesa niebla, al final una
luz como un faro en el mar y allí me dirijo. Cada vez siento menos las manos,
hasta que como un niño que empieza a andar me suelto y empiezo mi nuevo caminar
por caminos distintos. Ello no me sorprende, es más, me llena de alegría y paz.
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