sábado, 12 de diciembre de 2020

 

                                         EL DIARIO DE MARIO J.

Se me congela el alma, he encontrado por casualidad el diario de un compañero de barraca, no sé quién es, solo sé que dice que se llama Mario, pero yo no me acuerdo de ningún hombre con ese nombre. En fin, me pone los pelos de punta el solo pensar, que nadie de los primeros llegadores al lugar sobrevivieron y que yo fui salvado por las tropas rusas, ¿fui liberado como un pájaro?, no, porque los pájaros en sus jaulas tienen más libertad y más cuidados que las personas que como yo, hemos estado en campos de exterminio. En fin, solo son unas pocas anotaciones, las cuales comparto con vosotros.

Finales de octubre de 1941. Cansado de esconderme salí a la calle con mi estrella amarilla y la cabeza alta, tan alta, que fui visto por los hombres de gris. Fue el principio de un final avanzado, adelantándome a todos aquellos que me siguieron después, fui deportado, fui enviado a un campo de concentración en AUSCHWITZ (Polonia)

Pronto, muy pronto llegaron las primeras nieves y con ello el frío, sin hablar del hambre y de las enfermedades. Poco se podía hacer, solo dos cosas podíamos elegir, ser valientes y aguantar esperanzados en nuestra liberación o ser valientes y enfrentarnos y acabar todo con un disparo en la cabeza. No había otra, por eso escribo, quiero plasmar la barbarie que puede llegar a cometer el Ser humano, todo según dicen, por órdenes de cierto personaje que no se olvidará nunca su nombre. No por su gran elocuencia y permisividad, sino por pisar a todo aquel que no era considerado apto para el nuevo país o nueva raza.

Oculté mi orientación sexual, ya que no quería que me lo pusieran más difícil y así fue, como ocurrió o al menos eso  me pareció a mí, hasta que pasó cierto tiempo. Ya que aquellos o aquellas que eran homosexuales, éramos considerados como “no aptos”, para el plan diseñado para lo nuevo.

Leo lo anotado y me quedo sorprendido, a la situación tan límite que puede llegar el hombre, pero es así, no todo ha sido y es como ahora. En este nuevo siglo solo nos amenazan ciertos aspectos de la vida, pero no nadie con ganas de conquistar el mundo y menos de aniquilar de una forma tan sistemática a ciertos colectivos.

Sigo leyendo y no salgo de mi asombro al poder ver con mis propios ojos, las palabras escritas a saber cómo, ya que eran tiempos tan difíciles que no se puede creer tanta maldad.

Noviembre de 1941. Voy escribiendo con un poco de papel, cuando encuentro algún trozo a escondidas, hasta conseguir una libreta, donde poder anotar, todo aquello que me ocurre u ocurrió. Tal es como sucedió por parte de una gente sin escrúpulos y faltos de sentimientos, hacia personas que su único fallo fue estar en sitio equivocado y en una época equivocada.. Da la impresión que hasta se divierten, haciendo enloquecer a todo aquel que duerme en las dichosas barracas. La primeras heladas nos llega a entrar en los mismísimos huesos y con el hambre a cuestas, yo no tardo en desarrollar una pulmonía, una enfermedad que se vuelve crónica y la que debo de esconder y no toser, resguardarme de los soldados con sus perros guardianes. Perros que a una sola orden, eran capaces de dar muerte a cualquiera que discutiera o pusiera en entredicho las palabras de aquellos dictadores.

Maldita sea, podía haber nacido en otro país, en otro lugar, pero no, cuento con tan solo veinticinco años, llevo poco tiempo y ya aparento más edad. Mi aspecto ha empeorado de manera inimaginable y estoy calado hasta las mismas carnes, a veces me cuesta andar, incluso he perdido el ejercicio de la mandíbula de no comer

Me quedo estupefacto de llegar a pensar en la locura que puede llegar la persona, al estar in-extremis, sin saber dónde conseguir comida o un techo adónde dormir, ni siquiera saber si al día siguiente vas a estar vivo.

Diciembre de 1941 Con mucho y con recelo, me hago amigo de un soldado, que a cambio de algunos favores, consigo retrasar mi exterminio, además de conseguir una buena libreta adónde poder seguir escribiendo. No tengo maldad ni me hago amigo de mi verdugo, solo es la situación lo que me lleva a hacer ciertas cosas. Es un buen hombre, no es tan dictador y es más benevolente, pero aun así debo de andar con cuidado de no delatarlo, ya que además de seguir mí mismo camino, yo acabaría en cualquier hoyo o fosa común.

Gritos silenciosos se escuchan dentro de los barracones, familias enteras y familias separadas, no pierden la esperanza, no pierden la lealtad y perdonan, incluso poniendo la otra mejilla. Solo no tiemblan por el helado ambiente, sino por el temor a la muerte y a la lentitud en que se va alargar su agonía. Madres que duermen junto con sus hijos, abrazándolos para que no vengan por la noche y se los lleven.

Parece ser que un chusco de pan y algo de agua es lo que busca y necesita, ya hace tiempo que ha perdido las esperanzas de que un Ser superior le salve de tal agonía. Sinceramente, creo que hasta se siente a gusto con su nueva compañía y es que hay ciertas cosas que no cambian y no saben ni de idiomas ni de países. Solo, la única diferencia es que en alguno de estos países hoy en día se respira con más libertad.

La nieve cae plácidamente en un mes de invierno en Polonia, nada hace presagiar el desenlace de lo que es la historia de alguien o simplemente puede llegar a ser un ejemplo de lo que puede llegar a  hacer el hombre en una situación límite.

Enero de 1942. Me siento solo y apartado por aquellos que son de mis mismas creencias, todo porque se han dado cuenta de todo. Me dicen traidor, me llaman cómplice y eso me enoja, llegando a cortar la relación de amistad interesada con el alemán. Que le vamos a hacer, si no tuviese bastante con el hambre y el frío, ahora debo sentirme completamente aislado, los días van pasando y ellos dicen que lo delate, pero yo me niego al saber que sería la muerte para los dos. Así, que intento hablar con él, pero no hay escapatoria alguna. Me refugio en las letras, mientras pasan por al lado mío sin hacerme caso, como si no existiese vivo los momentos más amargos de mi propia existencia.

Una vela me hace compañía y me sirve para calentar los dedos para poder seguir escribiendo y quede todo escrito en papel. Espero y deseo que no quede quemado y destruido, por contener ciertas revelaciones, que quién sabe si no hubiese sido por la situación, la cosa sería otra.

Si existiese algo o alguna forma de vida diferente a la que conocemos, hubiera sido bueno que se hubiese manifestado y hubiera borrado tal barbarie, que camino puede seguir el hombre, el Ser humano en una situación difícil de manejar. Por lo que leo, le hubiese gustado seguramente haber conocido al soldado en otra situación y a lo mejor en otro año y en otro país. Menos mal, que las cosas cambian.

Febrero de 1942. Empiezo con mis dudas, empiezo no con mis fiebres por la enfermedad a pensar y a no creer la existencia de según qué Ser que tanto seguimos y le llamamos “señor”, ya que nuestro camino es siempre el sufrimiento y la amargura. Yo deseo vivir como una persona de los que se dicen normales, sin creer en nada más de lo que veo a cierta distancia y pierdo la fe en todo aquello que se nos prometió. ¿Cómo es posible el seguir el camino siempre del lloro y de la propia y ajena compasión, en vez de seguir el camino de la comodidad y de la abundancia? Ya no creo en nada y solo busco mi propia salvación. Encerrado en barracones, marginado por los míos y siendo a veces violado por aquellos que se decían que eran la autoridad.  Todo lo apunto, todo lo escribo, para que no vuelva a suceder, el hombre debe a aprender lo que es el respeto y la dignidad de la persona, ya sea su condición, raza o sexo.

Marzo de 1942 No puedo casi ni escribir, las manos se me congelan, no hay abrigo que soporte tal frío, pero sé que solo falta poco, para que abril haga abrir sus primeros rayos de Sol y pueda al menos calentarme. Ya que no puedo hacerlo como desearía, lo hago conmigo mismo, practico el sexo conmigo mismo, ya que eso me da pilas para seguir caminando, andando por una delgada línea roja. No hablo de guerras, ya que ello no va conmigo, solo deseo salvarme, solo deseo salir de allí, pero aquellos que conozco ya han desaparecido, han sido gaseados y quemados. Barbarie de la persona, como es posible que ocurra lo que ocurre y no venga nadie a soltarnos de aquí. Un chusco de pan y vaso de agua, es mi alimento para todo el día.

Tardarán todavía en llegar los verdaderos salvadores, tardarán en llegar los portadores de la paz y la concordia entre lo que se convertiría en los dos grandes bloques. Pero en fin, eso es otra historia. No dejo de pensar, en que menos mal que han pasado ya los años y ahora, viéndolo desde mi casa, lo veo desde otra perspectiva. Yo estuve poco tiempo, pero el suficiente para oler el dolor y el sufrimiento. Gracias a mi fortaleza, sobreviví, haciendo fosas, haciéndome valer para no ser exterminado, al mismo tiempo que los odiaba.

Mayo de 1942. Llega por fin los primeros calores, mi amigo alemán me va sacando de las listas, no sé lo que busca, yo me hago cómplice de su buena voluntad y sin mirarle para no delatarle me dirijo de nuevo al barracón. No me miro a ningún espejo, no tengo adónde mírame y mejor sea así ya que ni las manos me las conozco y mirándome las piernas deduzco que he perdido mucho peso. Pero no quiero amargarme, tengo a alguien en el otro bando que me ayuda, que caray, todo es salvarse uno mismo. Pero eso no quita, que algunos de los que se me llaman compañeros lo delatan. Ahí empieza verdaderamente mi calvario y mi propio sufrimiento, siendo víctimas de torturas los dos, hasta que en un momento de flaqueza confesamos y ahora le acompañan en la zona del campo y a mí, destrozado y casi mutilado me empujan dentro de la litera. En diferentes barracones y sin dejarnos acercarnos uno al otro, somos víctimas del holocausto.

 Seguro que le echará de menos, no solo por el sexo a escondidas, si no por sus dulces palabras, que le hacían entrar en calor y esa, esa es la llama que a lo mejor hoy en día, aun siga viva aunque ellos uno de los dos ya no estén en este mundo.

Julio de 1942. Empiezo a sentir la soledad como algo amargo, algo que no debería ser así, a mi amigo ya no lo veo más, no puedo decir, no puedo escribir adónde fue enviado o si simplemente fue aniquilado o víctima de alguna investigación de aquellos tiempos difíciles de olvidar. Ya no sigo más, ahora que ya soy llamado a formar en medio del patio, guardo donde puedo el diario, por si alguien lo quiere leer o seguir escribiendo, ya que no creo que salga de esta, ya que  no está mi amigo para salvarme.

No se me permite tenerles odio, no se permite tener rencor, al revés me hacen sentir tristeza y compasión, en aquellos que tienen el corazón tan negro como el carbón. En aquellos que gritan en las duchas, siento el dolor y la agonía del sufrimiento. ¿Cómo perdonarles?, a veces me lo pregunto, pero no se puede estar odiando y seguir siendo rencoroso con aquellos que van vestidos de gris, ya que en ellos caerá el caos y se derrumbarán y la humanidad entera no tendrá compasión con ellos al igual que ellos no lo han tenido con los hombres, las mujeres y los niños, que no tienen culpa de tener una creencia diferente a la que ellos proclaman.

Lo mismo sucede con aquellos, que por su condición, son humillados y destrozados en los campos de concentración. No todo fue por la religión, en mi caso no, pero….

Mario fue exterminado no sé el día y la fecha concreta y quién sabe adónde fue el que llegó a ser su amigo, una corta relación de amistad, dentro de los adentros de la maldad. Todo quedó en ello, como humo salió de aquel campo, sus cenizas no se sabe adónde llegaron. Esperemos que tal hecho no vuelva nunca a suceder.

 

 

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