2022
En el transcurso de mi
vida, en la mierda de mi vida, me he cruzado tanto con el bien como con el mal,
me he cruzado con la luz y con la oscuridad, con la servidumbre como la
rebeldía. El anhelo de hacer y no hacer lo que han hecho mis padres y abuelos o
quizás querer romper las barreras del tiempo y no vivir más anclado en el
pasado. Todo depende del prisma con el que se mire y del espejo en donde nos reflejemos.
Todo es tan relativo que es como dejar un vaso o una botella medio llena o
medio vacía, qué más da. Quiero más cerveza, que no pare, que este tren no
pare, me hace elevar, me hace tocar el cielo con la punta de los dedos y
saborear las mieles del triunfo. Todo es así, todo es un hablar sin un sin
sentido, por eso este relato o historia
verídica, a saber, ni yo mismo lo sé. A saber
Puede ir de farol, me puede llevar a la perdición o puedo
tener una mano ganadora, quién lo sabe. Solo el poder mental que no se
transmite o sí, puede hacerme retroceder en la partida, de mientras pienso y
pienso, parece que la cabeza me burbujee y me vaya a estallar. Se escucha un
murmuro a lo lejos, dentro de mi mente o
de mi cerebro que dice lo siguiente…
–
¿Quién dice que yo sea la maldad, quién es capaz
de decir o dar tal confirmación de un hecho que ni se sabe ni se sabrá? Será el
efecto del alcohol u otras substancias, quién lo sabe. Yo solo sé que no le
quito vista de su cara, su maldita cara y de sus ojos mirando fijamente sus
cartas. No sonríe, no hace ninguna mueca. Se da cuenta que le miro y me guiña
un ojo, eso me enerva y me enfurece hasta tal extremo que doy un golpe con la
silla.
Del golpe se calla, se adueña el silencio del lugar y en mi
imaginación, a la luz de un candil escribo hasta con un plumín cierta historia…
“Manuel, hombre de mediana edad, andaba por la orilla del
mar. Estamos ya en plena época estival, observa, solo observa y ve, ve como la
gente o bien descansa o bien se divierte a su manera. Todo es así, tranquilo,
sin ninguna novedad, hasta que el haz de un cometa se cruza por el cielo, será
una señal o se está volviendo loco. Son ya las ocho de la tarde de un día como
hoy, de julio. Se le ocurre pedir un deseo, un deseo que anhela y desea desde
que era pequeño y que por circunstancias de la vida, no ha sido posible hacerla
realidad. Se encuentra una botella de cristal, parece que sea de vino o mejor
dicho era, porque ya está vacía y ya no hay nada dentro. Manuel, ni corto ni
perezoso la coge y cogiendo un trozo de papel de su cartera, escribe bolígrafo
en mano un anhelo deseo. Lo introduce dentro de la botella y acercándose al
final de una pasarela de la playa, la tira al agua, siempre mirando que no le
vea nadie. Se cerciora mirando de izquierda a derecha y de detrás de él, ya que
enfrente solo tiene el mar, el ancho mar. Solo el rompeolas podría malograr el
destino final del mensaje”.
Camino por dentro de la cueva, solo acompañado por el candil
que hace de mí una sombra, ¿cómo es posible?, con la persona que era yo y estoy
aquí, narrando una historia sin final o quizás sí. Es un camino sin final y
como si fuese una mina fuera de servicio, tiene demasiados cruces de caminos y
un sinfín de galerías. Yo por ellas me pierdo o quizás sea solo mi mente la que
me lleva a tal extremo. Al final me paro mentalmente y sigo divagando y
dibujando frases que hacen de ella una verdadera historia.
“Se despide lanzando un beso y marchándose, pone rumbo ya
para casa. No ha de saberlo nadie, es un secreto, ni yo mismo aún sé de qué se
trata y que ha escrito el protagonista del relato en el pequeño papel. Todo es
un suponer, todo es divagar sin saber o quizás sí, algo intuyo, ya que soy yo
el narrador de esta historia”.
–
Arácnidos, cucarachas e incluso serpientes, me
sirven de alimento y de sustento alimenticio diario. Vivo en una constante
locura por la supervivencia, ya que estoy solo, aquí, arriba de una montaña
perdida en lo más lejano del continente asiático.
¿Quién habla?, estoy
perdiendo la razón, todo me lleva a desconcentrarme de la partida y hay dinero,
mucho dinero en juego. Busco una luz, solo una luz que no sea la reflejada
por la Luna, que sea el Sol el que me alumbre y me hago cerrar los ojos ya que
no puedo ser tan prepotente de mirarle fijamente. Cierro los ojos y veo tu
imagen como en una diapositiva, veo tu trasluz, veo tu imagen dorada, veo que
no es posible y yo mismo me adentro más en mi cueva. El candil hace mi sombra,
mi mala sombra por haberme cruzado contigo, el destino solo el destino lo
sabrá. Motivos hay muchos, maldades las tuyas, todo es relativo. Yo no soy
quien soy por ti, lo soy por mí.
Reparte otra vez
cartas, mi contrincante solo pide una, ¿irá de farol o será que se la quiere
jugar?, solo él lo sabe. Yo, soy más lanzado y pido cuatro. Qué más da, ¿quién
tendrá el As de picas, quién de los dos tendrá el comodín? Todo es relativo,
como los pocos dineros que todavía atesoro y que puedo llegar a perderlo todo.
No me lo puedo creer,
veo luces de colores, veo imágenes reflejadas en las paredes, hasta en una, en
la que hay situada detrás de mi contrincante veo una mano ganadora. El corazón
me sube de latidos y la tensión se me pone por las nubes. No sé si es el efecto
de lo que es o soy yo, pero solo quiero terminar la partida y para ello suelto
las cinco cartas encima de la mesa boca abajo, cayendo con ellas, mi cabeza va al
suelo.
¡Ja!, ahora soy yo el que escribe, he matado al narrador,
soy Manuel. No podía dejarle que siguiera diciendo de mí, tales mentiras o
medias verdades. Quién se creía que era, se creía omnipotente, como si fuese un
dios alcanzado por la Luz se veía y he tenido que pararle los pies, no me
conviene que tanto se sepa. Soy yo el único que puede contar la verdadera
verdad, como si yo no supiera escribir. Lo único que haré será explicar con mis
mejores maneras y mejores palabras, todo aquello que se me ocurre. Sea o no
verdad, solo a mí me incumbe, a nadie más, ni una sola palabra mal dicha saldrá
de nuevo de mi boca, eso lo prometo, eso no lo juro pero lo prometo. Jurar, no
hay que hacerlo nunca, porque son palabras mayores y eso no lo puede hacer
nadie. Como el que escribe una carta mental, se ha dejado llevar y ha perdido
la partida, se retira de la mesa. Le tachan de cobarde, pero no va a más, no ve
sus cartas, todo quedará en un sin saber. Quién tenía el As, quién tenía el
comodín, que mierda yo sé.
Como me pude enamorar tan joven de tan bella muchacha, cuando
en ella reinaba la maldad. Una maldad que disfrazaba con la rebeldía, pero que
en verdad solo era maldad, solo era un desgarro emocional que a mí me absorbía
por completo.
“Te quiero, te sigo
queriendo”, como el mar arrastra a la orilla el mar, yo te sigo queriendo. Una
y otra vez, te sigo queriendo. Te amaré en silencio, te rogaré que te sigas
acordando de mí, como si fuese la última persona que vieses antes de irte a
dormir antes de que cerraras los ojos por las noches y fuese la primera a la
que vieras al abrirlos por la mañana. Que dichoso sería si mi amor hacia a ti, si
este fuese correspondido, no solo con maldad sino con la alegría de que fueses
mi pareja. Todo eso es lo que he querido poner en el papel de la botella, pero
es muy largo de explicar. El corazón, al menos el mío, ya tiene dueño y ese
dueño eres tú, sí Esther eres tú. Aunque no sea clara nuestra relación, yo la
veo así. Por eso me inclino ahora a la más tierna soledad, porque mi corazón ya
te pertenece y no seré de nadie más. Ya puede ser alta y guapa, que como tú,
ninguna.
Si debo esperarte en el cielo, así lo haré, pero de anciano,
no pienses ni por un momento que voy a cometer el error más grande que se puede
cometer. Espero ver en mi cara, las arrugas de la vejez y del saber y poder
contarte en algún banco de algún lado de este pueblo, lo que mi corazón late
por ti, solo de ti y por ti.
Como un cucurucho de helado de fresa, me voy derritiendo, me
voy consumiendo. Las gotas que caen, no son más que mis propias lágrimas del
deseo de tenerte a ti, de acercarme y poder besarte y abrazarte. Pero eso es
imposible, ya ni te veo por las esquinas de aquellos lugares que frecuentabas
cuando los dos éramos tan jóvenes. Dime si me equivoco y que yo no fui tan solo
un juego para ti. Bella pensaba que eras por dentro, después de todo, menos mal
que tan solo todo ha sido un juego. Por tu parte y por la mía, tan solo un
juego. No de ajedrez, porque no hay vencedor ni vencido, tan solo hay lo que
hay, un simple juego en el que los dos aprendimos que el respeto es lo más
valioso que existe y que sin ello no se puede vivir. Es el mismo respeto, el
que me lleva a la melancolía y todo esto, no puedo escribirlo en una botella
sin antes ser yo mismo el que se la beba”.
Como embrujado por tu sonrisa, me siento todavía y he
decidido no jugar más, dejar los lugares oscuros y adentrarme en la claridad de
aquello que debía haber sido. Tú sí que eras una buena mano, no solo para
pasear, sino para amarte para toda la eternidad y por mi mala cabeza y mi mala
bebida te dejé marchar. Aunque te reías de mí, fue divertido mientras duró.
Camino ahora, solo, sin la compañía de ningún narrador, por
las calles soleadas de mi querida ciudad española, suelo adentrarme tanto en
mis sueños, que pierdo la realidad y con ello, mi verdadero Ser y mi verdadera
personalidad, aunque esta haya sido de mala gestión. Sueño con encontrarte otro
día y que me digas a viva voz, que también has salido de donde estabas metida y
que me amas. Me daría tal vuelco el corazón, que no lo sabes bien.
Pasaron no años, sino décadas, hasta que un banco de un
parque cercano, se cruzó en sus caminos. Esther iba acompañada por una niña,
él, solo sentado bastón en mano la llamó.
– - ¡Esther!, dijo
casi sollozando.
La llamó dos veces, a la tercera se calló, no hizo ningún
gesto de mirarle y Manuel se miró las manos, unas manos arrugadas por el paso
del tiempo. La ahora anciana se marchó, haciendo caso omiso a sus llamadas. Se
levantó ayudado por su bastón, pero no por ello no significa que no pudiera de
un puntapié darle una patada a una lata de refresco vacía. Ya la maldice, ya ha
dejado de quererla y piensa que ha cometido un gran error en cerrar su corazón.
Podría haber volado, con sus propias alas, solo o acompañado, quien lo sabe,
pero al menos haber visto las cumbres nevadas de cierta ciudad. Todo queda como
el agua de claro y lo deja correr, hasta que un día de cualquier año el corazón
le deje de latir y también en ese momento quizás, consiga su ansiada libertad.
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