miércoles, 13 de noviembre de 2019




                                                     Perro de pelea

Quizás fue en un ayer no muy lejano o quizás sí, pero me viene a la memoria cierto personaje, que es digno de nombrar, ya que por dos de las antiguas pesetas, se dejaba partir los morros. Por dos pesetas se jugaba el tipo y el rostro, era joven, era ambicioso, quería llegar lejos. Normalmente, de la lona no pasaba, normalmente no ganaba, todo por falta de entrenamiento y descanso, pero no por falta de ilusión.  Pensamientos de un extraño, escuchando una vieja canción, cuántos de expectación de haber navegado por lo que es el bien y es el mal. Está en un sentido, no el del llorar, no, todo depende de lo que estamos creando, creamos cada día. Este extremo es también parte de nuestras vidas, qué más da lo que creamos y lo que creemos, si cuando morimos todo queda un sinvivir.
       
                  -            Rastreo con mis garras, te agarro con mis zarpas, tú y nada más que tú me perteneces.  La luz, la oscuridad, son las tinieblas y la luminosidad pues quién eres depende mí. Serás lo que a mí se me antoja que seas, nada más ni nada menos. Yo sé quién soy, todo depende de lo que quieras, tú dependerás aquí de tener la ocasión o la muerte en el mismo instante. No lo sabes, pero no desfallezcas en el intento,  hace frío, no sientes calor. Ficha en la vida, pellízcate si estás vivo, si no sientes nada, simplemente ya es que estás muerto, pero bien muerto. Todo esto que vemos y sentimos es lo qué es y todo lo que no existe es lo que se ve, todo es una mentira, un ahora en forma de alegoría de aquello que queríamos ser, todo depende del sendero que tomemos, de lo que estamos haciendo en el presente, ya que nos marcará en el pasado y seremos aquello que no deseamos en el futuro.

Toca la campanilla y empieza el asalto, pero no el de golpear, sino el de la vida misma. El pensar, el divagar, el no saber qué camino a seguir. Todo recto le puede llevar al fracaso o a la gloria, quién lo sabe, solo el que simplemente se arriesga y se decide hacer lo que cree que debe de hacer,  es el que acierta. No se lo piensa mucho, solo lo que dura un brinco y ya se pone de camino. Está cansado de pelear en los pueblos pequeños, desea algo grande. Tan grande como su soberbia y su propio ego,  y por ello, haciendo un hatillo de aquello que cree que es de su propiedad, toma la marcha, caminando toma la directa hacia la ciudad. Con el hatillo y cinco pesetas que tiene muy bien guardadas, que ya es mucho, no deja marca en lo suyo. Solo marca como destino, la Gran ciudad, diciendo “yo quiero ser, yo quiero tocar el cielo y sentarme y tumbarme en las nubes altas de las montañas nevadas”.

Cómo descargar la fuerza, como si fuese un huracán, como hacer del cielo una tormenta entre medio de todo, un chubasco eterno que moje de bondad al Ser humano.  Solo sabe golpear, pelea a pelea, lucha a lucha, hace de todo ello un arte difícil de explicar. Leyes de lo que es en un incesante de qué, del que es un inconformista. No puede ser, yo por lo contrario, si algo he aprendido en esta vida es poder conformarme, porque no nos queda otro remedio. Solamente notas es lo que tomo, notas en un trozo de papel que no sé si tendrá dueño al final. Pero yo sigo hablando y escribiendo, escribiendo y hablando con las casas del cielo, les digo  que yo quiero bajar y deslizarme algún día por ellas, ya que cuando estoy arriba  no me gusta lo que veo.

¿Quién será, será quién me hace escribir estas notas?, solo siento un hormigueo incesante por los brazos que me hacen estar en guardia a la vez que relajado, estos me llegan a los dedos y de ellos salen estas palabras.
       
                           -    Quiero bajar de arriba y decir realmente lo que quiero, yo quiero que la Tierra sea el cielo si tú quieres. ¿Quién o qué es el que habla?, yo solo sé que escribo.
No dice su nombre, ninguno me lo dice, se presentan y me hacen que escriba. Yo solo conozco a un joven muchacho, que quiere llegar lejos o quizás simplemente solo sobrevivir, ya que no sabe ni leer ni escribir. Solo sabe que tiene el don de la pelea y de la lucha, pero a la vez es muy fácil engañarle, más tarde o más temprano relataré su historia. Una historia que se hilvana, con hilo de oro o se hará con la lana gruesa de la tristeza.

Sueño, duermo ahora, y es el momento de viajar, de poner rienda suelta a la imaginación o ver realmente lo que hay detrás de toda historia.
      
                     -   ¡Gracias! Para irse de aquellos y de lo que tienes merecido lo tienes francamente difícil, mañana seremos lo que somos en realidad, deseamos todo lo que queremos ser, es cierto, tejido de piel son nuestras almas. Mírame, soy yo. Mándame un mensaje y yo correré hacia tu lado, como de niño hacías, abrazándote de los que por entonces eran pequeños brazos. Grito a la noche, voceo a las nubes grises del oscuro cielo sin obtener respuesta.

Hasta lo más profundo de mi cabeza me llega el mensaje, hasta lo más hondo de mi alma me sacude la energía y su calor, algo insólito en todo aquello que se dice “experiencia de la vida”.
   
                                      --              Sí, yo no te conozco, yo no te tengo confianza que para nada te hablo, liándola o cantando me dices, ¿qué soy yo y por qué no me puedo acordar de mi madre?  Santa madre, todas las madres son unas santas y quién diga lo contrario que venga aquí y me lo diga muy personalmente. Todos,  todos aquellos lo que queremos ser al menos lo intentamos, si yo no te conozco, yo no he pegado ojo estas noches para nada, ¡déjame dormir! Hablo liando la rueca, no voy cantando, tú dices que soy yo y ¿porqué, no me puedo acordar de mi madre?, santa madre. Cada madre es una santa, en cambio lo contrario que tengáis que decir o nombrar, para nada me sirve. Me obliga a mí personalmente,  todos aquellos que queremos sé porque no me deja ver la cabeza tranquila.

Sin llegar a dormir, a conseguir conciliar el sueño me levanto y mirando las manecillas del reloj de pared del comedor, me doy cuenta que son las cuatro de la madrugada. ¿Qué narices hago a estas horas levantado?, es una gran pregunta. No le doy importancia al mundo vecinal y pongo un disco, la aguja pincha algo más que una melodía, parece que el surco es seguro como la vida misma. Todo ello y nada más que esto me hace volar, me hace vibrar y aunque tenga más de un bostezo, sigo a lo mío y no paro, no me cansa, al menos por estos momentos. La música me trasporta a un lugar de algún cierto plano universal, todo ello sin moverme de la silla, las letras hacen frases y estas, quizás se transforme en alguna aventura. No puedo dejarlo sin  escribirlo, sería algo feo e incluso una falta de respeto hacia aquel que se acerca.
     
                               -         Puedes escribir un libro, podría escribir un relato, todos ellos por pasar el rato qué más da, te estoy diciendo que serás un simple dulce donde esté yo y en mi imaginario, el Sol. Escucha desde la lejanía del Cosmos.

Cansado ya, sigo aquí, sentado. La tranquilidad se adueña de mi Ser, todo lo que me rodea se mantiene quieto y ello a veces me pone ahora nervioso, de tal forma que, aunque no fume, me entre ganas de echar un pitillo.  Que el humo de este entre en mis pulmones, llegando a expulsar a aquel o aquella que me visita.
      
                 -    Tú qué te crees que eres para dominarme a mí, quién te crees que eres para hacerme a mí no decidir donde debo ir y donde va a hacer. ¡Seres!, que más serás, tú dirás mejor que harás vivir una nueva parte de ti y nada más y nadie más podrás sacarte de mí. Dentro, cada vez que la energía está dentro de mí, para que me hagas escribir, es que no te das cuenta de que  hablas por ti de todo ello. Todo torcido escribo en clave musical, todo ello vibrando en una melodía. Melodía a saber, pero ya sabes quién domina a quién. ¿Para qué ahora piensas si te puedes hacer protagonista de algo que ni te va ni te viene?, solamente a mí me interesa que vengas,  cuando yo desee. A mí tanto me interesa, que voy a solo eso. Escuchas dentro de ti y por nadie más, no dependes de nadie, dependes de mí. Céntrame en quién soy yo, sabes que al respirar lo sabréis, no sabréis que contra todos no podéis. Yo por ahora no tengo todavía mi nombre y sabré esperar un rato a que me dedico de lo que hablo.

Qué es eso que me estremece tanto el cuerpo, ¿escribo realmente algún mensaje?, no quiero que me escribas a través de la música que escucho. Alguien susurró entre el viento, a través de las ventanas, quisiera de mí. Tal hecho representó un instante, en instante que no me podría dar tiempo de presentarme en el futuro, que ser entonces no lo sé. Desprecio dejo, porque no quieres seguir escribiendo, diciendo cosas que ni siento ni veo siempre.

Me estaré equivocando, me estaré confundiendo o quizás es el deseo de cualquier hijo que en su día no pudo despedirse de la manera correcta de ella. Rezo, canto ahora una oración. Yo, que no soy religioso, pienso y dejo de escribir. Salgo de casa corriendo, corro y corro por las calles, hasta llegar a la puerta de una iglesia cercana. La puerta está cerrada, pico con los nudillos, al final le doy golpes con las palmas de las manos, todo ello entre sollozos. Solo me queda claudicar e hincar las rodillas enfrente la mismísima puerta y decir al aire o quién sabe a quién…
       
                       -           Mamá tengo miedo, mamá pon una vez el temor ya no lo confundo con el rencor. No me digas que he hecho bien, no me riñas por aquello que no sé lo que voy a hacer, mamá dime quién soy yo, tú sí que lo sabes fecundado he estado dentro de ti, meses dentro de ti y sé lo que realmente soy o no lo sé. Quién sabe, a saber mamá, no he matado a nadie pero dime a la mente que soy. Mamá tú sabes que digo la verdad, si estoy robando una chaqueta es para calentarme mamá, dime qué donde quieres estés, donde estés dime que me quieres y no me abandonas. Por favor dímelo, porque donde estoy no es en el infierno, estoy dónde estoy yo, realmente soy yo para decir y hacer.

Faltaba ya poco y mira quién viene por ahí, quien se le acerca al lado del amor de una madre, a medias quién, extraño de mí, se enamora de una madre. Amor de madre, semanas de que van a su hijo, cuando era pequeño, ahora se acuerda de ella y la reciben a las puertas del infierno.

Sueño o levito, levito o sueño, las dos cosas no se pueden hacer a la vez. Solo la voz se me desgarra, haciendo que sea imposible pegar un fuerte grito. Tú dependes de mí y no yo de ti, como es posible cuando dicen que lo que verdaderamente importa es ser libre y que todo el mundo lo sea, no lo llego a entender, no me llega a entrar en la cabeza, pero es así. Tú y solamente tú dependes de mi propia energía, esa misma que dices que te transporta a otro plano del Universo universal.
      
                       -     Dame  algo, una razón para decir que merece la pena vivir y no morir.

Nuestra propia fecundación, nuestra propia creación es algo más que un simple hecho de la unión de un hombre y de una mujer, hay algo más, hay como una especie de energía que se transforma al llegar al éxtasis mutuo de la pareja.
       
                        -    Ves dejando a la española, que cuando baila de verdad sea cierto o sea mentira, ¿has visto ninguna mujer con ojos negros?  Qué te dice, te habla si te lleva triste entre dos vientos, entre dos montañas te habla. Sentarse en un solo árbol te comenta, tú serás mío, la otra mujer como yo dentro de ti, escucha todo lo que puedas de mí, es pasado todo lo que tú quieras tener. Dice un susurro al viento, mientras se aleja.

Camino haciendo equilibrio, muestra el de una vida que le lleva a la Gran ciudad, un muchacho de quince años. Sobradamente se le ve en la cara, me siento feliz y contento. Pero no sé hay algo que yo lamento, ese dolor es el dolor de no haber tenido una madre, como puede ser en fin muy contento, es un corto camino y el largo viaje. ¿Qué me quieres mandar para hacer, es muy tarde, ha habido todavía tiempo por hacer?, escucha el pitido del tren y corriendo me salgo de la vía, tan corriendo que me caigo. Tropiezo con una piedra y apunto estoy  qué el tren me arrastre. Susto el mío que me llevo, que no voy a poder salir del mismo, que regalo para el corazón a cien. Juego español, yo voy cantando, escuchando guitarras en mi cabeza, todo eso no la puede evitar nadie. Presiento cerca de la Gran ciudad, el agua, el sabor del agua de la ciudad  es.

A cinco kilómetros se encuentra de su verdadera parada, una posada o pensión es lo que ve, y por poco dinero hace noche. La claridad de la Luna le entra por la ventana, él le muestra su mejor cara, ya que ella hace lo mismo. Aunque ya nada es igual, todo merece una oportunidad y sueña, pero no con ver a su madre, sino con tener una buena pelea, una de estas que le haga merecedor de tener todo aquello con lo que su imaginación logra alcanzar, que es mucho. Solo a cinco kilómetros, mañana mismo se dice para sí, mañana lucharé y pelearé como nadie ha visto nunca.

Es por la mañana y después de tomar un buen café, sigue su andadura, su camino sin ninguna armadura. Decide intentar conocer a alguien, preguntar y apostar las tres pesetas que le quedan. Sigue caminando, no corre, pero aligera el paso, el estómago le avisa de la hora, pero decide no comer, solo apostar.

Es ello lo que hace, entra a una cantina del lugar y mientras toma una copa de anís, pone el oído y escucha, hasta que le llega la buena onda o al menos la que él busca. Se acerca a un grupo de tres hombres y diciendo que quiere pelear, se ofrece. A lo primero solo escuchan risas, pero luego al enseñar las tres pesetas cierran boca. Uno de ellos, el más bajito, da un paso para adelante y le dice como un consejo.
       
                   -        ¡Oye muchacho!, ¿estás seguro?, puedes salir muy mal parado. Ten en cuenta, que a veces son verdaderas bestias. Si quieres a las siete de la tarde te paso a buscar, pero ojo, como sea una encerrona, no sabes adónde te estás metiendo.

A las siete como un clavo está en la puerta de la cantina, el día ha sido largo y el estómago no para en retorcijones, pero quiere lo que quiere. No debe de esperar mucho, cuando llega el hombre acompañado de otros cuatro. Le dicen que les acompañe y él hace caso, no es muy largo el paseo, es a campo abierto, unos cuantos hacen de círculo y apostando las tres últimas pesetas, se deja llevar por  lo que puede conseguir, con un cinco a uno. Un cinco a uno, piensa, puede ganar quince pesetas, se daría un buen homenaje. Pero en fin, empieza el enfrentamiento, primero las miradas, luego empiezan a moverse, es como luchar contra un gigante.

Sangra por la boca, sangra por la nariz y por la ceja derecha. Un golpe certero, está a punto de caer. El oponente es mayor que él y es más fuerte y más musculado, pero él tiene mucho arrojo y a base de golpes en un arranque que dura quince segundos, le hace besar la tierra a la bestia. Alza los puños, no ve mucho y solo balbucea, algunas palabras. Se siente contento, es una pelea clandestina pero se siente feliz y ya con dinero. Se siente el amo, el puto amo de la Tierra, no sabe casi ni contar el dinero, así que no diré cifra alguna, porque alguien le ha dado alguna propina. Solo alguien que ya le ha echado el ojo encima y no es precisamente una bella muchacha, ya que en aquellos años no se llenaba los lugares de chicas sedientas de ver golpes y sangre. Solo un hombre acostumbrado a fichar verdaderos luchadores,  solo un hombre acostumbrado a ganar dinero a costa de la lucha de otros, es el que se presentaba con tarjeta de presentación y traje.

Se queda perplejo cuando se le acerca y hace que lee, mientras el bien vestido le dice su nombre y se le ofrece como representante. Salta y brinca, ha conseguido ganar su primera verdadera pelea, se siente nervioso y un poco ansioso. Pero no deja que el triunfo momentáneo se le suba a la cabeza y se va para la pensión. Un manager, uno de tantos se le acerca y le dice y le convence….

          Tú vales mucho, ¿cuántos años tienes, eres seguro mayor de edad?

Le miente, le engaña, diciéndole que tiene ya los dieciocho años. Se imagina codeándose con los más grandes, aquellos que solo conoce de oídas, ya que no sabe leer los periódicos de la zona. Se imagina a la gente, gritando su nombre. Se imagina a la gente, comprando las entradas para verle pelear. Se imagina ya rico, pero entonces pasa un pájaro cerca de él y le despierta de su sueño.

          Tengo dieciocho años, ¿que desea usted de mí?

El hombre que estaba apurando un pitillo, lo tira al suelo y mientras lo aplasta con la punta del zapato le dice.

          Quiero hacer de ti un verdadero luchador, tienes que confiar en mí, solo te pido el cincuenta por ciento de lo ganes en las peleas. Pero no te preocupes, yo te entrenaré y te organizaré peleas. Hasta que llegue el día en que puedas entrar en el circuito profesional.

El chaval, que solo tiene quince años, no sabe cómo salir de la mentira, pero no se atreve a decir la verdad y se lo calla. Diciéndole que sí, se chocan las manos. Sale airoso, sale ganándose el respeto de aquellos que a lo primero hacían de él, mofa y risas. No sabe cuándo volverá a luchar, pero se marcha, antes de que lleguen los agentes de la ley. Vuelve a la posada y se da una buena cena, y luego sueña que sueña, como el que pega la gripe, ahora es él que se acuerda de aquella que le amamantó de recién nacido. Pero eso no quita que sea yo, el que pesadilla en pesadilla me cruce en el camino con la mía.
       
                   -            Madre, déjame tranquilo. Madre, no sigas tan cerca mis pasos, que estos ya son seguros y no necesitan de tu constante vigilancia. Ya sabes que te quiero, en que sea en la lejanía, te digo un hasta luego. Nunca te diré un adiós, porque no sé lo que viene después, pero estate segura que si puedo te abrazaré iluminando todo el Cosmos con mi amor hacia ti. Mama, no te preocupes tanto y déjame relatar la verdadera historia de este anónimo muchacho.

Como el que hace un pacto con el diablo, se ríe y da vueltas a una moneda, ganada a base de darle a los puños. Una muchacha de buen ver o una buscona se le acerca, al ver de él un triunfador. Le dice palabras suaves, palabras dulces que le regalan el oído, tanto que de la palabra les lleva al roce y del roce, a tener una erección. No tardan mucho y tienen todo el tiempo, tiempo hasta la próxima pelea. Así que sin cortarse un pelo, dándole la moneda al dueño de la pensión la entra en la habitación. Se desfoga, pero se le nota falto de experiencia, pero ella le ayuda con mucho gusto, llegando los dos a disfrutar del momento. Luces de colores es lo que ve él, que rápido se enamora de la chica, no saben sus nombres, no saben ya que no han llegado ni a presentarse y si yo los sé, me los callo, porque todo puede ser real o no, pero el caso es así. Terminan y después de liarse un cigarrillo, habla un rato con la muchacha, mientras le sonríe y le acaricia el rostro y el cabello.
     
                                           -          Mujer, yo estaré siempre donde tú quieras que estés. No me mires así, solo es un combate y solo hay un ganador. Como la vida misma, solo gana uno de los dos, esa es la diferencia entre el fracaso y el éxito. No puede ganar todo el mundo, nadie corre la misma suerte y los cruces de caminos son muy diferentes, solo tienes que mirar alrededor tuyo y te darás cuenta. Yo te quiero, quédate y compartiré mi éxito contigo.

La chica ahora es la que se ríe y le dice en voz alta y clara…
      
                   -   Dame cinco pesetas o de estas ya no sales, no sabes quién soy yo ni sabe de dónde vengo. ¡Menudo muchacho, vah!, da igual, te perdono por lo joven que eres. Toma, te doy un beso en la frente y sigue peleando.

Triste se queda ahora y enfadado se ve, al notar que le falta lo ganado y le queda pendiente el pagar al posadero. No sabe qué hacer, solo nota en el bolsillo del pantalón la tarjeta del hombre. No se lo piensa dos veces y bajando las escaleras como si le persiguiera un fuego, le pide al dueño que le ponga en contacto telefónico con el de la tarjeta.

Tarda un rato la conexión, pero lo consigue. Habla, como joven que es no le oculta lo sucedido, el hombre del traje le dice que no se preocupe, que en dos horas está en la pensión. Le faltan uñas las que comerse y el  tiempo pasa lento, muy lento. Pero al final lo ve llegar, le estrecha la mano con las dos. El hombre sonríe al mismo tiempo que le advierte de lo que existe en la vida misma, que no todas están cortadas con el mismo patrón, pero que tenga cuidado con aquellas guapas que se acercan, más cuando se tienen más de algún duro en el bolsillo. Le dice de caminar y caminan, le propone y le vuelve advertir. Se ve en un callejón sin salida y le dice la verdad, le dice que tiene quince años. Al trajeado no le sorprende y dándole una palmada en la espalda, le agradece la sinceridad.
    
                                         -      Sé sincero siempre conmigo y llegarás lejos, puedes ganar mucho dinero y hasta que consigas ser mayor de edad, te haré luchar y pelear con personas acordes con tu edad y peso. No quieras correr, que tienes toda la vida por delante.

Dándole un anticipo se marcha, a la espera de que llegue el momento quedan en la cantina, para presentarle al que será su entrenador y confidente. Respira y aprende de la experiencia y de la vida misma. No sé más de lo que pasó con él o sí, a lo mejor lo relato en otro rato. Porque como todo, necesita el tiempo de minutos y a los minutos a veces les pasa como con las monedas y hay que agarrarlas de dónde se puede.


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