Perro de pelea
Quizás fue en un ayer no muy lejano o quizás sí, pero me viene a la
memoria cierto personaje, que es digno de nombrar, ya que por dos de las
antiguas pesetas, se dejaba partir los morros. Por dos pesetas se jugaba el
tipo y el rostro, era joven, era ambicioso, quería llegar lejos. Normalmente,
de la lona no pasaba, normalmente no ganaba, todo por falta de entrenamiento y
descanso, pero no por falta de ilusión. Pensamientos
de un extraño, escuchando una vieja canción, cuántos de expectación de haber
navegado por lo que es el bien y es el mal. Está en un sentido, no el del
llorar, no, todo depende de lo que estamos creando, creamos cada día. Este
extremo es también parte de nuestras vidas, qué más da lo que creamos y lo que
creemos, si cuando morimos todo queda un sinvivir.
–
- Rastreo con mis garras, te agarro con mis
zarpas, tú y nada más que tú me perteneces. La luz, la oscuridad, son las
tinieblas y la luminosidad pues quién eres depende mí. Serás lo que a mí se me
antoja que seas, nada más ni nada menos. Yo sé quién soy, todo depende de lo
que quieras, tú dependerás aquí de tener la ocasión o la muerte en el mismo
instante. No lo sabes, pero no desfallezcas en el intento, hace frío, no sientes calor. Ficha en la vida,
pellízcate si estás vivo, si no sientes nada, simplemente ya es que estás
muerto, pero bien muerto. Todo esto que vemos y sentimos es lo qué es y todo lo
que no existe es lo que se ve, todo es una mentira, un ahora en forma de alegoría
de aquello que queríamos ser, todo depende del sendero que tomemos, de lo que estamos
haciendo en el presente, ya que nos marcará en el pasado y seremos aquello que
no deseamos en el futuro.
Toca la campanilla y empieza el asalto, pero no el de golpear, sino el
de la vida misma. El pensar, el divagar, el no saber qué camino a seguir. Todo
recto le puede llevar al fracaso o a la gloria, quién lo sabe, solo el que
simplemente se arriesga y se decide hacer lo que cree que debe de hacer, es el que acierta. No se lo piensa mucho, solo
lo que dura un brinco y ya se pone de camino. Está cansado de pelear en los
pueblos pequeños, desea algo grande. Tan grande como su soberbia y su propio ego,
y por ello, haciendo un hatillo de
aquello que cree que es de su propiedad, toma la marcha, caminando toma la
directa hacia la ciudad. Con el hatillo y cinco pesetas que tiene muy bien
guardadas, que ya es mucho, no deja marca en lo suyo. Solo marca como destino, la
Gran ciudad, diciendo “yo quiero ser, yo quiero tocar el cielo y sentarme y
tumbarme en las nubes altas de las montañas nevadas”.
Cómo descargar la fuerza, como si
fuese un huracán, como hacer del cielo una tormenta entre medio de todo, un
chubasco eterno que moje de bondad al Ser humano. Solo sabe golpear, pelea a pelea, lucha a
lucha, hace de todo ello un arte difícil de explicar. Leyes de lo que es en un
incesante de qué, del que es un
inconformista. No puede ser, yo por lo contrario, si algo he aprendido en esta
vida es poder conformarme, porque no nos queda otro remedio. Solamente notas es
lo que tomo, notas en un trozo de papel que no sé si tendrá dueño al final.
Pero yo sigo hablando y escribiendo, escribiendo y hablando con las casas del
cielo, les digo que yo quiero bajar y
deslizarme algún día por ellas, ya que cuando estoy arriba no me gusta lo que veo.
¿Quién será, será quién me hace
escribir estas notas?, solo siento un hormigueo incesante por los brazos que me
hacen estar en guardia a la vez que relajado, estos me llegan a los dedos y de
ellos salen estas palabras.
–
- Quiero bajar de arriba y decir realmente lo que
quiero, yo quiero que la Tierra sea el cielo si tú quieres. ¿Quién o qué es el
que habla?, yo solo sé que escribo.
No dice su nombre, ninguno me lo
dice, se presentan y me hacen que escriba. Yo solo conozco a un joven muchacho,
que quiere llegar lejos o quizás simplemente solo sobrevivir, ya que no sabe ni
leer ni escribir. Solo sabe que tiene el don de la pelea y de la lucha, pero a
la vez es muy fácil engañarle, más tarde o más temprano relataré su historia.
Una historia que se hilvana, con hilo de oro o se hará con la lana gruesa de la
tristeza.
Sueño, duermo ahora, y es el
momento de viajar, de poner rienda suelta a la imaginación o ver realmente lo
que hay detrás de toda historia.
–
- ¡Gracias! Para irse de aquellos y de lo que tienes
merecido lo tienes francamente difícil, mañana seremos lo que somos en realidad,
deseamos todo lo que queremos ser, es cierto, tejido de piel son nuestras
almas. Mírame, soy yo. Mándame un mensaje y yo correré hacia tu lado, como de
niño hacías, abrazándote de los que por entonces eran pequeños brazos. Grito a la noche, voceo a las nubes grises
del oscuro cielo sin obtener respuesta.
Hasta lo más profundo de mi
cabeza me llega el mensaje, hasta lo más hondo de mi alma me sacude la energía
y su calor, algo insólito en todo aquello que se dice “experiencia de la vida”.
–
-- Sí, yo no te conozco, yo no te tengo confianza
que para nada te hablo, liándola o cantando me dices, ¿qué soy yo y por qué no
me puedo acordar de mi madre? Santa
madre, todas las madres son unas santas y quién diga lo contrario que venga
aquí y me lo diga muy personalmente. Todos, todos aquellos lo que queremos ser al menos lo
intentamos, si yo no te conozco, yo no he pegado ojo estas noches para nada,
¡déjame dormir! Hablo liando la rueca, no
voy cantando, tú dices que soy yo y ¿porqué, no me puedo acordar de mi madre?,
santa madre. Cada madre es una santa, en cambio lo contrario que tengáis
que decir o nombrar, para nada me sirve. Me obliga a mí personalmente, todos aquellos que queremos sé porque no me
deja ver la cabeza tranquila.
Sin llegar a dormir, a conseguir
conciliar el sueño me levanto y mirando las manecillas del reloj de pared del
comedor, me doy cuenta que son las cuatro de la madrugada. ¿Qué narices hago a
estas horas levantado?, es una gran pregunta. No le doy importancia al mundo
vecinal y pongo un disco, la aguja pincha algo más que una melodía, parece que
el surco es seguro como la vida misma. Todo ello y nada más que esto me hace
volar, me hace vibrar y aunque tenga más de un bostezo, sigo a lo mío y no
paro, no me cansa, al menos por estos momentos. La música me trasporta a un
lugar de algún cierto plano universal, todo ello sin moverme de la silla, las letras
hacen frases y estas, quizás se transforme en alguna aventura. No puedo dejarlo
sin escribirlo, sería algo feo e incluso
una falta de respeto hacia aquel que se acerca.
–
- Puedes escribir un libro, podría escribir un
relato, todos ellos por pasar el rato qué más da, te estoy diciendo que serás
un simple dulce donde esté yo y en mi imaginario, el Sol. Escucha desde la lejanía del Cosmos.
Cansado ya, sigo aquí, sentado.
La tranquilidad se adueña de mi Ser, todo lo que me rodea se mantiene quieto y
ello a veces me pone ahora nervioso, de tal forma que, aunque no fume, me entre
ganas de echar un pitillo. Que el humo
de este entre en mis pulmones, llegando a expulsar a aquel o aquella que me
visita.
–
- Tú qué te crees que eres para dominarme a mí,
quién te crees que eres para hacerme a mí no decidir donde debo ir y donde va a
hacer. ¡Seres!, que más serás, tú dirás mejor que harás vivir una nueva parte
de ti y nada más y nadie más podrás sacarte de mí. Dentro, cada vez que la
energía está dentro de mí, para que me hagas escribir, es que no te das cuenta
de que hablas por ti de todo ello. Todo torcido escribo en clave musical,
todo ello vibrando en una melodía. Melodía a saber, pero ya sabes quién domina
a quién. ¿Para qué ahora piensas si te puedes hacer protagonista de algo
que ni te va ni te viene?, solamente a mí me interesa que vengas, cuando yo desee. A mí tanto me interesa, que
voy a solo eso. Escuchas dentro de ti y por nadie más, no dependes de nadie,
dependes de mí. Céntrame en quién soy
yo, sabes que al respirar lo sabréis, no sabréis que contra todos no podéis. Yo
por ahora no tengo todavía mi nombre y sabré esperar un rato a que me dedico de
lo que hablo.
Qué es eso que me estremece tanto
el cuerpo, ¿escribo realmente algún mensaje?, no quiero que me escribas a
través de la música que escucho. Alguien
susurró entre el viento, a través de las ventanas, quisiera de mí. Tal
hecho representó un instante, en instante que no me podría dar tiempo de
presentarme en el futuro, que ser entonces no lo sé. Desprecio dejo, porque no
quieres seguir escribiendo, diciendo cosas que ni siento ni veo siempre.
Me estaré equivocando, me estaré
confundiendo o quizás es el deseo de cualquier hijo que en su día no pudo
despedirse de la manera correcta de ella. Rezo, canto ahora una oración. Yo,
que no soy religioso, pienso y dejo de escribir. Salgo de casa corriendo, corro
y corro por las calles, hasta llegar a la puerta de una iglesia cercana. La
puerta está cerrada, pico con los nudillos, al final le doy golpes con las
palmas de las manos, todo ello entre sollozos. Solo me queda claudicar e hincar
las rodillas enfrente la mismísima puerta y decir al aire o quién sabe a quién…
–
- Mamá tengo miedo, mamá pon una vez el temor ya
no lo confundo con el rencor. No me digas que he hecho bien, no me riñas por
aquello que no sé lo que voy a hacer, mamá dime quién soy yo, tú sí que lo
sabes fecundado he estado dentro de ti, meses dentro de ti y sé lo que
realmente soy o no lo sé. Quién sabe, a saber mamá, no he matado a nadie pero dime
a la mente que soy. Mamá tú sabes que digo la verdad, si estoy robando una
chaqueta es para calentarme mamá, dime qué donde quieres estés, donde estés
dime que me quieres y no me abandonas. Por favor dímelo, porque donde estoy no
es en el infierno, estoy dónde estoy yo, realmente soy yo para decir y hacer.
Faltaba ya poco y mira quién
viene por ahí, quien se le acerca al lado del amor de una madre, a medias
quién, extraño de mí, se enamora de una madre. Amor de madre, semanas de que
van a su hijo, cuando era pequeño, ahora se acuerda de ella y la reciben a las
puertas del infierno.
Sueño o levito, levito o sueño,
las dos cosas no se pueden hacer a la vez. Solo la voz se me desgarra, haciendo
que sea imposible pegar un fuerte grito. Tú dependes de mí y no yo de ti, como
es posible cuando dicen que lo que verdaderamente importa es ser libre y que
todo el mundo lo sea, no lo llego a entender, no me llega a entrar en la
cabeza, pero es así. Tú y solamente tú dependes de mi propia energía, esa misma
que dices que te transporta a otro plano del Universo universal.
–
- Dame
algo, una razón para decir que merece la pena vivir y no morir.
Nuestra propia fecundación,
nuestra propia creación es algo más que un simple hecho de la unión de un
hombre y de una mujer, hay algo más, hay como una especie de energía que se
transforma al llegar al éxtasis mutuo de la pareja.
–
- Ves dejando a la española, que cuando baila de
verdad sea cierto o sea mentira, ¿has visto ninguna mujer con ojos negros? Qué te dice, te habla si te lleva triste
entre dos vientos, entre dos montañas te habla. Sentarse en un solo árbol te
comenta, tú serás mío, la otra mujer como yo dentro de ti, escucha todo lo que
puedas de mí, es pasado todo lo que tú quieras tener. Dice un susurro al viento, mientras se aleja.
Camino haciendo equilibrio, muestra el de una vida que le lleva a la
Gran ciudad, un muchacho de quince años. Sobradamente se le ve en la cara, me
siento feliz y contento. Pero no sé hay algo que yo lamento, ese dolor es el
dolor de no haber tenido una madre, como puede ser en fin muy contento, es un
corto camino y el largo viaje. ¿Qué me quieres mandar para hacer, es muy tarde,
ha habido todavía tiempo por hacer?, escucha el pitido del tren y corriendo me
salgo de la vía, tan corriendo que me caigo. Tropiezo con una piedra y apunto
estoy qué el tren me arrastre. Susto el
mío que me llevo, que no voy a poder salir del mismo, que regalo para el
corazón a cien. Juego español, yo voy cantando, escuchando guitarras en mi
cabeza, todo eso no la puede evitar nadie. Presiento cerca de la Gran ciudad,
el agua, el sabor del agua de la ciudad
es.
A cinco kilómetros se encuentra
de su verdadera parada, una posada o pensión es lo que ve, y por poco dinero
hace noche. La claridad de la Luna le entra por la ventana, él le muestra su
mejor cara, ya que ella hace lo mismo. Aunque ya nada es igual, todo merece una
oportunidad y sueña, pero no con ver a su madre, sino con tener una buena
pelea, una de estas que le haga merecedor de tener todo aquello con lo que su
imaginación logra alcanzar, que es mucho. Solo a cinco kilómetros, mañana mismo
se dice para sí, mañana lucharé y pelearé como nadie ha visto nunca.
Es por la mañana y después de
tomar un buen café, sigue su andadura, su camino sin ninguna armadura. Decide
intentar conocer a alguien, preguntar y apostar las tres pesetas que le quedan.
Sigue caminando, no corre, pero aligera el paso, el estómago le avisa de la
hora, pero decide no comer, solo apostar.
Es ello lo que hace, entra a una
cantina del lugar y mientras toma una copa de anís, pone el oído y escucha,
hasta que le llega la buena onda o al menos la que él busca. Se acerca a un
grupo de tres hombres y diciendo que quiere pelear, se ofrece. A lo primero
solo escuchan risas, pero luego al enseñar las tres pesetas cierran boca. Uno
de ellos, el más bajito, da un paso para adelante y le dice como un consejo.
–
- ¡Oye muchacho!, ¿estás seguro?, puedes salir muy
mal parado. Ten en cuenta, que a veces son verdaderas bestias. Si quieres a las
siete de la tarde te paso a buscar, pero ojo, como sea una encerrona, no sabes
adónde te estás metiendo.
A las siete como un clavo está en
la puerta de la cantina, el día ha sido largo y el estómago no para en
retorcijones, pero quiere lo que quiere. No debe de esperar mucho, cuando llega
el hombre acompañado de otros cuatro. Le dicen que les acompañe y él hace caso,
no es muy largo el paseo, es a campo abierto, unos cuantos hacen de círculo y
apostando las tres últimas pesetas, se deja llevar por lo que puede conseguir, con un cinco a uno.
Un cinco a uno, piensa, puede ganar quince pesetas, se daría un buen homenaje.
Pero en fin, empieza el enfrentamiento, primero las miradas, luego empiezan a
moverse, es como luchar contra un gigante.
Sangra por la boca, sangra por la
nariz y por la ceja derecha. Un golpe certero, está a punto de caer. El
oponente es mayor que él y es más fuerte y más musculado, pero él tiene mucho
arrojo y a base de golpes en un arranque que dura quince segundos, le hace
besar la tierra a la bestia. Alza los puños, no ve mucho y solo balbucea,
algunas palabras. Se siente contento, es una pelea clandestina pero se siente
feliz y ya con dinero. Se siente el amo, el puto amo de la Tierra, no sabe casi
ni contar el dinero, así que no diré cifra alguna, porque alguien le ha dado
alguna propina. Solo alguien que ya le ha echado el ojo encima y no es
precisamente una bella muchacha, ya que en aquellos años no se llenaba los
lugares de chicas sedientas de ver golpes y sangre. Solo un hombre acostumbrado
a fichar verdaderos luchadores, solo un
hombre acostumbrado a ganar dinero a costa de la lucha de otros, es el que se
presentaba con tarjeta de presentación y traje.
Se queda perplejo cuando se le
acerca y hace que lee, mientras el bien vestido le dice su nombre y se le
ofrece como representante. Salta y brinca, ha conseguido
ganar su primera verdadera pelea, se siente nervioso y un poco ansioso. Pero no
deja que el triunfo momentáneo se le suba a la cabeza y se va para la pensión.
Un manager, uno de tantos se le acerca y le dice y le convence….
– Tú
vales mucho, ¿cuántos años tienes, eres seguro mayor de edad?
Le miente, le engaña, diciéndole
que tiene ya los dieciocho años. Se imagina codeándose con los más grandes,
aquellos que solo conoce de oídas, ya que no sabe leer los periódicos de la
zona. Se imagina a la gente, gritando su nombre. Se imagina a la gente,
comprando las entradas para verle pelear. Se imagina ya rico, pero entonces
pasa un pájaro cerca de él y le despierta de su sueño.
– Tengo
dieciocho años, ¿que desea usted de mí?
El hombre que estaba apurando un
pitillo, lo tira al suelo y mientras lo aplasta con la punta del zapato le
dice.
– Quiero
hacer de ti un verdadero luchador, tienes que confiar en mí, solo te pido el
cincuenta por ciento de lo ganes en las peleas. Pero no te preocupes, yo te
entrenaré y te organizaré peleas. Hasta que llegue el día en que puedas entrar
en el circuito profesional.
El chaval, que solo tiene quince
años, no sabe cómo salir de la mentira, pero no se atreve a decir la verdad y
se lo calla. Diciéndole que sí, se chocan las manos. Sale airoso, sale ganándose el
respeto de aquellos que a lo primero hacían de él, mofa y risas. No sabe cuándo
volverá a luchar, pero se marcha, antes de que lleguen los agentes de la ley.
Vuelve a la posada y se da una buena cena, y luego sueña que sueña, como el que
pega la gripe, ahora es él que se acuerda de aquella que le amamantó de recién nacido.
Pero eso no quita que sea yo, el que pesadilla en pesadilla me cruce en el
camino con la mía.
–
- Madre, déjame tranquilo. Madre, no sigas tan
cerca mis pasos, que estos ya son seguros y no necesitan de tu constante
vigilancia. Ya sabes que te quiero, en que sea en la lejanía, te digo un hasta
luego. Nunca te diré un adiós, porque no sé lo que viene después, pero estate
segura que si puedo te abrazaré iluminando todo el Cosmos con mi amor hacia ti.
Mama, no te preocupes tanto y déjame relatar la verdadera historia de este
anónimo muchacho.
Como el que hace un pacto con el
diablo, se ríe y da vueltas a una moneda, ganada a base de darle a los puños.
Una muchacha de buen ver o una buscona se le acerca, al ver de él un
triunfador. Le dice palabras suaves, palabras dulces que le regalan el oído,
tanto que de la palabra les lleva al roce y del roce, a tener una erección. No
tardan mucho y tienen todo el tiempo, tiempo hasta la próxima pelea. Así que sin
cortarse un pelo, dándole la moneda al dueño de la pensión la entra en la
habitación. Se desfoga, pero se le nota falto de experiencia, pero ella le
ayuda con mucho gusto, llegando los dos a disfrutar del momento. Luces de
colores es lo que ve él, que rápido se enamora de la chica, no saben sus
nombres, no saben ya que no han llegado ni a presentarse y si yo los sé, me los
callo, porque todo puede ser real o no, pero el caso es así. Terminan y después
de liarse un cigarrillo, habla un rato con la muchacha, mientras le sonríe y le
acaricia el rostro y el cabello.
–
- Mujer, yo estaré siempre donde tú quieras que
estés. No me mires así, solo es un combate y solo hay un ganador. Como la vida
misma, solo gana uno de los dos, esa es la diferencia entre el fracaso y el
éxito. No puede ganar todo el mundo, nadie corre la misma suerte y los cruces
de caminos son muy diferentes, solo tienes que mirar alrededor tuyo y te darás
cuenta. Yo te quiero, quédate y compartiré mi éxito contigo.
La chica ahora es la que se ríe y
le dice en voz alta y clara…
–
- Dame cinco pesetas o de estas ya no sales, no sabes
quién soy yo ni sabe de dónde vengo. ¡Menudo muchacho, vah!, da igual, te
perdono por lo joven que eres. Toma, te doy un beso en la frente y sigue
peleando.
Triste se queda ahora y enfadado
se ve, al notar que le falta lo ganado y le queda pendiente el pagar al
posadero. No sabe qué hacer, solo nota en el bolsillo del pantalón la tarjeta
del hombre. No se lo piensa dos veces y bajando las escaleras como si le
persiguiera un fuego, le pide al dueño que le ponga en contacto telefónico con
el de la tarjeta.
Tarda un rato la conexión, pero
lo consigue. Habla, como joven que es no le oculta lo sucedido, el hombre del
traje le dice que no se preocupe, que en dos horas está en la pensión. Le
faltan uñas las que comerse y el tiempo
pasa lento, muy lento. Pero al final lo ve llegar, le estrecha la mano con las
dos. El hombre sonríe al mismo tiempo que le advierte de lo que existe en la
vida misma, que no todas están cortadas con el mismo patrón, pero que tenga
cuidado con aquellas guapas que se acercan, más cuando se tienen más de algún
duro en el bolsillo. Le dice de caminar y caminan, le propone y le vuelve
advertir. Se ve en un callejón sin salida y le dice la verdad, le dice que
tiene quince años. Al trajeado no le sorprende y dándole una palmada en la
espalda, le agradece la sinceridad.
–
- Sé sincero siempre conmigo y llegarás lejos,
puedes ganar mucho dinero y hasta que consigas ser mayor de edad, te haré
luchar y pelear con personas acordes con tu edad y peso. No quieras correr, que
tienes toda la vida por delante.
Dándole un anticipo se marcha, a
la espera de que llegue el momento quedan en la cantina, para presentarle al
que será su entrenador y confidente. Respira y aprende de la experiencia y de
la vida misma. No sé más de lo que pasó con él o sí, a lo mejor lo relato en
otro rato. Porque como todo, necesita el tiempo de minutos y a los minutos a
veces les pasa como con las monedas y hay que agarrarlas de dónde se puede.
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