jueves, 7 de febrero de 2019


                                                           El hilo fino

Pregunta en la calle, si no es verdad, que todo es una vulgar mentira. Que todos, absolutamente todos caminamos en círculos. Círculos que no tienen que por ser viciosos, sino simplemente son los círculos de la vida.

¡Qué más da!, todos seguimos el mismo, con diferente nombre, con diferente idea, pero siempre el mismo. Nacer, procrear y morir. Pregunta sino es el motivo de nuestra existencia propiamente dicha. ¿Qué tiene que ver con lo que quiero relatar?, ahora lo sabréis, os lo digo o mejor dicho, lo dejo impreso para así que quede para los tiempos de los tiempos…
     
                         -           ¡Lucifer!, dime si no estoy en lo cierto, si se me revuelve el estómago de solo pensarlo y no creo que deba de estar en un error, cuando lo escribo desde una cripta.

Lucas, un hombre de mediana edad, pasea por uno de los parques de alguna de las grandes ciudades del planeta. Solo pasea, con un cigarrillo entre los dedos, todo depende de lo que tiene que ver con la naturaleza. Sin mucho más lejos de la realidad, como existe la Luna y el Sol, ve a dos perros fornicar en la hierba de uno de los montículos. No chillan, no gimen, solo sonríen siendo descarados estando en mitad de un parque público. No los molesta, es como es nuestro propio ser de estar vivos y todo aquello que nos mueve en realidad. Seguir la cadena, en la que no hace falta en verdad que exista aquello que llamamos amor. Esa que no se rompe, esa que no se encalla, ¿o sí?, a saber.

Todo depende de nosotros, Lucas sigue paseando después de haberse detenido unos minutos a ver el apareamiento de los dos animales. Piensa, solo piensa y decide seguir soltero, soltero pero no por ello virgen, porque ya a su edad sería increíble pensar que lo es. Que alguien, pudiera creerse que sigue todavía pensando o soñando a reservarse para una única mujer, sería una auténtica locura, sí, el decidir esperar a esa única que le llene de vida y le haga sentirse hombre.

¿Todo es jerárquico, o no?, quien sabe la verdadera verdad. ¿Todo es energía y simplemente energía?, todo es relativo, lo jerárquico y la energía van unidos, ya sea así su fuerza.

Lucas acaba su paseo, a Lucas se le acaba el tiempo en verdad. Todo es, todo es debido a un cáncer, cáncer de páncreas. Sin tiempo y queriendo ir despacio, camina sin destino fijo, ¿o sí lo tiene? La mala suerte se ha cebado con él, la mala suerte de no poder acabar el ciclo, el ciclo de su vida. El de llegar a anciano y poder saborear las mieles de la sabiduría. No tiene ni esposa ni hijos, pero sí alguien a quién mantener. ¿Quién será?, pues nada más lejos que a su hermano Juan. Los nervios se apoderan de su cuerpo y le hacen vomitar en mitad del camino, la gente lo ve y no son conscientes de su problema, al revés creen que es debido a que ha bebido más de la cuenta y se apartan, se alejan, haciendo del murmuro toda una explosión entre la muchedumbre que le rodea.

Triste, pero es verdadero. Feliz, pero no estoy contento, mi nombre es Juan. Si hubiese sabido la verdad, me hubiera dado tiempo a escribirle un “Réquiem”. Algo, escribir un pequeño regalo, un pequeño presente en el que recordar después como si fuese un pasado, algo antes de su muerte. Ahora, ya fallecido, dejo deslizar mi mano, pensando en poder comunicarme con él.
                                  
                                   ¿QUIEN ERES TÚ, EL QUE ME LLAMAS?

Cuál es mi sorpresa, cuál es mi sobresalto, la mano se desliza. Su energía se canaliza a través de mi cuerpo, se canaliza por este, llegando a sentir el hormigueo en mis dedos. Escribo unas frases, intento ser lo más consciente que se puede, pero me dejo llevar. Me evado y dejo deslizar el bolígrafo en el papel blanco.
—               -     ¡Lucifer!, si existes de verdad, déjame hablar con mi hermano, necesito saber.

No me dice “hola”, solo me saluda con toda su vibración. Calor, por fin he sentido el calor y su peculiar olor  me hace feliz, huele, huelo al tabaco que fumaba y llena y embriaga toda la sala con él.

La mano se desliza y el bolígrafo escribe de manera casi ilegible todo aquello que me quiere transmitir…

“Yo ahora vagabundeo entre dos planos, yo ahora camino o mejor dicho, mi energía flota entre el espeso aire de todo aquello que me abruma. Todo depende a lo que te dediques, todo es aquello a lo que te acerques, todo es según el hombre de la capucha. Ese, ese mismo que eres tú Juan, todo depende a lo que te dediques y tu corazón te lleve. Aquello que es necesario, no tiene que por ser lo que es imprescindible, hay muchas cosas que aprender y muchas cosas por las que luchar.”

Una fuerza oscura, una fuerte energía me hace soltarlo todo y como el que escucha una voz dentro de sí mismo, adivino o creo que acierto luego a escribir…
       
                      -  ¿Quién te crees que eres o quién eres, para venir achuchando de esta manera?, no puedes entrar en mí y querer explicarme todo aquello que no quiero saber o percibir. ¿Con cuál propósito entras dentro de mí si no es para nada bueno?, todo lo tuyo lo he intentado salvar, hasta que me he dado cuenta que todo lo tuyo era o es solamente yo. No vengas ahora, déjame tranquilo. No quiero ser maleducado, no quiero faltar el respeto, pero vete, márchate, sal de dentro de mí y no vuelvas. Déjame descansar unos años o toda una eternidad.

Aire violento, sopla el viento, se desata en la calle la discordia. Todo son luces de ambulancia, que resplandecen en la negra noche de la madrugada de un día de tal fecha que no quiero recordar, ¡qué más da! Le he plantado cara al mismísimo diablo, espero que no me lo tenga en cuenta el día de mi muerte.

“Tú no sabes ya quien soy yo, a que me he convertido o en que me he transformado. Al Ser humano le pasa como a los gusanos de seda. Sí, digo la verdad y solamente la verdad. Somos como estos pequeños insectos, hasta que nuestro cuerpo expira y nos convertimos en mariposas. Sí, detonamos nuestras alas de colores y volamos hasta dónde no nos alcanza el Sol. Volamos tan alto, que las nubes parecen ser nuestros cómodos asientos y nuestros verdaderos escondites.

Somos más allá de lo que somos, a ti también te pasará lo mismo. Morirás, morirá tu cuerpo, cansado y oxidado, acabará sucumbiendo al paso del tiempo y de los años. Eso si tienes suerte y no te pasa como a mí y tu cuerpo te diga adiós y te abandone a mitad de la vida. Tú sabrás lo que llegas a hacer, somos como los insectos, abejas en vibración que acaban aleteando sus alas de maravillosos colores.”

Nervioso en acción, me propongo a seguir escribiendo, hasta que las agujetas me dominen y me hagan dejar de escribir. Todo es relativo, todo solo está preconcebido. Sigo solo, sigo con mi música, sigo como sigo, haciendo lo que debo hacer. Yo lo tenía en un altar, en un pedestal demasiado alto y ahora se ha derrumbado y yo con él. Ya no sé qué creer, me he quitado la venda de los ojo, me han quitado el caramelo que me hacía soñar, a sabor del azúcar de mi propia y efímera juventud. Ahora solo sueño en seguir viviendo, en seguir disfrutando. Juro y prometo, prometo y juro que me casaré. Encontraré aquella que haré primero mujer y luego madre de mis vástagos.

Grito de manera silenciosa, solo para dentro, para dentro de mi propia alma. Todo aquello en lo que creía y que veneraba, se había diluido como el agua. Solo necesito, solo siento la necesidad de salir, de caminar y mezclarme entre la multitud, esa misma que si puede te aplasta y te pisa sin piedad. No cojo el coche, me voy andando y me subo a uno de los autobuses de línea de la misma ciudad. Miro por los cristales y veo la gente correr, la sociedad corre como si no hubiese un mañana y solo el pasado les acompañara, como una cruz de Cristo solo les falta los clavos para que estos sangren sin voluntad propia.

Llego a mi destino, llego a dónde quería llegar. Tengo que hacer zigzag, debo esquivar la humanidad consumista que se apodera de todo aquello que en verdad no tiene valor alguno. Ahora paseo, pero no por los parques que solía hacer mi hermano, sino por uno de esos macrocentros llenos de tiendas y supermercados. Me gusta, me encanta el bullicio, el mar de multitud, camino por ellos con las manos en los bolsillos. Circulo pero lo hago en línea recta. Miro los escaparates, pero no miro lo que me ofrecen o me quieren vender, sino miro y observo el reflejo de la gente deambular. Me giro, ahora fijo más la mirada, como el que busca un amigo o un familiar y recuerdo, todo son solo recuerdos.

A veces y solo a veces, aunque a mí me parezca muy a menudo, me acuerdo de aquellos felices años de mi infancia. Junto mi hermano mayor, que era todo un referente para mí. Intentaba seguirle, intentaba  emularle en todo aquello que era posible. No, no es tanta la diferencia, tan solo diez años, que son diez años. Ahora me parecen unos años arrebatados, una juventud vivida, pero me falta la madurez calcada de aquel que se marcha sin decir adiós. No, no sabía nada de su enfermedad, se lo calló, me lo ocultó, hasta que una insignificante llamada telefónica lo descubrí y mi mundo se desmoronó. Ya sé que no había más paseos a su lado, ni más consejos o simplemente más risas. Todo quedó por descubrir, todo aquello que le quería mostrar y demostrar, quedó abatido como un castillo de naipes.

Me relajo o al menos lo intento, no es bueno correr, las prisas no son buenas consejeras, ¿quién me lo habrá dicho? En fin, no tardo mucho y me vuelvo a mi casa ahora vacía y sin alma. Todo es el saber y conocer. Enciendo una vela y la pongo en lo alto de uno de los muebles del comedor, siempre con respeto, intentando ser de la misma forma correspondido. La música que tanto habíamos escuchado, suena de forma tenue por los altavoces y me coloco, primero sentado y luego, luego a saber.
Todo se fue abajo, hasta que he descubierto lo que me ha abierto la puerta a todo lo oculto y que es tabú.

          ¡Hola! Con la voz temblorosa y casi afónica le digo a todo aquel que me escucha.

          ¡Hola! Con tartamudeo, vuelvo a decirlo.

No me muevo, me quedo quieto como si estuviese en una sesión de yoga. Con las piernas cruzadas y sentado en el suelo, intento entrar en contacto con él. Pasa el tiempo, una hora, dos horas, hasta qué al final, no sé si por terco o cansino, consigo lo que consigo, oler el peculiar tabaco que fumaba. No hay humo, al menos que se condense y se vea y flote. Todo es posible, me lleno de gozo y de alegría, al descubrir que todo es posible, que todo  es querer.

Puerta hacia las estrellas, ventanas hacia los suburbios de la oscuridad, todo me enerva y se hebra como un hilo que intenta coser el desgarro que hay en mi corazón. Todo, absolutamente todo sería escaso, por esperar un nuevo abrazo con mi hermano. Solo el guardián de la puerta, puede decidir si me acepta estando aún en el mundo de los vivos.  Solo él tiene ese poder, ni Satanás puede tomar tal decisión. Solo el que tiene la llave al otro plano, me hará de aguja de hilo para coser mi cariño y aprecio hacia mi familiar tan cercano. Lo intento, hasta que al final me  doy por vencido y quedo sumido en un dulce sueño.

Tiburones veo en las más profundas aguas de aquello que es solo rebeldía, pirañas son las sombras que el guardián caza como el que pesca con la caña. El hilo no se rompe, ni el que cose mi desgarro, como tampoco aquel que es de pescador. ¿Quién será el que sirve de anzuelo?, me doy cuenta que soy yo y me despierto de golpe, sudando en pleno mes de enero. No es normal, solo sé que sonrío y no sé porque, ¿o sí? Solo me descubro ante aquello que existe, aunque seamos tan ciegos que no lo veamos. Solo se gana el respeto, aquello que no es de temer. Todo es posible en el mundo, un mundo que gira y gira y la humanidad con él. Haciendo círculos, pasamos una y otra vez por lo mismo. Yo seguiré con lo mismo, la vela arderá mientras yo esté en este plano y cuando sea ya en el otro, no hará falta, porque nadie se acordará de nada, ¿o sí?, quién sabe, a saber. Pero eso, eso ya es otra historia.

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