El
hilo fino
Pregunta en la calle, si no es verdad, que todo es una
vulgar mentira. Que todos, absolutamente todos caminamos en círculos. Círculos
que no tienen que por ser viciosos, sino simplemente son los círculos de la
vida.
¡Qué más
da!, todos seguimos el mismo, con diferente nombre, con diferente idea, pero
siempre el mismo. Nacer, procrear y morir. Pregunta sino es el motivo de
nuestra existencia propiamente dicha. ¿Qué tiene que ver con lo que quiero
relatar?, ahora lo sabréis, os lo digo o mejor dicho, lo dejo impreso para así
que quede para los tiempos de los tiempos…
–
- ¡Lucifer!, dime si no estoy en lo
cierto, si se me revuelve el estómago de solo pensarlo y no creo que deba de estar
en un error, cuando lo escribo desde una cripta.
Lucas, un hombre de mediana edad, pasea por
uno de los parques de alguna de las grandes ciudades del planeta. Solo pasea, con
un cigarrillo entre los dedos, todo depende de lo que tiene que ver con la
naturaleza. Sin mucho más lejos de la realidad, como existe la Luna y el Sol,
ve a dos perros fornicar en la hierba de uno de los montículos. No chillan, no
gimen, solo sonríen siendo descarados estando en mitad de un parque público. No
los molesta, es como es nuestro propio ser de estar vivos y todo aquello que
nos mueve en realidad. Seguir la cadena, en la que no hace falta en verdad que
exista aquello que llamamos amor. Esa que no se rompe, esa que no se encalla,
¿o sí?, a saber.
Todo depende de nosotros, Lucas sigue paseando
después de haberse detenido unos minutos a ver el apareamiento de los dos
animales. Piensa, solo piensa y decide seguir soltero, soltero pero no por ello
virgen, porque ya a su edad sería increíble pensar que lo es. Que alguien,
pudiera creerse que sigue todavía pensando o soñando a reservarse para una
única mujer, sería una auténtica locura, sí, el decidir esperar a esa única que
le llene de vida y le haga sentirse hombre.
¿Todo es
jerárquico, o no?, quien sabe la verdadera verdad. ¿Todo es energía y
simplemente energía?, todo es relativo, lo jerárquico y la energía van unidos,
ya sea así su fuerza.
Lucas acaba su paseo, a Lucas se le acaba el
tiempo en verdad. Todo es, todo es debido a un cáncer, cáncer de páncreas. Sin
tiempo y queriendo ir despacio, camina sin destino fijo, ¿o sí lo tiene? La
mala suerte se ha cebado con él, la mala suerte de no poder acabar el ciclo, el
ciclo de su vida. El de llegar a anciano y poder saborear las mieles de la
sabiduría. No tiene ni esposa ni hijos, pero sí alguien a quién mantener.
¿Quién será?, pues nada más lejos que a su hermano Juan. Los nervios se apoderan de su cuerpo y le
hacen vomitar en mitad del camino, la gente lo ve y no son conscientes de su
problema, al revés creen que es debido a que ha bebido más de la cuenta y se
apartan, se alejan, haciendo del murmuro toda una explosión entre la
muchedumbre que le rodea.
Triste, pero es verdadero. Feliz, pero no estoy
contento, mi nombre es Juan. Si hubiese sabido la verdad, me hubiera dado
tiempo a escribirle un “Réquiem”. Algo, escribir un pequeño regalo, un pequeño
presente en el que recordar después como si fuese un pasado, algo antes de su
muerte. Ahora, ya fallecido, dejo deslizar mi mano, pensando en poder
comunicarme con él.
¿QUIEN
ERES TÚ, EL QUE ME LLAMAS?
Cuál es mi sorpresa, cuál es mi sobresalto, la
mano se desliza. Su energía se canaliza a través de mi cuerpo, se canaliza por
este, llegando a sentir el hormigueo en mis dedos. Escribo unas frases, intento
ser lo más consciente que se puede, pero me dejo llevar. Me evado y dejo
deslizar el bolígrafo en el papel blanco.
— -
¡Lucifer!, si existes de verdad,
déjame hablar con mi hermano, necesito saber.
No me dice “hola”, solo me saluda con toda su
vibración. Calor, por fin he sentido el calor y su peculiar olor me hace feliz, huele, huelo al tabaco que
fumaba y llena y embriaga toda la sala con él.
La mano
se desliza y el bolígrafo escribe de manera casi ilegible todo aquello que me
quiere transmitir…
“Yo ahora vagabundeo entre dos planos, yo
ahora camino o mejor dicho, mi energía flota entre el espeso aire de todo
aquello que me abruma. Todo depende a lo que te dediques, todo es aquello a lo
que te acerques, todo es según el hombre de la capucha. Ese, ese mismo que eres
tú Juan, todo depende a lo que te dediques y tu corazón te lleve. Aquello que
es necesario, no tiene que por ser lo que es imprescindible, hay muchas cosas
que aprender y muchas cosas por las que luchar.”
Una
fuerza oscura, una fuerte energía me hace soltarlo todo y como el que escucha
una voz dentro de sí mismo, adivino o creo que acierto luego a escribir…
–
- ¿Quién te crees que eres o quién
eres, para venir achuchando de esta manera?, no puedes entrar en mí y querer
explicarme todo aquello que no quiero saber o percibir. ¿Con cuál propósito
entras dentro de mí si no es para nada bueno?, todo lo tuyo lo he intentado
salvar, hasta que me he dado cuenta que todo lo tuyo era o es solamente yo. No
vengas ahora, déjame tranquilo. No quiero ser maleducado, no quiero faltar el
respeto, pero vete, márchate, sal de dentro de mí y no vuelvas. Déjame
descansar unos años o toda una eternidad.
Aire
violento, sopla el viento, se desata en la calle la discordia. Todo son luces
de ambulancia, que resplandecen en la negra noche de la madrugada de un día de
tal fecha que no quiero recordar, ¡qué más da! Le he plantado cara al mismísimo
diablo, espero que no me lo tenga en cuenta el día de mi muerte.
“Tú no sabes ya quien soy yo, a que me he
convertido o en que me he transformado. Al Ser humano le pasa como a los
gusanos de seda. Sí, digo la verdad y solamente la verdad. Somos como estos
pequeños insectos, hasta que nuestro cuerpo expira y nos convertimos en
mariposas. Sí, detonamos nuestras alas de colores y volamos hasta dónde no nos
alcanza el Sol. Volamos tan alto, que las nubes parecen ser nuestros cómodos
asientos y nuestros verdaderos escondites.
Somos más allá de lo que somos, a ti también
te pasará lo mismo. Morirás, morirá tu cuerpo, cansado y oxidado, acabará
sucumbiendo al paso del tiempo y de los años. Eso si tienes suerte y no te pasa
como a mí y tu cuerpo te diga adiós y te abandone a mitad de la vida. Tú sabrás
lo que llegas a hacer, somos como los insectos, abejas en vibración que acaban
aleteando sus alas de maravillosos colores.”
Nervioso en acción, me propongo a seguir
escribiendo, hasta que las agujetas me dominen y me hagan dejar de escribir.
Todo es relativo, todo solo está preconcebido. Sigo solo, sigo con mi música,
sigo como sigo, haciendo lo que debo hacer. Yo lo tenía en un altar, en un
pedestal demasiado alto y ahora se ha derrumbado y yo con él. Ya no sé qué
creer, me he quitado la venda de los ojo, me han quitado el caramelo que me
hacía soñar, a sabor del azúcar de mi propia y efímera juventud. Ahora solo
sueño en seguir viviendo, en seguir disfrutando. Juro y prometo, prometo y juro
que me casaré. Encontraré aquella que haré primero mujer y luego madre de mis
vástagos.
Grito de manera silenciosa, solo para dentro,
para dentro de mi propia alma. Todo aquello en lo que creía y que veneraba, se
había diluido como el agua. Solo necesito, solo siento la necesidad de salir,
de caminar y mezclarme entre la multitud, esa misma que si puede te aplasta y
te pisa sin piedad. No cojo el coche, me voy andando y me subo a uno de los
autobuses de línea de la misma ciudad. Miro por los cristales y veo la gente
correr, la sociedad corre como si no hubiese un mañana y solo el pasado les
acompañara, como una cruz de Cristo solo les falta los clavos para que estos sangren
sin voluntad propia.
Llego a mi destino, llego a dónde quería
llegar. Tengo que hacer zigzag, debo esquivar la humanidad consumista que se
apodera de todo aquello que en verdad no tiene valor alguno. Ahora paseo, pero
no por los parques que solía hacer mi hermano, sino por uno de esos
macrocentros llenos de tiendas y supermercados. Me gusta, me encanta el
bullicio, el mar de multitud, camino por ellos con las manos en los bolsillos.
Circulo pero lo hago en línea recta. Miro los escaparates, pero no miro lo que
me ofrecen o me quieren vender, sino miro y observo el reflejo de la gente deambular.
Me giro, ahora fijo más la mirada, como el que busca un amigo o un familiar y
recuerdo, todo son solo recuerdos.
A veces y solo a veces, aunque a mí me parezca
muy a menudo, me acuerdo de aquellos felices años de mi infancia. Junto mi
hermano mayor, que era todo un referente para mí. Intentaba seguirle,
intentaba emularle en todo aquello que
era posible. No, no es tanta la diferencia, tan solo diez años, que son diez
años. Ahora me parecen unos años arrebatados, una juventud vivida, pero me
falta la madurez calcada de aquel que se marcha sin decir adiós. No, no sabía
nada de su enfermedad, se lo calló, me lo ocultó, hasta que una insignificante
llamada telefónica lo descubrí y mi mundo se desmoronó. Ya sé que no había más
paseos a su lado, ni más consejos o simplemente más risas. Todo quedó por
descubrir, todo aquello que le quería mostrar y demostrar, quedó abatido como
un castillo de naipes.
Me relajo o al menos lo intento, no es bueno
correr, las prisas no son buenas consejeras, ¿quién me lo habrá dicho? En fin,
no tardo mucho y me vuelvo a mi casa ahora vacía y sin alma. Todo es el saber y
conocer. Enciendo una vela y la pongo en lo alto de uno de los muebles del
comedor, siempre con respeto, intentando ser de la misma forma correspondido.
La música que tanto habíamos escuchado, suena de forma tenue por los altavoces
y me coloco, primero sentado y luego, luego a saber.
Todo se fue abajo, hasta que he descubierto lo
que me ha abierto la puerta a todo lo oculto y que es tabú.
– ¡Hola!
Con la voz temblorosa y casi afónica le
digo a todo aquel que me escucha.
– ¡Hola!
Con tartamudeo, vuelvo a decirlo.
No me muevo, me quedo quieto como si estuviese
en una sesión de yoga. Con las piernas cruzadas y sentado en el suelo, intento
entrar en contacto con él. Pasa el tiempo, una hora, dos horas, hasta qué al
final, no sé si por terco o cansino, consigo lo que consigo, oler el peculiar
tabaco que fumaba. No hay humo, al menos que se condense y se vea y flote. Todo
es posible, me lleno de gozo y de alegría, al descubrir que todo es posible,
que todo es querer.
Puerta hacia las estrellas, ventanas hacia los
suburbios de la oscuridad, todo me enerva y se hebra como un hilo que intenta
coser el desgarro que hay en mi corazón. Todo, absolutamente todo sería escaso,
por esperar un nuevo abrazo con mi hermano. Solo el guardián de la puerta,
puede decidir si me acepta estando aún en el mundo de los vivos. Solo él tiene ese poder, ni Satanás puede
tomar tal decisión. Solo el que tiene la llave al otro plano, me hará de aguja
de hilo para coser mi cariño y aprecio hacia mi familiar tan cercano. Lo
intento, hasta que al final me doy por
vencido y quedo sumido en un dulce sueño.
Tiburones veo en las más profundas aguas de
aquello que es solo rebeldía, pirañas son las sombras que el guardián caza como
el que pesca con la caña. El hilo no se rompe, ni el que cose mi desgarro, como
tampoco aquel que es de pescador. ¿Quién será el que sirve de anzuelo?, me doy
cuenta que soy yo y me despierto de golpe, sudando en pleno mes de enero. No es
normal, solo sé que sonrío y no sé porque, ¿o sí? Solo me descubro ante aquello que existe,
aunque seamos tan ciegos que no lo veamos. Solo se gana el respeto, aquello que
no es de temer. Todo es posible en el mundo, un mundo que gira y gira y la
humanidad con él. Haciendo círculos, pasamos una y otra vez por lo mismo. Yo
seguiré con lo mismo, la vela arderá mientras yo esté en este plano y cuando
sea ya en el otro, no hará falta, porque nadie se acordará de nada, ¿o sí?,
quién sabe, a saber. Pero eso, eso ya es otra historia.
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