viernes, 14 de diciembre de 2018

                                De aquí para allá.

El Sol atraviesa el cristal del parabrisas del coche, voy en cuarta, a 80 km por hora. Saco la cabeza por el cristal, lo hago rápido, vaya que se me voltee el auto. Hay un cartel grande que pone…
                                         
                                                         CALIFORNIA 100

Me muerdo las uñas, ya tengo ganas de llegar, en una hora estaré tomando una cerveza en la playa más cercana. Como dice una canción, “me va”, no puedo evitarlo y por esa razón voy con mi Ford del 73. No espero encontrar el hombre de mis sueños, ya que para eso me tengo a mí y a mis sueños, sueños nunca claros del todo, que me hacen volar desde lo más alto hasta las estrellas.
                                       
                                                          CALIFORNIA 50

Empiezo a ver, a vislumbrar a dónde me acerco y todo en mí, es como un volcán en erupción. Todo es increíble, Sol, arenas blancas, y un cartel en una montaña que pone…
                                       
                                                         HOLLYWOOD

Aparco el coche y estirando los brazos me bajo. ¡Ah!, se me había olvidado, mi nombre  es,  John Francis y mi edad, mi edad que más da.

Soy un rompe corazones, todos los hombres me desean. Tengo cuerpo gym, todos lo admiran. Yo en cambio no les miro por eso, pero es que no hay ninguno que me llegue a los zapatos. Al menos que me los pudieran untar de betún, limpiar con un paño y escupir para sacarles el brillo. Soy un rompe corazones, ¡ay!, aquel hombre que se enamore de mí, deberá andar con cuidado y a paso rápido, ya que me gusta vivir lo más alocado posible. Que nadie ni me ate ni me encarcele, si eso que los barrotes sean dulces como el algodón de azúcar. Me gusta la bebida y la buena comida, pero no de esto vive solo el hombre. Aquel que sabe cuidarse, aquel que sabe su camino, sabe pisar fuerte y con firmeza.

Chico busca chica,  es lo primordial, es lo esencial, si te sales de la norma lo pasarás mal.
                                           
                                                              ESO DICEN…

Grandes calles, grandes avenidas, todo de parejas, parejas mixtas cogidas de la mano circulan por el boulevard.  No es nada especial, no es nada fuera de lo común, es lo normal. Mi sangre está ardiente, hay fuego en ella y solo tú eres capaz de enfriarla antes de que el fuego haga arder todo mi cuerpo. Solo tú, nadie más que tú, puedes calmar mi sofoco. Qué sería de mí, si yo desentono. Qué sería de mí, si yo ardo en alboroto.

Todo tiene un porqué, todo tiene una razón, dime tú pobre corazón, porqué,  no vienes en mi salvación.

¡Oh! Charles Dejaveu, ¿me has echado de menos, has podido sofocar nuestra soledad compartida? Yo no podría vivir sin ti, te lo digo porque te lo amo, te lo amo porque te quiero. No soporto ni un segundo más fuera de tu vida, vuelve, por favor vuelve. Sin ti, soy un tren sin frenos, no puedo controlar mi pasión ni me puedo desfogar y estoy a riesgo de explotar.

Un beso y algo más, vuela en el aire salado de la orilla del mar.

Yo nunca andaré libre sin ti, yo nunca caminaré por las grandes calles y te besaré en los callejones. Sí, esos mismos en los que me declaré, me declaré y me rendí por primera vez a tus labios.  Dime que no es verdad, ¿John Francis, no me deseas de la misma forma?  Si no es así me iré, me apartaré. Pero en mi interior yo sé, que todo aquello que me rodea eres solo tú y no hay nadie más que tú. Mi corazón galopa como un corcel, ven a mí no como un perrito, sino como un león, una fiera difícil de domesticar. Déjame que sea yo, quién te desfogue. Déjame que sea yo, quién te desee y te bese, hasta el amanecer.

Murmullos de placer al amanecer, es lo que me aparece cuando al lado de él despierta. 

Corazones de cartón hay alrededor de tu alma y desazón,  y que veo…  veo que lleva mi nombre escrito en ellos. ¡Oh! John Francis, siempre serás quien serás, porque mi corazón a ti pertenece y así debe ser. Iluminaré el mundo contigo a mi lado, serás quien serás, porque tú me robas el alma, el corazón y todo mi aliento. Este último, ya está dentro de ti, con un “te quiero”, escrito en la pared.

La historia no cambió, y sentados en la arena de la playa, vieron pasar el tiempo. El tiempo oxida el cuerpo, eso es cierto, pero no nuestro corazón y nuestro aliento. Podemos sí, podemos rejuvenecer y pegar un salto al aire y volar, volar tan alto que alcancemos la Luna. Esa misma que tanto se resiste a iluminar, cuando las nubes de la intolerancia hacen que una lluvia escasa, no llegue ni a tocar el suelo. Porque los tiempos cambian y todos, absolutamente todos gozamos de libre albedrío y todos, absolutamente todos somos libres de expresarnos y amar, amar sin condiciones.

Divaga y dibuja un cuchillo con el dedo en la arena húmeda de la orilla y haciendo señas, le dice a John Francis…

Dame esa daga o acércame el abrecartas, no, no voy a cortarme las venas. Simplemente voy a hacer una señal en la pared. Escribiré tu nombre y luego lo tacharé, lo eliminaré como si hubieses sido el demonio de una sola noche. Esa, esa en la que la Luna se tiñe de sangre. La misma que cuando el Sol se refleja de cierta manera y la Luna, esa pedazo de roca redonda, que hace que todos miremos y aullemos como los lobos en época de celo. Soy Charles, Charles Dejaveu, abre la condenada puerta.

Este sorprendido, le sigue el juego.

Pero si estás en mi cama…

Por eso, ábreme tu puerta y déjame entrar, que me ataré a ti como si fuese en ello mi propia vida. Eres el todo,  mi luz y corazón, no me dejes sin vivir.

Entre las cárceles, entre las prisiones de lo más bajo del Ser humano, se esconde lo más oculto y eso, eso es el odio, el odio a conocer, a conocer y a permitir ser escuchado, escuchado y respetado tal como es uno. Charles Dejaveu no pide gran cosa, no solicita lo imposible, solo respeto. Respeto por aquello que tiene forma y nombre, forma de corazón y nombre, ¡ay!, nombre de hombre. Como hombre ama, pero no a una doncella o dama, que sería de alto respeto y bien visto. Si no a un semejante como él, y que solo desea ser correspondido y aceptado aquí y en las estrellas. No hay mayor error que el desprecio y la humillación, por no ser como lo que se considera normal. Que se le va a hacer, al corazón no se le puede domar ni engañar.

Las luces de las farolas, me hacen saber que es de noche, la noche de la Gran  Ciudad. Todo se mezcla, desde la cerveza, al brandy, acabando en una noche de alcoba de alguna habitación. Soy explosivo, soy una bomba nuclear, ¿mi nombre?, ¡qué más da! John Francis, ese es, ya lo sabes. ¿Qué más quieres saber, mi altura, mi edad?,  cómo si no lo supieras ya. Sabes quién soy, sabes cómo soy, promiscuo, promiscuo pero solo te quiero a ti.

Lloro, me desemboca en mi corazón una cascada de lágrimas, el saber que no voy a volver a verte. Lo pasamos tan bien, tan genial y me había acostumbrado a tu compañía, me había aferrado a tu querer, que ahora me siento solo. Verdaderamente solo, sin saber camino por la senda de la soledad, sin pararme a saludar a aquellos que me conocen. Todo el pasado fue mejor, y es tan fácil recordarlo. Lo difícil es volver a abrazarte, abrazarte como aquella primera vez que nos vimos. ¿Te acuerdas?, fue una noche en la Gran Ciudad, una noche cerrada sin más estrellas que tú.

No puedo imaginarme un mundo sin ti, pero debo hacerlo. Ya no estás aquí, ¿porqué,  aquel coche en aquel lugar? No vistes que el semáforo ya parpadeaba y el hombre en sí, tenía prisa y aceleró. No te distes cuenta, pero para los dos se nos paró el tiempo. El conductor dejó de tener prisa y yo, John Francis, me quedé arrodillado en el suelo llorando y maldiciendo la mala suerte.

Si pudiera, yo contigo me cambiaba, no por cortesía, sino por egoísmo. Prefiero esperarte al otro lado, que sufrir y no compartir el mismo aire. Yo si pudiera, lo haría sí, me cambiaba por ti. Me cambiaba, le pegaba el cambiazo a la mismísima muerte. ¡Qué más da!, solo sin tu compañía no quiero estar. Solo de pensarlo me dan ganas de ir rápido contigo, pero eso no puede ser. Luego, quizás más tarde, escriba una nota o algo para leerlo el día de tu funeral o sea este mismo relato el que me sirva, solo debo secarlo y dejarlo al Sol de la mañana, para que se refresque con tu aliento y tu “hola”, desde el horizonte. Dónde los dos mares se juntan, formando lo que realmente llamamos “vida”.


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