No
me tires más piedras, por favor.
Son las siete de la tarde de algún viernes, no
llueve, pero el verano ya dice adiós. Veo jugar a unos niños en un parque, veo
como se pelean uno contra todos, uno diría “son cosas de niños”. Pero no, no lo
son. No dejan jugar a uno, no lo dejan entrar en el grupo, todo por ser su piel
de diferente color. Negro, blanco, amarillo, qué más da. Los padres de estos
pequeños, no dicen nada. Ellos entre sí, sí que tienen su mismo color y tienen
su propio grupo, siguen a lo suyo y miran para otro lado, no educan ni inculcan
a los pequeños, el respeto y la cordialidad.
La tolerancia a todos aquellos que por alguna razón, se sienten o son
diferentes.
El padre del
niño, sentado solo en otro banco, pero cerca. Harto de ver como se niegan a
dejarle jugar, se va cabizbajo, pero apretando los dientes con su hijo, echa
una mirada hacia atrás, pero sigue su camino. Mira a su hijo y mostrándole una
sonrisa, le seca los ojos con las manos y levantando la mirada, tragándose su
propio orgullo, se marcha con el niño para casa. Los demás,
aquellos que deberían ser sus “amigos”, no se molestan en despedirse y si lo
hacen, qué más da, “son cosas de niños”. Lo que no saben o sí, es qué por mucho
que digan que cambien las leyes, lo que no dicen es que no cambian los valores
en la sociedad. Estos pasan de padres a hijos, de abuelos a nietos. Todo es
pertenecer a algo, pertenecer a algún grupo, por pequeño que sea estar dentro
de alguno. Todos absolutamente todos, tenemos el derecho a la vida y que esta
sea digna.
La vida es como
una ruleta rusa. Desde nuestro nacimiento, estamos predispuestos. No se sabe si
es acertado o no, donde nacemos y donde nos criamos. Pero miramos la
televisión, leemos el periódico y alguno piensa, alguno razona, que todo lo que
pasa en nuestro entorno es solo la punta de un iceberg. Flotando se encuentra y
solo enseña el pico, el trozo más helado se encuentra debajo, oculto en las
frías aguas de la injusticia.
Camino despacio, camino dando un paseo, solo por
culpa a la desolación humana, le doy una patada a una lata vacía de un
refresco. Soy una persona adulta y observo, hago hincapié mentalmente en las
injusticias y en todo aquello que según dicen algunos, nos deshonra como
personas humanas. ¿Qué es justo y quién es portador de la verdad absoluta?, yo
no lo soy, pero también tengo mis valores, eso sí que es cierto. Aquellos que
no es que fueran inculcados ni gravados en mi mente como el ardiente acero de
una espada. Hace frío y empiezo a estar cansado. Veo al final, en una de las
esquinas, una taberna y entro, entro y digo “buenas tardes”, nadie contesta. En
parte eso es normal y yo, yendo a mi aire me pido una copa de cerveza.
Tomo asiento en la barra, solo una copa de
cerveza, solo una. Observo a mi alrededor todo aquello que me rodea, pero me
quedo mirando fijamente la tele. Todo son desgracias ajenas, todo es frío y
hambre. Yo me encojo, al mismo tiempo que me da un escalofrío. Sí, lo estoy y si entro, solo son quince
minutos, el tiempo de hacer un descanso, pero ya eso me cansa de ver y de oír.
Salgo a la calle y encendiéndome un cigarrillo, camino calle abajo, hacia el
final de la avenida. Son las nueve de la noche y las luces de las farolas están
ya encendidas. No corro ni aligero el paso, ¿para qué?, no tengo nada mejor que
hacer.
Como un alma en
pena se marcha uno, con dos o tres cervezas de más, yo no soy nadie para juzgar
a nadie, cada cuál es libre y se marcha, se dirige hacia su casa hablando en
voz alta.
–
- No
digo que llueve, porque no lo hace, eso sí, ya refresca y es que el verano se
acaba. Mi mujer me espera en casa ¿qué le digo ahora?, no tenemos hijos y
tampoco los deseamos. Estamos bien así, como ahora. Aunque haya quien mire mal,
una relación sin hijos, pues así es. Ya mismo es más, se nos pasará la edad de
tenerlos y no por ello caemos en la rutina, soledad o depresión.
Anda, vaga con
rumbo, hacia abajo, por la avenida. Hay muchas luces, muchas de ellas se
encienden y se apagan de manera intermitente. Intentan con ello captar,
hipnotizar, para apoderarse de tu dinero y de tu vida. Él, tentado, pasa de
largo y casi sin mirar y se dirige sin
parada, hacia casa.
–
- Largos
caminos, hondos mares de desidia y de maldad, ensombrecen la penumbra luz del
Sol en la niebla. Inciertos parajes de desolación, es lo que une aquello que
debería ser ajusticiado.
¿Qué piedra hace más daño, la que es alzada con el
puño al aire y tirada o aquella que es arrastrada con una cuerda a la espalda,
debido a una esclavitud o a una cobardía? Todo depende, yo sigo mi camino,
bueno o malo, ese es mi destino. Hago un rodeo, no voy en línea recta, no voy
con una dirección marcada o una dirección prefijada. Observo, solo observo y
medito. No rezo, no hago ninguna oración, porque no creo en ningún dios ni en
ningún Ser divino.
Las piedras, las dejo rodar, como el que las ve
moverse en un riachuelo. Peces de todos los tamaños y colores, nadan en el agua
transparente de la bondad. ¡Porqué!, ¿no
lo hace igual el hombre y la mujer? No inculcan valores reales y no se limitan
a enseñar la cadena de la vida, solo enseñan aquellos que ellos llaman de
protección, trayendo consigo los racismos y la falta de empatía y respeto hacia
a todos los grupos infinitos que existen y viven alrededor nuestro. Todo ello
es igual que siempre, “respetarás y conocerás, pero la sociedad no está por
ello.
No somos solo víctimas
de cambios sociales y eso, eso me exaspera y me enoja. Todo son grupos, todo
son guetos. Si te sales de la norma, eres diferente y en la mayoría de los
casos, serás marginado. Pero no desfallezcas, seguro que perteneces a algún
colectivo, todos, absolutamente todos, pertenecemos a uno. Luchar por vivir en
un lugar, donde estás solo y aislado, es meritorio, pero no vivirás plenamente,
ya que no gozarás del todo y de todo.
Todo es así, no
hay más. Todo es relevante para aquellos que tienen inculcados unos valores
arcaicos y que no deberían de ser y existir en el siglo actual.
Ando despacio, camino solo, como el que deambula
entre la muchedumbre que va en destinos opuestos. Solo, ando solo, nadie me
coge de la mano. ¡Qué más da! Si eres un chico o una chica, te tirarán piedras,
te lanzarán insultos. ¿Quién sabe? Comenzar este relato es un reto, ¡qué más
da!, si soy un hombre o una mujer. Lo que verdaderamente importa y lo que es
importante, es que el amor y el respeto tienen que ser noble y sincero.
Te tirarán
piedras, te harán el vacío, mientras ellas y ellos, murmuran a tus espaldas.
Murmuran y dicen, alardean tanto de ser “mujer” o de ser “macho”. ¡Qué más da!
Si soy un hombre o una mujer y cuál es mi edad, lo importante, lo que es la
esencia es el amor y que este, sea noble y sincero.
Veo, porque tengo
ojos, a personas de la tercera edad, caminar cogidos de la mano, haciéndose
bromas, haciéndose sonrisas cómplices y nadie, absolutamente nadie se da por
sorprendido.
No me tires
piedras, por favor no lo hagas, que nadie, absolutamente nadie es portador de
la verdad absoluta. ¡Eso sí!, Hay muchos, varias decenas, varios cientos y
miles, que creen tener la razón de todo aquello que nos rodea. Ya sea por
criterio propio o por religión, se creen que saben cuál es el camino a seguir
por toda la humanidad y ello, ello sí que es una catástrofe.
Estamos abocados
a vivir muchos dentro de una mentira, todo por no querer luchar y ser sinceros
con nosotros mismos.
Ya de muy joven, me abrieron una ceja de una
pedrada y ahora de mayor, por culpa de los palos recibidos uno abre los ojos,
para desdicha mía veo lo que realmente es la vida.
¿Quién tiene
mayor grado de estigma? Quién es, que colectivo tiene mayor grado de rechazo. Después dicen que todos somos iguales ante la Ley y ante aquello que se llama
respeto a la convivencia como seres humanos. Respeto y cordialidad, ¡quién sabe
por quién canta la canción! Una canción que es como la vida misma, circula por
un disco de vinilo. Cuando llegue al final, se acabará todo, dando fin a la
existencia de uno. No habrá vuelta de hoja o vuelta a una cara “B” del disco.
Lo único que podemos conseguir, si damos mucho a la cabeza, es rallar el disco y
que este salte una y otra vez ante el mismo problema o situación. Sería penoso,
sería incluso en algún caso, hasta trágico. Quién sabe lo que nos depara el
futuro. Solo espero que algún día exista el abrazo mundial al respeto y a la
cordialidad.
Me paro en una esquina, enciendo uno de mis
cigarrillos y me viene a la oreja, me viene al oído, la conversación de un
padre con su hijo adolescente. Yo no soy chafardero ni me gusta ser intruso,
así que me alejo. Pero el tono de voz empieza a subir y no yo solo no lo deja
de oír.
–
-- Papa,
por favor no me regañes. No me regañes por pensar diferente, por no encajar y
correr dentro de la rueda de hánmster. Yo no soy como tú quisieras que fuera, ya
sabes que no. Soy como la mayoría, eso es cierto. ¿Y qué es la mayoría? No sé,
si la mayoría es blanca o negra, pero mi condición, mi identidad sexual va por
otro lado. No, no, no va por mal sitio o lugar, simplemente que no encajo.
Respira hondo el
padre y en voz más adecuada le dice…
–
- -- Acabarás
merodeando y deambulando por los barrios oscuros y los guetos de la ciudad. Te
harás mayor y envejecerás como todo el mundo, pero te reinará la soledad, quien
sabe si completa o compartida. ¿Quién sabe en realidad lo que puede ocurrir? Lo
único cierto, es que hay que luchar, luchar y vivir. Por un segundo de vida,
muere uno. Por instante de sentirse vivo, uno se arriesga y no se es cobarde.
La cobardía no lleva a ningún lado y dicen también que el cementerio está lleno
de valientes. La única diferencia es que unos son recordados y respetados. Los
otros, nadan en la más pura indiferencia y nadie se acuerda de ellos.
Cogiéndole de las
manos y mirándole fijamente a los ojos, se entrecruzan sus almas y corazones.
–
-- Papa,
por favor no me regañes. Las chicas no me enamoran, son los chicos los que son
mi verdadera debilidad y atracción. Si quieres que reniega de mi condición,
estoy renegando de mi identidad y por lo tanto, no me puedo sentir vivo.
Ya no somos títeres, ya no somos gobernados con
hilos transparentes. Ahora pensamos y sabemos elegir nuestro propio camino, así
qué quien sea puro y transparente, que me pegue una pedrada y me abra la ceja.
Porque los ojos ya los tengo abiertos y es qué quien dice que existe alguien
que mueve los hilos a su antojo, como si fuésemos títeres o marionetas viviendo
en cajas de hormigón.
–
-- No me
seas flojo, todo será que no has conocido a esa chica que está hecha para ti,
date tiempo, no me hagas esto. Tengo muchos planes para ti y si eres como
quieres ser, estarás renunciando a ser alguien, alguien de verdad, un hombre de
provecho. ¿Qué le digo a tu madre, que le digo a la gente? ¡Ay! Lo que me va a
caer encima, pero en fin, si es tu deseo, vete a la capital y fórjate un
futuro. No quiero conocer a nadie de los tuyos, no quiero ni deseo entablar
relación alguna, con aquellos que tú llamas “amigos”.
Lloro, a mi edad
y lloro. No deseo nada más que tu aprobación y que me apoyes. ¿Y que recibo a
cambio? Todo un descontento y un sermón. Lejos quedarán aquellos años en los
que verdaderamente me respetabas y me respaldabas, todo ello quedará lejos.
Camina recto
hacia a algún cierto lugar, solo un timbre, solo un tono…
– Hola Juan, soy yo.
La puerta se
abre, se abre como el corazón de quién lo recibe. Solo desea romper los muros
de la intolerancia y de la falta de respeto. ¿Qué se les inculca, que salen con
los mismos valores de los años 70’? ¿Qué será de él, por seguir un camino que
le atrae y hace suyo? Le hace suyo y no sabe o sí, que la humanidad se rige en
amar sí, pero amar procreando. Procreando y trabajando como hormigas. Todo es
relativo, el amor, el bienestar y la identidad. Bueno esto último no, la
identidad es lo que prevalece siempre. Puede uno estar sin dinero, abocado a la
soledad completa, que su “yo personal”, siempre prevalecerá y por mucho que lo
pisoteen, le hará fuerte.
Se queda un buen
rato, incluso a cenar. Mira el móvil, ninguna llamada, ningún mensaje.
– ¿Puedo quedarme a dormir? Le pregunta
con la voz entrecortada.
– Claro que sí, tienes una cama en esta
habitación. Le pone la mano en el hombro,
mientras le enseña donde dormir.
– Ven, no te alejes, acércate y mírame.
Sí, soy negro y qué más da, mi sangre es igual de roja que la tuya.
– No te miro por ello, te miro por tu
fortaleza y que a pesar de los trances vividos, te mantienes en pie.
No deberían de existir ni las razas ni las
religiones. Si es verdad que existe otro mundo, otro lugar, debemos haber sido
concebidos por la misma Luz. Esa sí, la que dicen que vamos cuando dejamos este
atrás. Y me dicen que da igual el color de la piel, pero no solo existe ello,
sino además, hay diferentes creencias y diferentes maneras de ser y actuar.
¿Quién no dice, que tú, el que me lees, no eres puro y transparente? Hoy en
día, este es el mayor pecado mortal, te puedes morir en vida, por reflejarte
tal y como eres, “desnudo a la vista de un espejo”. Ese espejo es el mundo y no
dudes, no dudes que si pudieran te hundirían, no por ser malvado o mala
influencia, te hundirían por el mero placer de verte vencido.
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