miércoles, 20 de septiembre de 2017

                                         No me tires más piedras, por favor.

Son las siete de la tarde de algún viernes, no llueve, pero el verano ya dice adiós. Veo jugar a unos niños en un parque, veo como se pelean uno contra todos, uno diría “son cosas de niños”. Pero no, no lo son. No dejan jugar a uno, no lo dejan entrar en el grupo, todo por ser su piel de diferente color. Negro, blanco, amarillo, qué más da. Los padres de estos pequeños, no dicen nada. Ellos entre sí, sí que tienen su mismo color y tienen su propio grupo, siguen a lo suyo y miran para otro lado, no educan ni inculcan a los pequeños, el respeto y la cordialidad.  La tolerancia a todos aquellos que por alguna razón, se sienten o son diferentes.

El padre del niño, sentado solo en otro banco, pero cerca. Harto de ver como se niegan a dejarle jugar, se va cabizbajo, pero apretando los dientes con su hijo, echa una mirada hacia atrás, pero sigue su camino. Mira a su hijo y mostrándole una sonrisa, le seca los ojos con las manos y levantando la mirada, tragándose su propio orgullo, se marcha con el niño para casa. Los demás, aquellos que deberían ser sus “amigos”, no se molestan en despedirse y si lo hacen, qué más da, “son cosas de niños”. Lo que no saben o sí, es qué por mucho que digan que cambien las leyes, lo que no dicen es que no cambian los valores en la sociedad. Estos pasan de padres a hijos, de abuelos a nietos. Todo es pertenecer a algo, pertenecer a algún grupo, por pequeño que sea estar dentro de alguno. Todos absolutamente todos, tenemos el derecho a la vida y que esta sea digna.

La vida es como una ruleta rusa. Desde nuestro nacimiento, estamos predispuestos. No se sabe si es acertado o no, donde nacemos y donde nos criamos. Pero miramos la televisión, leemos el periódico y alguno piensa, alguno razona, que todo lo que pasa en nuestro entorno es solo la punta de un iceberg. Flotando se encuentra y solo enseña el pico, el trozo más helado se encuentra debajo, oculto en las frías aguas de la injusticia.

Camino despacio, camino dando un paseo, solo por culpa a la desolación humana, le doy una patada a una lata vacía de un refresco. Soy una persona adulta y observo, hago hincapié mentalmente en las injusticias y en todo aquello que según dicen algunos, nos deshonra como personas humanas. ¿Qué es justo y quién es portador de la verdad absoluta?, yo no lo soy, pero también tengo mis valores, eso sí que es cierto. Aquellos que no es que fueran inculcados ni gravados en mi mente como el ardiente acero de una espada. Hace frío y empiezo a estar cansado. Veo al final, en una de las esquinas, una taberna y entro, entro y digo “buenas tardes”, nadie contesta. En parte eso es normal y yo, yendo a mi aire me pido una copa de cerveza.

Tomo asiento en la barra, solo una copa de cerveza, solo una. Observo a mi alrededor todo aquello que me rodea, pero me quedo mirando fijamente la tele. Todo son desgracias ajenas, todo es frío y hambre. Yo me encojo, al mismo tiempo que me da un escalofrío.  Sí, lo estoy y si entro, solo son quince minutos, el tiempo de hacer un descanso, pero ya eso me cansa de ver y de oír. Salgo a la calle y encendiéndome un cigarrillo, camino calle abajo, hacia el final de la avenida. Son las nueve de la noche y las luces de las farolas están ya encendidas. No corro ni aligero el paso, ¿para qué?, no tengo nada mejor que hacer.

Como un alma en pena se marcha uno, con dos o tres cervezas de más, yo no soy nadie para juzgar a nadie, cada cuál es libre y se marcha, se dirige hacia su casa hablando en voz alta.
      
                 -   No digo que llueve, porque no lo hace, eso sí, ya refresca y es que el verano se acaba. Mi mujer me espera en casa ¿qué le digo ahora?, no tenemos hijos y tampoco los deseamos. Estamos bien así, como ahora. Aunque haya quien mire mal, una relación sin hijos, pues así es. Ya mismo es más, se nos pasará la edad de tenerlos y no por ello caemos en la rutina, soledad o depresión.

Anda, vaga con rumbo, hacia abajo, por la avenida. Hay muchas luces, muchas de ellas se encienden y se apagan de manera intermitente. Intentan con ello captar, hipnotizar, para apoderarse de tu dinero y de tu vida. Él, tentado, pasa de largo y casi sin mirar y se dirige  sin parada, hacia casa.
      
                             -    Largos caminos, hondos mares de desidia y de maldad, ensombrecen la penumbra luz del Sol en la niebla. Inciertos parajes de desolación, es lo que une aquello que debería ser ajusticiado.

¿Qué piedra hace más daño, la que es alzada con el puño al aire y tirada o aquella que es arrastrada con una cuerda a la espalda, debido a una esclavitud o a una cobardía? Todo depende, yo sigo mi camino, bueno o malo, ese es mi destino. Hago un rodeo, no voy en línea recta, no voy con una dirección marcada o una dirección prefijada. Observo, solo observo y medito. No rezo, no hago ninguna oración, porque no creo en ningún dios ni en ningún Ser divino.

Las piedras, las dejo rodar, como el que las ve moverse en un riachuelo. Peces de todos los tamaños y colores, nadan en el agua transparente de la bondad.  ¡Porqué!, ¿no lo hace igual el hombre y la mujer? No inculcan valores reales y no se limitan a enseñar la cadena de la vida, solo enseñan aquellos que ellos llaman de protección, trayendo consigo los racismos y la falta de empatía y respeto hacia a todos los grupos infinitos que existen y viven alrededor nuestro. Todo ello es igual que siempre, “respetarás y conocerás, pero la sociedad no está por ello.

No somos solo víctimas de cambios sociales y eso, eso me exaspera y me enoja. Todo son grupos, todo son guetos. Si te sales de la norma, eres diferente y en la mayoría de los casos, serás marginado. Pero no desfallezcas, seguro que perteneces a algún colectivo, todos, absolutamente todos, pertenecemos a uno. Luchar por vivir en un lugar, donde estás solo y aislado, es meritorio, pero no vivirás plenamente, ya que no gozarás del todo y de todo.

Todo es así, no hay más. Todo es relevante para aquellos que tienen inculcados unos valores arcaicos y que no deberían de ser y existir en el siglo actual.

Ando despacio, camino solo, como el que deambula entre la muchedumbre que va en destinos opuestos. Solo, ando solo, nadie me coge de la mano. ¡Qué más da! Si eres un chico o una chica, te tirarán piedras, te lanzarán insultos. ¿Quién sabe? Comenzar este relato es un reto, ¡qué más da!, si soy un hombre o una mujer. Lo que verdaderamente importa y lo que es importante, es que el amor y el respeto tienen que ser noble y sincero.

Te tirarán piedras, te harán el vacío, mientras ellas y ellos, murmuran a tus espaldas. Murmuran y dicen, alardean tanto de ser “mujer” o de ser “macho”. ¡Qué más da! Si soy un hombre o una mujer y cuál es mi edad, lo importante, lo que es la esencia es el amor y que este, sea noble y sincero.
Veo, porque tengo ojos, a personas de la tercera edad, caminar cogidos de la mano, haciéndose bromas, haciéndose sonrisas cómplices y nadie, absolutamente nadie se da por sorprendido.
No me tires piedras, por favor no lo hagas, que nadie, absolutamente nadie es portador de la verdad absoluta. ¡Eso sí!, Hay muchos, varias decenas, varios cientos y miles, que creen tener la razón de todo aquello que nos rodea. Ya sea por criterio propio o por religión, se creen que saben cuál es el camino a seguir por toda la humanidad y ello, ello sí que es una catástrofe.

Estamos abocados a vivir muchos dentro de una mentira, todo por no querer luchar y ser sinceros con nosotros mismos.

Ya de muy joven, me abrieron una ceja de una pedrada y ahora de mayor, por culpa de los palos recibidos uno abre los ojos, para desdicha mía veo lo que realmente es la vida.

¿Quién tiene mayor grado de estigma? Quién es, que colectivo tiene mayor grado de rechazo. Después dicen que todos somos iguales ante la Ley y ante aquello que se llama respeto a la convivencia como seres humanos. Respeto y cordialidad, ¡quién sabe por quién canta la canción! Una canción que es como la vida misma, circula por un disco de vinilo. Cuando llegue al final, se acabará todo, dando fin a la existencia de uno. No habrá vuelta de hoja o vuelta a una cara “B” del disco. Lo único que podemos conseguir, si damos mucho a la cabeza, es rallar el disco y que este salte una y otra vez ante el mismo problema o situación. Sería penoso, sería incluso en algún caso, hasta trágico. Quién sabe lo que nos depara el futuro. Solo espero que algún día exista el abrazo mundial al respeto y a la cordialidad.

Me paro en una esquina, enciendo uno de mis cigarrillos y me viene a la oreja, me viene al oído, la conversación de un padre con su hijo adolescente. Yo no soy chafardero ni me gusta ser intruso, así que me alejo. Pero el tono de voz empieza a subir y no yo solo no lo deja de oír.
    
                        --     Papa, por favor no me regañes. No me regañes por pensar diferente, por no encajar y correr dentro de la rueda de hánmster. Yo no soy como tú quisieras que fuera, ya sabes que no. Soy como la mayoría, eso es cierto. ¿Y qué es la mayoría? No sé, si la mayoría es blanca o negra, pero mi condición, mi identidad sexual va por otro lado. No, no, no va por mal sitio o lugar, simplemente que no encajo.

Respira hondo el padre y en voz más adecuada le dice…
    
 -                        --     Acabarás merodeando y deambulando por los barrios oscuros y los guetos de la ciudad. Te harás mayor y envejecerás como todo el mundo, pero te reinará la soledad, quien sabe si completa o compartida. ¿Quién sabe en realidad lo que puede ocurrir? Lo único cierto, es que hay que luchar, luchar y vivir. Por un segundo de vida, muere uno. Por instante de sentirse vivo, uno se arriesga y no se es cobarde. La cobardía no lleva a ningún lado y dicen también que el cementerio está lleno de valientes. La única diferencia es que unos son recordados y respetados. Los otros, nadan en la más pura indiferencia y nadie se acuerda de ellos.

Cogiéndole de las manos y mirándole fijamente a los ojos, se entrecruzan sus almas y corazones.
        
                --    Papa, por favor no me regañes. Las chicas no me enamoran, son los chicos los que son mi verdadera debilidad y atracción. Si quieres que reniega de mi condición, estoy renegando de mi identidad y por lo tanto, no me puedo sentir vivo.

Ya no somos títeres, ya no somos gobernados con hilos transparentes. Ahora pensamos y sabemos elegir nuestro propio camino, así qué quien sea puro y transparente, que me pegue una pedrada y me abra la ceja. Porque los ojos ya los tengo abiertos y es qué quien dice que existe alguien que mueve los hilos a su antojo, como si fuésemos títeres o marionetas viviendo en cajas de hormigón.
        
                    -- No me seas flojo, todo será que no has conocido a esa chica que está hecha para ti, date tiempo, no me hagas esto. Tengo muchos planes para ti y si eres como quieres ser, estarás renunciando a ser alguien, alguien de verdad, un hombre de provecho. ¿Qué le digo a tu madre, que le digo a la gente? ¡Ay! Lo que me va a caer encima, pero en fin, si es tu deseo, vete a la capital y fórjate un futuro. No quiero conocer a nadie de los tuyos, no quiero ni deseo entablar relación alguna, con aquellos que tú llamas “amigos”.

Lloro, a mi edad y lloro. No deseo nada más que tu aprobación y que me apoyes. ¿Y que recibo a cambio? Todo un descontento y un sermón. Lejos quedarán aquellos años en los que verdaderamente me respetabas y me respaldabas, todo ello quedará lejos.

Camina recto hacia a algún cierto lugar, solo un timbre, solo un tono…

–          Hola Juan, soy yo.

La puerta se abre, se abre como el corazón de quién lo recibe. Solo desea romper los muros de la intolerancia y de la falta de respeto. ¿Qué se les inculca, que salen con los mismos valores de los años 70’? ¿Qué será de él, por seguir un camino que le atrae y hace suyo? Le hace suyo y no sabe o sí, que la humanidad se rige en amar sí, pero amar procreando. Procreando y trabajando como hormigas. Todo es relativo, el amor, el bienestar y la identidad. Bueno esto último no, la identidad es lo que prevalece siempre. Puede uno estar sin dinero, abocado a la soledad completa, que su “yo personal”, siempre prevalecerá y por mucho que lo pisoteen, le hará fuerte.
Se queda un buen rato, incluso a cenar. Mira el móvil, ninguna llamada, ningún mensaje.

–          ¿Puedo quedarme a dormir? Le pregunta con la voz entrecortada.

–          Claro que sí, tienes una cama en esta habitación. Le pone la mano en el hombro, mientras le enseña donde dormir.

–          Ven, no te alejes, acércate y mírame. Sí, soy negro y qué más da, mi sangre es igual de roja que la tuya.

–          No te miro por ello, te miro por tu fortaleza y que a pesar de los trances vividos, te mantienes en pie.


No deberían de existir ni las razas ni las religiones. Si es verdad que existe otro mundo, otro lugar, debemos haber sido concebidos por la misma Luz. Esa sí, la que dicen que vamos cuando dejamos este atrás. Y me dicen que da igual el color de la piel, pero no solo existe ello, sino además, hay diferentes creencias y diferentes maneras de ser y actuar. ¿Quién no dice, que tú, el que me lees, no eres puro y transparente? Hoy en día, este es el mayor pecado mortal, te puedes morir en vida, por reflejarte tal y como eres, “desnudo a la vista de un espejo”. Ese espejo es el mundo y no dudes, no dudes que si pudieran te hundirían, no por ser malvado o mala influencia, te hundirían por el mero placer de verte vencido.

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