sábado, 30 de septiembre de 2017

                                  Fabulas de la luz y de la oscuridad.

¡Fabulas de luz, fabulas de oscuridad, que es real y que es mentira! Que venga el que sea portador de la verdad y que me lo diga. Sueños eternos en la noche divagando entre lo que tiene sentido y lo que solo es divagar. Vivencias puntuales durante el día, ¿a eso se le llama inteligencia? ¿Cuándo se vive realmente, cuando uno por la mañana se agita o por la noche levita? Quién iba a saber lo que se avecinaba, si era el deseo de un diminuto animal o era la grandeza del poder oscuro. ¿Quién puede creer si es solo un sueño nocturno o quizás solo es un hombre moribundo?  Quién podía saber, si lo que era real no era nada más que una utopía que se la estaba creyendo y caminaba por la ladera del río, caminaba y caminaba, hasta que ¡zas!, resbaló. Resbaló y vivió por un momento de dolor lo que era verdaderamente el amor. El amor por uno mismo, por el deseo de quererse sin llegar a la línea del narcisismo. Ese el que se mira al espejo por las mañanas, sí ese hombre que creía que imaginar era cosa de veranos en la playa y el anochecer lleno de estrellas, viendo a las chicas más guapas, todas ellas bronceadas y que le llamaban la atención. Le llamaban como un dulce cantar de sirena y le hacía galopar el corazón, como si fuese una carrera de caballos. ¿Por cuál apostar, por el blanco de la luz o el negro de la oscuridad? Quién sabe, solo se sabe que los dos tienen su belleza. ¿Cuál de ellos dos, podría tener el boleto ganador? Piensa y repiensa, cuál camino elegir.

Deshojo una flor, no tiene porqué ser una margarita. Deshojo una flor, pensando en ti corazón. En ella encuentro mi casa y mi hogar, siempre que tú me lo permitas. Cielo azul, tierra verde, lluvia que cae de forma fina y tímida. No llores más por favor, no te sientas tan triste, que yo entraré en tu interior y te lo llenaré de luz y de amor.

Tiempo es lo que necesita, tiempo, al mismo tiempo que se le oxida su cuerpo. Romper muros, romper utópicos, romper las normas sin llegar por eso a la anarquía. Todo es relativo, todo es perecedero y como una rosa, un hombre y una mujer se marchitan.
         
                            * Yo soy el Sol, el astro Rey y como tal, domino a la Tierra, como al igual que a los demás planetas que como vasallos, giran y giran a mi alrededor. Todo tiene su razón de ser y el amor, ¡ay, el amor! Es la mayor de las debilidades y calamidades de la humanidad, el amor y el deseo carnal de una noche, qué os puedo decir. Todo lo veo demasiado débil, demasiado tentador. Una noche de pasión y después, ¿qué?

Lejos han quedado los veinte años para algunos, aunque nuestra alma diga que sí, el  cuerpo nos tira para atrás, quien sabe hasta dónde poder llegar, quién sabe hasta dónde el hombre podrá caminar. Sigue durmiendo, sigue despierto quizás y solo quizás se encuentra andando por el pasillo hacia el baño. ¡Ay! Tanto río de agua, y tanto fluir le ha hecho debatir si vive ahora que sueña pero no duerme.

A veces recuerdo la playa, a veces y solo a veces, me viene a la memoria, el nacimiento de los días. Esos días en los que amanece con el Sol surgiendo de las profundidades del mar. Ahora me siento demasiado seco, demasiado nostálgico y solo me encuentro en una montaña, en una montaña vulgar sin nada en especial. No veo, no oigo nada en especial, solo los sonidos de los animalillos que son por el lugar.

Bajando la tapa del wáter, mira al techo, a la luz alógena del baño y dice en voz alta…
        
               -- ¿Quién eres tú, que me hablas? No sé si será debido a la soledad, la que me ha abocado a la locura y yo no sé hablar con los demás.

Sonríe y no estés triste, soy tu conciencia, alarga los labios formando una línea alegre. Todo depende de la actitud con la que te enfrentes a las cosas. Todo viene de rebote, todo viene según remes en el río de la esperanza. No tengo que llorar, tengo que ser feliz.

Se enoja, se enfada y mirándose al espejo, de un puñetazo lo rompe. Añicos quedan los trozos de cristal, añicos como el corazón solitario que le inunda en sangre pura y bondadosa. Todo ahora es rojo, rojo por la sangre que burbujea de los nudillos de la mano derecha.

Alguien quién sabe quién, le habla y le comenta mientras él se tapa la mano con una pequeña toalla.
       
                           -- Esta es una simple montaña, con un simple río, el castor te engaña, el castor solo embauca al más simple. Tienes que ser fuerte, la que tenga que ser tu esposa ya te llegará, eres joven, no pienses tanto en ello. Lo único es qué te has dado cuenta de cómo eres y como son tus sentimientos. Bellos son por eso, bellos y dignos de respeto. Espero darte luz y guía para que encuentres a tal mujer. Aquella que te acompañe en el difícil viaje de la vida y te pueda dar la alegría de engendrar vástagos y criarlos y educarlos, dándoles de todos sabios consejos.

Pienso, luego estoy vivo. Qué más da lo que haga, me duele la mano ensangrentada y me duele el pecho de falto de amor y cariño. Por cuál camino apostar, por qué jinete dejarme aconsejar, quién sabe a saber.

No tiene miedo a la vida y sabe que esta, es una lucha diaria por mantener el equilibrio. Nada puede ser más cierto y más verdadero que aquello que se consigue con la lucha y apostar sí, apostar por un sueño y poder ser lo que uno quiere ser. Vuelve a decir en voz alta y clara, tan alta que puede haber despertado a algún que otro vecino.
      
                              -   Si yo salto de alegría, tanto, que me doy en la cabeza con las estrellas. Esas sí, las que son dueñas del Universo, esas que iluminan en lo más oscuro y frío de todo que es el Todo. No lloro más, construiré la barca de mis sueños y la llenaré de ilusiones. No llores y rema, dejándote fluir por la corriente. Verás de todo, castores, peces de colores, hasta alguna culebrilla. Todo inofensivo, no llores y sonríe, por una vez sonríe.

El agua del río es tan limpia, que como destellos de estrellas relucen en él. Los peces circulan y tienen memoria. El castor sigue con su trabajo, cuando este se siente sorprendido por un hecho que puede quedar maltrecho. Es el Sol, aquel astro Rey, que domina el planeta.
       
                   -  Pensad humanos, pensad. No hagáis caso al castor, que no es otra cosa que un enviado de la Luna. Esa sí, esa que gira alrededor de la Tierra y se burla noche tras noche de mí. Algún día, espero que no sea muy lejano, la fundiré o me la engulliré, como si fuese una aceituna. Qué más da, otra vez será.

Busqué un amor de juventud y encontré el agrio rencor del rechazo. Qué más da, solo el sonido de la guitarra en la orilla de aquel mar me apaciguaba y era capaz de entrar en calma. Solo el deseo de que fuera mía, me llevaba a ser capaz de sentir tal odioso sentimiento. Que le voy a hacer, yo solo deseo felicidad y no sé cómo conseguirla. Todo solo lo pienso sentado en la orilla no de un mar, sino de un río que hace correr el agua hacia el valle.

Viaja a un nuevo mundo, zambullido en el río de la esperanza. Sin escuchar a nadie, no deja de murmurar, “fuego de pasión”, fuego que no se desinhibe en la fría agua. Cae en cascada y él se remoja sus pensamientos, ahora está “despierto” o no, quien sabe. A lo mejor solo es la ducha diaria de cada mañana. No sabe, pero acierta al decir que antes tenía su propio Ser dormido. Anda justo de tiempo, el autobús no espera y solo piensa en las ocho horas que debe de estar en el tajo. Qué más da, a dónde va puede seguirle en su mente, los castores y demás intrusos, que le abordan en su otra vida. Aquella que sueña y sueña.

Ahora no levita, ahora no es momento, se agita, se agita debajo de la ducha. No canta porque no sabe de canciones, no habla, no habla por no meter la pata. Llega sonriente, ahora no llora ni se apena de su maldito destino. Late, le late el corazón, uno tan grande que no cabe por  la puerta de la fábrica. Ficha y diciendo “buenos días” al foro. Se coloca, toma asiento de su martirio. En una fábrica de plásticos, solo se dedica a quitar la rebaba de las piezas.

Sentado ocho horas, solo veinte minutos de descanso y alguno más para ir de urgencia al baño. No fuma, no tiene esa ansiedad y se limita a seguir en su mundo. Nadie le molesta, solo tiene que dedicarse a lo suyo. El castor no le habla, a lo mejor espera a hacerlo en sueños, el Sol tampoco dice nada, solo entra la claridad por la claraboya del techo que como un resplandor ve, pero no acierta a saber.
       
                    -- Construye un nido, un nido empezando desde tu corazón. No pidas mucho y recibirás en abundancia, no llores tanto, que la riqueza está en la sonrisa, en esa que no cuesta dinero.

No sabe qué hacer, es un turno de mañana y plegará a las tres. No sabe que decidir, pero lo que tiene claro, es que se irá directo para casa. Hoy no tomará nada con los compañeros y se limitará a decir, “no tengo tiempo” y se marchará directo. Como un tren con una sola parada, como una bala dirigida a entrar por cierta ventana. No lo matará, pero resultará herido de amor. Dónde estará la bella dama que le quita o mejor dicho, le roba el sueño.

No tengo mejor espada, que mi propio tesón. No tengo mejor arma, que mi bondad. Pero no sé si será verdadero, que no tengo carácter para enamorar y solo soy un títere más de aquellos que viven para hacer aquello que no les satisface.

Quién lo sabe, solo dice y solo suspira sin decir ningún nombre. Quien lo sabe, se mira en el espejo del baño, en ese minuto de urgencia, se ve, se nota los ojos rojos, se los ve como si hubiese trasnochado toda la noche de fiesta. Cansado no está, pero que habrá pasado, que habrá ocurrido para que se vea forzado o mejor dicho tentado por aquello que solo puede ser algo que se puede convertir en una pesadilla. Cierra la puerta del baño y escucha como una voz desde dentro del lavabo, una voz que le resulta familiar, quizás de algún sueño…
        
                        --Déjate llevar y me escucharás dentro de tu corazón, yo soy tú y tú soy yo, qué más da. Solo somos dos solitarios que nos une la amistad. ¿No sabes?, soy un castor y construyo una presa, no sabes si soy un pez de color y de cuál es. Solo sabes que me intuyes, estoy aquí, dentro del río. Domina el espacio, entra en tu propio entorno y demuéstrales a todos de lo que eres capaz. Tú sí, que eres un simple Ser humano, descubrirás que no todo es como lo ves o lo oyes, que a veces la percepción de las cosas nos ayuda más de lo que parece.

Atados de pies y manos, se encuentra el joven en cuestión. No digo nombres, no digo más, solo sabe que tiene que volver a su puesto y esperar, solo esperar que den las tres. El Sol, aquel que es dominador de la humanidad, le susurra al oído…
       
                    --Toma lumbre y haz un fuego, que te haga de compañía, yo ahora me marcho, pero volveré en unas horas, las que tarde en volver a girar el mundo. Espero y deseo que no te lo gire la Luna y entres en razón y no escuches al castor.

Unas nubes de tormenta acechan y haciendo sonar sus tambores, redoblan en el cielo los pájaros buscando cobijo. El Sol se oculta y la claridad que entraba por la claraboya desaparece, haciendo que las luces de los fluorescentes dominen ahora la nave. Ello le hace divagar y mientras cúter en mano quita las rebabas, deja evadir su mente y no sabe si es él o su conciencia, o el mismo castor el que le hace divagar.

Seré un tonto o seré demasiado humano, pero ahora solo deseo buena ventura y encontrar aquello que yo no supe darle. No sé si fue mi carácter o mi forma de ser o quizás fue mi actitud o mi físico, qué más da. Solo, me encuentro solo mentalmente, en la orilla del río, sentado, tirando pequeñas piedras al agua transparente de la vida. Llama en voz baja al castor y le clama por su empatía y respeto…
        
                    -- Dicen que puede haber una escalera, que te lleva a cumplir tus sueños. Quizás como tú dices, puedo construir una presa con tu ayuda, pero quién sabe. Solo deseo encontrar el roce nocturno del amor a la luz de la Luna. Que las estrellas, esas que tú dices, hagan de tiernas testigos y muestre al Sol por la mañana, el respeto de todo aquello que ha sido concebido por la noche. Pero para eso, ¡ay!, para eso, hace falta encontrar a tal bella mujer. No a la misma de antaño, porque por esta ya seguro y he perdido la esperanza. Pero no la pierdo por la estrella que me tiene que guiar en el cauce de mi destino.

Hace Sol otra vez y sale un arco iris dibujado por cuatro lágrimas que caen del cielo. Estas nos dicen, tanto a ti como a mí, que todo es posible. Déjate inundar por estas y llena tu horizonte de colores. No todo es como se imagina uno, pero tampoco es como se ve o se oye, tú eres tu propio arquitecto. Al igual que el castor construye con ramas y pocas cosas más, tú puedes hacer lo mismo.
       
                    -- Quién sabe, pero si conseguimos hacer un lago plácido, seguro que los dos nos divertiremos nadando y jugando en el agua limpia de la prosperidad. Hazlo, hazme el favor y haz que mi corazón comparta la alegría de saber que estamos vivos.

Me cortaría una mano, si con ello consiguiera encontrar un corazón que me quisiera una eternidad. Me convertiré en ladrón, en ladrón y como en un juego de cartas marcadas iré consiguiendo siempre la reina de corazones. Me convertiré esta noche en aquella alma que permuta con el diablo. Lo dejaré descansar en mi habitación y yo saldré en busca de aquella que es solitaria y está falta de cariño.

No sabe ni acierta a quién darle las gracias por haberle despertado del letargo, al Sol o a la Luna, quién sabe. Pero ahora se siente como es realmente, todo lleno de su masculinidad en busca de encontrar su propio destino. Dice “hasta dónde he llegado, quien sabe mi futuro”. No le valen unas tiradas de cartas, necesita ser sorprendido y ser alcanzado por el estallido nuclear del amor de verdad,

No creo en dioses ni en religiones, no creo en más allá en dónde esté la verdad. Camino, un corto camino de vuelta a mi casa y solo deseo comer y dormitar. Intentar entrar en un mundo, en uno de esos en los que se convierten los sueños en algo real. Tan real, tan cierto, que lo vivo intensamente. Susurros y demás voces, le llenan la cabeza de ideas.
        
                    -- Dame la mano, préstame tu cariño y aprecio. Yo, un simple castor, te lo convertiré en algo real, tú solo descansa, que hasta mañana puedes disfrutar del viaje. No, no es ninguna droga, no es ningún estimulante. Solo es la sangre, circulando por tus venas la que te hace sentir y burbujear en tu cabeza, que hay, que existe tal bella dama. No sufras más, ten paciencia, pero ten cuidado, que no todo es oro lo que reluce y lo que puede ser que resplandezca como oro, nada más puede ser que sea plomo.

Sonríe, por fin sonríe y se dice a sí mismo…

No pueden conmigo, yo sí puedo, yo soy el más fuerte. Qué más da, seguro que está al doblar la esquina, o simplemente es una panadera o frutera de las que acostumbro a ir a comprar. Si no, qué más da, seguiré viajando, levitando con la señorita de mis deseos. Pondría mi hombro, para que ellas sollozaran sus penas si con ello consigo hacer una pareja de corazones. Siempre jugaré con un As e intentaré conseguir aquella que esté de ante mano marcada. Aquella que no tiene equivocación alguna y es deseable por un montón de hombres.

Suenan las campanadas de una vieja iglesia, suena la voz de la libertad y sigue su curso, comerá rápido y luego a descansar. El Sol le martillea el cráneo y no consigue despejar su mente. Solo mira al cielo y piensa, “¿dónde están las nubes, dónde están aquellas que aplacan tal imposición?, como un duro molino de trigo doy vueltas en círculo. No me dejo llevar por el aire ni la onda de la sociedad, solo soy un Ser único, único y libre”. Desea encontrar aquella alma gemela convertida en una diosa del amor, porque según dice él, se lo merece. Se merece llevar su propio camino y no estar dentro de ningún redil.

Aquel, el que se dice su mentor, le advierte que solo hay un camino y que el río que ve en sueños es aquel por el que los “peces” nadan en libertad. No puede, según dice, no puede desviarse del cauce ni ir a su libre albedrío. Todo es relativo según el hombre del cuál narro, todo es solo una quimera o una utopía, quién sabe. Algo, alguien le dice y le sugiere que siga por un sendero que lleva a un arroyo, dónde los peces nadan plácidamente en un lago transparente.


No hay ducha, no hay río, solo el agua a rebosar en la bañera de su pequeño piso. Un piso humilde para un hombre humilde de los que hay a centenares. Ha llenado la bañera tanto, que al entrar el agua inunda el lavabo al esparcirse por todo el suelo. No sabe cómo, si era su propio destino. Que al hacer contacto con la corriente, esta hace apagón, apagón como la vida del hombre del que narro. Electrocutado por un error, como error es a veces el deseo de tanto amor. Cuál es su sorpresa, cuando descubre que el tiempo no es tiempo y que se encuentra con aquella chica, con aquella mujer que tanto le robó. Le dice en voz tenue, “ven, ven conmigo y te enseñaré tu destino”. Él la sigue, a él le pega un vuelco el alma, cuando le coge de la mano y lo dirige a una calma, a una tranquilidad de la que solo unos pocos están privilegiados a conseguir. Esta chica, esta mujer de cuando él estaba en la playa, y sonaba las canciones por medio de una guitarra española, radia una luz que ciega al más puro. Pero a él, solo a él le es permitido ver. Y es que, no es que lo hubiera rechazado, es el triste destino de una ola del mar que se la llevó. Quién lo iba a saber, solo él se quedó toda la noche esperándola. Al no tener noticias, pensaba que solo había sido un juego juvenil para ella y por eso no se había presentado. Ahora y solo ahora, le pregunta su nombre y ella le responde con una sonrisa. “Teresa, me llamo Teresa”. Es tal la alegría que radia luz por todos los costados, él le responde de igual forma. Cogiéndola de las dos manos, se lo dice, se lo dice mirándole de manera pura y transparente, “David, me llamo David”. No hay nada más que narrar, solo se fundieron en la Luz los dos, caminando despacio, se confundieron entre la brillantez de aquello que nace y permanece.

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