martes, 31 de marzo de 2020


                                               Por atrás por favor.

Bajando de la montaña corro deprisa, hago zigzag con mi coche, las curvas me las conozco y no veo reflejadas en ellas las luces de ningún auto. Soy veloz, me siento un superhombre. Soy un ganador, tengo ganas de subirme a la noria y alcanzar el cielo oscuro de la noche, me apetece de todo y nada me llegará a satisfacer, lo sé. Así que voy, así que como mi destino está escrito y yo a él lo saludo, lo llamo por su nombre, aunque ahora no me acuerde de cuál es. Me dirijo hacia el mayor error del hombre y de la humanidad,  ¿qué cuál es?, a saber, yo solo sé que no sé lo que quiero, ¿o sí? Llevo una botella de ginebra en la guantera, la guardo como oro en paño, esa, esa es para el amanecer, cuando haya triunfado. Quizás sea eso y eso cuando me muera, se me pueda perdonar, solo pienso, solo reflexiono y divago. Pero, ¡zas!,  qué mejor que ello para darme cuenta de que soy basura, propiamente basura que hay que reciclar. Todo o casi todo se recicla hoy en día, ¿porqué, no el Ser humano? Eso y solo eso me da esperanza de conseguir mis metas. ¿Qué cuáles son?, ¡buff!, ni yo mismo lo sé. Soy muy joven, me veo una larga vida para llegar al zénit.

Bajando de la nube de mis sueños, aparco como puedo, me bajo y me doy de morros con la realidad, una realidad incompleta como yo mismo. Una estrella tan fugaz, tan fugaz que ni el más avispado se da cuenta y nadie se hace una foto con mi imagen veloz. No sé bailar, de ello me doy cuenta, así que la barra es mi mejor amiga. El camarero al ver que consumo, me da charla y yo no hago otra cosa que pedir una, una más y otra más. Hasta que me siento lo suficientemente borracho, lo suficientemente dotado para dar dos mal pasos y me dirijo a la pista. Así que aquí estoy, me creo el rey, no cualquiera, el Rey, ahora no sé de qué palo, porque me parece que soy solo el de copas o el de bastos, porque los oros ya se los han llevado y la espada, la espada se va a quedar sin desenfundar.

Bailando o al menos, moviendo como puedo mí cuerpo, me encuentro en la sala disco de las afueras de una de las principales ciudades y me fijo en una chica y le guiño un ojo y le digo…
       
                      -     Hola guapa, ¿quieres tomar una copa conmigo? Te puedo contar mil y una historias, solo debes aceptar a tomar una, nada más. Conóceme un poquito y seré tuyo para siempre. Solo una, chica solo una y me tatuaré tu nombre en mi antebrazo. ¿Te parece buena idea?

La risa se adueña de casi toda la sala, un hombre grande y corpulento se me acerca. Me agarra de mis partes y no para de apretar, el dolor me sube hasta la cabeza, eliminando de ella todo el alcohol. No respiro, el ahogo me hace vomitar en todo el centro de la pista y me hace poner la cara roja y yo, el Rey, sí yo, acabo marchándome del lugar. Malhumorado e insatisfecho acabo en mi casa. Arriba sí, en la montaña, en mi lugar preferido. Un parking, un escampado en lo alto de la ciudad, dónde es mi casa, en mi coche y mi familia el lugar. Llueve, empieza a llover, está a punto de llegar la primavera y yo sigo sin florecer, sin ser capaz de llegar a la cópula y ser lo que debo de ser. Pienso en la chica, sí pienso en ella y en cientos de ellas, así que acabo jugando al “solitario”, es mí única forma de desahogarme, es mí única forma de satisfacerme que me queda. ¡Oh!, Satán dame diez minutos o quizás algo más y me sentiré feliz, inmensamente feliz. Llueve, las gotas rebotan en el cristal y en el techo del coche, parece un bombardeo. Solo siento eso, el caer del agua y la música estridente de los altavoces del salpicadero, mientras el limpiaparabrisas, me hace centrar mi mirada en ello.

“Tócame, tócame mucho y acaricia mis piernas, llegando hasta la ingle, solo hasta ahí. ¡Ah!, tú sí que sabes satisfacerme, ves, ves estos veinte euros, son tuyos. Tómate, tómate algo conmigo, hazme compañía y serás la reina del lugar. Tú no sabes quién soy, pero si sigues un ratito más conmigo lo sabrás y podrás alardear de que has sido mía. Que te he poseído y te he llevado al séptimo cielo, porque al infierno ya me voy o simplemente me mandan en un correo postal. Quédate, quédate conmigo y tócame, tócame mucho, que mi desenfreno no tenga final y sea como una locomotora a vapor y eche humo, mientras te llevo hasta el clímax, hasta la última estación, pero tranquila que no soy el último tren”.

Todo dura lo que dura, maldita sea mi suerte, es que no tengo remedio. Solo el momento privado de la noche, me hace satisfacer mis más bajos instintos y solo pienso por un momento, que el tiempo se detiene y soy el Rey. Ese rey que me gustaría ser y que no lo consigo por mi mal beber, será por eso o porque llevo la misma ropa y la misma barba hace un mes. Da igual, yo a lo mío. La música, la lluvia, el limpiaparabrisas que sigue para arriba y para abajo, me acompaña a modo de compás y sigo y sigo hasta el final. Ahora sí que me falta el aire, por un par de segundos soy tremendamente feliz.

Acabo, Satán me ha escuchado y me ha dado esos minutos de gloria o de ocaso. Soy joven, demasiado joven, solo debo pensar en que debo reciclarme, que debo cambiar algunos aspectos y hábitos y conseguiré mis metas. Eso, eso no deja de hacerme sentir culpable, porque no quiero ser así. Abro la guantera, gracias a mis reflejos no se me cae una botella de Gordon’s.  Está medio llena, soy positivo, así que me la bebo a sorbos. Satisfecho me quedo dormido, no me doy cuenta, el tiempo pasa y con ello la noche. La lluvia sigue cayendo, pero con menos fuerza, intento arrancar el coche, pero la humedad a calado en él y me deja tirado. Me bajo, el agua me resbala, como todo en cierta manera, pero eso no evita mi enojo y mi enfado. Dándole un puntapié miro la vista de la ciudad, como despierta poco a poco, pero hoy el Sol dice “adiós”, cierro los puños en tensión y aprieto los dientes, diciéndome para mí mismo, “que he hecho para merecer tal destino”.

No tengo familia, no tengo trabajo, duermo y vivo y levito en un coche comprado por poco dinero, gracias a un trabajo dónde poco duré. Todo por mi ira y mi falta de compromiso y falta de puntualidad. Eso no debería ir con mi forma de ser, ya lo sé, debería comprometerme. Pero van pasando el tiempo y con ello los años, voy envejeciendo y el coche ya le chirrían las puertas. Siempre llevo la misma ropa, no suelo ducharme como no sea en alguna oportunidad en algún albergue. La gente ya no me mira, me hago invisible y con ello paso ya desapercibido. Me quedo afuera de todo aquello que importa, un trabajo, una casa, una mujer, qué más da. La rabia no atrae, la codicia no me atrae a mí y al final claudiqué, me di por vencido y con ello me vi abocado al borde de la locura o qué más da. No tengo nombre ni carnet, ya que lo perdí y nadie sabe quién soy, ni siquiera yo ya lo sé. Un hombre, solo era un joven destinado a no tener futuro, todo por querer ser el Rey, no cualquier rey, quizás me hubiera tenido que conformar con las cartas que me dieron al nacer, pero quise cambiarlas y ello, ello me abocó a mi perdición. Todo duró lo que duró, todo fue lo que fue y con ello reaccioné, tarde pero reaccioné. Poco duró, al poco unas nuevas amistades, acostumbrado a ellas codearme, me enseñaron caminos de vinos y otras cosas y con ellos debido a mis malos hábitos y malas costumbres, me vi perdido, me vi fuera de mí, sin lugar a dónde refugiarme y sin saber a quién abrazar, porque en definitiva es cierto que todos necesitamos cariño.

Yo recé, yo oré, incluso llegué a entrar a una iglesia. De rodillas supliqué a un hombre que estaba clavado en una cruz y al final me quedé solo, me quedé compuesto y sin novia, todo por culpa, todo por mí mal hacer. Ya dejé de soñar, ya dejé de merecer y solo tuve la ocasión alguna vez y por egoísmo, lo perdí todo. La avaricia rompe el saco, la envidia me corroe y todo aquello que deseo ya está elegido. Así que ahora vagabundeo por las calles de esta ciudad, pidiendo limosna para beber una copa más. No quiero albergues, no quiero oportunidades, me doy por vencido, me doy por callado y maltratado. Todo ocurre así, aquí gana la hipocresía y la mentira. Aquí gana lo que uno no desea y como es así prefiero el puente o el metro, la estación de tren o la de autobuses. Veo la gente ir y venir, yo me río, a mí me satisface y sobre todo si veo pasar una chica guapa de buen ver. La vista aún no engaña, aunque se pierda con los años, siempre algo refleja.

Ya no soy el que era, ya no tengo veinticinco años, tengo ya cuarenta y todo pasa, todo pasa y todo termina, así qué, ¿qué más puedo pedir? Las luces de la noche me encantan, las farolas de las calles iluminan el turbio lugar adónde habito, quién hace a quién, quién es el portador del saber del triunfo, todo por una copa más, sería capaz hasta de…  qué más da, no sé si sería capaz.

Iré al infierno, eso seguro. Iré para abajo, de eso estoy convencido. Qué más da, todo lo que pido ha sido servido y yo, como un idiota lo he perdido. Merodeando por los oscuros callejones, donde la luz de la farola no refleja. Alguien se me acerca por detrás y me dice y me llama “amigo”.
       
                -       ¿Qué haces tan solo?, ven conmigo, te invito a una copa y a lo que quieras.

Dos rayas, dos líneas blancas, comportaron mi curva descendente hacia la perdición. ¿Qué fue de aquel, qué fue de aquello que fui? No se sabe, si fue por un ataque de histeria o fue por un ataque de soberbia. Solo tenía, solo contaba con veinticinco años y ya puse mi barco a la deriva, ya no encontré puerto de mar, ya que las olas me precipitaron contra las rocosas playas del Norte.  Con que ahora con cuarenta, qué más da. Le acompañé, por un tiempo me reconfortó, no me sentí tan solo, habían muchos como yo y el verme reflejado no sé si fue de mal ganar o de mal perder. Aunque yo ya hacía tiempo que lo había perdido todo, todo por culpa de aquel que yo ya consideraba mi hermano y lo que era es un desalmado, que solo buscaba mi perdición.

El destino dicen que no está marcado, yo creo que en mi caso me pusieron una equis en la frente y ya fui ganado para la sociedad, carne de cañón para todo aquel que se me acercaba. Una partida de cartas, un tapete en dónde poder dejar los pocos dineros que llevaba en mi descosido bolsillo. Todo era lo que era y con ello, me llegaron los buitres que están al acecho de aquel que no sabe ni siquiera que existe. Todo fue tan real, como una película sin final, sin saber el destino de aquel o de aquello que nos rodea.

Años, muchos años me llevaron el buscar mi propio Norte, ya que mi brújula quedó rota por toda una  falsa amistad, pero no merece la pena ni recordar. Solo diré que fueron días de vino y algo más, ese algo más me lo guardo o quizás lo cuente más adelante, pero por ahora me lo reservo. Total solo tenía veinticinco años y ahora con cuarenta ya era todo un perdedor y mi vida iba a ser pasada con más pena que gloria. Ahora a veces recapacito y pienso, pienso y recapacito…

“Me pensaba ganador, me pensaba luchador y era todo lo contrario, solo un corredor de malos bares y malos hábitos, yo ya no me siento más engañado ya que todo cambia, como cuando sale el Sol y despierta el día. La resaca te recuerda que ha sido otra noche perdida y sin más sigue así, sin cambiar como un boomerang me devuelve la bofetada, como una mala jugada me devuelve mis malas cartas”.

Recuerdos de un ayer que hay que olvidar o al menos no volver a vivir, ya que no es de mérito u orgullo propio, el caminar sentido de la soberbia o del orgullo. Hoy he vuelto a nacer, hoy me he vuelto a levantar, aunque camino solo respiro el aire limpio del respeto y de la bondad hacia el prójimo. Ello me lleva a saber que todo aquello que ahora siembro, será brotado como olivos en medio de la ciudad. Alguien de verdad se me acercó por detrás y poniendo su mano en mi hombro, me hizo girar no solo la cabeza para ver quién era. No era la chica, no era el hombre corpulento y mucho menos el que me llamo “amigo”. Solo diré que quién puede reciclar a quién, solo uno mismo no, necesitaba ayuda y esa mano me condujo a la alegría, a la verdadera alegría. A veces no creemos que existen, pero sí que existen y gracias a esa persona, todo cambia.

Como un alma poderosa me siento, como un ave rapaz vuelo alto sin llegar a saber de más malas caídas, de fallos y altos vuelos en los que los picos de las montañas son falsas laderas sin importancia. Me considero fuera de cualquier tipo de histeria, de confrontación, ya que soy el mejor, ya que soy el más poderoso. Esta fuera de lugar, cualquier idea, cualquier imagen de ambigüedad.

No puede ser, yo no soy de soberbio ni retrógrado, quizás un poco chapado a la antigua, pero nada más. En mí no alberga ningún tipo de maldad, solo ser un poco quisquilloso y quizás y solo quizás, algo embaucador y malintencionado. Pero de ello, a ser malvado va un trecho, bueno, un trecho de dos centímetros, como de delgada es la línea que lo separa. Yo solo buscaba diversión, solo eso, ya que estoy vivo me quería divertir y ser feliz. Con un par de copas de más, a lo mejor, solo necesitaba compañía, compañía para poder no sentirme tan mal, a sabiendas que hago lo peor que se puede hacer, que es vivir.



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