SMITH, MI NOMBRE ES PATRICK SMITH
Desde las cumbres rocosas del Himalaya, hasta los confines
helados del polo Sur, habita o mejor dicho habitan y viven personas u otros
seres vivos. Todos corren, todos saltan o todos nadan desde un lago helado,
hasta un lago más cálido. Quién me lo iba a decir a mí, quién me iba a contar
la historia que estoy a punto de narrar. Porque sea cierta o mentira, yo me la
creí, quién sabe si vosotros, ávidos lectores os podréis a llegar a imaginar
tal situación, que no es otra que la que narro…
Todo va, todo
transcurre en algún lugar del mundo, en algún pequeño pueblo o en alguna gran
ciudad. Son las cinco de la tarde y un niño de trece años, ávido lector, se
encuentra en una biblioteca. No es una
biblioteca cualquiera, ya que no tiene escaleras, sino rampas y ascensores, por
los que él, con su silla de ruedas, circula a sus anchas. Es de merecer lo que
escribo, ya que no hay nadie ni nada que lo pare, él sigue como si lo de ir sentado
a todos los lados, no fuese con su historia más íntima y más personal.
Patrick Smith abre un libro que está totalmente en blanco,
no hay nada ni escrito ni dibujado ni impreso, ni dentro ni en la portada, nada,
todo totalmente en blanco e inmaculado. A veces pienso, “este chico no está bien, no está en el mundo real, solo está en el
suyo propio”, y yo me digo, “qué más
da”. Solo tiene trece años, es muy normal que tenga una imaginación
desbordante, que le fluyan las ideas de aquí para allá. Yo como narrador, me
nutro de ello y me sirve de inspiración para contaros tales aventuras como
estas.
La silla de ruedas a la que siente atado, no le impide volar
tan alto como las nubes, pero se siente solo. Nadie le acompaña y se abstrae en
las bibliotecas, leyendo historias, leyendo cuentos y relatos. No tiene muchos
amigos, todos o a casi todos les gusta el futbol y no cuentan para nada con él.
Eso le entristece, pero le hace cada vez más fuerte, aprendiendo a saber que cuándo
se le acerca alguien por querer entablar amistad será o bien por saber o por
pena, cosa que no desea, ya que se siente fuerte, tanto de brazos como de
espíritu. A veces de una cosa, otras veces de otra, sabe y presiente, presiente
y sabe que la verdadera vida está en la mente de cada uno de nosotros. Que formamos
cada uno un Universo y que dentro de este, habitamos uno a la vez más grande.
Sigue con el libro con
las páginas en blanco, con las manos apoyadas en la mesa, una a cada lado del
libro, lo mira y solo ve el blanco del papel, no quiere escribir en él, no
quiere volverle gris y tormentoso con nubes de ceniza, vaya que se estropee.
Pasa el rato, el tiempo ha acelerado más de la cuenta, son
las seis y media de un viernes cualquiera, pero en su cabeza son las tres de la
tarde en algún lugar del Oeste americano. No se lo piensa dos veces, mira a la
derecha, mira a la izquierda y en un pispas, cerrándolo de golpe, se lo guarda
en la mochila. Tira para atrás la silla de ruedas y diciendo “adiós”, sale
sonriendo de la biblioteca, y es más, le da fuerte a las ruedas al verse libre
a la salida. No se han dado cuenta, pero su corazón galopa como si fuese a
caballo por las lejanas praderas. Su caballo no deja de ser como un carromato,
pero para él solo le faltan las riendas. Eso, eso no le importa y llamando
“Raso”, a su silla, sale galopando, tanto que casi atropella a la gente que va
andando por el paseo.
Haciendo gestos, como si disparase al aire con una pistola
imaginaria, se dirige calle abajo, hasta su casa. Llega tarde, lo sabe, su
madre estaba preocupada y le planta una regañina de las que acordarse todo el
resto de su vida. Quiere llevar una vida de lo más normal, pero para ella no
deja de ser especial. Son las siete y cuarto, cuando entrando en su habitación
cierra la puerta, haciendo del momento, un espacio ausente en el que poder
evadirse. Abre el libro por el principio y hace que su imaginación se junte con
el blanco de las hojas de papel. Sonríe otra vez y esta vez al verse como por
arte de magia reflejado en la blanca hoja, empieza su historia o su verdadero
relato. Su vida empieza a desbordarse, se ve, se ubica en los años del western,
en los que robar bancos y a diligencias estaba a la orden del día, lo mismo que
la horca. Tanto piensa en ello, que se ahoga de pensarlo y debe de beber un
poco de agua de su pequeña botella de plástico.
–
- ¡Ups!,
que cerquita he estado. Se coloca su
sombrero tejano y su placa de sheriff, no le falta su arma de plástico con la
que disparar al techo. ¡Vang, vang, vang!, sois todos míos, yo soy Smith,
Patrick Smith.
Como empezaría una historia, no se atreve a escribir en tan
blanco papel, así que dejándolo de una manera suave en la mesita, se mueve con
sus jóvenes pero fuertes brazos, hasta que acaba descansando su espalda. Tumbado
en la cama, echa las manos para detrás de la cabeza, empieza a soñar como el
que habla solo.
–
- ¿Patrick
Smith qué haces antes del peligro, Patrick Smith qué haces entre tantas mujeres
y cuál más tan bella?, cuando estés en
libertad y con el traje de negro, si no es en una caja de pino, te verás encerrado
entre cuatro barrotes y entonces te darás cuenta que a la gente, no se le puede
atacar y robar saliendo siempre airoso. Pero esta es mi historia, mi propia
verdad y una diligencia no tiene la culpa que tú seas así. Solo ante el peligro
te encuentras, ¡maldito dólar!, quisiera de ti el día que no puedas cabalgar
encima de un caballo. Tu caballo llamado Raso, blanco como un papel es, pero fuerte
como el acero de una espada cabalga y cabalga los desiertos de Arizona.
Como el que gira de hoja, como el que lee un libro de
verdad, sigue con su historia. Esa tan particular, que solo está en su cabeza. Llora,
no por no poder cruzar las piernas, si no por pensar que se le cierran puertas
y en las que hay, las escaleras del triunfo y del éxito, no son aptas para
personas con su discapacidad. No quiere pensar en ello, se va haciendo cada vez
más mayor y más va viendo su realidad, aunque no quiere dejar que la tristeza y
la melancolía le invada su frágil corazón. Así que sigue con sus sueños e
imaginación. Así que cierra los ojos y cerrando ahora los puños fuertemente,
sigue con sus historias y sueños. Ese mundo que al menos puede correr y
cabalgar no como el hombre que debería en un futuro ser, ya que sabe que el
respeto y la honradez siempre tiene premio. Dispara
una y otra vez, buenas capacidades tienes para ello, bueno en este caso no seas
tan malo. Qué sé quién es el bueno y el malo en una casa de clase alta. A punta
de pistola cualquiera roba, es el viejo truco que nunca se dice. Solo ante el
peligro se encuentra, preparando es capaz de matar a una persona, qué más da
quién tiene delante. tú sigue siendo quién eres.
- Quién es más rápido que una bala, nadie es más rápido que
una bala, qué quisiera el viento que surge en medio del desierto te puede
llegar a acabar con tu vida. Qué más da lo que diga, qué más da lo que haga, Patrick Smith seguirá
cabalgando encima de su caballo y sin silla, a pelo cómo hacen los verdaderos
indios del Oeste. Gracias a las que sea, él, un asaltador de diligencias viaja
solo, no necesita compañía alguna. No tiene que repartir y con la mía no hay
ninguna sola, recorre de forma instintiva los mejores desiertos que cruzan de
un lado al otro del Oeste americano.
“Adónde tendré que ir, adónde tendré que viajar, para
encontrar aquella mujer, que sea mi media naranja. Hasta adónde tendré que
cabalgar, para saber de mi triunfo o mi infortunio, ya que no puedo hacer
esposa alguna. Pero mi corazón me lo pide, mi alma me lo exige, como si fuese
algo tan necesario como el agua de la lluvia. Solo debo tener paciencia, estoy
empezando a despertar a la vida real y ello me llevará algún tiempo”.
–
- No
sé si tomarlo en serio o tomarlo a risa, todo quedará como una vengativa de que
todo llegará a unos pasos agigantados. Cómo de caballos que le haga su amo
correr sin saber de peligros, todo el real o todo es mentira quién sabe yo no
lo sé, ¿tú si lo sabes?
¡Patrick a cenar!, escucha desde la lejanía, tan lejano que
tarda segundos en volver en sí. Todo ha sido un sueño de niño, todo es como un
juego infantil. Se incorpora acercándose la silla, con sus brazos fuertes la
hace rodar y en un santiamén está en la mesa. Su madre le acaricia la cabeza,
no se lo dice, no se lo comenta, pero se siente orgullosa de él y sabe o al
menos intuye que no dejará de luchar, hasta hacerse con hueco en la vida. Todo
es relativo, solo la tiene a ella, mujer divorciada se vuelca en la vida del
chaval.
Come rápido, tanto que parece un tiburón o un león
devorando, hasta tal punto que no deja ni una miga en el plato. Mira de reojo a
su madre y esta, guiñándole un ojo le dice que puede ir a su habitación. Esta
vez no se tumba, esta vez abre el cajón de la mesita y coge el libro, no sabe
que escribir ni que título poner. Pero empieza a formar frases, que poco a poco
van ocupando todo el blanco del papel. Sigue y sigue, no sabe si hacer un
diario o algo inventado, pero cree, se imagina el haber encontrado su hueco y
todo es empezar…
“Me reúno con aquella tribu y aquellas personas que serán
libres por una eternidad, aunque siempre serás quién serás. Sí, mi nombre es
Patrick me siento con las tribus indias americanas que son los verdaderos herederos
de esa lejana tierra. Me siento con él, con el jefe, con el que se fuma en pipa. Me presento y me hacen un sitio en el
círculo con ellos, bebo whisky, pero que
será, será de qué se le dé bien, que no lo sé. Porque por lo que he vivido, así
es subsistir, levantarme todas las mañanas y a ver si va a ser de los últimos
días de mi vida. Qué hacemos si no dar gracias a las estrellas y eso transforma
a los indios en la gente que son. Viven a su manera porque no les queda otra y
yo, porque ya están así de marcados. ¡Cambiar!, porque voy a cambiar, ya permanecer
cuarenta años en esta época son muchos. Ya muchas historias podría contar y
ninguna ser real, porque lo que no se dice no lo intento esconder, para no sé advertido de
ningún peligro.
Jefe apache me dice….
–
- Ver
esa, es morena qué está en edad para concebir, te la regalo.
–
- - ¡Me
quieres sorprender!, digo que pensar que las mujeres están en venta no es muy
claro.
Que me conteste que no, que alguna que me quiera, que me desee y yo la desee.
–
- Sea
para ti eso, no se lo digo a cualquiera y menos a los tuyos. Si quieres formar
familia aquí tienes la oportunidad de una familia que conmigo tú eres bien
recibido. Eres ante todo ese que eres, ladrón embustero y ya veces hasta
asesino. Pero es que si no matas por defensa propia acabarás debajo tierra. Otra
cosa es que fueras matando por diversión, entonces no me atrevería a hacerte
tal ofrecimiento.
Qué es el fuego, es verdad que eres fuego de la amistad y
del respeto, ha salido de qué ha salido. De tambores y de cánticos, eso es lo
único que es verdad. Millas y millas de
desierto y desde las narices, nadie puede ser rápido con el revólver. ¡Narices!,
porque no me ha pedido nadie matar por dónde va a ser capaz de pasar por la
horca y espérate que corto gaznate y te dejo seco. Advertido quedas, yo creo
que sabes lo que te digo, si no atente a las consecuencias. Yo no sé escribir
mucho, yo no soy de letras, lo
importante es que te sirva bien con las pistolas y de balas mi caballo es lo
único que no te vendo.
–
- Piedad,
ahí viene con malas amistades, todo lo que vas hablando es mentira, simplemente
de alegoría es aquello que desearía que fuera verdad. Cuánto es la historia,
estoy sentado aquí el suelo duro, con aquellos que entienden de verdad que
saben mi idioma o al menos por respeto lo intentan hablar.
¡A dormir!, entra en escena la madre. El niño hace caso y
cerrando el libro, apaga la luz de la mesita. Se acurruca en posición fetal y
entrando en el mundo de los dormidos, empieza a subir por su escalera a las
nubes de la felicidad, piensa y solo piensa que en realidad son las nueve de la
noche y mañana es sábado, ¡qué bien!,
dice. Mañana podré cabalgar por las llanuras americanas, mañana podré nadar
hasta que me canse, por el Pacífico. En este mundo, en el de los sueños,
mientras uno duerme, todo es real y todo se puede alcanzar. Hasta la bella
muchacha morena que me seducía en mis pensamientos. Apago la luz de la mesita,
no sin antes guardar el libro en la mesita de noche. Quién sabe lo que llegará
a ser, si un libro de aventuras imaginarias o ciertamente en mi diario de la
realidad postrada en una silla. Sería muy triste, aunque me siento muy
orgulloso, y con ese mismo sentimiento alimento mi ego, haciendo de él algo que
me fortalece, pero sin caer en la soberbia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario