sábado, 14 de diciembre de 2019


                             SMITH, MI NOMBRE ES PATRICK SMITH

Desde las cumbres rocosas del Himalaya, hasta los confines helados del polo Sur, habita o mejor dicho habitan y viven personas u otros seres vivos. Todos corren, todos saltan o todos nadan desde un lago helado, hasta un lago más cálido. Quién me lo iba a decir a mí, quién me iba a contar la historia que estoy a punto de narrar. Porque sea cierta o mentira, yo me la creí, quién sabe si vosotros, ávidos lectores os podréis a llegar a imaginar tal situación, que no es otra que la que narro…

Todo va, todo transcurre en algún lugar del mundo, en algún pequeño pueblo o en alguna gran ciudad. Son las cinco de la tarde y un niño de trece años, ávido lector, se encuentra en una  biblioteca. No es una biblioteca cualquiera, ya que no tiene escaleras, sino rampas y ascensores, por los que él, con su silla de ruedas, circula a sus anchas. Es de merecer lo que escribo, ya que no hay nadie ni nada que lo pare, él sigue como si lo de ir sentado a todos los lados, no fuese con su historia más íntima y más personal.

Patrick Smith abre un libro que está totalmente en blanco, no hay nada ni escrito ni dibujado ni impreso, ni dentro ni en la portada, nada, todo totalmente en blanco e inmaculado. A veces pienso, “este chico no está bien, no está en el mundo real, solo está en el suyo propio”, y yo me digo, “qué más da”. Solo tiene trece años, es muy normal que tenga una imaginación desbordante, que le fluyan las ideas de aquí para allá. Yo como narrador, me nutro de ello y me sirve de inspiración para contaros tales aventuras como estas.

La silla de ruedas a la que siente atado, no le impide volar tan alto como las nubes, pero se siente solo. Nadie le acompaña y se abstrae en las bibliotecas, leyendo historias, leyendo cuentos y relatos. No tiene muchos amigos, todos o a casi todos les gusta el futbol y no cuentan para nada con él. Eso le entristece, pero le hace cada vez más fuerte, aprendiendo a saber que cuándo se le acerca alguien por querer entablar amistad será o bien por saber o por pena, cosa que no desea, ya que se siente fuerte, tanto de brazos como de espíritu. A veces de una cosa, otras veces de otra, sabe y presiente, presiente y sabe que la verdadera vida está en la mente de cada uno de nosotros. Que formamos cada uno un Universo y que dentro de este, habitamos uno a la vez más grande.

Sigue con el libro con las páginas en blanco, con las manos apoyadas en la mesa, una a cada lado del libro, lo mira y solo ve el blanco del papel, no quiere escribir en él, no quiere volverle gris y tormentoso con nubes de ceniza, vaya que se estropee.

Pasa el rato, el tiempo ha acelerado más de la cuenta, son las seis y media de un viernes cualquiera, pero en su cabeza son las tres de la tarde en algún lugar del Oeste americano. No se lo piensa dos veces, mira a la derecha, mira a la izquierda y en un pispas, cerrándolo de golpe, se lo guarda en la mochila. Tira para atrás la silla de ruedas y diciendo “adiós”, sale sonriendo de la biblioteca, y es más, le da fuerte a las ruedas al verse libre a la salida. No se han dado cuenta, pero su corazón galopa como si fuese a caballo por las lejanas praderas. Su caballo no deja de ser como un carromato, pero para él solo le faltan las riendas. Eso, eso no le importa y llamando “Raso”, a su silla, sale galopando, tanto que casi atropella a la gente que va andando por el paseo.

Haciendo gestos, como si disparase al aire con una pistola imaginaria, se dirige calle abajo, hasta su casa. Llega tarde, lo sabe, su madre estaba preocupada y le planta una regañina de las que acordarse todo el resto de su vida. Quiere llevar una vida de lo más normal, pero para ella no deja de ser especial. Son las siete y cuarto, cuando entrando en su habitación cierra la puerta, haciendo del momento, un espacio ausente en el que poder evadirse. Abre el libro por el principio y hace que su imaginación se junte con el blanco de las hojas de papel. Sonríe otra vez y esta vez al verse como por arte de magia reflejado en la blanca hoja, empieza su historia o su verdadero relato. Su vida empieza a desbordarse, se ve, se ubica en los años del western, en los que robar bancos y a diligencias estaba a la orden del día, lo mismo que la horca. Tanto piensa en ello, que se ahoga de pensarlo y debe de beber un poco de agua de su pequeña botella de plástico.
  
                                   -               ¡Ups!, que cerquita he estado. Se coloca su sombrero tejano y su placa de sheriff, no le falta su arma de plástico con la que disparar al techo. ¡Vang, vang, vang!, sois todos míos, yo soy Smith, Patrick Smith.

Como empezaría una historia, no se atreve a escribir en tan blanco papel, así que dejándolo de una manera suave en la mesita, se mueve con sus jóvenes pero fuertes brazos, hasta que acaba descansando su espalda. Tumbado en la cama, echa las manos para detrás de la cabeza, empieza a soñar como el que habla solo.
     
                              -                 ¿Patrick Smith qué haces antes del peligro, Patrick Smith qué haces entre tantas mujeres y cuál  más tan bella?, cuando estés en libertad y con el traje de negro, si no es en una caja de pino, te verás encerrado entre cuatro barrotes y entonces te darás cuenta que a la gente, no se le puede atacar y robar saliendo siempre airoso. Pero esta es mi historia, mi propia verdad y una diligencia no tiene la culpa que tú seas así. Solo ante el peligro te encuentras, ¡maldito dólar!, quisiera de ti el día que no puedas cabalgar encima de un caballo. Tu caballo llamado Raso, blanco como un papel es, pero fuerte como el acero de una espada cabalga y cabalga los desiertos de Arizona.

Como el que gira de hoja, como el que lee un libro de verdad, sigue con su historia. Esa tan particular, que solo está en su cabeza. Llora, no por no poder cruzar las piernas, si no por pensar que se le cierran puertas y en las que hay, las escaleras del triunfo y del éxito, no son aptas para personas con su discapacidad. No quiere pensar en ello, se va haciendo cada vez más mayor y más va viendo su realidad, aunque no quiere dejar que la tristeza y la melancolía le invada su frágil corazón. Así que sigue con sus sueños e imaginación. Así que cierra los ojos y cerrando ahora los puños fuertemente, sigue con sus historias y sueños. Ese mundo que al menos puede correr y cabalgar no como el hombre que debería en un futuro ser, ya que sabe que el respeto y la honradez siempre tiene premio. Dispara una y otra vez, buenas capacidades tienes para ello, bueno en este caso no seas tan malo. Qué sé quién es el bueno y el malo en una casa de clase alta. A punta de pistola cualquiera roba, es el viejo truco que nunca se dice. Solo ante el peligro se encuentra, preparando es capaz de matar a una persona, qué más da quién tiene delante. tú sigue siendo quién eres.

                 -      Quién es más rápido que una bala, nadie es más rápido que una bala, qué quisiera el viento que surge en medio del desierto te puede llegar a acabar con tu vida. Qué más da lo que diga,  qué más da lo que haga, Patrick Smith seguirá cabalgando encima de su caballo y sin silla, a pelo cómo hacen los verdaderos indios del Oeste. Gracias a las que sea, él, un asaltador de diligencias viaja solo, no necesita compañía alguna. No tiene que repartir y con la mía no hay ninguna sola, recorre de forma instintiva los mejores desiertos que cruzan de un lado al otro del Oeste americano.

“Adónde tendré que ir, adónde tendré que viajar, para encontrar aquella mujer, que sea mi media naranja. Hasta adónde tendré que cabalgar, para saber de mi triunfo o mi infortunio, ya que no puedo hacer esposa alguna. Pero mi corazón me lo pide, mi alma me lo exige, como si fuese algo tan necesario como el agua de la lluvia. Solo debo tener paciencia, estoy empezando a despertar a la vida real y ello me llevará algún tiempo”.
       
                          -     No sé si tomarlo en serio o tomarlo a risa, todo quedará como una vengativa de que todo llegará a unos pasos agigantados. Cómo de caballos que le haga su amo correr sin saber de peligros, todo el real o todo es mentira quién sabe yo no lo sé, ¿tú si lo sabes?

¡Patrick a cenar!, escucha desde la lejanía, tan lejano que tarda segundos en volver en sí. Todo ha sido un sueño de niño, todo es como un juego infantil. Se incorpora acercándose la silla, con sus brazos fuertes la hace rodar y en un santiamén está en la mesa. Su madre le acaricia la cabeza, no se lo dice, no se lo comenta, pero se siente orgullosa de él y sabe o al menos intuye que no dejará de luchar, hasta hacerse con hueco en la vida. Todo es relativo, solo la tiene a ella, mujer divorciada se vuelca en la vida del chaval.

Come rápido, tanto que parece un tiburón o un león devorando, hasta tal punto que no deja ni una miga en el plato. Mira de reojo a su madre y esta, guiñándole un ojo le dice que puede ir a su habitación. Esta vez no se tumba, esta vez abre el cajón de la mesita y coge el libro, no sabe que escribir ni que título poner. Pero empieza a formar frases, que poco a poco van ocupando todo el blanco del papel. Sigue y sigue, no sabe si hacer un diario o algo inventado, pero cree, se imagina el haber encontrado su hueco y todo es empezar…

“Me reúno con aquella tribu y aquellas personas que serán libres por una eternidad, aunque siempre serás quién serás. Sí, mi nombre es Patrick me siento con las tribus indias americanas que son los verdaderos herederos de esa lejana tierra. Me siento con él, con el jefe, con el que se fuma en pipa. Me presento y me hacen un sitio en el círculo con ellos, bebo whisky,  pero que será, será de qué se le dé bien, que no lo sé. Porque por lo que he vivido, así es subsistir, levantarme todas las mañanas y a ver si va a ser de los últimos días de mi vida. Qué hacemos si no dar gracias a las estrellas y eso transforma a los indios en la gente que son. Viven a su manera porque no les queda otra y yo, porque ya están así de marcados. ¡Cambiar!, porque voy a cambiar, ya permanecer cuarenta años en esta época son muchos. Ya muchas historias podría contar y ninguna ser real, porque lo que no se dice no lo  intento esconder, para no sé advertido de ningún peligro.

Jefe apache me dice….
     
                               -        Ver esa, es morena qué está en edad para concebir, te la regalo.
    
-                             -        ¡Me quieres sorprender!, digo que pensar que las mujeres están en venta no es muy claro.

Que me conteste que no, que alguna que me quiera, que me desee y yo la desee.
      
                     -      Sea para ti eso, no se lo digo a cualquiera y menos a los tuyos. Si quieres formar familia aquí tienes la oportunidad de una familia que conmigo tú eres bien recibido. Eres ante todo ese que eres, ladrón embustero y ya veces hasta asesino. Pero es que si no matas por defensa propia acabarás debajo tierra. Otra cosa es que fueras matando por diversión, entonces no me atrevería a hacerte tal ofrecimiento.

Qué es el fuego, es verdad que eres fuego de la amistad y del respeto, ha salido de qué ha salido. De tambores y de cánticos, eso es lo único que es verdad. Millas y  millas de desierto y desde las narices, nadie puede ser rápido con el revólver. ¡Narices!, porque no me ha pedido nadie matar por dónde va a ser capaz de pasar por la horca y espérate que corto gaznate y te dejo seco. Advertido quedas, yo creo que sabes lo que te digo, si no atente a las consecuencias. Yo no sé escribir mucho,  yo no soy de letras, lo importante es que te sirva bien con las pistolas y de balas mi caballo es lo único que no te vendo.
       
                      -     Piedad, ahí viene con malas amistades, todo lo que vas hablando es mentira, simplemente de alegoría es aquello que desearía que fuera verdad. Cuánto es la historia, estoy sentado aquí el suelo duro, con aquellos que entienden de verdad que saben mi idioma o al menos por respeto lo intentan hablar.

¡A dormir!, entra en escena la madre. El niño hace caso y cerrando el libro, apaga la luz de la mesita. Se acurruca en posición fetal y entrando en el mundo de los dormidos, empieza a subir por su escalera a las nubes de la felicidad, piensa y solo piensa que en realidad son las nueve de la noche y mañana es sábado, ¡qué  bien!, dice. Mañana podré cabalgar por las llanuras americanas, mañana podré nadar hasta que me canse, por el Pacífico. En este mundo, en el de los sueños, mientras uno duerme, todo es real y todo se puede alcanzar. Hasta la bella muchacha morena que me seducía en mis pensamientos. Apago la luz de la mesita, no sin antes guardar el libro en la mesita de noche. Quién sabe lo que llegará a ser, si un libro de aventuras imaginarias o ciertamente en mi diario de la realidad postrada en una silla. Sería muy triste, aunque me siento muy orgulloso, y con ese mismo sentimiento alimento mi ego, haciendo de él algo que me fortalece, pero sin caer en la soberbia.

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