Solo la palabra “deseo”
Vivo, me siento vivo, ¡joder! A
través de la música, me siento vivo, ¡caray! No tengo religión alguna ni creo
en ningún Dios, ¿para qué? Pero sí creo en el respeto y el buen hacer de
algunas personas. La sociedad está caducada y necesita aires nuevos. Aires y no
tempestades, tormentas que traigan vientos de guerras, ya que estas solo traen enfermedades
y hambre. Hambre que no se cura con el solo consuelo o un minuto de silencio
por aquellos caídos por alguna razón o alguna bandera. Cierto también es, que no hay que
hincar la rodilla ni tampoco agacharse. La lucha acaba, cuando la muerte viene
en tu busca, y espero que en mi caso sea por anciano. No juego, no juego con la
vida como si esta fuese un juego de azar, no creo en lo que no se puede crear.
No juego, no creo en aquello que no se puede con el cerebro proyectar ni
imaginar.
Paseo por la calle, en una tarde
nublada, me dirijo ya hacia casa, hay algo que me dice que hoy cumplo años y no
es mi fecha. Como saber el qué querer celebrar o solo busco una excusa, un
motivo por el que toque por un día el cielo. No sé si será por ello o
simplemente se me turba la mente, se me oscurece y los ojos se quedan plasmados
en un escaparate, mirando una tienda de televisores. Como si fuese a mí y
solamente a mí, veo que alguna linda chica me dice o me susurra, que tire para
adelante, que demuestre al mundo entero de lo que soy capaz. No creo en ello,
pero me tiene tan atontado y embelesado, que claudico y tiro millas. Camino sin
parar, corro si hace falta, en busca de todo lo que mi cerebro no es capaz de
imaginar o crear. Como si existiese algo, como si hubiese algo que realmente me
importara, más algo que mi propia supervivencia y existencia.
Río, ahora me río, ya estoy en
casa y he cerrado hasta con llave. No quiero ser molestado por nada ni por
nadie, en mi tarde, mi rato de ocio. Así que no voy a pasar por alto lo que se
me antoja y se me viene en gusto. Chicas lindas, cerveza fría y un buen cigarro
es lo que me merezco, eso al menos me creo yo. Cuál es mi desconsuelo al ver,
que realmente estoy sentado en el sofá de casa, escribiendo lo que mi cerebro
imagina, inspirado solo por la música que proyecta a los oídos mis altavoces
conectados al amplificador.
No tengo fe en nada ni hago ascos
a aquello que me puede llevar por el camino de la perdición. ¿Más cerveza, más
cigarros?, nada más, las chicas, ¡ay!, las chicas, me las tengo que imaginar,
ya que no vienen a picarme a mi casa.
Rompiendo con todos los esquemas
quiero llegar a ser un buen escritor. No sé lo que hace falta, solo tengo en mi
posesión, la imaginación y el desarrollo de alguna buena historia. No creo que
haga falta mucho más, ahora solo disfrutar, porque se hace por divertimento.
Hoy ni cocino, tengo una pizza para cenar, no tengo ganas de entrar de lleno en
el mundo culinario. Todo es lo que el cerebro proyecta y este hace que te
imagines, y a por ello voy.
Pican a la puerta, suena el
telefonillo del portero automático.
–
- ¡Hola!, ¿quién es? Pregunto mientras escribo sentado en el sofá.
–
- Soy tu amiga, ¿no te acuerdas de mí?, soy la
rubia que bebes cada día desde tu imaginación.
Me quedo sorprendido, como un
león enfurecido, como si de un juego se tratase, le abro la puerta, que no es
otra que la de la nevera y como un caballo desbocado, la recibo. Es de cristal,
nada de lata. La dejo entrar y se apodera de mí en unos minutos. Al rato, ha
desaparecido, está dentro de mi cuerpo y en mi cabeza noto ya sus efectos. Eso,
eso me hace reír y me hace vivir, ya que imagino ciertas cosas. La música sigue
vibrando, pero a cierto volumen, no muy alto, para no molestar a los vecinos y
estos me corten el festival solitario que tengo montado.
Comienza a llover, lo veo a
través del cristal de la ventana del salón, es otoño y es normal. Las hojas se
caen y todo se vuelve más tristón. Pero da igual, yo sigo con mi fiesta, lo
malo es que la rubia se ha marchado, pero no pasa nada. Cojo la chaqueta y el
paraguas y corriendo como un joven veinteañero, me bajo hasta el supermercado
de abajo, hacía meses que no entraba ninguna rubia en mi casa y ahora tengo
unas ganas desmedidas de estar con todas ellas. No cojo un cesto, cojo un carro
y lo lleno de rubias, todas dicen “bébeme” y yo les hago caso.
En bolsas de plástico reciclado
las meto y subo ligero a casa, llenando la nevera, sin olvidar el meter algunas
en el congelador, para que enfríen antes. No me falta tabaco ni música, que más
se puede pedir, así que me siento en el sofá y sigo escribiendo. “Hola”, ya
estoy de vuelta. Mi imaginación da vueltas sin
parar, a veces me siento o presiento que estoy dentro de una discoteca y que la
música de mis altavoces es la protagonista y que el foro lo baila y lo disfruta.
Chicas, un montón de chicas y yo con llaves de mi viejo Ford Fiesta, sin
olvidar las de mi propia casa, sí, de alquiler, pero allí mando yo, al menos
mientras pague el mes. Sigo escuchando la música, que grupo será, será. Cuando
me doy cuenta es la hora del cierre, al menos eso mi cabeza me dice, así que
sentándome en unos de los sillones, reposo la cabeza para atrás e imagino y
escribo….
“Paseo por la calle, atravieso la avenida y me encuentro de nuevo en
casa. Es de alquiler, pero eso a quién le importa, lo importante es tener un
techo. Hoy, sábado por la tarde, qué más da la hora que marque el reloj, yo lo
sigo celebrando como si fuese mi cumpleaños y hubiera quince invitados en mi
casa. Sí, es de alquiler, pero mientras la pague será como si fuese mía. Llevo
así un montón de años, yo creo que desde que me independicé, hasta la fecha no
he dejado de pagarle a mi casero y lo seguiré haciendo, al menos hasta que me
toque la lotería.
Sexo, me falta sexo, necesito un poco, solo una pizca de contacto y
llegar al orgasmo, no me acuerdo cuando fue la última vez. Necesito sexo,
vídeos no, necesito contacto, carne con carne, sentir que me rozan y yo rozar. ¿Adónde
acudir si hace falta, pero sin pagar por ello?, todo es relativo.”
Abro una de las últimas botellas
y pegando un buen trago, me toco y sufro una erección. Estoy deseoso de
mantener relaciones con alguna bella muchacha, si puede ser algo más joven que
yo, mejor que mejor. Me acabo la botella y no sé lo que más me tienta, abrir la
última o coger el móvil. Una, me desahogará mi deseo de seguir alcoholizándome
y el móvil, no sé, chatear e intentar encontrar algo para una triste tarde de
otoño. Que puedo decir, soy humano y no me reprimo. Miro una página de
contactos y no me sorprendo, pero me alerto de ver la cantidad de chicas que
desean compartir una tarde lujuriosa. Lo intento, pero sin éxito, pasan las horas
y me dan las nueve, así que no se me ocurre otra cosa.
Masturbarse no está mal,
masturbarse no te deja ciego y te desahoga y desfoga toda el ansia que lleva la
persona dentro, cuantos solteros acudirán a ello.
–
- Toca la guitarra por favor, cántame una canción,
que me alegre la triste tarde de otoño. Digo
o pienso en voz alta, al terminar mi desfogue.
Suenan las guitarras
distorsionadas de cierta banda, ello me hace enloquecer y evadirme en la
escritura. Todo es posible, todo puede ser acertado, todo menos la muerte. Esta
viene sin avisar y sin picar al timbre. ¡Qué más da!, todo son revoltijos de
notas musicales, que bombardean mi cabeza, haciendo fluir mis frases. Todo está
bien, ahora a descansar en el sillón, mientras sigue lloviendo afuera. Todo es
así, el efecto alcohólico de las rubias se va mitigando y yo vuelvo en sí. Veo la pared blanca, sin ninguna
foto familiar colgada, eso no es normal y ello me enfurece y dando un golpe en
el sillón me incorporo y me pongo de pie, erguido mirando ahora el techo. Este
no es tan blanco, debido al humo del tabaco. ¡Qué más da!, no busco nada, ya a
mi edad es difícil encontrar y me he acostumbrado a la soledad. No hay
griteríos ni voces de niños en la casa, ni discusión matrimonial alguna. Todo
me lo he buscado yo, todo lo he proyectado y creado yo. Maldito sea mi propio
Ser.
¿Qué ha sido de mí, ya no tengo
tanto poder?, me moriré solo de pensarlo. No lo puedo creer, todo por no seguir
la línea marcada. ¿Qué será de mí?, yo no quiero volverme loco, yo no quiero
acabar encerrado por los días de mis días. Yo solo deseo la calma, yo solo
deseo la paz. Las rubias tienen que dejar de picarme al telefonillo, no es
normal, no hay paz ni tranquilidad.
Sigue lloviendo, me asusto, un
relámpago me ciega y me nubla la vista. Además de tener la mente opaca, tengo
ahora cegada la visión. No hay red, no hay futuro, si te caes de la nube, no
vuelves a la vida, ¿o quizás sí?, quién lo sabe. Yo solo sé lo que sé y eso,
eso no es nada.
Las guitarras ya no suenan por
los altavoces, las botellas de cerveza ahora son vacías, vacías como mi alma y
mi corazón, no hay razón para seguir. Pero yo me armo de valor y me ducho, sí,
me doy una ducha. El agua caliente resbala por todo mi cuerpo, ya no quiero
mirarme como antes al espejo, este me delata y dice mi edad, y yo pensando en
que todavía estaba en los veinticinco. ¡Ja!, Que cruel que es la vida, esta
pasa rápida y no te da tregua y envejeces y tu cuerpo se oxida. A quién le
importa mi edad, mi espíritu es todavía joven y lucho, lucho todos los días por
intentar de detener el tiempo, pero este corre rápido pero ya cansino.
Pienso para mí, hablo conmigo
mismo y solo deseo compañía, alguien a quién saludar y decir “buenos días”. Si existe algo después
de la muerte, no me lo tengas en cuenta. Después de toda la semana trabajando,
no me merezco un poquito de cuerda, total ha sido todo de forma solitaria, como
el que juega al ajedrez contra sí mismo. Todo ha quedado en tablas, no hay rey
muerto y la reina, ¡ay!, la reina donde estará. No me riñas por favor, no me lo
tengas en cuenta, es el deseo y la voluntad del Ser humano. Todo va unido y no
se puede separar.
Yo no soy ni virgen ni puro,
nadie a mi edad lo es, he pagado por casi todo, pero eso no le quita valor
alguno. Todo depende de la moral y la conciencia de cada persona. Ahora
duchado, cenaré y descansaré, esperando un domingo más, un domingo en el que
saldrá el Sol y yo no tendré a quién saludar. No hay amigos ni amigas, no hay
nada. Todo es como una frágil botella vacía de cristal, tan frágil que como se
caiga al suelo se hará añicos y no habrá forma de pegarlos, como no sea
volviendo a tirar el tiempo para atrás.
Miro la nevera y ella se ríe de
mí, no hay de casi nada. Solo alitas de pollo adobadas, listas solo para
calentar en el microondas. Pego un suspiro y son las once cuando me siento a
cenar, algo que llevarme al estómago.
Tocan las campanas de una iglesia
cercana, antes con la música no las escuchaba, estas me rebelan de que son las
doce, justo medianoche de un sábado más. Solo, completamente solo. A veces
pienso en salir, pero adónde, adónde ir. No bailo y la timidez me come como una
serpiente por dentro. Malo no soy, feo creo que tampoco, pero mi poca valentía
a la hora de arrojarme al río, me hace vivir un lío en mi cabeza, que yo no sé
cómo desliar la madeja. Una madeja que me lleva a casi en sollozos, como si
fuese un niño chico, el irme a la cama, sin pensar en que mañana volverá a
salir el Sol.
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