domingo, 21 de julio de 2019


                                                  TRILEROS

Que se puede decir al respecto, es solo un juego o es toda una mentira. Yo creo que es como la vida misma, va rotando y rotando, vamos eligiendo según así nos viene, ni más ni menos. Eso es así y Eduardo lo debe de entender así, dejar de jugar a ello es una opción. Es eso o morir en el intento, aunque, pensándolo bien, nos vamos a morir igualmente. Pues, entonces que sea con un poco de emoción. A jugar se ha dicho, que rol me cojo, o que personalidad adopto, yo creo que la mía propia está muy bien y es muy acorde con los tiempos que corremos. Eduardo no piensa igual y sigue a la corriente, esa que deja fluir el agua en cascada, cayendo en caída libre, sin saber que abajo lo que hay. A lo mejor tiene suerte, a lo mejor hay un lago profundo que amortigua su chapuzón y se libra de la muerte en sí. Da igual, no, no da igual. Uno debe de ser uno, ya sea a contracorriente o por la sencilla razón de sentirse único y diferente.

Está sentado aquí, en el sofá de mi casa, lo tengo al lado, y me dice, y me hace escribir frases que no deseo o sí, quién lo sabe. Es solo un amigo imaginario o realmente existe dentro de la vida misma o solo cohabita dentro de mí y me habla y me aconseja, quién sabe. Yo solo sé lo que sé, que es muy poco. Tan poco, que podría recogerse ese saber con una cucharilla de echar azúcar y mover el café, de tal forma que la vida no tuviera este sabor tan amargo. Tan amargo, que a veces, rehusamos tomarlo o esquivarlo, como si no fuese con nosotros y es todo lo contrario. La vida hay que endulzarla, hay que enamorarse de ella misma, si deseas vivirla. Si solo deseas morir, no te levantes de la cama, rehúsa comunicarte con los demás, tápate con la almohada los oídos y así, y cerrando la puerta de la habitación, evitarás el movimiento y la algarabía que se mueve ahí afuera.

Todo es un suponer, pero yo no me levanto del sofá, yo no rehúyo, yo deseo vivir. Aunque a veces la vida sea un desconsuelo, yo deseo vivirla y si debo tomarme la vida como si esta fuese un café sin azúcar, la tomaré de un trago y si es con alguien que me endulce, la tomaré a sorbos. A sorbos tan pequeños, para que el presente se haga una eternidad. Nada más, que no, que no me levanto y sigo con mi música y mi escritura.

Eduardo sigue aquí, a mi lado. Él no es que me endulce la vida, pero me hace sentir el café de otra forma, es un amigo, un buen amigo, de esos que ya existen pocos. No debo temer por ninguna puñalada por la espalda, en todo caso me daría una pedrada en la frente para que le viera bien la cara. Aunque es un tema, un parecer un poco extraño, ya que al ser imaginario, no debo trazar ninguna línea ni hacer ningún esbozo de su rostro. Aunque ello me haga dudar, sigo adelante y escribo y escribo. Parecía que estuviese bloqueado, parecía como si me hubiese puesto un límite, una frontera y la única frontera que existe no es la del miedo ni de la vergüenza, es la de la mismísima muerte. Esa que te acecha, que sabes que un día vendrá a buscarte, que sabes que llegará y será rápido. Al menos así lo deseo, que sea rápido y no escuche los llantos ni los lamentos de aquellos y aquellas que son cercanos a mi vida.

Eduardo sigue explicándome, me dice que diga, me alienta a que escriba. Es pronto, es demasiado pronto y la tarde puede ser muy larga y hacerse un sin vivir si no sé construir en ella misma. Mis oídos alertan el sonido de unos tambores, mi corazón palpita como si por delante de mí pasase una linda muchacha. ¡Qué pasa!, no puede ser real. Es la muerte, esa de la que hace un momento hablaba. La siento y la presiento, no viene ni con una hoz ni con ninguna guadaña, solo presiento y siento escalofrío al pensar que se me acaba el tiempo. Todo es relativo y es cierto, todo por lo que vivimos y todo por lo que luchamos, a veces es un sin sentido.

¡Oh!, bella dama es la muerte. Si me prometes dejarme en este mundo un cierto tiempo más, te haré el amor. ¡Qué no sabes cómo!, ay, solo hay una manera de saberlo. Tráeme una taza de café y un cigarrillo, te lo voy a demostrar. Ella no puede, tengo que levantarme y hacerlo yo, pero yo respiro y suspiro, sé que está ahí. Entonces y solo entonces tomo asiento en uno de los sillones de mi salón. Eduardo se ha marchado, me ha dejado solo, no quiere ver lo que no desea. Me sangra un poco la nariz, no sé porque será, pero da igual. Yo fumo y dentro de mi cuerpo, dentro de mi alma se monta una fiesta, se monta un baile y yo bailo con ella. No es tan fea o yo al menos la veo morena, con los ojos verdes y una larga melena. Bailamos al son de la música de antaño, aquella que en el medievo se hacía por la noche llegando a alba. Yo solo es todo mental, la fiesta es una auténtica locura y yo no lloro, yo sonrío. Dentro de mi locura, hay paz y sosiego, bailo, bailo con mis letras.

Ahora lo escribo y lo narro, me dejo llevar, me dejo deslizar por la nube del libre albedrío y de todo aquello que es oculto, oculto por la poca tolerancia a aquello que se ignora. Cuando el respeto es sinónimo de aprender, de aprender de la otra persona, qué  más da, si esta es la mismísima muerte. Algún día vendrá de verdad, hoy solo viene de visita.

¡Ora y reza!, me dice alguien. ¡Reza!, yo no hago caso, todo eso no creo que sea verdad y yo sigo con aquello que me distrae y me hace feliz. Ya he tenido dos visitas y la tarde promete, todo ello sin comérmelo ni bebérmelo, solo creyéndomelo soy capaz de vivirlo, ya que vivimos lo que creemos ver, oímos lo que creemos oír y así con todo lo demás. Así que sigo y sigo escribiendo, locuras, quizás sean locuras. Pero como hace un auténtico mago, juego con tres vasos, escondo una pequeña piedra e intento adivinar donde está. A veces acierto, otras no, es solo un juego. Como la vida misma, a veces hay que probar suerte y buscar y buscar.

Cambio de ritmo, como si me pasase de frenada, me empotro contra la realidad, solo me rodean cuatro paredes, un techo y un suelo, dentro estoy yo. Escribo, no sé para quién, pero escribo, y además de manera rápida, tan rápida que me da vértigo. Sueño, mientras escucho unos acordes de guitarra española, en que voy en un pequeño barco por el mar y siento el sonido, el cántico de las sirenas. Una se parece a la morena de ojos verdes, a esa ya sé que debo de tener mucho cuidado, otras, hay muchas más, huelo sus aromas y son aquellos aromas, que a un hombre le vuelve loco o lo lleva por el mal camino. No hay timón, no puedo tirar para atrás, borraría parte de mi vida, rompería a trizas parte de aquello que he vivido y narro, con estas pequeñas frases. Pequeñas frases que van formando unos párrafos y estos, a lo mejor acaben en relato y pueda compartirlo con todos vosotros. Porque la primera lección que aprendí en la vida, fue esa, en que se debe compartir, ya sean juguetes o experiencias, vivencias o amarguras, porque de todo se saca una lección, que acaba bien aprendida.

¿Os gustaría que os acercara al cielo?, puedo hacerlo, solo debéis pedírmelo y os enseñaré no el camino, si no lo que hay cierto en ello. Aunque me parece, que es mejor esperar, ya a que vuestra conciencia sea limpia. Todo depende, porque todo es un camino. Hace rato que mi amigo y aquella de la que no sé qué decir, han marchado. Seré como un faraón, pero sin maldición alguna. Ya que no sé si será cierto que si perturbas el descanso de uno de ellos, te puede acarrear una cadena de malos infortunios. Solo os puedo decir, que todo ello es una experiencia. Que todo depende del camino a seguir, todo es relativo. Puedes creer que la paz está en el cielo, cuando verdaderamente está solo dentro de ti mismo y eso se aprende solo.

¡Se acabó!, al menos por hoy. Me levanto, me pongo de pie, recto y estiro el cuerpo. Como un relámpago, cae dentro de mí y me zigzaguea, haciéndome temblar. Las piernas me flaquean y me vuelvo a sentar. Cuál es mi sorpresa, cuando me recupero un poco y miro a mis dos lados. A la izquierda veo a Eduardo y a mi derecha veo a la muerte. Los dos me tienen encadenado, estas son invisibles, pero no puedo moverme. Me dicen que estoy preso, que estoy condenado, por la vida misma y mi forma de pensar. Que no hay salvación para mí, no lloro, solo sonrío para dentro de mí. ¡Ellos que sabrán!, solo son lo que son.

Lucha, teme y lucha, que tu voz se sienta y haga temblar los cimientos de las mentiras. Lucha, saca tu mejor espada, que es el momento que esperabas. Aquel que se sienta a tu izquierda quiere tu libertad, dice ser tu conciencia y que solo debes tener una oportunidad en la que poder demostrar de lo que eres y no eres capaz. Yo no sé si creerlo, solo sé que el salón se ilumina y como si hubiese una subida de tensión, las luces del salón estallan haciéndose añicos y yo despierto de golpe.

No hay nada, no hay nadie, solo miro el reloj, son la dos de la tarde de un sábado que esperaba fuera tranquilo y en vez de eso, me siento como alterado, pero más despierto en ciertas cosas. Me surgen nuevas preguntas a las que ya encontraré respuesta, mi amigo, no sé qué amigo era, si no fuese solo dentro del sueño, sueño que ha estado a punto de convertirse en pesadilla. Miro para la mesa y veo un vaso, un vaso con una cucharilla dentro, ¡café!, como es posible. Si es ahora cuando debo de tomarlo, me quedo atónito, no sé, ni me sé responder. Huelo a tabaco, ¡qué raro!, si yo no fumo. Todo es muy confuso y no quiero echarle cuenta alguna, así que me incorporo del todo y cogiendo el vaso me dirijo hacia la cocina.

No sé, dejo el vaso, pero muevo la cucharilla haciendo círculos dentro de él. Me apetece, sí, me apetece. Me sirvo el poco café que hay en la cafetera, no le echo azúcar, quiero tomarlo amargo, pero inconscientemente lo muevo, lo remuevo. Me lo acerco y lo huelo, me viene a la mente una imagen, una visión de cuando era un niño y estoy en la playa. Escucho el sonido del mar y los demás niños gritando y los padres hablando a voces. Le doy un sorbo y me parece dulce, no sé el porqué, pero dejo el vaso en el mármol de la cocina. Agarrándome fuertemente, tiro la cabeza para atrás y siento a mi madre secándome el pelo, y entremedio una regañina. Sonrío, incluso me río. Vuelvo a coger el vaso y a esta segunda vez, me viene el recuerdo también dulce, el beso de la primera novia que tuve. Ahora no suelto el vaso y quiero saborearlo y casi sin darme cuenta, me tomo todo el café, dejo un poco para el final, no sé cuál será. Ahora estoy soltero, a mi edad y soltero aún, ya no me acordaba ni de mi madre ni de mi primera novia, como tampoco de mi época de juegos en la playa. Todo contento, me cojo el vaso y me siento en el sofá, y tomando mi último sorbo, caigo desvanecido.  Al notarlo amargo, me he caído, no he querido ver, lo que es la realidad, la verdadera realidad y esa es la soledad. Paredes blancas, techo blanco, al igual que el color del suelo. Solo las paredes de color marrón y mi corazón negro como el carbón, es la pura realidad. No tengo amigos, si estos no son ficticios o imaginarios, no existen de verdad.

No hay familia, no hay hermanos, solo yo y mi lista telefónica vacía, sin nadie a quién poder llamar, ni a quién poder decir. Ahora sí que lloro, lloro de pena y tristeza. No me acordé de mi madre ni de aquella muchacha que hoy en día podría ser algo más que un ligero recuerdo. ¿Qué será de mí cuando sea anciano?, no tengo nietos, no tengo sobrinos, no tengo nada más que aquello que me rodea y es todo material, nada me da vida, verdadera vida. Risas y alegrías, ya es demasiado tarde. Así que cierro la puerta de casa y me dirijo calle abajo, no voy a cometer ninguna locura, pero veo y me hiere ver a la gente feliz.

Solo siento en el viento, una voz que me susurra…
      
                             -        No te lamentes, eres lo que eres, una buena persona. Solo un poco egoísta, pero nada más.  Así, que deja de caminar solo y agárrate a la vida y dile que quieres vivir. Ya verás, solo  debes tener paciencia y sonreír, sonreírle a la vida y estar en calma contigo mismo.

Me da miedo, me asusto y me vuelvo a casa, sin saber el porqué, me vuelvo.  Es sábado y el Sol alumbra todavía las calles. Me asomo a la ventana y me sorprendo, me surge una sonrisa. Porqué será, a saber. Todo queda en un quizás y en un suponer, quién me ha dado el aviso. Así qué, quitándome la mochila del pasado, me prometo el volver a la vida, a la vida que rueda y rueda como un disco de vinilo. No sé a quién conoceré, quién me sorprenderá, pero de eso se trata, de buscar una canción que le dé un poco de emoción a mi vida y saborearla como un café dulce.


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