Todo por el dinero.
“Todo comenzó tristemente un ocho de julio de
hace ya unos años, él, todavía joven y con vida por delante, la truncó al verse
inmerso en cierto lugar de que el nombre más vale olvidar. Todo depende de cómo
se cuente, todo depende de cómo se narre. Yo no soy el narrador, solo soy
alguien que lo vio pero se salió. ¡El narrador!, que lo haga él, ya que es más
ducho con las letras que yo.”
Así
empezó la carrera de la vida…
Todo por el dinero, sucio dinero. Vendería mi
alma por un poco de dinero, satisfaría a cualquier hombre, por unos cuantos
euros. Qué será de mí, ya no lo puedo evitar, el juego me lleva en cascada a
una caída libre. Todo por ver la ruleta girar, qué será de mí, yo no puedo
controlarlo. El sudor es frío, el sudor me resbala y los dedos me tiemblan,
cada vez que hago una montaña de fichas.
–
Son mías y solo mías, las hay de
todos los colores, al igual que mis jugadas. Todo depende de dónde quiera
llegar, si a la cima o a la ruina, todo depende.
La Luna
estaba en lo más alto de la oscuridad de la noche, el Sol se había marchado, ya
avergonzado y dado por vencido, por no haber sido capaz de enseñarle la
claridad de su propia mente.
¡Qué carajo importa!, todo depende…
Si cruzo la calle, si tiro por la otra
avenida, todo depende de que la ruleta deje de girar y girar y caiga en el “par
rojo”, sería genial, sería estupendo. Sería como ligar en plena tormenta, los
dos debajo del paraguas, tú y yo. Sí tú, el lector y sí yo, el que apuesta por
todo, como el que se bebe hasta el agua que cae en otoño. Envueltos por los
aires de tristeza y melancolía y empapados por la lluvia de recuerdos, nos trae
un ayer no muy lejano. ¿Qué sería de los dos, si nos intercambiáramos
los papeles?, si fuéramos por un momento, por un solo instante, yo tu mujer y
tú mi hombre. Quizás y solo quizás, me quedaría embaucado por la tentación de
todo aquello, que se dice prohibido.
–
¡Porqué, no!, porque no puedo
travestirme y salir con los labios llenos de carmín…
Que le
puedo decir, no me quiero poner en su lugar, no soy a quién el ángel de la
muerte busca. Todo, todos tenemos miedo, todos tememos a algo y parece ser que
él, el cuál nombre quedará también oculto, solo teme al no ser libre. ¿Pero
libre de qué? Prisionero del juego y de la bebida, solo se ve libre dentro de
ese mundo.
La ruleta deja de girar y cae en el negro, que
le vamos a hacer. No creo que sea mi última apuesta, mi
último intento, todo,
será todo hasta quedar solo y arruinado. ¡Porque tú!, no eres capaz de
prestarme algo más que tu amor. Que sepas, que yo te querré eternamente y bajo
ese paraguas de terciopelo, anda un hombre maltrecho de cariño que solo busca
un poco de afecto femenino.
– Toma unos
euros, yo invito. Bebe, ponte en lugar que te corresponde, siéntete como en tu
casa. No hacen falta chicas para divertirse, ¿o sí?, quién lo sabe. A saber
Si existe Dios, yo le rogaría, yo le oraría a
cambio de no hacerme sufrir, de no hacerme padecer de esta forma. Ni despierto,
ni en sueños, puedo descansar de aquel que me persigue todo el camino. No es un
demonio, no es un ángel, no sé realmente lo que es, pero me hace vagar, me hace
arrastrarme por las calles de una pequeña ciudad, haciéndome visible a todo el
mundo. Eso, eso me exaspera, me enoja y le doy golpes a las paredes y a los jodidos
muros de hormigón. Solo el juego y el ver como rueda y rueda la bolita,
haciéndome perder la vida. ¿Pero?, yo nací para beber, yo nací para jugar, yo
fui creado para ti, para que tú me narraras y fueras sincera, fueras realmente
quien eres, solo por el motivo de escribir mis hazañas.
Todo
sigue su camino, todo sigue como un disco de vinilo que no llega al final. La
aguja no retrocede y no lo hará nunca, quién sabe para quién fue creada esta
canción. Justo se hace el rock, justo toca la estridente melodía, no es una
balada, más bien es un réquiem, un réquiem por alguien que lleva muerto en vida
varios años. Todo depende de cómo ande, todo es según como camine. No corre, ya
que no puede huir de sí mismo. Todo es según la canción que escuche, todo
depende de lo que palpe al poner las manos sobre los altavoces. La vibración le
llama la atención y con una palmada en la madera de la caja, vuelve a jugar.
Sus últimos diez euros, como siempre “par rojo”, no sabe, pero el corazón le
galopa como si fuese corriendo un corcel dentro de él.
Lágrimas de Gin-tonic me caen por la garganta,
risas que me hacen saltar los ojos, la mirada perdida y la boca desencajada.
Todo por quererte a ti, sí, solo a ti. Lo del juego era simplemente por atraer
tu atención, a ver si verdaderamente te importaba y veo que sí.
–
Yo te quiero como eres, no hace
falta que me hagas y me montes escenas de películas en blanco y negro. Todo es
como es, yo soy como soy y te quiero, por ese motivo te narro a diario, te
guardo en mis estanterías y te limpio el polvo acumulado por un caluroso
verano. Todo es así, yo te querré siempre, me hables del juego o me hagas
escribir las historias increíbles que solo se te ocurren a ti.
Sabía que era así y te lo agradezco, así, por
el paso de los tiempos, me tendrás siempre joven y lleno de aventuras. Tú eres
el colmo de mi alegría y no, no las monedas que juego, sino tus ojos al ver
girar la rueda es lo que realmente me inspira.
Escucho una voz, una voz de esperanza y no es
otra que de aquel que se marchó, se fue dejando un legado impresionante,
convirtiéndose en leyenda. Yo no creo que lo consiga, soy demasiado mediocre,
pero lo suficientemente bueno como para atraer tu atención.
–
No sigas por ese camino y narra
algo, cuéntame algo que no sepa o me llene de intriga o de pasión. Cuenta,
háblame de algún relato emocionante que me haga volar y soñar en la Luna.
Si hay algo después de esta vida, reza, ora
por ello, no creo que tarde mucho en marcharme. Estoy quedando como un hombre
arruinado, arruinado pero a la vez rico al tenerte aquí, conmigo. Solo deseo
dejar lo que tengo entre manos, que ya mismo será nada, será un vacío que ni tu
amor podrá comprar. Pero, no te cortes y préstame algo, que algún día te lo
devolveré con creces. ¡Sabes!, creo que me traes suerte. Con que quédate aquí a
mi lado y déjame hacer la última apuesta.
– Apuesta,
apuesta, pero que sea un doble o nada. Aquí tienes, lo poco que me queda. Si lo
pierdes, me pierdes a mí. Pero si ganas, si ganas me tendrás para toda la
eternidad.
Rueda que rueda la bolita, que será de él,
gira y gira la ruleta. El sudor le cae por toda la frente y la garganta se le
seca. Pega un sorbo a la copa, al mismo tiempo que escucha al crupier. No hay
suerte, no quiere seguir escuchando, “la banca gana”. La banca gana siempre,
pero el que juega no se da cuenta hasta que pierde hasta los calcetines. La que
estaba a su lado, se marcha. Tenía nombre de mujer, era su conciencia, que
ahora perdida. Anda por las callejones de la húmeda ciudad, bajo una lluvia que
no cesa, como si llorase la muerte de algún Ser querido.
– Padre,
madre, ahora me acuerdo de vosotros. Padre, madre, ayuda, no tengo ya ni casa y
me veo abocado a la miseria. Tendré que ir a algún refugio o hacerme de
cartones para no acabar con una pulmonía.
Envuelto
en una esquina, con papeles de periódico, no lee las noticias, él ya es una.
Una de tantas, que acaba en desgracia, todo por no poder querer reaccionar.
–
¿No querías jugar, no deseabas
sentir su corazón galopar?
Que importa realmente, que es verdaderamente
necesario para poder decir, “yo soy feliz”. No se sabe, realmente no se sabe,
solo se cree el conseguirlo. La felicidad completa no existe y si existe, yo no
la conozco. Todo es relativo, todo es imaginario, salvo una cosa y esa, esa es
la conciencia. Quién la pierde o se aleja, es un hombre perdido, porque ya no
sabe quién es en realidad. Todo el mundo no hace lo correcto, eso es verdad,
pero todo el mundo piensa en si acierta.
Gente triste, gente feliz, gente resignada a
una vida que no es la que tiene que ser. ¿Quién sabe, realmente lo han elegido
ellos o simplemente, han sido lances del destino? Todo puede ser verdad, todo
puede ser real, pero no con tanta desigualdad. Los hay pobres, los hay ricos,
los hay, los hay. Pero ninguno de ellos se separa de su mujer eterna, esa sí,
esa que no es otra que su conciencia.
A saber,
quién sabe lo que realmente piensa la mente de aquel que apuesta y que trago
tras trago, acierta o se desespera, siempre con la sombra de la muerte que le
acecha.
Tengo fiebre, fiebre alta, estaré cerca de los
40º, pero ello no me hace desfallecer, sé que lo conseguiré, saldré de esta.
Juro y prometo, prometo y juro, no volver a jugar, no volver a caer y por ello
y por esa razón me pongo en pie. Me erijo y me pongo recto, la lluvia sigue
cayendo, pero ando, camino hacia el refugio. No quiero quedar condenado a la
acera o a dormir en un banco. Con lo bien acostumbrado que era, yo y mi cama, mi
cama y yo, sin olvidarme de la maldita o esperanzada conciencia. Yo la saludo,
yo la abrazo, sé que vuelve a estar conmigo, que vuelve y me da una
oportunidad. No la defraudaré y seré el que era, ¿el qué?, ni me acuerdo, pero
volveré.
Quiere
volver a entrar en la vida, quiere y desea ser el que era antes de entrar en un
lugar sin nombre. Quién sabe si podrá, quién sabe si resistirá las tentaciones.
Estas son enredadoras y maliciosas, no se libra ni el más pintado, hay que
tener un buen historial o ser de hielo, para no quemarse las manos en aquello
que nos ofrece la “divina suerte”. La ruleta de la fortuna, gira y gira. Él,
camina y camina, se acerca a la entrada, tiene hambre y viéndole, le ofrecen
entrar. Traga saliva y acepta, acepta y entra. Bandeja en mano, mira a los ojos,
a los ojos de aquellos que tienen la mirada limpia y no turbia, no envenenada
como aquellos que ya conoce.
Estoy sin blanca, pero aquí me rodeo de
aquellos que ya mismo, serán mis conocidos o mis amigos. Todo depende, no
tengas prisa por acabar de narrar la historia, una historia que no tiene fin,
porque no la tiene ni la mismísima muerte. Todo es relativo, el dinero, todo
por el dinero, ¿sin él que haríamos?
–
Yo, que soy tu conciencia te digo.
La libertad no se compra ni se vende, simplemente se desea, se desea y en los
lances del destino, se te otorga. Se te concede como mérito a tu labor. Todo
depende de cómo actúes ahora que eres poseedor de ella. De ti depende, dejar de
merecerla, pero… ¡Ojo!, piensa que la
libertad se respira en la playa, en la montaña o en cualquier otro lado, dónde
no tengas que pagar un precio por ella.
Nadie se acordará de mí cuando muera, pero sí
se acordarán de ti narrador, que eres el qué las letras imprentas. Que será de
mí, ahora me marcharé a un albergue y a seguir el camino, el camino para
intentar salir del lodo, un lodo que se engancha y no te deja salir. Se pega en
los pies y no te los deja mover.
No sabe
volar aún, si no sentiría la ligereza en los pies y la cabeza la tendría en las
nubes. Sigue, sigue comiendo sentado en un comedor público. Se extraña, se le
cambia la cara al ver la de los demás, no lo entiende. Uno de ellos, el segundo
de enfrente por la izquierda, se dirige hacia él y colocándole la mano en el
hombro le dice…
–
¡Hola! Tú eres nuevo, todavía
hueles bien.
Con un
gesto de arrogancia le quita la mano y de malas maneras le responde…
–
Yo no soy como vosotros, yo en dos
días estaré fuera de todo esto, lárgate, déjame en paz. Sigue comiendo, como si en ello le fuera verdaderamente la vida.
El
hombre en cuestión se aleja y sin darle importancia, hace bromas con sus
compañeros. Aunque lo mira de vez en cuando, ahora sí con lástima, por ser tan
pobre de alma y de corazón. Pasarán días, pasarán quizás meses y se lo
encontrará en el mismo asiento del mismo comedor. Sabe, que muchos no aceptan
tal destino, como es de aceptar tal desenlace. Solo la tenacidad y la lucha
propia, puede llevar a salvar tal situación. Saldrá de él, muchos se acomodan,
aunque pasen frío en invierno y calor en verano. Dicen o al menos eso me parece,
que las estrellas son su techo y que los mejores compañeros, son la guitarra y
los perros. Quién sabe lo cierto, quién sabe si saldrá de lo incierto, nadie
está a salvo. Solo aquellos que no ladran, son los que no sufren, ya que no se
les escucha su ladrido.
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