lunes, 7 de mayo de 2018


                                                   El cerrojo

Noche de calor, noche veraniega, el cantar de las cigarras hacen de una melodía el trasnochar. Javier, hombre de mediana edad, mira tristemente por la ventana el paso de la gente. Es un paseo marítimo de una localidad turística y costera, está abarrotado y son todo de cánticos y risas. Solo piensa para sí mismo, solo habla con la pared o con la botella que tiene al lado, en la mesita de noche…
        
                  Vivo en compañía, convivo en soledad. Comparto piso con mi hermano, a ninguno de los dos nos llega para nuestra total intimidad. No me tiene mucho respeto, solo me trata con indiferencia y con la falta del más mínimo comportamiento. Se sube a toda mujer que le merece ser de una noche, como mucho casi una semana dura con ellas. Como un  truhan se comporta, pero no es ningún caballero. Yo solo deseo tener la mitad de suerte que él, pero no es así, solo el líquido de la botella me hace bondad y me consuela en mis ratos libres.

Mira con deseo el turbio licor, siente la garganta seca, siente que solo ella se puede desear como la atracción sexual de una bella dama. Piensa o se imagina que ella baila, se cree estar abducido o simplemente es la embriaguez de aquel que lleva trago tras trago. No sabe ya si va descalzo o simplemente vuela o flota en el aire, el aire que envuelve la pequeña habitación, recodo de su pequeña intimidad.
     
                                          Una botella de whisky, qué más da, solo de la borrachera es el empezar. Qué más da, no soy un tío con suerte, solo la botella me quiere. Dime tú fiel compañera, si me equivoco o no. Trago tras trago, empieza a sentirse mejor, más calmado, más sosegado. El efecto del alcohol entra por sus venas. Javier está tranquilo, se siente adormecido.

Llora, llora desconsoladamente mientras ahora mira por el ojo de la cerradura. No puede  evitar acabar acalorado, al ver a la pareja amarse. Se pregunta, el porqué de su situación. Si es que no tiene él, derecho también. No puede evitar llevarse la imagen de los dos a la cama, pero solo, sin nadie que le ame, no se limita a cerrar los ojos e intentar dormirse. Se siente demasiado tentado y no evita la masturbación.
        
                        Yo no dependo de nadie o quizás sí, todo depende de por dónde se mire. Yo lo miro a través del ojo de la cerradura y me turba, me excita y me calienta el no poder ser como mi hermano. Todo depende del prisma que se enfoque las cosas, todo es relativo, pero a la vez cruel.
      
                                     Camino por el pasillo del piso, ando de aquí para allá, mientras escucho el cabalgar de mi hermano. Cabalga y cabalga, hacia la montaña del éxtasis. Yo, de mientras, solo ando de aquí para allá, pasillo arriba, pasillo abajo, con la botella bajo el brazo. Yo solo hablo con ella y ella me responde en cada trago.

Piensa o  cree, escuchar una voz que le susurra y le abraza. No, Javier, no estás solo, nadie está completamente aislado. Háblame, que yo tengo líquido para rato.

No es juez ni verdugo, pero ¡ay!, su conciencia. Esa, esa le martillea y él se masturba. Se desahoga, se desfoga, mientras ojea, ojea una antigua revista de desnudas. Todo por un buen fin, todo por un descanso, que no será ni el fin ni el final.

          Acaríciame tú por dentro, lléname de líquido el estómago y llega a todas mis neuronas. Para que estas se duerman y no se den cuenta de lo que significa la amarga soledad.

Siente el ardor en su garganta, siente la quemazón del contenido de la botella, solo aprieta los dientes y blasfema hacia todo aquello que no es de este mundo. Todo, absolutamente todo le da igual. Es la madrugada del sábado y toma asiento en el lateral de su cama. Una cama de 90cm de ancho, la de su hermano es de 150cm. Todo porque lo echaron a suertes y como tiene tanta, ahora se ve en esta tesura.

La noche es larga y no para de escuchar el gemido de la mujer, mujer que está en los brazos de aquel que le acompaña por las mañanas. Una por la noche, otra por semana. Le duran solo seis días, mientras el siguiente se lo toma de descanso. Hábil con las artes de la seducción, ya lo conocen y saben todas de su buen hacer. Le llaman el pistolero, por las veces que arma y dispara. Le llaman el pistolero, como si fuese en el antiguo oeste, cabalga sin moverse del sofá o de la cama. A veces y solo a veces, hasta la frágil mesa soporta los envites y los disparos del pistolero.

Ahora no es a él, ahora es a aquel que dice ser su hermano el que a veces y solo a veces, escucha una voz que le anima...

          ¡Hey, tú! El de los ojos negros, sal ahí afuera y lucha, lucha por conseguir no dormir en soledad esta noche.

Sabe lo que sabe y desea lo que desea, cuenta las seducciones por decenas, quién sabe si llegará también a contarlas por centenas, todas lo buscan, todas se pelean por un rato de alcoba con él. Ahora es joven y bravío, dentro de unos años, cuando haya llovido varias veces y el Sol se haya puesto en el horizonte, solo le quedará la compañía familiar de aquel que es con él, aunque no se dé cuenta todo funciona así. Gritan de pasión desenfrenada, gimen del gran momento y de lo dichas que se sienten al ser una de las elegidas, mientras Javier solo mira de vez en cuando y se consuela en solitario.
       
                        Ámame un poquito más, deséame a tu lado y no me olvides, no desees a nadie más, yo soy tu elección, nadie más puede darte lo que yo puedo darte. Grita mientras la posee en mitad de la noche.

Está harto, está cansado de ser siempre una marioneta, de ser motivo de bromas y de guasas de aquel que dice ser su hermano. No le desea mal alguno, pero que tenga un poco de miramiento y se vaya a un hotel o a una pensión. Todo no es así, todo para él es una mierda, solo desea que todo acabe. Pero no puede tampoco marcharse y dejarle colgado con el alquiler. Total, nadie va a querer compartir piso con él, nadie aguanta lo que aguanta, todo lo hace por no dejarle solo.

Primero de niño, después de adolescente y ahora de mayor. Es su hermano el privilegiado, es su hermano el que tiene éxito con las mujeres. Solo le queda a él un par de vasos de whisky y poco más. Solo desea, solo quiere el roce de la piel de alguna joven, y decir que en ese momento, en ese instante esa mujer ha sido de él. ¿De quién hablo, de Javier o del “pistolero”?,  no se dan cuenta, que mientras uno las cuenta como triunfos, él solo quiere una. Una con la que soñar y despertar a su lado. Porque la vida es igual de vacía, es igual de solitaria si tanto cambia de dueña. En el mañana, en el futuro se quedará solo, porque solo lo quieren, solo lo desean para una cosa y eso, eso no es ni amor ni compañía. Javier, aunque parezca de otro mundo, es más racional y piensa que busca verdaderamente el amor.

No aguanta más y se va a la playa, sí a darse una vuelta por la blanca arena y a sentir la brisa marina en todos sus sentidos. Ya sea el golpear de las olas, como el sentir el olor a salitre del agua marina. Pasea y pasea, mientras intenta alejar las malas compañías. Solo desea disfrutar de la vida, solo quiere a una, con eso se conforma.

Hace calor, el Sol de buena mañana abrasa. La gente, familias enteras, parejitas, se acercan en un domingo veraniego. Todo lo que necesitaba sentir, ya lo ha notado, todo lo que no quiere oír también. Así que se aleja, paseando por un desierto de arena que no hay lejos de la playa. Se quita los zapatos, y abrasándose ahora los pies, anda como el que busca la verdad sin encontrarla.
¿
Quién es la verdadera verdad, tiene nombre o solo es una utopía?, no lo sabe y camina y camina sin rumbo y sin destino. Solo cegado por el Sol y por los efectos de los tragos, le hacen seguir adelante. Sus pisadas se borran por el viento marítimo, pero no se pierde, no llega a dejar de ver el Norte. Está solo o eso cree, pero escucha voces, escucha una voz familiar y esa, esa es la de su madre.
      
                                  Javi, hijo mío, vuelve a casa te lo ruego.

No se imagina lo que escucha y  se frota los ojos con las manos, la mala suerte le lleva a dejar de ver durante unos segundos, debido a la arena de la zona. Se mezcla ahora con las lágrimas de sentir a aquella mujer, que como madre la llama. Todo le trae recuerdos, todo es un devenir de momentos que pensaba olvidados. Su madre, su mamá y su hermano, cuando eran pequeños y en la misma playa, disfrutaban de un cálido día de verano. Está absorto con sus memorias, cuando otra vez escucha la misma voz.
      
                                  Javi, hijo mío, vuelve a casa te lo ruego.

Solo nota que el efecto del alcohol se pasa y reacciona, se pone en alerta y viendo un escorpión a menos de un metro, se calza de nuevo.

Pasan las horas y el Sol se pone, se oculta y la Luna le muestra sus encantos. Le quiere demostrar que todo es posible, pero él ciego y melancólico se marcha para casa. Solo escucha el silencio al llegar, no hay nadie, solo una cama deshecha y esa, esa no es la suya. No sabe si por celos o por envidia, pero se le nubla la mente y la razón. No puede dejar la mala compañía y asiéndola por el cuello, y sin vaso ninguno, se dirige a su habitación. Pegando un portazo, se cierra entre sus lamentos.

No sabe si es por buena o mala suerte, pero escucha a su hermano desde el otro lado de la puerta…
        
                             Hola hermano, ¿cómo estás? Siento no hacerte mucho caso, pero no puedo dejar de saciar mi deseo con las mujeres. Seguro que me comprendes, como hombre sabrás también lo que pasa. Todo es un subidón, todo es adrenalina, todo son las hormonas. Tengo que aprovechar, ahora que soy todavía joven, ¿me comprendes?

Javier, como si hablase desde ultratumba, tapándose la cabeza con la almohada, le dice, le comenta y le responde…
      
                              Eres un adicto al sexo, dime como lo haces, me conformo con una, dime, enséñame, por favor soy tu hermano.

Estirándose hasta casi tocar el techo con la punta de los dedos le dice, esbozando una sonrisa, seguido de un suspiro. ¡Oh!, que te puedo decir, que te puedo explicar, todo es hablar, todo es la relación y que te conozcan. A lo mejor es un don, a lo mejor lo llevamos en la sangre y tú todavía no lo has desarrollado. Tienes que ser dulce, tienes que gustar y para eso te tienes que gustar tú mismo, ¿me entiendes, no?

Javier, abriéndole la puerta, lo empuja levemente, diciéndole...  eres un crápula, no las quieres, solo son un objeto para ti.
     
                                       Qué más da, ¿es que te importan de verdad?

Perplejo se queda, atónito en un sin cerrar los ojos en dos noches, se pregunta una y otra vez, sobre la respuesta de aquel con el que comparte piso. Ha sido sincero por raro que sea y le demuestra que la vida es así de cruel y despiadada. Solo aquel que está falto de sentimientos, es realmente feliz. Al menos eso es lo que piensa o piensan ya los dos. A partir de ahora, después de la lección aprendida, saldrá a la caza y será como él, un crápula y un mentiroso. Todo por una causa, la satisfacción personal de aquello que es primitivo e instintivo, como es el deseo carnal.

Mirando otra vez a la botella, le dice frente a frente… Tú sí que me amarás de verdad, tú sí que me seguirás en mis pasos hacia el precipicio, todos somos lo que somos y no hay nada más. Cuando llegamos a cierta edad, es difícil congeniar, es complicado gustar y llegar al amor. ¡Ay, amor!, ¿qué es eso en verdad?, yo solo supe una vez y sigo solo de verdad.

Se retira, ahora sí a descansar. Descansa, después de un duro fin de semana, esperando que la suerte cambie o dejando simplemente que esta le evoque en un final trágico o no, yo no lo sé. Solo soy un simple narrador de una historia verdadera o cierta, quién sabe, solo el destino lo tiene escrito.


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