martes, 29 de agosto de 2017

                                        ¿A quién llamas príncipe?

Es cinco de junio de algún año, en la calle llueve a cántaros y no deja ver el eclipse lunar que enturbia el cielo oscuro de la noche.  John es un cantante de Rock y se siente abstraído en su mundo en el camerino, no piensa, ¿o sí? Todo pasa muy deprisa, pero a la vez él siente que el tiempo se detiene, como el minutero del reloj que cuelga de la pared no hace ningún movimiento y el segundero para aletargado. Solo cuatro luces blancas, alumbran el espejo en el que se mira fijamente. No le deslumbra, no le ciega y ve su propia cara y ve sus propios ojos, su propia alma.  Como si le hablase su propio reflejo, siente una voz cercana, siente como cimbrean sus tímpanos. Como si pudiera hablar con su otro yo, entabla una conversación, un decir y un debatir. Esta le avisa y le habla…
      
                                   -   Hola John, soy tu propio yo, tu propia conciencia. No amedrentes contra mí, porque te harías a ti mismo mucho daño. Qué más da, solo soy una mosca que te visita, solo soy algún bicho volador, porque la energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma y eso, eso me permite ser quien quiera ser. No me manifiesto de manera real, ya que como todo, tengo mil nombres y mil caras. No puedo, eso es cierto, convertirme en hombre, ya que mi energía no ha sido concebida para ello. Solo soy  uno más, uno más de aquellos que tiran de la cuerda. Pero no te asustes y te confundas, sí, entro dentro de ti, pero te respeto. Yo soy el príncipe y tú una sombra arrepentida. Vuela, vuela alto, que podrás elegir y volver si es tu deseo. Eso, eso o quedarte en la oscuridad.

El concierto ha acabado, todos los que jaleaban su nombre, ya han marchado a sus casas con sus familias. Se siente cansado, pero no lo suficiente como para no tomarse una copa de ginebra. Sabe que solo puede tomar una, la aprovecha, la apura y se relaja, mientras su mente trabaja. Su cerebro no descansa y le hace mantenerse vivo. Tantos fans y  a la hora de la verdad tan solo. No tiene ni mujer ni hijos. Solo la compañía de la ginebra le acompaña. Sus compañeros de música, son al otro lado, fuera del escenario no hay relación alguna con ellos. Mira a su fiel compañera y le dice y le comenta…
       
                    - Yo quiero ir hacia la Luz, esa sí, la que es verdaderamente poderosa. Tiene el poder de doblegar y cegar al más ruin, y aunque no sea el caso, me siento preparado. He encontrado muy dentro de mí, esa paz que llena. Me he lavado, me he limpiado el barro y el lodo de aquello que me hacía sentir odio, odio y rencor. Ahora me siento libre, libre sin alas, pero capaz de volar y abrazar a aquellos que me aprecian y sienten cariño por mí.

Siente y presiente, como el que sale del fondo del agua, como nada entre la nada y la  abundancia. Solo un trago, solo un sorbo más. No le da tiempo a los cubitos de hielo, para que estos se derritan, mezclándose con el alcohol. Piensa escuchar a alguien, o solo es el efecto de lo bebido, cuando la soledad más se acrecenta…
        ¡
                    - Qué más da! Yo soy quién creas tú que sea, soy un mar oscuro en el que no se ve el horizonte, ya que este no existe. Todo es infinito, todo es real o irreal. ¿Quién sabe? Yo te traigo la verdad y esa es la Luz y la Oscuridad. Las dos son eternas, las dos te pertenecen. Siempre que no seas malvado y te conviertas en una Sombra. Baile de Sombras en el subsuelo de aquello que es infinito.
      
      Se mira, se fija, la cruz que le cuelga de la cadena de plata del cuello. La coge, la palpa con su mano derecha y como si creyera en ello, reza, canta una oración. Sabe que es ser una sombra, el no poder elevarse y mantenerse en lo más bajo de todo aquello que rodea al entorno infinito. Levantándose de la silla, mira hacia el techo y este se vuelve en un torbellino oscuro. Ya no es blanco, gira y gira como un huracán, entra en un sin sentido, mientras que siente y presiente, que algo o alguien le acecha. Le acecha y como en un susurro, en un pequeño murmullo, siente que a ese Ser le acompaña algunos o algunas del otro lado.
     
                                        -    ¿A dónde viajo entre mis sueños, a dónde escapo dejando mi cuerpo inerte? Solo tú lo sabes y no me lo dices. Todo es como si me pusiesen una venda en mis ojos y no consiguiera ver la dirección de mi vuelo.

Se cree un títere, se cree que lleva unidas unas cuerdas que alguien, desde afuera, desde el otro lado las mueve y lo dirige. Está acabando en éxtasis, cuando cae al suelo en un desmayo. El corazón le palpita a cien por hora, pero está vivo, está todavía en este mundo. ¿Quién sabe? Pero viaja en su pesadilla y entra en disputa con aquel que se dice “el príncipe”.
        
                    - No esperes respuesta alguna, no te molestes en llamarme, porque no acudiré. Estoy muy bien, aquí, en las montañas de la oscuridad perpetua. ¿Quién sabe, porqué aquí no corre el tiempo? A saber. Yo solo soy el príncipe, porque aquí no hay reyes, solo yo, el príncipe. No te confundas, no son las Tinieblas y si así fuera me daría igual, estoy contento y te lo hago saber. Todo es una montaña de luz, todo lo que alumbra son las almas de aquellos que se dicen rebeldes. Todos aquellos que son ignorados o marginados, vienen a acercarse a mi lado, llenando de luz todo aquello que es igual de oscuro como el Cosmos.

No hay túneles, no hay ni caminos ni desvíos. Todo es como un imán que atrae y su luz se me hace cada vez más brillante y transparente. Puede sentir, puede percibir su compañía, que no le deja ni de día ni de noche. Siente, escucha como si el “príncipe” rompiera en una carcajada, riéndose del destino que le tiene preparado.
        
                     - ¿Quién puede tener tanta vanidad, quién vive en rebeldía? Ya sé que estás en el otro lado y que la oscuridad es infinita, ¿quién sabe realmente, lo que perdura en el tiempo? El tiempo se detiene, ya que no existe el óxido, no existe la carcoma. No iré donde tú quieras, no caeré en tus redes, por muy mosca o araña que seas. Romperé tu tela, tu trampa e iré a abrazar a todos los que para mí son tan cercanos, que casi puedo tocarlos con la mano.

Siente desde el otro lado, como si el tiempo, ese que no existe, se consumiera. Escucha los lamentos de su cuerpo y vuelve a él. Vuelve rápido, pero no sin saltear obstáculos. Lucha contra aquellos aliados de la oscuridad, lucha por la supervivencia y el poder volver a su reino, que no es otro que su propio cuerpo. Cuerpos sin cuerpos, almas sin almas, quieren apropiarse de lo ajeno y no se deja, no desvanece y al final consigue entrar y volver a ser quien era. Coge el vaso y lo tira al espejo, haciéndolo añicos. Todo son cristales por el suelo. Grita, chilla de tal forma que vienen sus compañeros a escuchar tal escándalo.
      
                               -    Como en una cárcel se encuentran aquellas que no pueden mezclar su luz, como en presidio por todas las eternidades se encuentran y estas no salen, ni siquiera de su propio asombro. No son mezcladas entre las demás, solo el barro y el lodo las impregnan de tal manera, que no pueden volar y volver al mundo. Tú solo has sido liberado después de una eternidad de encierro y has sabido madurar y conocer y respetar las reglas de aquello que une la Luz y la Oscuridad, todo aquello que hace que todo exista y no muera de forma definitiva.

No salen de su asombro, piensan que todo es como una buena canción de Rock y la guitarra ha sonado demasiado distorsionada. Quien sabe realmente lo sucedido, John se lo calla y mirando a sus compañeros toma asiento en la silla. Mira al frente, no hay espejo, no hay reflejo. Ahora sí que está solo o ¿quién sabe? Solo dice, solo tartamudea unas palabras y se vuelve a levantar…
      
                                 -   ¿Qué será de ti, cuando me marche, seguiremos en contacto o simplemente me desvaneceré? Solo sé que hay algo después, que hay algo que me llama y me hace sentirme puro. No sé qué es, no veo ni huelo, pero sí presiento.

Todos los que le rodean, se miran entre sí. Todos con los que comparte la música, se sienten asombrados, mientras sale despavorido en su coche.
       
                    - ¿Qué será de mí o qué será de  ti? Acaso no somos la misma persona, acaso no todos estamos unidos y solo nos sentimos diferentes por el pensamiento. ¿Qué será de aquel que se sienta diferente y único? Yo solo soy tu propio yo, sí, tú que me lees ahora sabrás que todos tenemos nuestro propio yo y nuestro propio anti-yo. Aquel que intenta dominarnos, pero nuestra propia luz le deslumbra y eso nos protege y nos hace ser más puros. Todos necesitamos amar y ser amados. La soledad completa inunda de rencor al más sentido y todo se ve oscuro. Todo no puede ser real, ¿o quizás sí? Quien sabe, a saber.

Sigue lloviendo a cántaros y conduce su propio coche, hacia su casa. En este se siente diferente, sabe que ahí no sirve de nada ni la fama ni el dinero. El respeto a los semáforos y a los demás hace que circule despacio, despacio con una sola copa de ginebra. Pisa despacio el acelerador, conduce con precaución. Se ve, e intuye que los cuerpos son como los coches, nos sirven para trasladarnos, para poder sentir y saber que somos nosotros los que llevamos el volante y el pedal. No se siente un títere, pero quién sabe quién lleva verdaderamente su vehículo.
       
                    - Tu cuerpo se oxida y se corroe. Vuelve conmigo al otro lado, bájate de tu propio vehículo. No hagas caso ni a los semáforos ni a las señales y te dejaré vivir deprisa. Todo es posible, todo es cercano. Todo es según tú creas, todo lo construyes tú mismo. Ven mira, mira por el retrovisor y verás lo que eres y quién eres.

El semáforo le da paso, los demás coches se paran, se detienen a la orden de aquello que se llama circulación. Todos, como en la vida misma, tenemos nuestro espacio vital y no chocamos entre nosotros. Mira al lado, mira y se asusta, ve como un humo negro que flota en el asiento delantero. Se baja rápidamente de su coche, corre, no se para. Se queda situado en medio de una travesía del centro de la ciudad. No ve, le hacen luces desde un autobús. No tiene tiempo ni reacción. Es atropellado y siente como el humo negro se le pega a su alma. Ya no hay salvación, le dice que se vaya, pero no lo consigue, solo pelea y pelea, pero acaba en la oscuridad eterna. No hay vuelta atrás, solo retrocede para observar su cuerpo tendido en el pavimento de la travesía.

Solo siente, solo percibe como las rejas invisibles se cierran, dejándolo prisionero. Como si fuese todavía una sombra ha sido engañado y una triste esquela en el periódico del día siguiente reza su nombre y solo se ve sorprendido por la gente que acude a su despedida. Algunos más cercanos, otros más lejanos, todos se despiden de él con una oración, diciéndole y deseándole que descanse en paz.

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