Por un millón de vidas.
Vuelo alto, vuelo sin miedo. ¿Quién o qué se
cree capaz de molestar mi ascenso? Solo la noche me acecha y ello me lleva a
refugiarme, dormiré y descansaré hasta el amanecer. Todo es todo, me gustaría
tener más de una vida y volver, volver y reencarnarme en otro ser volador,
¿quién sabe? A saber. Solo sueño y dentro de mis sueños, hablo con aquel que
domina el cielo oscuro de la noche.
–
- Murciélago ven, explícame tú que
oyes los sonidos de la noche. Murciélago ven,
¿qué dicen, que hablan, que murmuran? Yo no estoy sordo, pero no tengo tu agudeza.
Murciélago, pareces un ratón con alas. Ratón que vuela en la oscuridad, ciego
de por sí. No ves sino oyes los ecos de la oscuridad. Eres libre y llegas alto,
tan alto que no te puedo ver y menos escuchar tu aleteo.
Hace que no me ve, hace que no me oye y sigue
con su aleteo en medio del vacío. Sé que me mira, que me observa de manera
descarada. Yo no me callo, yo no me doy por vencido y le sigo hablando y le
sigo comentando…
–
- Acércate y dime, dime que es lo
que se escucha, dime que se escucha a través de las rocas de esta montaña. Yo
veo, pero necesito luz. Tú no ves, pero escuchas mucho más que yo. No estoy
sordo, pero no llego a escuchar tu voz. ¿Cómo es? Como es tu voz, tu sonido. Es
tan agudo, que no lo escucho.
A la segunda va la vencida y yo sorprendido
por el eco de sus palabras, se me acerca sin dejar de mover sus pequeñas
alas, se queda inmóvil en medio del
peñasco y me deja perplejo cuando me dice…
–
- ¿Quién eres realmente, tan libre
que eres? Quien eres, cuando nadie te da caza. No te preocupan los
depredadores, ya que tú eres uno de ellos y sabes cómo piensan. ¿Quién eres?,
cuando eres tan negro y tan fiel y servidor a la vez.
Como si fuésemos dos compañeros de fuga,
ansiamos la libertad, pero yo me debo a mi criador, yo no duermo en jaula, pero
duermo siempre en casa de aquel que me cuida. Lo de hoy es una excepción,
mañana volveré a mi lugar que me corresponde, conozco muy bien el camino.
–
- Ratón volador, me gustaría ser tu
amigo. Tu amigo, para yo ser tu vista y tú mis oídos. ¿Cazaríamos?, es posible,
a saber. No me conoces, ni sabes lo que soy, ¿o sí? No sabes si soy un búho o una serpiente. Si
soy un águila o quizás simplemente un ratón con envidia. Una envidia que no me
deja vivir.
Como puede ser real lo que vivo, como puede
suceder tal hecho si yo no estoy ni enfermo ni maltrecho, ¿a quién le debo
tanta dicha? Yo no soy merecedor de tanto elogio y a él me dirijo, no de
usted, si no de tú, siempre sin llegar a
faltar el respeto ni abusar de la confianza. Cierto es, que podría servirme de
alimento, pero, es tal la devoción y la admiración que siento por ellos que no
podría ni darle un picotazo.
–
- Yo no quiero tener las alas como
tú, yo quiero revolotear en la oscuridad de la noche y cazar al mismo tiempo.
Quien sabe lo que soy, ¿tú lo sabes? Yo
no te lo voy a decir, pero queda claro que sí puedo volar, pero no puedo
agudizar mis sentidos como yo quisiera. A lo mejor al ratón solo le falten tus
alas, a mí a lo mejor me falta algo más. Entonces, ratón tampoco soy. Ellos no
tienen miedo a nada, quizás si a los búhos. Estos tienen alas, pero me da la
impresión que no vuelan como las águilas. A lo mejor soy un halcón, a eso me
asemejo más. Quizás más pequeño, que un águila. Pero siempre fiel a mi dueño.
Que es quien realmente me ha mandado, para hablar contigo. Podemos juntar
nuestros sentidos y nuestras facultades. Él solo te quiere tener en su puño,
como me tiene a mí. Él te premiará, te lo aseguro. Solo quiere tu lealtad.
Piénsatelo y mañana vuelvo…
Pasaron dos soles y dos lunas, corrió el
tiempo, como si de un reloj de arena se tratase. Esta fue haciendo una montaña,
una tal que era igual de alta y grande, como aquella dónde me resguardé. Esperé
a que viniese y me diera una respuesta. No comí ni dormí, no volé más alto ni
cacé ningún ratón. Solo veía entre las nubes un resplandor, producido por una
luna llena que iluminaba el peñasco donde me hospedé. Tanto fue la espera, tal
el cansancio, que cuando me dormí vi por el resplandor, algo que volaba hacia
mí. Sorprendido, no sé si dormido o despierto, hablé con él.
–
- Hola murciélago, ¿ya estás de
vuelta, qué, te lo has pensado? No me hagas marchar sin darme un poco de luz en
el camino. Mi dueño ansía saber tu respuesta. Dime que sí y haznos felices a
los dos. Uno de cada puño iremos al caminar por la ladera de la montaña. Una
montaña tan alta, que ni tú podrás alcanzarla. No hay pico tan alto que yo no
pueda alcanzar, yo puedo guiarte, aunque creo que no puedes llegar hasta la cumbre.
Lloró, no sé si de alegría o tristeza, pero
lloró. Las lágrimas le resbalaban por su rostro, lloraba y emitía un sonido
parecido al llanto de un niño. Yo no pude más y llegué a contagiarme de tal
emoción y acercándome con mis patas, le rodeé con mis alas. Mis plumas se
mojaron, me temblaron las patas, todo ello surgió, todo ello nació, como el
vuelo que emprendimos en ese momento.
–
- Podemos llegar a ser hermanos,
aunque no lo seamos de sangre. Puedo llegar a apreciarte y sin embargo odiarte,
por tener que compartirte con él. Dime que sí y nos iremos los dos a darle la
buena noticia y volaremos y volaremos, hasta cansarnos y tener que descansar en
la mano de nuestro dueño. Digo nuestro dueño, porque me vas a decir que sí.
Ahora su sonrisa me invadió el interior y
volamos, volamos tan alto, que el resplandor de la luna quedó atrás.
–
- Que alegría me das, ya tengo por fin la
amistad deseada, la que me unirá a ti y la que me une a mi amo. Bueno y
bondadoso no se recata a la hora de dar de comer o dar rienda suelta a nuestro
vuelo. Viviremos sin tener que pensar en que cazar, como no sea por su deseo.
No nos faltará de comer y tú nos contarás los secretos que albergan, estos
lugares tan recónditos. Murciélago ven, que ya eres de los nuestros.
Conseguirás el respeto mutuo, porque todo no es como tiene que ser por
naturaleza y todo no está escrito, como tiene que ser.
Volamos y nos asentamos en los puños de
nuestro amo. No sé si es rey o príncipe o quizás, simplemente un cazador de la
zona. No lo sé, no se lo he preguntado. Qué me lo diga él que tiene mejor oído
y puede escuchar entre la penumbra de la noche. Yo también quiero saber. No
quiero ir solo por amor, quiero sentir la unión por orgullo. De saber a quién
sirvo.
–
- Soy servil y fiel y espero que tú,
murciélago también lo seas. Yo llevo ya unos años y me hago viejo, con que tú
tomarás mi relevo y espero que le hagas ver, el bien que hace poseer un halcón
como yo. Espero y te deseo suerte en tu camino y gracias por decir que sí.
Solo le bastó un gesto a mi señor, para hacer
que en sus puños nos asentáramos. Solo bastó una voz, un sonido que como venido
del cielo, hizo que los dos acudiéramos a su llamada. Somos, nos sentimos más
libres a su lado, más seguros, tanto que la amenaza de una tormenta, no
perturba nuestra tranquilidad.
–
- Llueve y hace frío, ven aquí hermano. Ven y refúgiate en este lugar tan
escondido de la lluvia. Caliéntate y come, come que mañana empieza un nuevo día
y una nueva vida para ti.
La hermandad no sabe ni conoce de razas o
especies, ¿quién puede ser, quién puede surgir para unirnos en tal amistad? No
todo está escrito, no todo está hablado, solo un susurro puede despertarnos y
empezar a vivir con tal intensidad, que se rompen todas las paredes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario