sábado, 24 de junio de 2017

                                                 El héroe inmóvil
Una vez, en cierto lugar paradisíaco de un triste bosque, existía un árbol que era de muy bajo ánimo, tanto que una vez conoció a una liebre y ésta le hizo compañía. Días de brujas, son las que se avecinan. Años perpetuos perdidos en la soledad de aquello que le domina. Circula dentro de él, como una comadreja va comiéndole y poco a poco le va consumiendo. Solo desea llegar a conseguir cazar su vida, que no es otra cosa que la pequeña y alegre liebre que llevamos todos dentro. Tal era la  liebre de alegre y de libre,  que el árbol fue mejorando el estado hasta estar contento y los dos pensaban que serían felices. Solo fue un  destello, solo fue como un trueno de una tormenta. Una  noche de luna llena la comadreja se acercó, y viendo las raíces de éste, consiguió amenazarle con mordérselas y así provocarle la muerte. La liebre no quería, y se hizo más amiga y dueña del árbol.

Quiso imitarle y le lanzó una voz…
      
                     -  Alzo mis ramas  al Sol, ventilo el aire y dejo que los pájaros se posen en mis ramas. En ellas hacen nidos, haciéndome cada vez más feliz. Como un arco iris se ve el final, en el horizonte, veo las nubes pasar lentamente. Todo es real o irreal, solo le pido a uno de ellos que me picotee para saber que todo es cierto. No lloro, solo es la resina que me brota del tronco. Será porque es primavera, la estación del año que más me hace vibrar de emoción. Yo, aquí sin moverme, veo girar todo el entorno, todo aquello que también tiene vida. Solo falta que el arroyo baje con más fuerza y  moje mis raíces, esas que están posadas firmemente en la tierra, desde hace años.

Solo quiero dormir despierto, solo deseo tocar lo incierto. Aquello que quiero y amo, está muy lejos de mí. Esta es la única forma de alcanzarlo, llegar a las estrellas alzando mis brazos al techo. Con ello me imagino, con ello duermo tranquilo y no es otra cosa que un polvo disuelto que corre dentro de mí. Como una comadreja corre y corre, llegando a mi cerebro ya destrozado por tanta carrera. Solo deseo, solo quiero que la sociedad me deje tranquilo, en mi monte, en mi pequeño jardín de aquello que tanto amo y tanto anhelo.

La comadreja llena de ira y sin razón le contestó…
      
                         -   Siénteme mucho, siénteme dentro de tu dura cabeza, esa que piensas que te voy a  aclarar y lo que voy a hacer es martilleártela hasta que te domine. Te lanzaré al vacío de la soledad perpetua y nadie querrá darte ni un trozo de pan. Serás un marginado más, todo por dejarte devorar por mí, yo la comadreja. No corras liebre, no corras, que tu meta es tu propia sombra y nunca la podrás alcanzar. ¿Qué piensas de todo esto, te funciona el cerebro o solo te sirve para alucinar y sentir como te habla la comadreja? Dime si crees que vas a ser más rápida que ella y podrás llegar a salir y escapar de su fin.

Dame un poco de agua, para tener un sorbo de vida. Dame aquello que tanto anhelo, que no es más que aquello que sueño. Dejo correr la comadreja, nunca alcanzará a la liebre con la que nací. Ya, entrado en mis años, soy un árbol en plenitud, soy todo un tronco de savia y he echado muy buenas raíces. ¿Quién podrá secar mi ansia de vivir? Nadie podrá, solo necesito que la comadreja no pare de buscar y la liebre no pare de correr. Todo corre deprisa, la comadreja corre por las venas y la liebre piensa que no podrá alcanzarla. ¿Quién sabe cuál es el verdadero final, quién sabe cómo se llama la que la domina?
        
                     -  Abrazo a la vida, mis ramas están llenas de pequeños seres, yo les doy albergue y alguna que otra manzana, sí, soy un manzano, un señor árbol que preside la ladera de este monte. ¡Ay! El agua me llega por el subsuelo y me divierte el poder navegar dentro de mí, el sentir la savia de mi propia existencia.

No sé cuántos años o cuántas décadas tendrá, pero como si fuese su cumpleaños, va haciendo caer y regalando sus frutos entre aquellos que vienen a visitarle.
     
                               -   Soy el Rey, el que preside desde el montículo más alto. He visto pasar desde caballeros armados, hasta preciosas doncellas, corriendo a mi alrededor. ¿Qué es aquello que veo venir? Es una liebre y como si fuese una de las damas, se pone a corretear, salta y salta por encima de mis raíces y a mí me hace reír.

Como si estuviese en un jardín se siente, como si fuese alcanzar con las ramas el cielo, cree lo que ve. Pero solo es la comadreja, haciendo surcos por dentro del tronco. Esta, seguramente, le provocará la muerte. Él se siente vivo, se siente como en un sueño. Todo pinta de negro o de colores, quién lo sabe. Solo se sabe, que ella no para y la liebre se tiene que alejar. Ya no se siente tan valiente, como para en el árbol albergar. Piensa, recapacita y piensa que puede ser víctima y protagonista de un triste final. Todo es así, hasta que el árbol empieza a bajar las ramas. Se siente cansado, tan inmóvil como indefenso. La comadreja no para de hacer surcos, y la savia empieza a resbalar, como si fuese sangre envenenada.

Se le cayeron las hojas, se le cayeron los frutos que daba. La comadreja no dejaba de girar y girar alrededor del tronco, sus raíces cada vez eran más dañadas, hasta el cielo lloraba al ver tal espectáculo. Ella devora todo ser viviente, es capaz de devorar, es capaz de dar caza al Ser más grande y poco a poco llegar a comerle el interior de su cerebro, haciéndose dueño de lo ajeno. El río lleva agua, aguas tranquilas, que fluyen como si fuese en vena, no hay peor río que aquel que acaba en sangre en cascada. No se sabe cuál es la peor muerte, la comadreja sabe mucho y es muy lista y muy paciente.

Como droga que es, la comadreja le habla a la liebre
        
                     - Si no sabes de qué hablo, no pasa nada. La comadreja espera, la liebre se cree tan lista, qué puede correr más rápido. Todo es cierto o es mentira, quién lo sabe, a saber.
       
                     -  Que me miras comadreja, no te voy a dejar en paz. No puedes cazarme, soy mucho más rápido que tú. Conozco un sinfín de atajos y no podrás llegar a tenerme en tu vientre.

Ríe y ríe, saltando entre las raíces del manzano. Las protege y esquiva las amenazas de la comadreja.
        
                    -  Te cazaré, de eso pierde cuidado, por mucho que me digas daré contigo y no te mataré rápido, lo haré de forma lenta y quejosa. Manera de hacerte sufrir, solo soy lo que soy, pero soy hasta diez veces más fuerte que tú y puedo y debo cazarte. Saldrás, correrás, pero no podrás detener mi ansia de vomitar en ti, toda mi voluntad. Todo aquello que soy va corriendo por tus venas, te llaman liebre, pero en verdad llevarás tal dormida que no notarás ni la muerte. Cuando llegue ésta, tú estarás con el pinchazo, y correré como un río en cascada, haciendo que tu verdadero placer sea tu propia muerte.


Pienso en lluvia fina, veo un arco iris dibujado en mi mente, en el cielo de aquel monte  perdido en algún lugar. Toco, acaricio la cara de aquel rostro perdido y que tanto deseé. Qué más da, veo y veo, toco y toco, la armonía de mi corazón. Música para mis oídos tapados y sordos, canto y canto, en mi desfogue de una sociedad que calla y que calla, solo mira para sí misma y eso me embauca y me hace caer en la tentación de la comadreja. Yo sé, yo solo presiento que nunca alcanzará a la liebre que llevo en mi corazón, haciéndolo parar y bloquear todo aquello que anhelo.

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