Tristezas en el aire.
¡Humo negro, humo blanco!
Hay un espíritu que me ronda, que responde al nombre de
"tristeza". "Tristeza" es su nombre, yo le intento alegrar
y hacerle bailar, pero él no quiere. Entra, penetra por mi nariz cuando inspiro
e intenta que me vuelva triste y le acompañe en su penar. En un penar que es de
esclavitud, como si fuese un espíritu de servidumbre. No lleva grilletes,
porque no es de carne ni es de materia, como lo somos nosotros.
¡Humo negro, humo blanco!
Yo le digo que no, yo le digo que salte y que baile.
Rock& Roll o un poco de salsa. Pero
le cuesta tanto que hasta llega a llorar y yo, al verle llorar, lloro. Lloro
con él y sin darme cuenta, le acompaño en la tristeza escuchando un tema de
Blues.
¡Humo negro, humo blanco!
Pasa el rato y cuando el Sol está en lo más alto y florece
un día de primavera, yo le canto para hacerle ver que ya mismo llega el verano.
Que llega esa estación en la que las
noches serán más cortas, pero más intensas. Intensas como el sabor de un buen
café, negro tostado como la noche. Entonces le recuerdo, que los tiempos negros
del algodón han pasado a la historia y que todo el mundo ahora es libre y
muchos cantan a su libertad.
¡Humo negro, humo blanco!
¿A quién espera el espíritu de la "tristeza", cuando
canta ahora en voz baja? ¿A quien susurra, a quien le canta al oído?, para que
caiga hasta en la melancolía. A mí ya me rechaza, porque ha visto que no soy de
ellos y eso le enoja y se enfurece. Llamando a otros espíritus, los agolpa, los
junta para que yo los inspire y caiga en la tristeza y en el aislamiento. Yo no
quiero y estornudo, estornudo y me quedo mudo. Me quedo mudo al ver, que me
siento cada vez más vacío si no noto su presencia. Tengo a mi pareja, que está
punto de llegar. Ella siempre lleva consigo, el espíritu de la alegría y el
divertimento. Yo con ella no me aburro y no pensar mal, que del todo no rueda
alrededor de una cama. Aunque nos desfoguemos, también bailamos, bailamos y
cantamos y el espíritu de la "tristeza" se vuelve cada vez más
pequeño, tan pequeño que casi llega a desaparecer. Quedándose inmóvil, como un
muñeco de porcelana, encima de un estante.
¡Humo negro, humo blanco!
Pero cuando mi pareja se marcha por la mañana, ya vuelve
hinchado él. Yo no sé qué hacer, porque
lo inspiro y me rodea, me rodea y yo le pongo música, canciones alegres y otra
vez se enfada. Se vuelve violento e intenta que yo también le responda. Pongo
la música alta y sólo consigo que aquellos que yo ignoraba se vuelven en mi
contra. Es la "soledad", otro espíritu que se alía con la
"tristeza", volviendo el ambiente insoportable.
¡Humo negro, humo blanco!
Cuando aprenderé, que a la “tristeza” y a la “soledad” hay
que escupirles. Digo bien, para sacarlos de bien adentro, porque a veces le calan a uno hasta a los
huesos. No sirve de nada solo el estornudar, hay que abandonarlos y abrazar la
alegría y la amistad. Ya sea de un hombre o de una mujer. Unos y otras, pueden
ser bien recibidas siempre que vengan acompañadas con buenos espíritus. De esos
que no abundan, como no sea el del “egoísmo” y de la “soberbia”.
¿Dónde se irá ahora el espíritu de la “tristeza”? Que se
siente solo y sin narices que inspiren su melancolía y su llanto. ¡A mí tócame
una canción! dice él, ¡a mi tócame un Blues que me haga recordar, pero no
vivir!
¡Humo negro, humo blanco!
En qué calle, en que piso vive o dónde se refugia este
espíritu que me viene de visita y no puedo cerrarle la puerta. Se cuela por
debajo de ella y me entra por los
orificios de la nariz. Haciéndome sollozar y me obliga a ver fotos, a ver
recuerdos de un ayer que nunca volverá. Andy, Peter, Charles…..cual es el
nombre de aquel que intenta embriagarme con su olor, quien es el que penetra
dentro de mí, para hacerme tanto dolor. Vuelo alto, vuelo raso, qué más da. Yo
solo quiero caminar en línea recta, porque así es como me han enseñado y
educado. Ser feliz, porque todo el mundo tiene que serlo.
¡Humo negro, humo blanco!
Ya sea la situación que le rodee, el espíritu de la
“tristeza” tarde o temprano, consigue derribar el muro que intento levantar. No
viene de nuevo mi pareja y me siento un día solitario en plena primavera. No se
escucha ni ningún coche, ninguna moto pasando a gran velocidad. Hasta los
pájaros callan, como si le tuviesen respeto al espíritu de la “tristeza”.
Ningún murmullo, ninguna palabra más alta que la otra. ¿Quién está a punto de
llegar? Que se huele en el ambiente.
¿Quién será el temido? Porque los temerosos ya sabemos quiénes son.
¡Humo negro, humo blanco!
Rotura de cristales, rotura de puertas a pedazos. Grandes o
pequeños, qué más da. Todo lo que rodea
aquel que se siente fuerte, fuerte y con la fortaleza de un leñador, rompe las
reglas y transforma la tristeza en alegría. Como si de un chiste se tratase, me
hace vibrar el alma. El espíritu de la “tristeza” está condenado a tener como
pareja el de la “soledad”. Todos tenemos el nuestro y ¡ay! Aquel que no lo
entienda, porque no estamos nunca solos. Siempre nos acompaña nuestro
pensamiento, ese que erre que erre, le damos a la mente. Hablando no con otro
que con nuestro propio espíritu.
¡Humo negro, humo blanco!
Qué más da el color que sea este, solo hay que saber
inspirar y ver a donde nos transporta. Qué más da el color que sea este, si es
bienaventurado que sea bienvenido. Porque uno viene a reír y a ser feliz,
inspirando toda la ilusión y la alegría de un buen destino.