lunes, 5 de noviembre de 2018

                                                         El tren del deseo.

Dame un motivo para volar y te haré tocar el cielo. Quita lo que más deseo y me robarás tu corazón. Hazme rodar por el circuito del amor y solo me saldré por culpa de tus curvas. Que te crees que eres, para hacerme enloquecer de tal manera. ¿Qué piensas al venir hasta mi casa y picar con los dedos en el centro de mi alma?  Quiero tenerte cerca, quiero absorber toda tu energía para mezclarla con la mía. Me dicen, me comentan, me insisten en que te deje marchar. ¿Pero, quien deja escapar el tren del deseo, cuando este ya no tiene frenos?, no sé si descarrilará, no sé en qué estación se detendrá. Pero el viaje es solo de un billete de ida, ¿de ida a dónde, qué veré por las ventanillas y que podré hacer al rozar tu piel con mis manos?  Eres la que busco, no te marches y vamos al tren, sube por favor. Yo la mano te la alcanzo y te suplico que la cojas y qué con una sonrisa me abraces, uniendo lo que nadie ha podido separar de ninguna de las maneras.

¿Cómo te llamas, cuál es tu nombre si tienes alguno?, tiene que ser el de una flor, porque eres un jardín entero, fundido en una sola planta. Tu tallo tiene espinas, espero qué no seas tan cruel y me hagas daño. Que solo sea para tenerte para mí para siempre, para que nadie pueda acercarse a ti y con la yema de los dedos, agarrarte, arrancarte de mi lado y que ni tus raíces recuerden nuestros momentos, que por ahora son muy pocos. Pero si existe la eternidad, en esa quiero que sea a tu lado y no robarte nada más que algún beso. Rubia o morena, ¿de qué país eres?  Porque tu belleza no es normal, no digo que aquí no haya bellas mujeres, solo que no son tan guapas como tú. Dime cómo has llegado a parar a mi corazón, si no es por carta ni por teléfono. ¡Qué más da!, la cuestión es que te quiero hacer mía y que subas al tren del deseo, un tren que no tiene parada. Pero sí la esperanza de tenernos para siempre, el uno para el otro. Si algún día decides marcharte, dime un "hasta luego". Porque si me dices un "adiós",  te lloraré y moriré de pena y dolor. No lo hagas por favor, yo sé que el destino nos ha unido y ahora quien será capaz de separar lo que no es de volver para atrás y retroceder en el tiempo, para comenzar de nuevo.

- No te confundas, solo me has tenido en tus sueños y en sueños entro como un ángel de luz, disfrazada de mujer. Me has tenido y te he envuelto en mis mil trucos del placer. He recorrido cada centímetro de tu alma, para tenerte y rodearte con mis brazos. ¿Mi nombre?, ¡qué más da!, se me conoce por muchos y solo uno es el verdadero y no es nombre de hombre. No quieras tenerme tan cerca y despierta, despierta y no me tengas anhelo. Que entonces no vivirás más, despierta y corre, corre por la mujer más bella. Esa que tanto te mereces, pero ellas no a ti.

Tienes arte a la hora de hacer el amor, pero el mío solo es carnal. No soy un ser libertino y me costará olvidarte. Pero lo haré, lo haré y seguiré buscando, buscando a alguien, a una mujer que no me rechace y que me haga esclavo del placer más mundano.

Lloro en desconsuelo, porque todo hombre me desea. Pero solo mientras sueña y es libre. Una vez despierta, vuelve a la rutina y ya no se acuerda de mí. Hasta la noche vuelve a presentarse como un galán y perturba mi Ser. Como una sombra en la pared, me deslizo. Me acerco a su cama y beso su piel. Le hago llegar a hacer sentirse hombre, pero es egoísta y a mí no me satisface como mujer. Como lamento el hecho y me marcho, me marcho prometiéndome a mí misma, que no volveré a caer en pecado. En pecado si este existe, porque el deseo es presente, desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer.

De Bélgica  a Alemania, de España a Luxemburgo. Busco en mis sueños, viajo alrededor del mundo y no encuentro, no encuentro mujer más ducha en los placeres carnales. Deseo siempre que se haga oscuro y vuelva la Luna, que esta sea nueva y así la negritud envuelva mi carne, una carne impura como mi propio Ser. ¡Qué más da!, ya no me escuchas y solo pude poseerte una noche. Una noche que será eterna en mis pensamientos. La sangre fluye por mis venas, como en ríos en cascada. Nace desde lo más alto de esta montaña, sí, esta que no es otra cosa que mi corazón. Bombea, bombea y llega a mi cerebro. Este, parece una estación de cercanías y yo busco una de larga distancia. Una estación, un amor que me lleve a viajar por unas vías rápidas, pero seguras. No moriré en el intento, no desfalleceré en el intento y no me dejaré llevar solo por el infierno. Todo no es blanco o negro, oscuridad o luz. Mis pies parecen las ruedas de los vagones. ¿En qué máquina voy enganchado y quien es el que pilota, si no soy yo? Quien sabe, nos dejamos llevar y a veces, hasta pilotar. Puede ser uno intrépido o todo lo contrario. Entra por estaciones que desconozco y en algunas ni se para, solo veo de forma veloz el letrero de donde corresponde. Bombea, bombea y la fila de vagones, continúa su marcha. Una marcha que no es lenta y que nadie frena. Nadie parece ser, quiere bajarse en ningún andén. Se dicen para ellos, somos nuevos, somos los mejores del mercado y continuamos velozmente el viaje. Como en un río, como en una cascada, esperan pasar el puente de la vida. Pero este, es viejo y se oxida. El tren va demasiado rápido y descarrila cayendo al vacío. Siento como caigo, pero no siento el golpe. Solo se me ha nublado la mente y el corazón de la impresión que se ha parado. Las ruedas no han quedado en su sitio y la máquina está suelta, sin piloto ni maquinista que lo lleve. ¿Qué habrá sido de él?, estaba tan obcecado…Solo emana la sangre, que cae en cascada desde lo más alto de la montaña. No hay buitres, no hay nada ni nadie que se haya percatado del siniestro. Que será de los demás vagones, aquellos que me acompañaban en el viaje. Un viaje cortado por el óxido y mal mantenimiento del puente de la vida.
                                                       
                                                               ¡Ay, vida!

Triste de mí, que ya no volveré a ver tu sonrisa. Triste de mí, que dejaré de escuchar tu voz. Esa voz que cuando me llamabas, me daba un vuelco el corazón. Que será de mí, triste de mí.
                                                           
                                                                 ¡Ay, vida!

Serás, serás...Te olvidarás de mí y yo no me siento capaz de hacer borrón y cuenta nueva. Buscar, encontrar. Buscar y escoger, alguien parecida a ti. Pero esto no es como cambiar de café, el sabor de tus besos no tienen igual. Que será de mí, búscame si me quieres amar. Que será de mí, aléjate si me quieres dañar. No sé de quién será la lengua que no calla y no me deja de martillear.
     
             ¡Aléjate o búscame!, tú decides. ¡Yo no me arrastro, con que ya sabes como soy!

Yo no seguiré yendo, por los bares de copas. Yo no seguiré alternando, yo no seguiré buscando algo que tuve una vez y es que no es lo mismo, amar que ser amado. Que es mejor, porque el daño es lo peor.
                             
                                       ¡Ya sabes mi número, ya sabes donde vivo!

Cada vez que suene el timbre, pensaré que eres tú. Cada vez que suene el teléfono, descolgaré rápido pensando en sentir tu voz. Me tienes loco y como yo te amo, nadie te amará y piensa, piensa que hubiera sido capaz de subir y escalar montañas, con tal de rescatar tu corazón. Nadie te ama como yo, como yo te amo, nadie te amará. ¿Porque tuvo que caerse el puente de la vida? Tantos momentos, tantas estaciones sin dueño. Tantas paradas a recoger nuevos y tantas paradas en la que los vagones iban llenos. Llenos pero a la misma vez vacíos, porque por ellos no corría la sangre de la sabiduría. Solo la del galán y la caballerosidad, solo el hablar y el correr deprisa. Raíles bien forjados, raíles bien clavados con el sudor de unos padres de familia. Quién diría que por ellos, circularían vagones con sed de amar. ¿Quién era el piloto o maquinista, de un tren a la deriva? Quién podría sospechar, que el puente que nos tenía que llevar a la felicidad eterna, se rompería, se caería. Cansado de aguantar, cansado de soportar el paso de aquellos convoyes, que no merecen ni ser nombrados. Desde lo más alto de la montaña observan aquellos que quieren empezar el viaje, un viaje con esperanza y parar, parar y volver a construir el puente. Pero esta vez con templanza, esta vez con más aplomo y que vuelvan a haber jefes de estación. Para que aquellos que quieran ir deprisa, que vayan. Pero que no olviden el saber y el respeto. Que no olviden la sencillez y camaradería. El compartir y el seguir enganchados a la vida, porque esta circula por vías a veces muy concurridas. Hay que forjar bien las vías y saber mantener el puente, para que este no se rompa ni se oxide con su propio llanto. Al ver una sociedad demasiado individualista, al ver que cada día y cada minuto de bombeo de sus corazones, es un minuto vivido. Que no queden en el letargo ni se suban al tren de la discordia. Ese tren va muy deprisa y no atiende ni a semáforos ni a límites de velocidad.

Vuelven a construirlo, ¿cuánto tardarán?, a saber. Lo que tarden quizás en reaccionar aquellos vagones, que se creen todavía rápidos y modernos. ¿Qué rosa de los vientos puede girar a destiempo, quién puede dominar al jefe del mismísimo infierno?  Sangre fluye por mis venas, pero no sé si arde. Como un vagón sin destino me siento y no me considero plenamente feliz. En él, no se suben. En él, no se sientan gente o personas ecuánimes y que quieran amenizar el viaje, con una agradable marcha. Solo desean y destapan botellas de alcohol y de envidia. Manchan mis asientos, queman las telas de los que estoy forrado. Pintan las ventanas con pinturas que dicen modernas, pero que impiden ver la luz del Sol. Están contentos, porque dicen que este vagón no tiene dueño y entonces… ¿Yo quién soy? Si lo veo, pero son muchos. Chirrío, pido auxilio al maquinista. Chirrío mis ruedas, al igual que apretaría mis dientes y cerraría mis puños. Solo siento la sordera de los demás vagones, sin darme cuenta me veo envuelto en un mismo viaje. Me he ilusionado demasiado rápido y ahora lo pago. Lo pago con la sed amarga de aquel que no puede decidir, lo pago y me quedo a deuda por pedir prestado una ayuda. Una ayuda, para que me suelten en la próxima estación y que tenga suerte y sea bienvenido. Pero no lo sé, porque no sé por dónde voy esperando que pase otra vez el tren del deseo.


                                                                               


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