domingo, 21 de octubre de 2018

                          Me nombran sin piedad.

Camino por las frías avenidas de la ciudad, ando despacio mirando los escaparates de las tiendas y grandes almacenes. No tengo rumbo fijo, solo el olor de la cerveza en mi boca me delata y ello es lo que busco. Solo una más, solo deseo dormir esta noche, soñar que todo es una larga pesadilla, que se acentúa con el paso de los años. Dime amigo, tú que me ves, tú que me observas, como lo hago para volar alto, tan alto como un pájaro por las cumbres nevadas de las escarpadas montañas de lo más lejano.

Que significa la palabra libertad, que nombre tiene en un lugar dónde la única salida es la propia muerte. Y eso encima para colmo tardará en llegar, me encabezono en querer llegar a viejo, me obsesiona la idea de verme todo lleno de arrugas y con bastón, pero creo encima que todo esto tardará en llegar, y me alegra. Todo depende de lo que me depare el destino, todo depende de si es una muerte por enfermedad o es por un accidente repentino.

Vuelo como lo hacen las servilletas de papel, vuelo sin alcanzar gran altura como no sea por un golpe de aire. Una ventolera de la diosa fortuna, que entre por la ventana que por siempre de los siempre, hay que tener abierta por si acaso. Mi madre me decía, que hay que tener una así, porque nunca se sabe los lances del destino. Ahora escribo en ellas, en las servilletas de los bares y vuelan, vuelan sin darme cuenta sin ningún destino concreto. Todo será por el camino empedrado que llevamos, aunque no lo sabemos, no acertamos a ver la fortuna de saber que estamos vivos. Como saber, si no es a través de las estrellas, mi propio destino. El viento se lleva mi pasado, el viento hace que todo quede limpio como una patena y como si nunca hubiese existido, todo se  lo lleva el aire del Norte, que helado viene y cruza hasta el Sur, convirtiéndose en un corazón cálido y de fácil abrazo.

Sentado ya, en una butaca de un anónimo bar. Tomando, bebiendo cerveza tras cerveza, escribo en las servilletas de papel todo aquello que me viene a la mente. En un momento de los que alzo la cabeza mientras bebo,  veo borrosa mi propia imagen reflejada en uno de los pequeños espejos de la pared de detrás de la barra. Sueño tras sueño, mientras me siento cada vez más solo. En uno de los momentos de lucidez, suelto el bolígrafo y me levanto, me pongo de pie y encendiendo un cigarrillo, soplo mi propio aliento mezclando el alcohol con la nicotina.

Estoy en la puerta del local y se coloca alguien a mi lado en paralelo y creo, si la memoria no me falla que la historia fue así…

Hola, soy un ángel negro eso es verdad, eso es cierto. ¿Mi nombre?, mi nombre no es ni Lucifer ni Satanás. ¿Cuál será?, ¡qué más da!, si solo te vengo de visita. Solo vengo a prevenirte de todo aquello que te puede dañar, solo vengo a decirte cuál es tu sitio, tú lugar en el Universo, en el Cosmos entero, en todo aquello que es dueño la Oscuridad.

Me asusto al comienzo y entrando de nuevo al local, tomo de nuevo asiento, mientras escribo una y  otra vez. Me pregunto a dónde andarán las que he escrito antes, solo sé que han volado, porque no están ni encima de la barra ni en el suelo. Escribo y se me caen las lágrimas o solo es el sudor del caluroso verano de agosto. Mientras el que me visita, me susurra o escucho su voz adentro de mí.

Lloro, de verdad lloro, me emociono al leer tus frases. Me quedo inmóvil, me quedo paralizado en estado de shock. Tus lágrimas me hacen caer y perecer en el intento de acercarme a ti y todo, todo por querer escribir. Escribo a través tuyo, fantaseo y me imagino todo lo que leo de ti y se me hace antojar de volar encima de una nube. Pero no ni negra ni gris, sino de color blanco y que se desarrolla como una bola de algodón.

¿Quién podrá elegir?, yo creo que nadie. Nadie está a salvo, ni el más rico ni el más   pobre. Hay cosas que su valor es tan alto, que no hay nadie que lo pueda comprar. No se puede vivir ni un minuto más de lo establecido, ya seas blanco o negro, qué más da, el color del alma, no tiene nada que ver con el de la piel.

Miro la espuma de la cerveza y  metiendo uno de mis dedos dentro de la copa, me entran ganas de reír, suelto una carcajada y le digo en voz alta y clara. Tan alta que hasta el dueño del local se me queda mirando.

No tengo amigos, no tengo amistades y tampoco las busco, tampoco las deseo, aléjate.

El propietario se me acerca y me invita a que me marche. Mientras la visita que tengo dentro de mí, se viene conmigo haciéndome compañía y le digo alzando otra vez la voz.

Píntame de rosa el cielo que quiero vivir, píntame de negro el suelo a la hora de partir. Mézclame dentro del aire turbio de la gran ciudad y dime, dime tú qué sabes el motivo de mi existencia.

No me traiciones y seas malvado, no caigas en lo más oscuro y tenebroso del Ser humano. No seas tan hipócrita y demuéstrame de lo que eres capaz y cuál es tu valía, ya que aquí, en este mundo valoramos el coraje y la valentía.

Resuenan las campanas de una iglesia cercana, el silencio se apodera del entorno y solo escucho como en un susurro, su voz impregnada por mis letras impresas en el papel.

                     “No veo mayor logro, que la paz y el sosiego dentro de uno mismo.”

Yo le ruego, yo le suplico, solamente falta que me ponga de rodillas mirando al oscuro cielo de la noche…

Quiero ser libre, quiero alcanzar dicho arco iris y poder saltar al vacío, para saber lo que se siente, cayendo en caída libre. Siempre no hay colchón ni paracaídas, no siempre y todo tiene su riesgo. Poder notar el aire, el vendaval que causa el saltar a cierta altura.

Escucho una música roquera, y vibro, vibra mi alma dentro de ella. Todos, todos somos hermanos de sangre aunque no lo parezca.

Cuál es tu nombre, dímelo, para poder pintarlo en la pared. Poder mirarlo y leerlo, cada vez que me invada la soledad.

Rompo, hago añicos las servilletas de papel que tenía guardadas en el bolsillo del pantalón y alzando la voz, le digo a todo mi interior…

John, me llamo John Tender y ando a tres bandas, ando acompañado por mi bastón imaginario y todo ello, con la cabeza llena de sabiduría. Me siento satisfecho, me siento orgulloso de lo que siento y experimento. Amores lejanos, amores cercanos. Algunos están detrás de la puerta, para otros hay que coger una avioneta y surcar el arco iris, como si fuese en barco velero.

La Luna le hace un guiño y veo como se mueven las hojas de los árboles.

- No me digas aire, ya que lo tomo cada vez que inspiro para dentro de mí. Salgo por la noche, a la caída del Sol, cuando toda la buena gente se recoge en sus casas. Salgo como un gato, pero me deslizo como una serpiente. Hago eses, de calle en calle, buscando a aquella que pueda convertir en una sombra. A aquella que la pueda retar o tentar de todo lo que está a la vista, para poder alcanzar el mismísimo infierno.

Sentir el frío del anochecer, la densa niebla no me deja ver la verdad, la realidad y yo todas las noches, me tomo una copa y después otra. No sé a veces ni mi nombre, como voy a dar con la calle para llegar a dónde debo descansar. Todas son iguales, con diferente placa en las esquinas, pero para mí son las mismas.

Alguien o algo, se me acercó al oído derecho y me dijo hace unos días…

“Yo, soy aquel que tú temes, yo soy aquel que tú adoras y yo, para corresponderte, voy a tener clemencia. Me has venido varias veces tus pensamientos y yo no te he hecho caso. Te prometo, te juro, que no volverá a suceder, que te sacaré del lodo y te bañarás en el río de la abundancia. Serás un hombre nuevo y todo lo que necesitarás es respirar el aire nuevo de cada mañana. Levantarte al alba y ver salir el Sol. La Luna es muy plácida si la compañía es grata.”

Pienso entonces, despierto de mi largo letargo y me pregunto, aunque piense a la vez que ya es demasiado tarde.

¿Dónde estará esa chica, esa mujer amante y compañera que todo hombre se merece, dónde estará o es qué se esconde por no verme a mí?  Quién sabe, solo la ruleta del amor nos llevará como una servilleta de papel, a volar alto cuando entre un golpe de aire.

A veces y de muy de vez en cuando, me viene a la memoria sus caricias. Sus besos y sus palabras, pero todo ello son falsos recuerdos y vagos ratos de cama. Qué sería de mí, si el amor se apoderase de mi Ser, sería solo una pieza más de todo lo que me rodea y eso no me gusta. Soy rebelde, soy libre y por ello, por lo tanto levanto mis brazos al aire, diciendo para mí que soy libre, libre y no llevo ni cadenas ni lastres enganchados a mi alma.


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