miércoles, 17 de octubre de 2018

                                             El helado beso inmortal

Que yo recuerde, por aquel entonces estaba en un mundo envuelto por el humo y la niebla, que me no dejaba ver la realidad a más de dos metros de distancia. Por aquellos tiempos, recuerdo vagamente los callejones sombríos de la ciudad. Uno de ellos, me viene a la memoria, un trance de mi vida, que deseo compartir y por eso relato en unas frases, el significado que tiene cierta densa historia de juventud.

Escucho a alguien dentro de mi cabeza, que me dice, que me aconseja o será entre mis sueños…

¡Oye!, levántate, es medianoche que la Luna se ha escondido llena de miedo y de terror. ¡Escucha!, los gatos saltan por los cubos de basura y maúllan. ¡Mira!, los perros atados cerca de la puerta de casa de sus amos, ladran y yo, yo en posición fetal cierro los ojos y me tapo la cabeza con la almohada. ¡Oye!, levántate si eres capaz, orina si eres valiente y los nervios no te paralizan. ¡Escucha!, ya llego, ya estoy aquí, muy cerca de ti. ¡Mira!, no llevo ni una sierra ni un machete, solo llevo por mí mismo un solo un beso, solo un beso con el qué te mataré, es el beso de la muerte el que no te deja ni te dejará vivir en paz.

¿Quién es el sagrado guía, que nos ilumina?, no estamos a salvo de su aliento. ¿Cómo es posible que sepa de mi falta de amor y de mi soledad?  Este es frío, helado diría yo, todo seguido por aquello que se mezcla en el aire. ¡Es vapor!, sí es vapor, pero… El vapor es húmedo y caliente, ¿cómo es posible?, será el llamado por el Centinela. Todo un sagrado y temido de las Tinieblas, que aparece y desaparece ya sea su antojo. 

Yo me tapo, yo me escondo dentro del armario si hace falta. No hay libro ni oración, que  me salve de este horror. Todo, todo esperanzado de que llegue el amanecer y su despertar lo haga desaparecer. Un día más, solo una semana y todo cambiará. Solo se vive ese tiempo, luego transformándose en una sombra, desaparece entre las entrañas del mismísimo infierno. ¡Qué más da!, si es cierto o es mentira lo que cuento. Seguro que tiemblas, seguro que sientes el golpeo de los dientes en una mandíbula que no calla. ¡No grites!, ¡no seas tan miedica!, y ¡sal!, sal a la oscuridad de la medianoche y demuéstrame lo valeroso que eres.

La oscuridad me ciega, la oscura tela de araña me debilita por culpa del miedo atroz que tengo. No es una persona, no es un ente, como saber por dónde viene, no sé, no sé y eso, eso me pone nervioso. Yo no soy de piedra, soy un simple mortal y solo deseo vivir y envejecer en paz.

Suena el viento susurrar en los árboles, no hay nubes, no hay tormentas, solo el poder de aquel que con un beso sella la alianza con la muerte. Sal, demuestra de qué estás hecho, demuestra al mundo que no le temes, ni a ella ni a nadie.  Si fuese es el sabor dulce, del beso de alguna bella muchacha. Si fueran los abrazos cálidos y tiernos de una buena mujer…  Pero no, es alguien que me acecha para hacerme daño y provocar en mí una erupción, una explosión que ilumine todo aquello que soy de verdad y que yo me niego y me reniego. Todo por tener mi maldita conciencia intranquila.

Una ventana se abre de golpe, rompiendo todos los cristales. Anda, camina y sangra en la planta de los pies, al cortarse con los pedazos de estos que hay en el suelo. Aquel, el que no tiene nombre, se vuelve y se revuelve como un perro en celo. El olor de la sangre, le hace levitar y se muestra como una imagen en diapositiva, solo una imagen. Se abalanza sobre su presa que no es otra que una parte de yo mismo. Qué será de mí, sin esa parte yo no puedo vivir, me pertenece y me la ha robado, me ha robado lo que yo más adoraba y que guardaba como oro en paño. Esa era mi conciencia la que sangraba, como vivir sin ella, seré un alma errante y no sabré lo que es acertado o errado, no sabré lo que es meritorio o de desprecio. Seré como uno más, uno más de un rebaño a esquilar. Todo por no querer y menospreciar a tal Ser.

No corras, no huyas, iré directamente a por ti. No te escondas, no te alejes o intentes rehuir de lo que tiene escrito para ti el destino. Todo es así, todo es relativo…  La vida o la muerte, solo un tránsito, solo una estación de un tren que va despacio. Va despacio, no para que tú lo saborees sino para que él, el sin nombre pueda disfrutar viendo, pueda reír a carcajada limpia, al sentir como el frío hielo traspasa tus carnes, helando toda tu alma.

Es puramente anormal, es ilógicamente tremendo y por eso, simplemente por eso, se le teme. Su beso te congela el alma, si eres capaz y has nacido en un volcán, atrévete y bésale, bésale si la ves o la oyes, porque se desvanece, se desvanece entrando en otro portal, en otra dimensión. No, no es un número, no es uno más, es su beso lo que le hace completamente diferente.

Serás como un póster en la pared, serás un recuerdo más de una caza en la que no hay ni coto ni tregua. Se reirá siempre, es un sin corazón el que viene. Como una sombra acecha, deslizándose por el suelo del piso dónde vives. Enciendes la luz y solo ves oscuridad, abres bien los ojos, te desvelas a mitad de la noche y solo sientes sus labios y su aire helado. Ya le perteneces a él, te llevará consigo a las mismísimas puertas de aquello que es tenebroso.

Todo por no hacerme caso y haber cerrado bien la puerta de la habitación, haber puesto toallas por
debajo, no por el humo de ningún incendio, sino porque es capaz de traspasar la línea, el ras de suelo que lo deja indiferente y te acecha, te atormentará durante toda una eternidad. Quién sabe si después de este tiempo, saldrá por más. El tiempo no se mide de la misma forma en un mundo paralelo. Cuando sea de día, si estás todavía en este mundo, mírate cara a cara con el espejo y si ves todavía tu corazón palpitar, es que no te ha llegado a besar. Si en cambio ves, un cuervo o la Luna en la Oscuridad, es que ya por mucho que hagas, ya le perteneces. Pero no llores, si has conseguido llegar al final del relato, es que puedes todavía contarlo y meditarlo. Meditarlo, meditar es tener conciencia al final.

Sin llegar a saber, sin llegar a oír tocar las siete de la mañana en las campanas de una iglesia cercana, me visto y con libreta y bolígrafo en mano, me dirijo a un parque que hay a las afueras de la ciudad. No le tengo miedo a la oscuridad, creo haber pasado la prueba y estoy preparado. Mientras espero, le escribo a saber a quién…

A mi querida amiga…

“Soledad”, quién sabe realmente lo que es la soledad. Esa querida compañía eres tú, una  non grata que nos acompañas a la mayoría de nosotros hasta la muerte. Si sangro me desmallo, si me duele un pellizco, me lloran los ojos. ¿Significará que sé quién eres,  soledad?, he llegado a conocerte tan bien, que sé quién soy yo realmente, cuando no me encuentro acompañado de ti. Las personas, la humanidad entera está confundida, se piensan, se creen que cuantos más amigos tienes, más plena es tu vida y eso, eso nos es así. Uno, un número individualista y solitario, puede ser más feliz. Todo es estar en calma con uno mismo, encontrar en el propio centro de tus cosas y no ir dando bandazos, pensando en que encajar en la sociedad es lo más primordial. El saber, el conocerse uno mismo, hace que tu centro sea más positivo que el de otros. 

Caminando por uno de los parques de la ciudad, se encuentra a un gran amigo, él le cura su tristeza con algo llamado “amistad”.

¿Joseph, sabes quién eres, porque soy yo, o no?

Yo, soy siempre mi centro, lo que uno que varía es mi entorno, uno que puede ser lleno  o vacío, ser negro o blanco, homosexual o heterosexual, qué más da. Camina sin sentido, o ¿soy yo el que lo hace?, tiene fácil solución. Dejo de escribir y me dirijo a uno de los  bancos dónde  duermo y vivo. ¿Qué seré, qué llegaré a alcanzar?, si de ello me priva la propia sociedad. Soy un simple escritor aficionado de origen holandés o soy un simple trovador descendiente de algún inglés o irlandés, quién sabe. A saber

¡Hola Marta!

Ella es española, ella sí que lo sabe a ciencia cierta, solo hay que mirarla a los ojos, para  adivinar su procedencia. Sus ojos y su larga melena morena, la delatan del país de origen.

¡No, no camines por ahí!, no lo hagas. Le dice a ella de manera brusca.

No, no lo hagas, por ahí no crecen las flores, no crecen ni hay vida alguna.

Marta, llena de arrogancia y soberbia, le contesta… 

No quieras creer que lo sabes todo, yo soy como una reina y por donde piso, salen las flores.

Subido de pie, en uno de los bancos de manera, se lleva las manos a la cintura y como el que hace un discurso para la multitud, le dice a ella y al foro…

Deja de soñar, tu sangre, tu color de piel, me dice que eres una persona corriente, ¿o acaso tu sangre es azul?

Cansado me siento, enojado me alboroto y hago y digo, digo y hago, una sin razón detrás de otra ¿Qué será de mí, si solo deseo el sosiego de mi corazón?, como caballo de carreras, galopa en un 
sendero marcado y del cual no hay escapatoria.

La imaginación se le desborda y ahora, tomando asiento, hace y escribe como el que conduce.

Brillante y rojo, es el color de mi coche. No es un deportivo, no es de lujo, pero yo lo conduzco a gran velocidad. Creo que nada ni nadie me podrá detener, ¡ay!, que equivocado estoy. ¿Estás equivocado Joseph?, sí me equivoco. 

Un coche de color blanco y azul, con luces parpadeantes se me coloca detrás y hace sonar la sirena. Como es mi derrota, que me veo pegando un pisotón al freno. Lo hago de manera tan brusca, que se me da de morros, contra la parte trasera de mi coche. Miro por el retrovisor, salgo de mi coche, pero no de mi asombro al ver la pareja de policías incrustados contra el cristal delantero. Todo es sangre y están al menos fallecidos o noqueados.

Será por los nervios o será por la sencilla razón de querer escapar de la pura rutina, por lo que escribo todo este relato sentado en la silla de una cantina.

                                                                                                                                                     

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