sábado, 13 de octubre de 2018

                                                Año 2047

Año 2047, en cualquier mes y en cualquier día. Joshua Tender, busca entre sus recuerdos, aquello que más le marcó en su vida, rebusca y lo escribe, lo hace con la mano temblorosa,  para cuando ya no recuerde nada por culpa del Alzheimer. Grave y atroz enfermedad, que le encadena, que deja a uno sin saber nada, ni siquiera su propio nombre.

“Camino a través de las estrellas, buceo en el interior del Universo. Busco en mí sin razón, el objetivo que me lleva a estar entre la Oscuridad y la Luz. No he sido nunca ni malo ni malvado, solo rebelde. Con causa o no, pero siempre rebelde, eso lo llevo dentro de mi alma.”

Es anciano ya, pero no quiere olvidar. ¡Es más!, creo que muchas de las personas que llegan a esta edad, como premio, quieren que les quede el recuerdo de sus idas y venidas, de sus propias aventuras y desventuras.  Siente calor, mucha calor y ello le lleva a ver desde la ventana de su habitación, lo que  no hay…

Cómo dos serpientes zigzaguean, mirándose la una a la otra, pueden ser una de la Luz y la otra de la Oscuridad o simplemente, buscan a ver quiénes de las dos se lleva el liderato. El ser líder en medio de un desierto, dónde a los únicos que mandar o gobernar  son a los propios reptiles y los escondidos escorpiones. Suena un trueno, pero no  hay nube alguna, suena una corneta a lo lejos, las dos paran, las dos reculan y hacen eses ahora por la arena. No hay escorpión que pueda con ellas, aunque las dos especies tienen dentro de sí, un veneno que es mortal.
Pero, yo a veces me pregunto, ¿qué es más venenoso, la lengua de cualquier mortal o el de las serpientes y escorpiones? La pregunta tiene fácil solución, solo hay que pensar un poco, a los reptiles y demás especies se les ve venir y le hacen a uno ponerse en guardia. No les cuenta nada a sus hijos y nietos, la familia la mantiene al margen y mirándose ahora en el espejo, se ve con la cara arrugada por el paso de los años. Como los surcos de la piel  dan fe de la vida llevada. Puntea con un lápiz en el marco de la ventana, puntea haciendo con ello un dibujo y sin darse ni cuenta, ha dibujado, ha perfilado un árbol. No se sabe si es un olivo o un manzano, eso es lo de menos, lo verdaderamente importante es que se ha dibujado a sí mismo. A cómo es en su interior, ¡ojalá!, piensa de vivir. Pero no es así y antes de que le venza la enfermedad, deja caer desvanecido el lápiz.

“Descanso, pero todavía no eterno. Necesito atravesar todos los portales de las diferentes dimensiones, ¿habrá, me pregunto yo, capacidad para volver al pasado? Es solo una pregunta que me lleva  trasportarme a otro momento y a otro lugar. No hay aire, pero no hay cuerpo, solo soy una pequeña luz que prendía y descansaba dentro de un cuerpo.”

¿Quién eres tú?, se pregunta cuando ve que no se refleja en el espejo. ¿A dónde vamos?, se pregunta a sí mismo.

Camina o mejor dicho, levita en un laberinto, intenta encontrar la salida, pero no la ve. Quién sabe dónde está la salida, ¿la salida, hacia a dónde? Ya no necesita lo material, el dinero y la ropa sobran y hubiera sido un exceso de equipaje que nadie se lleva. Solo se abre una puerta dimensional y tras esta, otra. Sorprendido todavía, sigue por el laberinto, uno de esos que es su propia conciencia. Ya no es necesario viajar en ninguna astronave, todo se abre a través de los portales dimensionales.

"Vuelvo y me marcho cuando quiero y cuando deseo. Lo único que echo de menos, son los placeres terrenales, por lo demás bienvenido al otro estado. No sé si llamarlo gaseoso, no sé si llamarlo masa porque materia en sí no es."

Pasadizo que le lleva a encontrar la salida, pero al llegar al final, al llegar dónde la Luz se intensifica, como si fuese en un peaje de autopista le preguntan.

¿Cómo ha ido el paseo?

Cosa que él responde. Largo, estaba muy oscuro y con una intensa niebla.

¿Le ha costado, entonces?

Sí, pero por fin puedo entrar en ella, ¿me he ganado el descanso eterno?

Lo siento, pero no le puedo levantar la barrera.

Sorprendido, le pregunta. ¿Cómo es eso posible, si he sido un ciudadano ejemplar?

Por eso mismo, necesitamos almas que sigan inculcando valores. Continúe por la derecha y volverá sin ningún recuerdo. Pero no se preocupe, que cuando despierte a los años, los recordará todos y podrá transmitirlo a las nuevas generaciones.

"Es extraño, es como zambullirse en una piscina, aguantar la respiración y salir en la otra orilla. Solo hay que lanzarse al agua, así son los portales dimensionales. La energía ilumina todo el oscuro Universo, solo veo como pelotas de tenis, pero de raqueta ninguna. Solo veo o mejor dicho, siento y presiento, que esta me invade todo mi Ser."

¿Quién osa querer entrar en la Oscuridad, sin mi permiso?, pregunta a saber quién.

Solo ha sido una vibración que venía desde lo más profundo del Cosmos, le deja nervioso, cuando ahora más disfrutaba de su nuevo estado.

No era mi intención el colarme o allanar según qué lugar o dimensión.

Escucha ahora el sonido de un clarinete, en medio del vacío o mejor dicho, le retumba el alma, tranquilizándola.

No hay mayor batalla que aquella que no se disputa o se aplaza, porque la tensión sube y puede explotar creando un agujero negro.

"Entonces, ¿cuántas mujeres he tenido y cuantos hijos he engendrado? Me tienen como un animal semental y eso, eso no lo busco yo. Tengo que hacer algo para romper el bucle, algo tiene que suceder."

La Luz se va haciendo más fuerte, al mismo tiempo va olvidando cosas. A lo mejor la triste enfermedad del Alzheimer es solo la que va borrando la vida en este plano. No le dejan ni a Sol ni a sombra y es empujado dentro de su desvanecimiento a una lucha sin igual. Su alma y su conciencia luchan, las dos quieren cosas diferentes y no se pueden separar, no existen de forma individual y separada.

“Desde las profundidades del mar, me atrapan los pies y no puedo nadar. Me tiran para abajo y me quedo sin respiración. Todo pasa muy rápido y no vuelvo en sí. Me quedo inmóvil en lo más profundo del océano, nadie me ayuda. Tampoco no sé quién lo podría hacer, los peces no hablan y los tiburones están al acecho. Huelen la presa y eso que no he echado sangre. Quien me puede agarrar de los pies y no dejarme subir a coger una bocanada de aire. Quien puede ser si todavía siento mi corazón, bombea rápido y acelerado. No es solo por la falta de aire, es por el miedo atroz que me va invadiendo. Pierdo el sentido y como en un sueño entro dónde me encuentro ante Poseidón.” 

Le pregunta y al mismo tiempo, le dice el porqué de su muerte.

Han sido mis lacayos, quienes te han agarrado y traído ante mí.

“¡Porqué!”, le pregunta Joshua Tender. 

“Es muy fácil, estabas condenado a pasar ante mí, estás destinado a estar a mi lado”.

Yo no sé nada de peces en el mar ni nada sobre la vida en estas profundidades, porque tengo que ser elegido. Somos tantos en el mundo y me ha tocado a mí. Quiere que sea su siervo y yo no quiero. Me ofrece las sirenas más guapas del mar y yo le sigo rechazando. Le digo que me devuelva a mi origen y me dice que mi origen, que mis raíces son como las algas de la orilla. Que siempre vuelven al mar, que si alguna vez tocan tierra. Cuando sube la marea, vuelven a su origen. Es eso lo que dice que me pasa y yo le pregunto quién soy, si está tan seguro.

Me ofrece vino en una copa de plata, me ofrece un lecho para descansar. Lo acepto y me duermo dentro de mi desvanecimiento. ¿Porqué, un sueño?, porqué al rato despierto y me veo y no me conozco. No sé si será pesadilla, pero Poseidón no está y me veo cercano a la muerte. Me ha faltado el aire demasiado tiempo y me encuentro en la orilla del mar, con la marea baja. Dudo, si quedarme y esperar a que suba, a ver dónde me lleva. A lo mejor, tenía razón y solo tengo que esperar unas horas, para poder vivir unos años. Unos años que pueden ser diferentes, rodeado de peces que no hablan y de tiburones que están al acecho. No sé qué hacer, la vida en el mar es diferente a la de la tierra. A lo mejor el mar es la Oscuridad en sí, puedes encontrar una muerte segura, pero lo que es seguro es que no encontrarás falsas promesas ni falsos destinos.”

Navega ahora por un mar oscuro, navega sin timón. Condenado a un viaje sin destino y sin retorno. Donde irá, a donde le llevará el barco. Cuando no ve ninguna estrella a lo lejos. A donde le llevará el camino, un camino lleno de olas y mareaje.

“Qué lástima no encuentro la orilla, no hay faro que me oriente. Mi barco me lleva a la deriva, sin motor y sin aire... Es como mi corazón que anda en pena. No encuentro el faro y las estrellas no quieren ayudarme y me deja en la más absoluta oscuridad. Tengo un perro a bordo y no para de ladrar, me martillea la cabeza como si yo tuviera alguna locura. Maldita enfermedad tiene que ser, que me lleva el barco a la deriva. No consigo retomar el rumbo, hacia una isla costera. Los demás barcos siguen con su pesca, son barcos de poco calado con que la orilla tiene que estar cerca.” 

El perro ladra y los demás patrones que lo oyen a lo lejos, no quieren ayudarle. Su barco va a la deriva, porque le ha tocado a él este martillo, Porque le ha tocado a él y porque le han cortado las alas que le hacían volar, volar muy alto y navegar por los siete mares.

“A lo mejor viene una tormenta y que caigan rayos y truenos. A lo mejor algún patrón se digna a prestarme ayuda, quien sabe. Pero el perro no deja de ladrar y se queda atento a la oscuridad de la noche. ¡Qué más da!, yo sigo a la deriva con el incesante martilleo del ladrido en mi cerebro. Quién sabe si vendrán sirenas, quien sabe si vendrán otros seres del mar. Me ayudarán y llegaré a costear.  Busco la orilla, busco el amarre en algún buen puerto y descansar mis huesos entumecidos por la humedad del mar. Quien sabe cómo acabará mi historia, solo el destino lo sabe.”

No hay peces en el mar, un mar sin aliento y sin vida. A donde le llevará, que no es  capaz de adivinar. Ninguno le querrá guiar y a ninguno ve en el mar. ¿A dónde irá, a donde le llevará?, que no rema ni tiene motor. Ni tiene ganas, ni tiene fuerzas. Es un mar bravío que le tiene en un desvivir. Que será de él, si no llega a buen puerto. Puerto que no se divisa, puerto lleno de capitanes y marineros. No hay lonjas de buen pescado, no tiene peces el mar. Es un mar, para perderse a lo lejos, tal cual lo que hace Joshua Tender.

“No tengo familia, de la que despedirme, mis hijos y mis nietos ya no se acordarán de mí y quedaré en el olvido. Si me lleva el mar para adentro, moriré sin testigos y sin carta a quien enviar. El barco sigue a la deriva, sigue sin rumbo fijo. A donde iré, a donde me llevará si no hay peces en el mar. No hay estrella ni luna que me alumbre, en el oscurecer de la noche. El mar sigue bravío y yo me ato a una cuerda. Esta me mantendrá seguro, seguro si el barco no hace aguas. Cosa frecuente en los días y las noches de oleaje, pero prefiero no pensarlo. ¿Qué mar es el más bravío?, no lo sé. Pero, por este que navego, se pone duro y rabioso, como perro que defiende a su amo y yo quisiera intimidarle. Intimidarle o penetrar en él, haciendo camino. Un camino que no hace surco ni deja huella. Nadie me sigue, nadie me busca. Como encontraré la salida, falta para que se haga de día y vea la luz. “

Pasará las largas horas de la noche, atado como un condenado a la barandilla. Nadie le mira, nadie le observa. Al menos que sepa él y fija él sí, su mirada. En el horizonte se ve un rayo de luz, un rayo de esperanza. Las olas y el mareaje se tranquilizan. Pasan las horas de la noche y cree que encontrará la paz.

¿A qué se debe?, él sigue sin rumbo. ¡Qué más da!, lo importante es vivir y salir de la situación ¿Cómo lo hará? , no lo sabe, pues no se desata, por si acaso. Él sigue ahí, con miedo. Ha pasado pánico, pánico a la muerte o al ser devorado por las olas. Ya que no hay peces en el mar ni tiburones a quienes temer. Sale el Sol, pero no divisa tierra. Sigue navegando a la deriva, pero ya tranquilo, se desata y busca refugio dentro de la embarcación y dentro de su corazón. Este late despacio, después de una larga noche. Noche que no olvidará, se siente libre, aunque no tenga destino. El destino no está marcado, ¿o sí?, a saber.. Solo sabe que después de tanto volar y navegar, como con una bocanada de aire despertó. Sí, despertó. Lo primero que hizo fue mirarse las manos, sonríe y después suelta una carcajada. No son las manos de un anciano al que la muerte le acecha como un tiburón, sino de un joven de unos 23 años. Es el Sol el que le ha despertado, que habrá pasado en toda la noche. ¿Todo ha sido una aventura o una pesadilla?, sorpresa mayor es cuando algo le golpea encima de la cabeza, es una manzana. Ahora se queda más que sorprendido y se pone de pie, se incorpora y se aleja diez metros de dónde estaba sentado. Ahora se frota los ojos, es un manzano, aquel que punteaba en su mente. Pero, se pregunta. ¿Todo ha sido un sueño o es que ahora es cuando realmente he despertado?




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