En nombre
de quién.
Miro al cielo,
miro al Sol, le desafío, le muestro que no me falta valor para ello. Qué más se
puede desear, solo la mujer de la que siempre me enamoré hace antaño. Ahora no
soy nada más que un hombre de cierta edad, al que la pasión le ha sido relevada
por la prudencia, pero al mismo tiempo por el desasosiego. A mis años y
despertar ahora como si fuese un recién nacido, me hace llorar y gritar alto,
tan alto que se me debe de escuchar desde los más lejanos planetas. Muchos dicen,
algunos hablan, de que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio planeta o
venimos de él hasta este. Quién sabe la verdadera verdad, la verdad absoluta.
No sé si existe algún Ser supremo, no he tenido ocasión de conversar con él.
Pero si es así, le ruego que me diga mi nombre, mi verdadero nombre, aquel que
me haga renacer del olvido y seamos todos recordados.
–
¡Por
Júpiter!
Naves del espacio
interestelar, ¿quién soy de verdad? No me digáis que he sido expulsado de un planeta
mejor y mandado al mismísimo Infierno, que es La Tierra. Planeta donde reina la
avaricia y la codicia, planeta dónde el amor se confunde con el ser débil y
dejar toda alma pura atormentada.
–
¡Por
Júpiter!
Naves del espacio
interestelar. ¡Decidme! Mi verdadero nombre, ¿cuál es? Cuál es aquel de que se
me priva de saber. Seré acaso un títere,
un payaso a quién gobernar. ¿Quién maneja los hilos, eres tú Sattan? Quien pueda
perturbar un alma sincera, será el que tenga el poder de la Oscuridad.
Hola, no sabes quién soy, pero yo sí sé quién eres
tú. Me perteneces, soy tu amo, soy tu conciencia y tu saber. No puedes escapar
de mi fuerza y de mi poder. Serás siempre, no un títere o un payaso, sino mi
perro de presa, aquel a quién lanzar como guardián de lo tenebroso. Has viajado
hasta las entrañas de La Tierra y ahora explora aquello que tiene que ser de
quién es verdadero o impuro. Recuerda tu destino, eso sí que ya eres poseedor.
Yo no recuerdo
ningún viaje, al menos de que yo sea consciente de ello, para mí no ha
ocurrido, no está en mis recuerdos. ¿Quién es el Centinela, que posee las
llaves del Infierno? ¡Cuál será su nombre! Este se me ha sido borrado, así como
el mío propio.
Para qué quieres saber tanto, no es bueno. No
sabes que cuanto más ignorante eres, más rebosas felicidad, sí, rebosas del
agua de que los demás dicen que es La Luz. Y ahí quiero que sea tu lugar, un
lugar prohibido para aquellos que sienten inquietud por aquello que no es claro
y que se confunde con lo malvado. No te apures, el Centinela ya sabe a quién
encerrar por mil eternidades. No sufras que tú vienes de otros mares y de otros
planos.
–
¡Por
Marte!
Seguro que si
recordara tal nombre, recordaría tal hecho, tal que me ha llevado a sumirme en
la tristeza y melancolía de saber que he vivido en un mundo mejor. ¿Solo soy
acaso un hombre anónimo y sencillo, un hombre y ya está? Un cuerpo lleno de
carne, con una mirada a veces perdida. ¿A quién le escribo la carta? Esta es de
puño y letra, para después ser quemada y enviada al ser más oscuro que puede
haber.
Tú eres energía, tú tienes el poder humano, aquel de
que todos los que no conformamos el plano terrenal, somos negados. Tú, no te
das cuenta, que intentan privarte de tal cosa, porque saben o intuyen o quizás
y solo quizás saben que has nacido en la Oscuridad, con la llama de aquello que
es impuro y prohibido.
–
¡Por
Venus!
Chico busca
chica, chica busca chico, para poder procrear.
Quién sabe lo que hay después, pero hay que multiplicar y sumar a la
población mundial. Somos los reyes, somos los amos de un planeta que se consume
poco a poco.
Chico busca
chica, chica busca chico, a quién enamorar. Mostrándole sus encantos, lo atará,
lo embrujará de por vida a una existencia marital.
Mira, no seas tonto y mira por este agujero que
hago en mitad del plano, sí, ese que se dibuja en la pared. ¿No es acaso
aquella chica que tanto te hizo suspirar? ¿No es la que tú querías llevar hasta
el altar? Ella sabe que existes, tiene algo que pertenece en el cajón y que le
diste en prueba de tu amor. ¿No te acuerdas?
Me acerco y
cerrando un ojo, miro a través del otro.
Que veo, está cada día más guapa, me va a hacer enloquecer y ya siento
el suspiro del deseo y de la atracción. ¡Cuál
ha sido mi sorpresa! Ella tiene mi número de teléfono. ¿Me llamará? Seguro que
me llamará y me rogará que la haga mía. Seguro que volaré en éxtasis y pisaré los jardines carnales. Aquellos que
yo me creía privado y que yo me quedaría sumido en la tristeza y en la
melancolía. Solo han pasado unos cuantos
años, unos cuantos amaneceres y anocheceres, qué más da. Yo siempre me he
mantenido igual, solo mi cuerpo ha envejecido ya y no mantiene la libido con el
pabellón en lo más alto.
–
¡Por
Venus!
Reboso felicidad,
tal como decía la “voz que me susurraba”. No salgo de la habitación y
permanezco ahora inmóvil, tumbado en la cama con la mirada fija en la bombilla
encendida. Pienso, solo pienso que si la bombilla fuese una rosa, no dudaría en
cogerla y quemarme con ella. Solo pienso y me quedo absorto y
después dormido.
–
¡Por
Neptuno!
Dos aviones en el
aire, planeando entre las nubes respiran libertad, mientras hay algunos pájaros
que dibujan esvásticas en el mar. Son gaviotas cazando indiscriminadamente
aquellos peces que son débiles o simplemente diferentes. ¿Qué será de ellos,
qué será de mí? ¿Me pasará lo mismo, me habrán dibujado una esvástica en la
pared? ¡Quién sabe, a saber!
–
¡Por
Neptuno!
Yo solo sé que me
niegan mi posición y mi nombre, me niega mi “yo”, me niegan e intentan someterme. ¡Qué sea
sumiso! Me dicen y yo no hago caso alguno, yo me niego en absoluto a ser uno
más, uno más como en un viejo corral. Yo no quiero ser ni oveja ni pastor, yo
solo deseo correr como un león en libertad. Pegar tal rugido que se me escuche
en todo el planeta. Ese, ese mismo que me niega, lo que por derecho no se me
puede quitar. Solo soy un extraño sin nombre, un hombre anónimo sin más. ¿Qué
será de mí, si ansío mi libertad? Una libertad que no puedo en este mundo encontrar.
¡Ay,ay,ay! Mi corazón late prisionero,
bombardeando las ansias de volar.
¿Soy un alma o
que dejo de ser? Si no quiero más que vivir y morir en paz, sabiendo que en el
otro mundo puedo encontrar. Encontrar, como si fuese la imagen de algún cuadro
de algún mediocre pintor, lo que realmente es la sinceridad. Como saber quién
lo puede firmar si no es aquel que conmigo viaja con cadenas y sin libertad. Solo el deseo del
amor, me hace caer en un estado febril y como si delirase recuerdo las
siguientes frases…
–
- Hola
grandullón, soy yo tu dulce y bonita chica, aquella que por tanto haces
suspirar, estoy aquí al otro lado, en otro plano. No me dejaste despedirme de
ti, aquel día, solo nos vimos una vez, una sola noche. Esa vez que recuerdo
como si fuese ayer y es que como no recordar tal bello y cálido encuentro. No,
déjame hablar, no intentes hablar conmigo, seré yo el que te escriba cartas en
el amanecer sombrío de la Oscuridad. Seré yo quien no te deje marchar. Pero por
ahora seremos solo compañía, una de esas que se hablan en la lejanía. Rogando
un encuentro, que tiene fecha pero no te la puedo decir.
–
¡ Mi
Luna!
Pico a la puerta,
a una puerta trasera, rasgo la cortina. Sí, esa tela invisible que separa lo
real de lo irreal. Qué más da, abrázame, da igual si eres joven mujer, solo deseo
sentir el calor. Gozar del cálido sentir de todo aquello de lo que se me priva. ¿Quién es quién?
Pica a mi puerta y yo no quiero que nadie me despierte de este sueño. ¿Quién
osa molestarme en mi momento de plenitud?
Reza, ora y duerme, pensando que existe algo
superior. Algo que se te sumerja en lo más profundo del sueño. Uno de esos que
sientes hasta la caída en el vacío, una caída sin fin, pero con retorno al
despertar. Vuela hacia abajo, desciende a lo más bajo de La Tierra. Al abismo,
al mismísimo infierno. Vuela, vuela hasta que no puedas volver, hasta que no
recuerdes el camino y te dejen en el
olvido. Que nadie te recuerde, que nadie te mencione, como si tu vida no
hubiera existido jamás.