Aquel otro lado
del bosque Norte
Llueve, llueve a
cantaros, el jardinero del cielo riega todo lo que rodea a la cabaña de madera y
yo me encuentro en ella, a campo abierto, mirando a través de la ventana como
cae el agua. ¡Hoola! Nadie responde, solo los truenos y los relámpagos se hacen
notar con un atronador sonido uno y con una viva imagen de lo desconocido en el
otro. Soy ajeno a todo aquello que hay al final, sí, allí en el horizonte.
Allí, hasta donde me llegan los ojos, sí, en aquel lado del bosque Norte, donde
viven o creo al menos que viven, pequeños y diminutos animalillos a los que no
les doy la más mínima importancia. Solo miro por la ventana, esta se encuentra
empañada por el contraste de la calidez ambiental, en ella hago pasar el dedo
haciendo un círculo, siento bienestar en un día gris de otoño y me caliento con
el fuego a tierra de la casa. Escucho crujir los leños que ya me he
provisionado y que deben de durarme hasta que la tierra vuelva a dar su flor.
Suena el viento,
rugen las nubes, estamos en plena tormenta. Esa, que influye tanto respeto, que
me atenaza y me deja embaucado mirando y mirando, pasando el rato. No existe
todavía la radio ni la televisión, pero me entretengo, hago pasar el tiempo.
Estaría loco si saliera ahora de casa, pero ¿Porqué no? ¿Porqué, no salir y
disfrutar de los milagros de la naturaleza? Así es y estoy en medio del campo,
quedándome empapado pero sonriente. ¡Qué locura! Vuelvo a casa al rato y me desmonto
en una carcajada, me río de mí mismo y sé que he disfrutado del momento. No hay mejor
música que aquella que nos proporciona la misma naturaleza, ya sea en la caída
de la lluvia, como así en los pájaros en su época de celo, sin olvidar los
sonidos del viento, sí, esos que se cuelan por las rendijas y se hacen notar en
el espacio sordo del salón.
Sueño despierto,
sueño feliz y contento, o al menos a mí me lo parece. Por fin tengo compañía,
en que sea la misma tormenta, esa que de todo se adueña y parece que nos
anuncie el fin del mundo. Me acompaña y yo, yo le hablo y le digo cosas, ¿Qué
cosas? Son íntimas y entre el recodo de la sala, duermo ahora, duermo triste,
pasadas ya unas horas de la caída de la noche. Sigue lloviendo, sigue el viento
golpeando en los troncos de madera, de los que está hecha la cabaña. Mis manos,
ásperas del trabajo, se unen, se alían para hacer calor entre ellas. Me las
froto, las lleno de energía y ello me
hace espabilar y ponerme de pie. Mis piernas cansadas del caminar diario
hacia el pueblo, todavía no descansan y yo me adelanto a mi propia alma y me
recojo, subiendo unas escaleras hechas de manera artesanal y me tumbo, me tumbo
en una cama de paja y ahora duermo sí, solo y en posición recogida. Solo siempre
solo, el simple chasquido de la madera llena el hueco vacío del altillo. No
paso frío, no quiero ni levantar la mirada por encima de la manta y me arropo,
me tapo hasta que solo la nariz hace de señal de que hay alguien o algo está viviendo
debajo de ella. ¡Qué más da! No tengo ni mujer ni más compañía que la lluvia,
esta sigue castigando el tejado de la cabaña, mañana seguramente tendré que
revisarlo.
Pasan las horas,
no los años. Pasa la noche, llegando el amanecer, alumbrando el entorno y
rompiendo las nubes. ¡Ya no soy un niño! Pero tampoco quiero llegar a ser un
hombre solitario y amargado, por la sencilla razón de que el único abrazo que doy es a la
almohada, triste de mí, es la única que me espera por las noches. Solo una vela,
una triste vela, alumbra mi dormitorio que no es otra cosa que el altillo de mi
hogar .Todas las noches y cuando llega la hora de despertar, el Sol ese que sí
que es grande, me alumbra la cabaña entera. Sale él como cada
mañana, sale y me da la mano, me conduce hacia el espeso bosque. Corro, salto y
ando, qué más da, ¡soy un hombre libre! Piso las piedras redondas del río y lo
cruzo y lo vuelvo a hacer. Cerca del río voy cantando, cerca del río voy alegre
y saltando. Soy solo todavía un muchacho y no pienso en nada, no pienso en que
pueda perderme, pueden darme por desaparecido, ¿pero quién? Y nada más lejos de la realidad, ya no veo el
pico de la montaña, ya no veo donde está el norte y por donde puedo volver.
¡Ay! Qué será mí. ¡Ay! Qué será de aquellos que me quieren de verdad. Solo, me
siento solo. No hago caso, no miro ni los peces como saltan en el agua.
Tengo una pequeña
guitarra, tan pequeña que parece una mandolina, con ella me acompaño e intento
que el tiempo se detenga. Pero no todo quiero que esté como un mar en calma,
sollozo, sí sollozo. No sé a dónde ir, no sé a quién enviar una carta desde mi
corazón. No busco ni reina ni princesa, solo busco a una a la que tratar de
igual manera. Todas son reinas, todas son princesas, pero la mía será la que
haga mía y podamos disfrutar de este tiempo, un tiempo que es caprichoso y no
hablo por las nubes ni los vientos, hablo por aquello que no es permanente,
como no lo somos nosotros mismos. Escribo en mis
pensamientos, deslizo suavemente mi mente y me digo, “dónde estará tal bella
muchacha”…Seguiré amándote siempre estés donde estés. Búscame entre la penumbra
y la noche, que estaré a tu lado. Para los tiempos de los tiempos, nada podrá
frenar nuestro amor. Sígueme y tocarás las estrellas, con la punta de los
dedos. Respira hondo si aún te queda aliento y si no es así, si ya has dado el
último suspiro, espérame. Yo me uniré a ti y seremos uno.
Bésame en los
labios, bésame y une tu alma con la mía. Abrázame y caliéntame que estoy helado
en el otro lado del bosque Norte. Abrázame y dame calor, calor y amor que estoy
desconsolado. Desconsolado de no poder acercarme a ti en tantos años. Aquí el
tiempo pasa más despacio y parece que ha pasado una eternidad, cuando en
realidad ha sido un suspiro. Ahora puedes reunirte conmigo y volaremos juntos,
como abejas en vibración nos comunicaremos. Nos comunicaremos y sabremos probar
la miel de nuestros propios labios. Bésame y saldré
de esta prisión donde me han encarcelado, encarcelado sin estar atado como un perro.
Solo las serpientes del río hacen guardia, en la fría oscuridad a la sombra de
los árboles. Bésame y saldré de esta prisión y veremos por fin la luz, esa luz
prometida y que ciega al verla por primera vez.
No es la primera
vez que nos vemos, pero sí que nos tocamos y nos rozamos. Como puede ser si ya
no existe el tiempo. ¿No tenemos manos ni boca, como puede ser? A saber. Yo no
sé responder a esa pregunta. ¿Venderías
tu alma al diablo por tenerme cerca? ¿Venderías tu alma por instante de placer?
A saber. No me respondas, acércate y mírame con la mirada fija en ese haz de
luz que me he convertido y déjate llevar, yo te haré de guía. Quién sabe si yo
he sido el que ha vendido el alma al diablo. No corras, Lucifer está cerca.
Salúdale, es un amigo. No es como lo pintan, no hay cuadro donde puedan plasmar
su verdadera imagen. Solo el verlo en el otro mundo, hace que conozcas la
verdad.
Se hace de noche,
se hace oscuro y tengo frío, frío y miedo. Miedo a todo aquello que no conozco
y me es ajeno. Estoy cansado, muy cansado. Solo el sueño me domina y caigo,
tumbado cerca de un pino. Qué será, será. Solo un sueño, os es verdad lo que os
explico. Que es el tiempo
en una eternidad, una eternidad que nos aguarda como en un baile de sombras. ¿
Sombras, qué son las sombras? Son aquellas almas errantes que no tienen cabida
porque son expulsadas y se refugian unas con las otras. Pero en verdad son estas
detenidas, detenidas y encarceladas porque no tienen derechos, derechos. Solo
son sombras en la noche, en una noche fría y helada de aquí al otro lado del
bosque Norte. Bosque perdido donde se encuentra aquello que no es de nadie, bosque
que está en más de un corazón.
¿Buscas amor para
tu corazón, buscas consuelo? Yo te lo puedo vender, solo tienes que prometerme
que el día de tu final, serás mío.
No hay almas
puras, eso es un error. ¿Qué alma es pura en estos tiempos? Tiempos en los que
cruzar un desierto se cree tan increíble, como imposible. Yo cruzo ese desierto
cada día, yo camino descalzo entre la ardiente arena. ¿Que busco? A saber. Lo
sabré el día que muera mi cuerpo. Lo que estoy seguro es que no soy ninguna
sombra, puedo ser un alma errante, a lo mejor puedo ser quien creo que soy.
Pero no moriré en vano, dejaré plasmada mi idea, dejaré plasmada el baile de
sombras, que hay en la oscuridad de la noche. Dejaré que otros se me acerquen y
me pregunten y digan. ¿El qué? A saber. Yo no lo sé. Solo sé que no soy una
sombra.
Dos enanos se me
acercan por la mañana, me ponen las manos en el hombro y me despiertan, me
alborotan y me zarandean, hasta que en un ataque de nervios, me hacen levantar
y ponerme de pie. Les digo mi edad y se
asombran, pero mayor es el mío cuando me dicen ellos, que sobrepasan la
centena. No me lo puedo creer y es más, al dar uno de ellos un silbido, se
asoman entre los arbustos, unas cuantas ardillas y estas, parecen que hablan o
al menos eso creo yo, si no es todo un sueño. ¿Qué será de mí? Perdido en el
bosque y rodeado de ardillas y enanos. No son estatuas
de arcilla, aunque sean moldeables en su carácter, no son de barro. Son unas
cuantas ardillas y unos cuantos enanos, los que vienen a echarme una mano. No
alcanzan a darme la mano, pero me dicen que no tema y que cierre los ojos. Así
lo hago y camino y camino, no salgo de mi asombro, no salgo de mí, cuando me
veo en la salida. Me veo, porque abro los ojos y me veo en campo abierto, solo
me queda el recuerdo del olfato y del oído. Un olor a húmedo, normal después
del día anterior y de los pájaros, esas diminutas aves que cantan en libertad.
Es todo una
quimera o una epopeya, quien sabe la
verdad cierta. Solo sé que me encontré guiado por aquellos seres pequeños, no
digo diminutos ni menos bajos, porque son seres grandes, grandes como los
mismos árboles y montañas, ya que gracias a ellos, logré salir de aquel gran
bosque, con aquellos pinos que se alzaban sin dejar paso a la luz del Sol.
No encontré ni
reino ni princesa, solo mi cabaña al salir al prado. Solo, siempre solo, no
tenía ni tengo mujer, solo ahora a ellos. Juro y prometo, prometo y juro ante
la luz del Sol y el brillo de la Luna, que nos les faltará ni comida ni bebida,
al menos mientras yo exista. Fiestas no, solo alegría y cantares, habrán por
las cálidas noches de verano. Cuentos y demás relatos, habrán en las duras
noches de invierno. Ellos son mis salvadores y ahora son mis hermanos, no de
sangre, pero sí de espíritu.