A saber…
¿Cuál es la realidad no ficticia del no saber, cuál es el
destino que nos pertenece?, si no lo elegimos nosotros. ¿Cómo llegar a saber si
no tenemos más inteligencia, el destino que nos aguarda? No sabemos nada, solo
sabemos levantarnos cada mañana, primero con un pie y después con el otro.
Cantan una canción en un coro, suenan las trompetas y los
violines. No por nadie en especial, solo por ti, sí por ti que sé que me lees. ¿Serás
tú el próximo en saber la verdadera verdad
o quizás será el que escribe o relata? Ahora solo saber seguir un camino, ahora solo
escucha el pasar a la gente por al lado de la ventana. Esta está abierta en par
en par, se mezcla el aire frío con el aire caliente. Uno, que es él, tiene
calor o más bien bochorno de la humedad que se cuela entre las carnes.
Solo desea saber,
solo quiere conocer, no aprender, solo conocer. Pero es como todos un ser
limitado a los sentidos que tiene su cuerpo y no puede llegar a conocer lo que realmente
desea. Para ello se tendrá que esperar, esperar a vivir primero, para saber
apreciar de verdad lo que deja de tener sentido. Abraza a su alma y respira, no
la deja marchar ni siquiera de noche, que es cuando hay más libertad y más
privacidad.
Muchos se ríen, muchos ven como seres inferiores a los
pájaros. Sí, esos que vuelan y no paran de cantar. Ellos sí que son libres,
ellos sí que dicen y se expresan en libertad. Solo tienen que temer al frío o a
la jaula. Uno lo puede llevar a la muerte y la otra al sometimiento y al
encarcelamiento. ¿Qué es peor, la muerte
física o la muerte espiritual? Sí digo bien, quien dice que no tienen espíritu.
Quién puede decir si no nos trasladamos de ser en ser, hasta convertirnos en
hombres. ¿O es al revés? A saber. Cuando cantan, sé que ha llegado la primavera y con ello el
nacimiento de lo libre. Uno puede nacer en cualquier estación del año, pero
¡ay! Si nace en primavera, eso significa que va a ser una persona libre y
maldigo mis palabras y mis frases, porque un servidor no fue en primavera. Pero
eso es otro cantar.
Cuando florecen los rosales, cuando anuncian los almendros
de su llegada. Todo deja de ser triste y melancólico, todo tiene ya un color
que no se puede pintar porque la pintura no huele a campo. Un campo que es
completamente verde y que por esta parte huele a hierba fresca. Bienvenido el
que haya nacido en esta época del año, porque florecerá con su tiempo y será de
tallo largo y lleno de esplendor.
Cuatro partes son las
que tiene la vida, cuatro partes como cuatro son las estaciones del año.
Primavera, verano, otoño, invierno. Infancia, juventud, madurez y vejez. Son
siempre cuatro, cuatro como todo tiene en su vida. Solo que el Sol sale cada
mañana y la Luna lo releva por la noche.
Llora, llora el
cielo de
forma tímida formando un arco iris de luces y colores. El Sol se trasluce y el bebé llora, pero no
de pena. Sino de espanto, al saber que se tiene que enfrentar a la vida. Su
madre, la naturaleza no lo deja solo y estará con él, de noche y de día. No le
perderá de vista y le enseñará a ponerse en pie y a andar. A andar un camino
que parece largo, pero que a medida que va creciendo se le hará más corto.
Bonita es la primavera, los días cada vez son más recelosos en marcharse y el
campo se hace de tocar y ver, se agradece el tumbarse en mitad de él. Se
respira el aire, la brisa que corre al atardecer y viendo cómo se esconde el
Sol saludando a la Luna, convirtiéndose en cómplice de algo que parece que no
tiene final. Como en una película sale y se esconde y vuelve a salir.
Demostrando que uno va creciendo y ya no es de juegos infantiles y van pasando
los meses, viendo y abriéndole las puertas a un verano, un verano que le
adentrará en su juventud.
Ramos de claveles rotos, anuncian el fin de la primavera.
Aunque le dan la bienvenida al verano, época de romances anónimos y fiesta de
juventud. Dime que bañador me tengo que poner, para hacer la comunión con el
mar. Qué más da, el año en verdad empieza en primavera, con el nacimiento y el
brote de las flores. Ahora que llega a su juventud, hay que dejarle a su libre
albedrío, para que baile y disfrute, con la compañía inestimable del Sol y de
la Luna. Dime tu triste nombre y te volveré la reina de la felicidad.
Dime cómo te llamas y sabré a donde dirigir mis cartas., dice en medio de una
borrachera de deseo. El Sol calienta por el día y por la noche la humedad de la
orilla del mar, nos lleva a tumbarnos en la fina arena de la playa. Juntemos
las manos y miremos las estrellas,
hagamos un juramento. Uno de esos que
no se lleve la noche, agarremos las riendas de nuestra edad y consigamos
demostrar la valía de todo los que nos une.
No te vayas no me dejes solo, no me dejes a merced de las
olas del mar. Que yo me adentro en medio de la noche y sin ti me ahogo de pena…
Nada y nada, pero cuando se queda sin fuerzas. Como si fuese
su ángel, su madre, la naturaleza le
devuelve a la orilla, no es su momento, es demasiado joven para morir. Como se puede acabar con en el celo, por bella que sea la noche. Son cosas que
ocurren, son cosas que pasan y que según el corazón con el que se nace, se
puede acabar mutilando el alma.
Tormenta de granizo es la que cae a finales de verano,
anunciando la llegada del otoño. Fecha en la que las hojas caen y la madurez nace
en el Ser Humano. Atrás quedan los calores y los baños en las playas y en los
ríos. Los trasnoches y el divertimento propios de una juventud vivida en un
verano. Llega entonces las noches frescas que invitan a estar más tiempo en
casa y reflexionar lo que ha acontecido hasta entonces el largo caminar. ¿Qué
sandalias aguardan sin romperse a que las nubes negras como tizones, se unan
entre sí? Ya sabemos que las estaciones del año son así y que ahora toca
resguardarse un poco y dejar en el recuerdo aquella canción, que nos llevó al
amor. Al enamoramiento propio de un joven en su plenitud.
Cómo una canción de un disco de vinilo, va circulando. Ahora
por el otoño, tiempo en el que el tiempo se hace más impaciente y el día se
marcha antes, demostrando que necesita ya debido a su edad, más descanso. Solo
siente el frío oscuro de la noche, como el viento se cuela por el marco de la
ventana y escucha los chasquidos de la leña al quemarse en el fuego a tierra de
la casa. Una casa que le resguarda de otra más grande, que es la madre Tierra.
Esta parece de juguete y parece que le queda mucho que reflexionar, después de
lo vivido. La lluvia se hace cada vez más dueña de los alrededores y siente
como cae en el tejado. Llueve bastante y
el viento hace que las ramas cobren más vida y protagonismo. Como si
fuesen brazos de Ser Humano, avisan que está en la mitad de su vida y que se
encuentra en la madurez y que no caiga en la nostalgia y la melancolía. Que se
encuentra en lo mejor de la vida, esa que ha sido benévola con él y le ha hecho
vivir intensamente. La aguja del disco, se va acercando al surco del invierno y
no puede retroceder. Si levantase la aguja, sería un suicidio y eso, eso no
puede ser. No puede tropezar tampoco o el disco se rallaría adelantando su
final o quedando bloqueado en un tiempo, aunque se seguiría consumiendo ya que
nadie quita de la corriente al tocadiscos. Todo el mundo es libre, pero a todos
nos toca bailar una canción. Todas son parecidas, pero todas son diferentes. Él
escucha de su mente la suya propia y camina ahora un poco más abrigado.
Nada más importa que uno mismo, todos queremos lanzarnos del
barco cuando vemos que estamos a punto de hundirnos. Pero él no y se va
acercando al final del camino, el invierno avisa con los primeros fríos de la
madrugada. Parece que uno se congele y los árboles ya no tienen hojas. Estas se
cayeron en otoño y ahora permanecen desnudos, a merced de las heladas
nocturnas.
Se acuerda del verano y de su juventud, hubiera apostado en
que alcanzaba las estrellas. Pero todo fue y será un espejismo. No cae la nieve
pausada, solo mira por la ventana y el Sol le engaña diciéndole que calienta el
aire. Los vahos que salen por la boca, delatan un frío que solo es comparado
con la muerte. Se estremece y se acerca al fuego a calentarse. Se ve las manos,
unas manos que son como los campos sin flores, llenos de arrugas. Pero todavía
suerte, que camina por su propio pie y no tiene necesidad de apoyo. Fuerza es lo que tiene y espera con ansia y curiosidad a que
acabe el ciclo. El invierno es largo, es como la agonía de aquel que sabe que
se le acerca la hora. Una hora que no llega, pero el Sol sale cada mañana
demostrando que hay que tener paciencia. Se sienta en el sillón, se sienta y se
adormece hasta quedar profundamente sumido en un sueño.
En él ve, todo su recorrido. Desde que empezó a vivir con su
primer llanto, hasta ahora que se empieza a morir con la primera lágrima. ¿Qué
será ahora que llega poco a poco de nuevo la estación de la floración? Calma,
solo siente calma y cuando se quiere dar cuenta, con un suspiro fallece y con
un suspiro renace en otro cuerpo. Mientras, la primavera saluda de nuevo con
alegría y vuelven los almendros a tener flor.