sábado, 19 de diciembre de 2015


                                   Déjame que te meza

Bryan, un bebé de cinco meses. Duerme plácidamente en su cuna, mientras su madre, Johana, pasa la fregona por el piso. Un piso de alquiler de las afueras de New York, caro, para las posibilidades para una madre soltera.
Trabaja a media jornada en un supermercado del barrio y saca adelante como puede a la criatura. Su padre, oficial de la Armada, no lo reconoce como suyo. Ya que él está casado con otra mujer y no quiere romper su relación ni asumir la responsabilidad que le toca.  Johana ve todos los días de la semana, como se esfuma su tiempo, como se consume un cigarrillo, cada vez que no está con su hijo. Solo una anciana vecina le hace de canguro gratis y por corazón. Ya que no tiene a nadie más, que se quiera hacer cargo. Niño que llora, se le mece para que se duerma. Niño que yo llora, se le amamanta con el biberón siempre templado. Ajeno a todo, duerme y descansa, mientras su cuerpecillo se prepara para su crecimiento. Ayer 60cm, hoy 65cm. Quien sabe mañana, eso lo sabe mejor la señora anciana. Que a sus años, está más que acostumbrada.

Es verano y tiene la ventana abierta para que se le seque antes el suelo, escucha las sirenas sonar en un barrio, de por sí conflictivo. Se despierta el niño y su llanto se mezcla con el sonido de los coches de policía. No se escuchan disparos, no se escucha ninguna reyerta. Pero ella sabe, sabe y calla. Calla porque no le queda más remedio, no tiene a donde ir. Sola con Bryan a donde va?  No sería bien vista, una madre soltera. Con que acaba de fregar y arropa al niño, para que no se resfríe con el aire que entra de la calle. Ahora sí que escucha el correr de unos cuantos, mientras los policías les dicen “alto”. Pero ellos no paran y se escapan, se escapan  y se esconden. No se sabe donde, nadie dice nada. Ella ya no mira por la ventana.

Después de todo, piensa en que no se vive tan mal. Que al menos tiene un hijo, un hijo que quien sabe si en un futuro. Tiene un padre y ella un marido y que el pequeño piso de alquiler, se respire el mismo ambiente que en una casa grande. Pero este, al ser más pequeño, se llene y se respire más rápido de un aire más noble. Ella es joven, pero a nadie le dice su edad. Solo saben que es lo suficientemente mayor, como para cuidar y proteger a un bebé de meses. Pero no deja de soñar y que alguna vez, cuando suene el timbre de la puerta, sea porque viene ese hombre que tanto anhela. Mientras que no lleve uniforme ya le vale, mientras no sea un viajante y un charlatán, le abrirá la puerta y no solo la de su hogar. Ella no puede cantar “libre”, pero no le importa y tampoco le angustia. Porque, gracias a su pequeño, ya sabe lo que es el querer. Se sienta al lado de la televisión, la tiene en voz baja para no molestarle y piensa y sueña que su voz será recibida por alguien, por alguien que la ame y que no le importe adoptar como suyo el niño que ahora duerme. Porque en un piso, ya sea de un matrimonio o madre soltera, solo cuando callan se encuentra la paz y la calma. Quizás, alguna vez se rompe por el sonido de la calle.
Todo en silencio y pasan las horas y llega el momento de ir a trabajar. Para no perder la costumbre, avisa a la anciana. Esta, en poco rato ya está arropando al niño en la cuna. Lo tiene todo a mano, lo tiene todo preparado. Pero por si acaso, se lo recuerda Johana sin olvidar de decirle el número de teléfono. Un día, otro día, todos los días son iguales y es que trabaja hasta los días de descanso. Es mucho esfuerzo, para tan poca recompensa? Si no pensamos en el futuro que ahora descansa, solo duerme y come, come y duerme.

Ventas de pan, a altas horas de la noche. Solo venta de alcohol a aquellos que ya no son tan jóvenes. Mira a través de la cristalera y ve la gente andar por la calle. Se pregunta si no tendrán casa o lo que tienen en ella, les hace salir y escapar, intentando despejarse y romper la discusión o la monotonía. Y es que después de los años de pasión, llegan los años del cariño y del respeto y sin ello no hay matrimonio completo. Los hombres salen y se juntan con sus iguales. Las mujeres, más caseras. Se mecen, mientras hacen algún jersey o bufanda. No sin olvidar los colores, que colores? Ella se imagina, pero vuelve a la realidad al tener que atender a un cliente. Barra de pan, pan para cenar. Cenar algo, algo que comer, para luego dormir.  Que descanso hay, si mañana será un día igual. Ella piensa en sus ratos, se ausenta mentalmente mientras no viene gente. Solo la esperanza y la alegría de abrazar a su retoño, le hace mantener la sonrisa mientras trabaja.

Solo la noche hace de paz y sosiego. Solo el amanecer hace que ella descanse, qué  más da. Por los amaneceres se acerca la cuna a la cama y duerme, duerme cerca de él. Suele ser tranquilo y la deja descansar. No suele despertar a su madre, como no sea por comer o por la humedad del pañal. Descansa abrigado en una mañana clara en la que hasta las farolas apagan sus luces. Salen entonces los perros con sus dueños. Tiene la hora cambiada o no sigue el ritmo de la vida diaria de manera normal. Bryan llora, al escuchar a unos canes. Ella se despierta, pero con una sonrisa le mira y le observa, solo el pañal mojado. Se levanta somnolienta y en pocos minutos lo deja como antes. Solo el bebé le quita el sueño, solo el bebé le roba el tiempo. Ni el super, ni sus pensamientos. Solo el llanto del niño le hace de despertador. Cambiado y preparado, vuelve a acunarlo y vuelve a la almohada. En principio hasta las dos de la tarde, no tiene nada mejor que hacer que dormir y velar por la paz de su hijo.

En sus sueños se encuentra con un guitarrista y un vocal, uno le hace música en su corazón, el otro le susurra al oído. Por quién decantarse? A quién elegir. Quién sabe. Uno es alto y moreno, el otro más musculado y con una buena mata de pelo negro. Pasan las horas y las dos dan pronto en el reloj, ha sido corto el viaje del amor. Pero no le molesta, solo piensa y mira, la cara inocente del niño en la cuna. No volverá a cometer el mismo error, no permitirá que ningún hombre le venga con música de amor o palabras bonitas. Solo con hechos de los que pueda creer y ver de verdad a un hombre sincero. La anciana le dice una y otra vez, que viva pero que no crea en ninguno. Porque ninguno dice la verdad y en lo que piensan es en lo que piensan y que para uno que la quiera de verdad y sea verdadero, no vale la pena porque a la larga por culpa del destino se quedará sola y viuda.
Johana no cree en ello y sigue soñando mientras prepara la comida, un plato para ella y un biberón para el pequeño. A veces, sin querer. Le vienen recuerdos, recuerdos de un ayer que nunca volverá. Sin querer, sin querer olvidar se le cae un plato al suelo. Lo mira y remira, solo ve sus trozos rotos como su corazón. No quiere llorar, pero las lágrimas le rodean el rostro en pocos segundos. Que ha hecho ella para merecer tal destino, lo único que saca claro es su hijo. Bryan se hará mayor seguramente sin un padre y ayudará a su madre. Johana de donde sacará la fuerza y la voluntad de vivir, si no de ver a su retoño. No agacha los brazos y lucha como en una competición de boxeo. No deja de golpear y bailarle a la vida, para que esta no pueda con ella. Recoge los trozos y tirándolos a la papelera, echa un suspiro, un suspiro de esperanza. Con el paso de los minutos y de las horas, se acerca el momento de volver al tajo. De volver a la rutina, se siente como un ratón en una rueda. Una rueda que no para de rodar y rodar. Esta vez, va a ser diferente. Aunque sea vistiendo el uniforme del supermercado, se pinta y se peina, no haciéndose un moño. Se dirige al local, los hombres casi no la reconocen. A ella le da igual, no quiere nada con ellos. Ella sabe ser paciente y espera, espera a alguien, no sabe a quién, pero le espera.

La anciana no tiene aliento, para verla correr en contra del viento. Del viento y de la vida, ella no sabe, porque la mujer no dice. Pero sabe que hace lo correcto, porque la belleza, al igual que la juventud es un suspiro y quiere y desea que viva. Porque ya habrá tiempo para el descanso y el pasar de largo. Pero los hombres que se acercan, no son merecedores de tal mujer y ella lo sabe. Pero quien dice, que por esa puerta o a través de la cristalera la mire un hombre de verdad. Que le haga vivir y vuelva a sonreír de amor, porque ello no tiene fecha de caducidad. La noche se hace larga, solo venta de alcohol y de pan, más de lo primero, pero a ella le da igual. Está echando un bostezo, cuando entra el primer rayo de sol. Mira la hora y suspira, las siete. Ficha y se dirige para casa, hora de salida, hora de entrada para algunos. Todos se cruzan por el camino, pero ninguno se saluda. Unos por cansancio de la jornada, los otros por el madrugar y abandonar el lecho y la almohada.
Nubes de tormenta acechan, aire húmedo de agosto se respira en el ambiente. Todavía queda para el otoño, pero ya vienen. Ya vienen y pican a la puerta las primeras lluvias. Echa a correr y al llegar al barrio, echa la mirada hacia arriba y ve la persiana subida, pero la ventana cerrada. Respira y sube por las escaleras. La recibe de la señora del piso, es día de pago, de pago del alquiler. Ya no se acordaba, lleva dos meses de retraso y ya le vence el contrato. No tiene palabras con las que defenderse ni dinero suficiente. Eso irrita a la dueña, que la amenaza. La anciana que escucha y observa desde la mesa del comedor, se levanta poniéndole a Johana la mano en el hombro y le pregunta a la dueña, que pagará un mes y ya se verá el resto.  La muchacha al ver el gesto se queda muda, pero asienta. A la dueña le descansa un poco su avaricia y concede el tiempo de la duda. La anciana la acompaña y la invita a entrar en su casa, para realizarle el pago. Johana coge en brazos a Bryan y mira, mientras abraza a su hijo. Pensando en que decirle, en como agradecerle y se pregunta el como se lo podrá devolver.

La anciana se despide y la dueña le echa una mirada, que parece un puñal. Estamos en los ochenta y esto no está bien visto. Que va a hacer si eligió mal, que va a hacer si ahora se encuentra entre la espada y la pared. Pasan unos segundos, que parecen horas y la vecina la hace pasar a su casa con el pretexto de tomar un café. Johana le explica, le comenta, que por muchas horas que haga. Que por mucho que sude y trabaje, no llega a fin de mes y por eso los retrasos. Ella habla y esta escucha, escucha con una sonrisa que hace enfadar a Johana. Porqué sonreirá, porqué esa cara de felicidad. Sube el café y emitiendo un pitido avisa a la anciana. Le sirve un café y le dice, le comenta que ella es viuda y sin hijos. Que no tiene a nadie, salvo su propia sombra. La muchacha no entiende ni quiere. Le agradece todo lo que hace por ella, pero que no sabe como corresponderle en el pago. Esta dice, que no todo es el dinero. Que con el cariño y con el respeto ya le vale. Ella sigue sin entender, hasta que la mujer le dice…..

-Múdate a vivir conmigo y sabrás lo que digo. Múdate y vente con tu hijo, que a ti te querré como mi propia hija y al pequeño, como si fuese mi propio nieto.

Le tiemblan las piernas, pero no lo suficiente como para ponerse de pie y dándose un fuerte abrazo, firman el trato. Podrá descansar y podrá estar más con su hijo. Habrá perdido un piso de alquiler y un hombre. Pero ha ganado un techo seguro y el cariño de una mujer, que ya a su edad, solo quiere respirar un poco de ambiente familiar.

 

 

 

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2015

                             Lazo de sangre.
Querida madre.
Antes que apaguen la luz, quería comentarle lo que dicen por ahí y es que no hay nada que tire más que la sangre. Que no hay amor más grande con más afecto y más duradero, que el de una madre hacia un hijo. Puede ser cierto y yo esté inútilmente dudando y en vilo. Ay, mi madre! Que culpa tengo yo, de formar una banda de malhechores en vez de una banda de Rock & Roll. Yo sé que a usted le sigo quitando el sueño por las noches y que ya no es tan joven. Ahora es una señora ya de cierta edad, que sigue y sigue queriéndome como si fuese un crío. No viene, no viene y me arropa porque no le dejo y porque no puede, aunque tenga frío.
Que será de mí el día que llegue, que llegue y no venga a verme. No por no quererme, sino porque ya en este mundo no se encuentre. Que será de mí, si no hay lazo más fuerte que el de una madre hacia un hijo. Espero cumplir rápido los años que me quedan y que pueda reunirse afuera conmigo.
Uno puede tener hermanos, primos….Que familia no falta! Pero como su abrazo no hay nada y no hay pelea ni discusión duradera. No hay voz lo suficientemente alta ni palabra lo suficientemente baja, que haga temblar los cimientos del querer y con ello, hacer desbordar el manantial que riega el amor maternal.
Cuanto se ama a una madre, tanto que espero con ansia su llamada. Por su tono de afecto que me embriaga como si fuese todavía un feto. Una criatura todavía en evolución que aprende cada día por cada palabra que escucha.
Me llama y me dice “hola” me llama y me dice “hasta luego”. Siempre un lazo que no se corta, siempre una corriente que no es ajena al paso del tiempo. Un paso del tiempo que yo temo y me hace pensar si seré un memo.
No soy nada de eso, no soy nada en comparación al hecho. Que hecho? Pues el de agradecerle que me dio la vida, una vida de la cual yo soy el único propietario. El único que tiene derecho a remar o no a remar. A divagar o a reflexionar. Qué más da, lo que sé es que le debo todo y solo a ella, le tengo todas las puertas abiertas.
Como un concierto de música de guitarra clásica, me abrazo con su alma. El día que no esté, el día que no escuche ese “hola” o su  “hasta luego”. Escucharé nuestra música y ya sé el porqué,  para que me abrace desde el otro lado y no sentirme solo. Pondré los altavoces a un volumen correcto y seré calmado y esperaré, esperaré sentado.
Solo serán unos segundos o quizás un par de minutos, pero me sentiré otra vez querido. Suena la guitarra, suenan las cuerdas de la esperanza y yo sonrío. Sonrío y siento que todavía está conmigo, aprovecharé y le haré una llamada. Para que se alegre y se sienta contenta, contenta del agua que lleva mi río. Un río de agua clara y de corriente lenta, pero segura. Que no se enrabia y que no se enoja, desbordándose de sus caudales. Unos caudales, que son los de la paz y de la concordia con uno mismo.
Aunque hay cometido algún delito, no es para estar tan arrepentido. Porque cualquiera puede ser tentado, cualquiera puede desear lo ajeno y no por eso ser esposado. Otra cosa es que uno no sea lo suficientemente capaz, para no ser pillado y poder gozar de aquello que has cogido sin el debido consentimiento.
Vienen otros vientos, vienen otros tiempos. Seguro que el lazo de sangre, ese que nos une, se hará fuerte y con ello perdurará el afecto familiar. No niego ni reniego, pero es que como una madre no hay nada. Mándeme una carta, llámeme por teléfono, que llegará el día que una de sus visitas, me vea tatuado su nombre en la piel. Se lo merece, porque ella ha dado la suya por mí.
Mire! Al fondo, donde se pierde el horizonte. Donde la tierra no está en calma, allí lloro. Lloro y lloro. Porque sé que el final será por mucho que quiera, el mismo. Ese que nos hace separar de los seres queridos y no hay ninguno más querido que el materno. Ese que te cuida desde pequeño y suspira cada vez que llegas a casa, como si te fuese a llevar el viento.
Madre! Si pudiese leer estas líneas, vería en ellas. Una lágrima en cada frase, porque por mucho que yo quiera y desee mi libertad, mi corazón sigue siendo el mismo. Un corazón lleno de amor y afecto, un querer que será eterno.
Suena una guitarra española, no es ni flamenco ni pasodoble y es que para dar pasos ya estamos cansados, usted por la edad y yo quizás por la ansiedad. Prefiero escuchar esta música, relajado…no repostado en un almendro sino en un roble que es más fuerte y duradero.
Pero para ello tendrá que pasar algún tiempo, de mientras. Para que ello, haga de nuestro lazo de sangre. Algo nuestro y solo nuestro. Me repostaré en las húmedas paredes de esta prisión.
En verdad soy un condenado más, total por cuatro fruterías. Es cierto que me ha caído una pena, pero no es por la condena. Es por no poder verla más tiempo del que yo quisiera. Que más me da las manzanas o las peras, que comino me importa a mí. Ser tan sincero solo lo soy con ella, que es la que verdaderamente me comprende y me quiere.
Aunque esté entre rejas, ella no ve los barrotes de la celda. Solo ve al hijo que algún día se fundirá en un abrazo. Yo le digo que al alma no se le ata ni se le encadena y a mí me tiene ahora y en un futuro, para lo que le haga falta. Ya sea para darle una palabra de abrigo como para irle a buscar un cubo de agua.
No quiero decir su nombre, vaya que por culpa de mi destino a usted se le falte. Aunque no hay nada que esconder, solo la mala suerte de haber caído en aquello que nos vuelve locos a los hombres y que tampoco tiene nombre. Porque son lo que son y ellas solo codician el dinero, un dinero que dicen que no es ajeno.
Solo a mi madre se lo entrego, porque las demás no me tienen ni amor ni afecto. Solo a mi madre yo quiero, porque por los demás no hay ser sincero. No confío en nadie más, no hablo ni me descubro. Como no sea entre estas letras que yo dibujo, intentando hacer un cuadro. Un cuadro lleno de luz, lleno de amistad. Que solo con una madre se puede pintar.





jueves, 3 de diciembre de 2015

                                                      Aquí Alpha.
Aquí Alpha, Omega, llamando…. Es una llamada de auxilio, es una llamada de alguien que se encuentra en apuros.
Aquí Tango, Bravo. Te escucho.
Vuelo alto, vuelo más allá de las nubes. Veo el Sol a lo lejos, pero también el cielo que hay debajo de mí. Está lleno de negritud y no veo tierra.
Muy bien Alpha, Omega. La tormenta se disipa y será un pequeño chubasco en breve.
Aquí a lo alto, no se ve tan claro. Tango, Bravo, es posible aterrizar?
No Alpha, Omega. Hasta que no escampe un poco no es posible. El viento viene del Este y corre de Levante. Pero no te preocupes, es poco tiempo lo que le auguro. Simplemente vuela en círculos y no pierdas de referencia al Sol.  
Así lo haré, tengo combustible para un buen rato.
Alza la vista hacia las nubes y tocarás con las manos el cielo. Dicen desde su interior. Pisa fuerte en el suelo y te mantendrás firme en tu sueño. Dice una voz, desde el exterior. Sueño? El que sea, solo tienes que pensar en él y crearlo. Dejarse llevar por una simple canción y que los espíritus que te rodean, se hagan dueño del mismo. Que arte hay más creativo que el de la pintura o el de la escritura. Ay! Si entendiera de colores, haría un mar de lágrimas. Pero no de tristeza sino de alegría, por saber que está vivo. Vive pensando que mañana también vivirá. Otras situaciones, otras circunstancias. Pero en definitiva se levantará y correrá las cortinas, abrirá las persianas para que con ello entre el aire y la luz del Sol.
Es una simple avioneta de dos plazas, una de esas de recreo. Blanca con franjas azules en los lados y una simple hélice que lleva en el morro, da todo lo que puede de sí. Volar por encima de las nubes con tal aparato, es difícil. Solo la maestría y la destreza del piloto lo puede hacer realidad. No se rompe la comunicación y siguen en contacto..
Tango, Bravo. Me escuchas?
Aquí estamos, Alpha, Omega.
La tormenta no se desdibuja, al revés parece ser que coge fuerza.
No te asustes, aquí en Cincinnati estamos acostumbrados. Pero es cierto, hay relámpagos por doquier y no sabemos cuándo te podremos bajar de arriba con seguridad.
Puedo estar unos treinta minutos, pero aquí arriba hace frío y solo veo las nubes encenderse por debajo de mí. Estoy empezando a preocuparme, como veis la pista? Yo creo que lo puedo conseguir.
Ten un poco de paciencia Alpha, Omega. Es mejor que bajes sin combustible, casi planeando es lo mejor.
El tiempo parece detenerse y el combustible a correr deprisa. El piloto sigue haciendo dibujos en el aire, como si quisiese pintar un cuadro. Se arriesga adentrándose en la tormenta. No ve, solo ve lo que no ve y eso le entusiasma y le sube la adrenalina. Sube de nuevo y observa como el Sol se marcha sin decirle un adiós.  La oscuridad, el reflejo de la Luna es solo una opción. Al fin de cuentas, nunca se muere del todo, siempre se vuelve a cantar la misma canción o al menos eso cree..  Esto se está volviendo muy espiritual!  Dice para él y es que se eleva al escribirlo y se asienta en sus convicciones. No hay una muerte total, solo carnal. Quién sabe si volvemos a nacer o simplemente nos transformamos y volamos como si no existiese la gravedad.
La noche se acerca y las estrellas no iluminan debajo de las nubes. Ya no puede mantener tan alto la avioneta y baja arriesgadamente entre ellas. Como humo que fluye en el aire, es el momento que vive el piloto. No sabe dónde está, parece que la conexión con la torre de control se ha perdido. Luces relampagueantes entre el cielo oscuro  iluminan la cabina. La lluvia resbala sobre los cristales de esta.
Un relámpago y un trueno, le hace temblar y no solo de miedo. Por una vez en su vida le entra el pánico y empuja los mandos hacia abajo. A los diez segundos está fuera, no escucha a nadie por la radio y no sabe realmente que pasa. Otro destello, como un relámpago, pero sin trueno. Se ve envuelto en un manto magnético y consigue ver algo parecido a un objeto redondo. Como si alguien le hubiera cogido en sus brazos y suavemente le dejara cerca del suelo.
Sudor frío, corazón caliente. Nervios a flor de piel, no siente del todo las piernas. Las mueve buscando los pedales de control. Las manos en cambio, sujetan firmemente los mandos del equipo y solo se acuerda de sus seres más allegados. Como si fuese presente de una despedida se encuentra, mentalmente se recuerda de cada uno de ellos.
No ve nada y planea en el aire, hasta tocar el suelo. Un solo contacto, un solo golpe de rueda hace recorrer varios metros a la nave. Suspira cuando está parada, se cree en el aeropuerto pero dos luces que vienen por delante a larga distancia le hace reaccionar. Se encuentra parado en una autopista, es de noche y el coche que se intuye, aminora la velocidad y frena en el arcén. Intentan en vano apartar el aparato. Este se encuentra en el lado derecho de la calzada, pero es imposible adentrarlo fuera del perímetro de la vía.
Alpha, Omega…Aquí Tango, Bravo, conteste….
El piloto escucha la radio, una radio que pensaba perdida. Corre y coge el micrófono, esbozando una sonrisa. Se siente lleno, lleno de vida.
Aquí Alpha, Omega….he aterrizado en medio de una autopista. No sé en qué milla ni en qué dirección.
No pasa nada, ahora avisamos a la policía del condado.
27 de marzo de 1980, autopista interestatal de Ohio. Será una fecha recordada en las páginas de los periódicos. Una avioneta aterriza en medio de la autopista en plena noche, después de una tormenta. Gracias al esfuerzo de la policía y de los ahí presentes, se ha evitado una tragedia. Lo que no está claro es como lo consiguió, pero no hubo que lamentar daños personales.
Pasan un par de minutos y se escucha con una voz del cielo, que dice…….JULIO, A COMER!
Es solo un niño en su mundo de juegos y sueños. Se encontraba en el séptimo de esos cielos y le han tenido que despertar de golpe. De golpe despierta de su sueño de ser mayor y obedece a su madre…..
Ya bajo mama!
El niño deja la avioneta y se dispone a bajar para comer, solo piensa en lo que su imaginación le hace ahora dudar. Piensa en la creatividad, piensa en lo que puede llegar a crear, no diciéndole nada a sus padres. Con lo a gusto que estaba jugando con la avioneta…. había llegado un momento, quizás solo un instante que ha parecido ser real.
Por la ventana ve que ha escampado la verdadera tormenta y los rayos del Sol se cuelan por toda la sala. La avioneta sigue ahí, parada en una imaginaria autopista que no es otro lugar que la mesa de su dormitorio. El piloto es un muñeco diminuto de plástico de color azul,  que va en la cabina.
Piensa en lo verdadero de lo que ha hecho, ha jugado, cierto. No ha dejado de ser un juego, pero le entra miedo a volar de verdad. Piensa en si tuviera que subir a un avión comercial, de esos de verdad y solo tener el cinturón de seguridad, para atarse al asiento. Corre a su dormitorio subiendo las escaleras. Se tumba de golpe en la cama y mira de refilón al juguete. Está tal y como lo ha dejado, el coche y la avioneta. Piensa en seguir jugando, jugando o aprendiendo experiencias sin llegar a la realidad.
Ya no es lo mismo, pero sabe que puede hacer la noche o el día, solo tiene que encender o apagar las luces. Ello le llevará a coger con los dedos de una mano la avioneta y con la otra el coche…..
El piloto se encuentra dispuesto, siempre en su cabina. Esperando las órdenes de Julio, unas órdenes que no tardan en llegar y en un momento se encuentra volando en el perímetro de la habitación. No hay ninguna nube, solo la luz de un Sol artificial. El niño se estira en la cama y deja su mente soñar. No hay música, no hay danza para el protagonista. Eso le hace pegar un brinco y sentarse de nuevo en el borde del colchón y animar el juego con un poco de música. No la pone alta, no quiere ni molestar ni ser molestado. El muñeco, parece hablarle con ansiedad. Quiere ser partícipe del momento. Vuelve a tumbarse en la cama y hace piruetas con el avión. Le sopla a la hélice para que esta gire y lo hace volar sin soltarlo, imagina que imagina. Juega que juega…
Aquí Alpha, Omega. Me encuentro en el aire.
Aquí Tango, Bravo. Le recibo.
Es la misma voz, el niño sonríe. Vuelve a estar en las nubes con el aparato y sigue con su juego. Pero se escuchan interferencias, será la radio, será la música. A saber. Él sigue a lo suyo, nadie le molesta y sigue creando con su mente, una mente que no deja de ser la de un niño.
No se levanta de la cama, mira el reloj de la mesita y ha pasado ya una hora. Todavía tiene tiempo, es domingo y no hay nada mejor que hacer. En la vida real se está haciendo de noche, pero en la suya, en la de un niño no existe el tiempo. Para él pueden ser las ocho de la mañana y el piloto seguir volando por el aire. Todo es relativo, todo es creer en lo que quieres creer. Su imaginación le desborda y se levanta de la cama. No coge el coche, solo juega con la avioneta.
Hola Tango, Bravo. Pido permiso para aterrizar.
Hola Alpha, Omega. Aquí Tango, Bravo. Permiso concedido, aterrice en la pista número seis.
Gracias Tango, Bravo. Tengo un poco de prisa, con que allá voy.
Acerca a la mesa el aparato, ahora es una pista de aterrizaje y aunque todavía es pequeño, para pensar en ello.  Piensa en que alguien le espera en su llegada. Le busca una novia al piloto, una chica para un chico. Así que agarra lo primero que le viene en mano y la presenta en la pista. Es una goma de borrar que le ha dibujado con un bolígrafo la cara de una joven.
No se borra la sonrisa de la cara del pequeño, juega que te juega. Ajeno a la realidad y a los peligros que acechan en la verdadera oscuridad. No sale de habitación, no sale de casa. Al menos por la tarde y por la noche. Solo se une a la pandilla por las mañanas y cuando tiene que ir al colegio. Mientras tanto el piloto es su compañero de aventuras y su mejor amigo.
Le busca un nombre para la chica y como no, también para el piloto. Pero no sabe cuál les puede quedar mejor y omite ese pequeño detalle. Serán unos sin nombres, como son unos simples juguetes. Una simple goma de borrar y un piloto de plástico.
Juega que te juega, se le ocurre cortar un pedacito de la goma y sentarla en la cabina. Ya pueden volar los dos, quien sabe si en la vida irreal e ilusionaría le dan las gracias. Ahora sí que son chico y chica o chica y chico. Con que a volar, a dejar volar la imaginación. No habrá tormenta lo suficientemente violenta ni nube demasiado alta, como para qué eso destruya la aventura de volar y seguir soñando.
No entiende de amores, solo de motores y es qué a su corta edad, no sabe de más allá de los sueños. Como en un infantil cuento, sigue jugando. Sigue jugando y se piensa y cree que todo es como dicen sus héroes de su pared. Posters de aquellos verdaderos protagonistas de su corta vida.
Caballos alados y superhéroes, así es el forro de la pared de Julio. También la foto de una avioneta biplaza y sueña con pilotar una cuando sea mayor. Mayor para él, que edad será. Solo desea que un día lo consiga, porque los sueños a veces si lo pides con fuerza  y lo intentas de forma testaruda, se logran.
Mira por la ventana, solo ve lo oscuro y fría que es la noche. Solo los gatos se atreven a cruzar la calle y osan dormir al raso. Otra voz suena, esta vez es la del padre,  que sube por las escaleras. Le pica con los nudillos al mismo tiempo que abre la puerta.
Julio echa la mirada para atrás y lo mira, mira lo mayor que es. Un hombre de mediana edad y piensa, solamente para él piensa. Cuanto tiempo tiene que pasar, para ser como su padre. Para ser como su padre y poder volar como un pájaro en libertad.